ERAN CASI LAS TRES de la madrugada cuando entré en nuestro apartamento del Normandie. Nora, Dorothy y Larry Crowley estaban en la sala. Nora y Larry estaban jugando al chaquete; Dorothy leía un periódico.
—¿Es verdad que Macaulay los mató? —me preguntó Nora inmediatamente.
—Sí. ¿Dicen algo los periódicos de la mañana acerca de Wynant?
—No —dijo Dorothy—, sólo dicen que Macaulay ha sido detenido. ¿Por qué?
—Macaulay lo mató también a él.
—¿De veras? —dijo Nora.
—¡Ésa sí que es buena! —dijo Larry.
Dorothy se echó a llorar. Nora la miró sorprendida.
—¡Quiero irme a casa con mamá! —sollozó Dorothy.
—Bueno, tendré mucho gusto en acompañarte si… —dijo Larry con no mucho entusiasmo.
Dorothy insistió en que quería irse. Nora trató de consolarla, pero no de disuadirla de que se fuera. Larry, tratando de que no se le notara lo poco que le apetecía, buscó el sombrero y el abrigo. Él y Dorothy se marcharon.
Nora cerró la puerta cuando salieron y se apoyó de espaldas contra ella.
—Mr. Charalambides, tenga la bondad de explicármelo todo.
Sacudí la cabeza.
Se sentó junto a mí en el sofá.
—Venga, desembucha. Y si te saltas una sola palabra te voy a…
—Si no me das algo de beber no hablo.
Me lanzó algunos vituperios y me trajo de beber.
—¿Ha confesado?
—¿Para qué iba a hacerlo? No puedes declararte culpable de un homicidio en primer grado. Y son muchas las víctimas, y, por lo menos, dos de ellas fueron demasiado claramente asesinadas a sangre fría para que el fiscal permita que se declare culpable de homicidio en segundo grado. No le queda más recurso que defenderse.
—Pero ¿cometió los asesinatos?
—Desde luego.
Me apartó el vaso de la boca.
—Venga, deja de perder el tiempo y empieza a hablar.
—Todo parece indicar que él y Julia llevaban algún tiempo estafando a Wynant. Él había perdido mucho dinero en la Bolsa y se había enterado de los antecedentes de Julia, como Morelli insinuó, y entonces se juntaron los dos contra el viejo. Se están examinando los libros de Macaulay y los de Wynant, y no deberá resultar muy difícil comprobar los traslados de dinero de uno al otro.
—Entonces, no estáis completamente seguros de que le estuviese robando a Wynant.
—Claro que estamos seguros. Es la única manera de que todo encaje. Lo probable es que Wynant tuviera pensado salir de viaje el tres de octubre, pues es cierto que retiró del banco cinco mil dólares en billetes, pero ni cerró el taller ni avisó que fuera a dejar el piso. Eso lo hizo Macaulay unos cuantos días más tarde. Wynant fue asesinado en casa de Macaulay, en Scarsdale, la noche del tres. Lo sabemos porque en la mañana del día cuatro, cuando acudió a trabajar la cocinera de Macaulay, que dormía en su casa, Macaulay salió a la puerta y, con la excusa de una queja inventada y luego de darle dos semanas de sueldo, la despidió en el acto sin dejarla entrar en la casa para que no tropezara con cadáveres y manchas de sangre.
—¿Cómo supisteis eso? No te saltes los detalles.
—Investigaciones de rutina. Naturalmente, después de detenerle fuimos a su oficina y a su casa a ver qué encontrábamos; ya sabes aquello de ¿dónde-estaba-usted-la-noche-del-seis-de-junio-de-mil-ochocientos-noventa-y-cuatro? Y la actual cocinera nos dijo que sólo llevaba en la casa desde el ocho de octubre, y esto llevó a lo otro. También encontramos una mesa con señales muy débiles de lo que esperamos que sean manchas de sangre humana. Los técnicos las han raspado y están analizándolas. (Resultó ser sangre de animal bovino.)
