Fue a finales del siglo XXV de la era prehistórica, antaño llamada era cristiana, cuando tuvo lugar, como es sabido, la inesperada catástrofe de la que proceden los tiempos nuevos, el feliz desastre que obligó al río desbordado de la civilización a ser engullido para el bien del hombre. Deseo contar brevemente ese gran naufragio y su salvación inesperada y tan rápidamente efectuada en unos siglos de esfuerzos heroicos y triunfantes. Naturalmente, pasaré en silencio los hechos particulares de todos conocidos y sólo me referiré a las grandes líneas de esta historia. Pero antes conviene recordar en pocas palabras el grado de progreso relativo que la humanidad ya había alcanzado en su período exterior y superficial, en vísperas de ese grave acontecimiento.