Estambul, 15 de enero de 1915
El agua helada despertó a Roland. Desconocía el tiempo que llevaba inconsciente, pero todavía sentía un fuerte dolor en la cabeza. Comenzó a tiritar de frío y levantó la cara instintivamente, dirigiendo su mirada hacia la mortecina luz del techo.
—Roland Sharoyan. Ese es tu verdadero nombre, ¿no es cierto? —preguntó uno de los hombres uniformados.
El miedo empezó a invadirlo por completo. Si conocían su nombre, no tardarían en ir a por su madre y hermana. Las había puesto en peligro por su negligencia.
—Hemos encontrado la carta para los ingleses. Es inútil que niegues nada. Además, la palabra de un sucio armenio no valdría mucho en un tribunal —bromeó el oficial.
Los otros dos soldados rieron a carcajadas, hasta que uno de ellos cruzó la cara al joven, que comenzó a sangrar por la boca.
—A tiempo hemos sacado del ejército a escoria armenia como tú. En la carta hablas de una revuelta que se está organizando en Van, pero también informas a los ingleses sobre nuestro ejército y las defensas de la península de Gallípoli. El Alto Mando se pondrá muy contento con toda tu información —dijo el oficial.
—¿Me van a matar? —preguntó el joven con voz temblorosa.
—¿Matarte? No, tienes que llevar un importante mensaje para el ejército de su majestad británica, con la única diferencia de que llevarás el mensaje que nosotros te demos. Un grupo de mis hombres ha salido hacia tu aldea para capturar a tu madre y hermana. Si quieres verlas con vida, tendrás que llevar nuestro mensaje, cualquier vacilación o la más mínima señal de que nos has traicionado y ellas morirán. ¿Has entendido?
—Sí, señor.
—Ah, no intentes ir a buscarlas, nunca llegarías a tiempo. Uno de nuestros hombres te acompañará hasta el cuartel general y no se separará de ti hasta que regreses aquí.
Roland sintió alivio cuando le soltaron los brazos y comprendió que no iba a morir por ahora. Le devolvieron su macuto, una carta idéntica a la que llevaba y un acompañante con cara de mono y de boca mellada. En los próximos días tendría que elegir entre las dos cosas que más amaba en este mundo, salvar al pueblo armenio o retrasar la muerte de su familia, por un poco de tiempo.