—Entonces, no estáis seguros de que él…
—¿Quieres no seguir repitiendo eso? Claro que estamos seguros. Es la única manera de completar el rompecabezas. Wynant descubrió que Julia y Macaulay le estaban robando y creyó, con razón o sin ella, que, además, le estaban engañando, y sabemos que era un hombre celoso. Wynant decidió ir a casa de Macaulay para poner las cosas en claro con las pruebas que tuviera, y Macaulay, al verse amenazado con la cárcel, mató al viejo. Y no me digas que no estamos seguros. Cualquier otra teoría no tiene sentido. Bueno, pues ahí le tenemos con un cadáver, que es una de las cosas más difíciles que hay para librarse de él. ¿Me permites una pausa para tomar un sorbo de whisky?
—Nada más que uno —dijo Nora—. Pero todo eso no es más que una hipótesis, ¿no?
—Puedes darle el nombre que más te guste. A mí me basta.
—Pues yo creía que había que considerar a todo el mundo inocente hasta que se demuestre su culpabilidad, y si existe alguna duda razonable acerca de la culpabilidad, entonces…
—Eso atañe a los jurados, no a los detectives. El detective encuentra a una persona que cree que cometió el asesinato, la mete en la cárcel y hace saber a todo el mundo que la cree culpable y publica su foto en los periódicos, y entonces el fiscal prepara el caso lo mejor que puede con la información de que ya dispone, y mientras tanto se van reuniendo más datos de aquí y de allá, y los que reconocen al de la foto de los periódicos, y también los que le creerían inocente si no le hubieran detenido, van llegando y le dicen cosas al detective acerca del presunto culpable, y de resultas de todo ello acabas por sentar al asesino en la silla eléctrica. (Dos días más tarde, una mujer de Brooklyn identificó a Macaulay, que bajo el nombre de George Foley le había tenido alquilado un apartamento.)
—Todo ello me parece algo vago.
—El día que los asesinatos se cometan de acuerdo con las leyes matemáticas —le dije— podrás resolverlos por procedimientos matemáticos. La mayor parte de ellos no se cometen así, y éste ha sido uno de ellos. No quiero refutar tus ideas acerca de lo que está bien y lo que está mal, pero cuando digo que probablemente cortó el cadáver en pedazos para poderlo llevar al centro de la ciudad en maletas, me limito a decir lo que parece que es más probable. Eso ocurriría el seis de octubre o algo más tarde, porque hasta entonces Macaulay no despidió a los dos mecánicos que trabajaban en el taller, Prentice y McNaughton, y cerró el taller. Y enterró a Wynant debajo del piso, junto con las ropas de un hombre gordo, el bastón de un cojo y un cinturón con las iniciales D. W. Q., todo ello dispuesto de tal manera que no sufriera excesivamente los efectos de la cal viva, o lo que quiera que empleara para quemar las facciones y la carne del muerto, y luego volvió a cubrir el sitio con cemento. Entre las investigaciones normales de la Policía y la publicidad tenemos buenas probabilidades de llegar a saber en dónde compró o consiguió de otra manera las ropas, el bastón y el cemento. (Logramos averiguar lo del cemento. Lo compró en un establecimiento de carbón y maderas del centro de la ciudad. No tuvimos suerte en lo referente al bastón y a las ropas.)
—Así lo espero —dijo Nora, no con muchas esperanzas.
