Atenas, 15 de enero de 1915
Nikos Kazantzakis parecía más un burócrata que un filósofo. Sus quevedos sobre la fina nariz, los ojos pequeños, su frente despejada y su perilla le daban un aire vulgar. Vestía un traje gris, con una camisa blanca impoluta y corbata corta. Su estatura era pequeña y parecía incómodo dentro de su ropa rígida. Sus maneras eran formales, pero se notaba que sus modales dejaban mucho que desear. Parecía un ermitaño condenando a vivir en la ciudad.
—Nikos Kazantzakis, estos son mis amigos —dijo Garstang presentándolos uno a uno.
—Mucho gusto —dijo Nikos, apartando la mirada, como si le diera vergüenza mirarlos a los ojos.
—Necesito su ayuda. Para una vez que vengo a Atenas, y tengo que importunarlo —se lamentó Garstang.
—No se preocupe, señor Garstang. En París usted fue uno de los pocos anclajes que tuve con la realidad. Usted y mi amado Henri Bergson —apuntó Nikos.
—¿Qué sabe de Henri?
—Se encuentra bien, ya sabe, con sus escritos y pensamientos. Hércules hizo un gesto impaciente y Garstang se decidió a entrar en el asunto. Se acercó a una bolsa de piel y extrajo la pequeña estatuilla. Nikos abrió mucho los ojos y por primera vez dejó que su rostro mostrara alguna expresión.
—¿Cómo han conseguido esto?
—La encontramos.
—¿Dónde? ¿Han estado en Cnosos?
—¿Cnosos? —preguntó Lincoln.
—La antigua capital de Creta —contestó Garstang.
—No había escuchado nada sobre esa ciudad —dijo Lincoln.
—Las ruinas fueron descubiertas en Cnosos en el año 1878 por Minos Kalokairinos, un anticuario y comerciante cretense. Él realizó la primera excavación, que sacó a la luz parte de los almacenes en el ala oeste y una sección de la fachada oeste del famoso palacio. Después de Kalokairinos, varias personas trataron de continuar las excavaciones, pero por una u otra razón fracasaron —dijo Nikos, comenzando a entusiasmarse. No paraba de mover las manos y cada vez se le veía más animado.
—He leído algo sobre el tema. Al final fue un inglés el que realizó el descubrimiento más importante —señaló Hércules.
—Tiene toda la razón, fue el 16 de marzo de 1900, cuando el arqueólogo Arthur Evans, un caballero inglés de medios independientes, compró el terreno y realizó excavaciones de envergadura. Algunos han criticado sus métodos, demasiado agresivos. Pero hay que reconocer que Evans realizó una fuerte inversión y quería recuperar parte de su dinero. Sin duda, tanto la excavación y la restauración del palacio de Cnosos como el descubrimiento de la cultura minoica se deben a sus importantes trabajos, aunque no nos gusten sus métodos —dijo Nikos.
—Es cierto que sus métodos no fueron los más adecuados, hoy en día la arqueología es un campo de trabajo realizado por un equipo académico y en el que se aplica el más estricto rigor científico, pero hace unos años, eran proyectos impulsados por hombres ricos y altruistas —dijo Garstang.
—Bueno, Evans no hizo el trabajo solo, ni a ciegas. Estuvo en todo momento asistido por el doctor Duncan Mackenzie, que ya se había distinguido por sus excavaciones en la isla de Melos, y por el señor Fyfe, un famoso arquitecto del Colegio Británico en Atenas. Además, Evans empleó un gran número de trabajadores locales y en unos meses había descubierto una parte importante de lo que él denominó el Palacio de Minos —dijo Nikos.
—¿Un palacio? —preguntó Lincoln.
—Bueno, nosotros lo denominamos de esa manera, pero en realidad, el término palacio puede inducir a error. Lo cierto es que Cnosos fue una compleja construcción de más de mil habitaciones unidas entre sí; algunas eran talleres de artesanos, otros tipos de talleres. Sirvió de punto de almacenamiento de ese territorio, y era centro administrativo y religioso de la cultura minoica —comentó Nikos.
El griego se quedó en silencio por unos momentos y contempló la estatuilla que descansaba encima de la mesa. Hizo un gesto para poder tocarla y Garstang asintió. Nikos comenzó a observarla detenidamente, acercando sus quevedos a la estatua como si se tratara de una lupa.
—¿Dónde me han dicho que la encontraron? —preguntó por fin.
—No se lo hemos dicho —contestó Garstang.
—¿Han estado en Creta?
—No, la encontramos en el sitio más inesperado —dijo Hércules.
—Me tienen en ascuas.
—En la iglesia de San Sergio, que se encuentra en el barrio copto de El Cairo —dijo Lincoln.
—Sé dónde se encuentra la iglesia de San Sergio, pero lo que no comprendo es qué hacía la estatua de una diosa pagana de la fertilidad en un templo cristiano —refunfuñó Nikos.
—Eso mismo me pregunto yo —dijo Garstang.
—Todas las estatuillas se han encontrado en el Palacio de Cnosos y en Creta, pero hasta ahora, que yo sepa, no se había encontrado ninguna en Egipto —dijo Nikos.
—Ha dicho que es una diosa de la fertilidad, pero también he leído algunos estudios que la identifican como la diosa tierra o una posible sacerdotisa. ¿Podría tratarse de una sacerdotisa? —preguntó Garstang, levantando las gafas y pegando su nariz a la estatua.
—Podría ser. Esta no lleva las dos serpientes en las manos, es una característica común en todas las estatuillas que se han encontrado —dijo Nikos.
—Tiene las manos en alto y los puños cerrados, posiblemente alguien quitó las serpientes hace siglos y comenzó a venerar a la estatuilla como si fuera una representación de la Virgen —dijo Garstang.
—¿Usted cree? —preguntó Lincoln sorprendido—. Pero si lleva los pechos al aire.
—Hay varias estatuas y cuadros que representan a la Virgen con el pecho desnudo —dijo Alicia.
—Sí, pero normalmente está también el niño y lo está amamantando —contestó Nikos.
—Lo que está claro es que debieron de considerarla una imagen venerable y ha sobrevivido en la iglesia hasta ahora —dijo Garstang zanjando el tema—. ¿Cuántos años puede tener?
—Es difícil de calcular. Algunos han hablado del 1450 antes de Cristo, pero es demasiado pronto para saberlo —dijo Nikos.
—¿Y la inscripción? —preguntó Hércules señalando los signos en la falda de la estatuilla.
Nikos volvió a mirar la estatua de cerca y comenzó a leer entre labios. Todos lo observaban expectantes. El griego se detuvo y mirándoles les dijo:
—Sin duda se trata de escritura en lineal A.
—¿Qué nos puede decir de ella? —preguntó Hércules.
—La escritura lineal A es una de las dos escrituras lineales de signos que se utilizaban en la antigua Creta. Bueno, hace poco hemos descubierto que hay un tercer tipo de escritura, a la que hemos denominado hieroglyphs. Las dos primeras fueron descubiertas y nombradas por Arthur Evans —dijo Nikos.
—¿Se puede descifrar un tipo de letra de un idioma muerto? —preguntó Hércules.
—La verdad es que tan solo se puede deducir. Hace poco que hemos conseguido descifrar la escritura lineal B, pero sabemos que comparten signos: usando las sílabas asociadas con la escritura lineal B se puede llegar a leer la lineal A —dijo Nikos.
—De que se trata, ¿de una especie de griego primitivo? —quiso saber Alicia.
—No, se cree que este lenguaje es anterior al griego; se le ha denominado minoico y corresponde a un período en la historia cretense antes de una serie de invasiones griegas alrededor de 1450 antes de Cristo —explicó Nikos.
—Si se tratara de griego arcaico, todo sería mucho más sencillo —dijo Garstang.
—Entonces, es imposible descifrar la inscripción —dijo, desanimado, Lincoln.
—Bueno, hay una pequeña posibilidad. Si algunas de las letras coinciden con la lineal B, podríamos intentar descifrarlo. Déjenme que lo observe con detenimiento —dijo Nikos sentándose en una de las sillas. Sacó una pequeña libreta de piel y comenzó a dibujar los signos en el papel.
Hércules comenzó a mirar por encima del hombro. Nikos levantó la cabeza y frunció el ceño.
—Perdón —dijo Hércules, separándose.
—Creo que ya tengo una de las letras —dijo el griego y todos se acercaron en tromba—. Creo que aquí dice «Amón».