—Y así quedó solucionado eso. Al renovar el contrato de arrendamiento del taller y conservarlo vacío, aparentando que aguardaba el regreso de Wynant, podía sentirse seguro, o razonablemente seguro, de que nadie descubriría la tumba, y si alguien la encontraba por casualidad, resultaría que el obeso Mr. D. W. Q. había sido asesinado por Wynant, lo que explicaría las razones de Wynant para desaparecer. Para entonces los huesos estarían bastante limpios, y no se puede saber por un esqueleto si el hombre era flaco o gordo. Arreglado también esto, Macaulay falsificó los poderes notariales y, ayudado por Julia, se dedicó a transferir gradualmente los bienes de Clyde a Julia y a sí mismo. Y ahora tengo que volver a teorizar. A Julia no le gusta el asesinato, está asustada, y Macaulay no se siente seguro de que no vaya a flaquear en perjuicio suyo. Por eso la obliga a romper con Morelli, con la excusa de los celos de Wynant. Pues teme que le hable demasiado a Morelli en un momento de debilidad, y según se aproxima la fecha en que otro amigo más íntimo de la muchacha, Face Peppler, salga de la cárcel, más preocupado se siente. Mientras Peppler esté en la cárcel no hay peligro, pues es poco probable que Julia le diga algo en una carta que tiene que pasar por manos de la dirección de la cárcel, pero ahora que va a salir… Empieza a hacer sus planes y de repente se desata la tempestad. Llegan Mimi y sus hijos y empiezan a buscar a Wynant, y vengo yo a Nueva York, estoy en contacto con ellos, y él se cree que los estoy ayudando. Decide no correr riesgos y mata a Julia. ¿Te gusta hasta aquí?
—Sí, pero…
—Pues se pone peor más adelante —le aseguré—. Cuando viene hacia aquí para comer se detiene en el camino y telefonea a su oficina fingiendo ser Wynant, y concierta la cita en el Plaza con la idea de demostrar que Wynant está en Nueva York. Cuando se va de aquí se dirige al Plaza, y allí pregunta a unos y a otros que si han visto a Wynant, para dar visos de realidad al asunto, y por iguales motivos telefonea a Julia. Ella le dice que está aguardando a Mimi y que Mimi no le creyó cuando le dijo que no sabía el paradero de Wynant, y probablemente Julia se encuentra bastante asustada. Y Macaulay decide que tiene que ver a Julia antes que Mimi, y eso es lo que hace. Va al apartamento de Julia a toda prisa y la mata. Es pésimo tirador. Le vi disparar durante la guerra. Es probable que errara el primer tiro, el que rompió el teléfono, y no logra matarla inmediatamente con los otros cuatro que le disparó, aunque probablemente creyó que estaba muerta; pero, en cualquier caso, tiene que desaparecer antes que llegue Mimi. Deja caer el trozo de cadena de Wynant que ha llevado para que sirva de prueba contra él, y el hecho de que lo haya conservado durante tres meses hace pensar que tenía el proyecto de matar a Julia desde el principio, y corre al despacho del ingeniero Hermann, en donde aprovecha las circunstancias propicias para hacerse con una coartada. Hay dos cosas que no esperaba, que difícilmente pudo prever: que Nunheim anduviera por los alrededores de la casa tratando de llegar donde la chica y que le viera, e incluso que oyera los disparos, y que Mimi, con chantaje en mente, escondiera la cadena con miras a sacarle dinero a su ex marido. Por eso tuvo que ir a Filadelfia, y enviarme aquel telegrama, y escribirse a sí mismo la carta y otra a tía Alice más tarde. Pues si Mimi juzga que Wynant está tratando de incriminarle a ella, quizá se ponga lo suficientemente furiosa para entregar a la Policía las pruebas que tiene contra él. El deseo de Mimi de hacerle daño a Jorgensen casi estropea este plan. Por cierto, Macaulay sabía que Jorgensen era Kelterman. Inmediatamente después de matar a Wynant encargó a varios detectives que investigaran la vida de Mimi y de su familia en Europa, porque, como posibles herederos de Wynant, resultaban peligrosos, y los detectives descubrieron la identidad de Jorgensen. Hemos encontrado los informes en los archivos de Macaulay. Naturalmente, fingió que la investigación era por cuenta de Wynant. Y entonces empezó a sentirse intranquilo conmigo, porque yo no pensaba que Wynant fuera el asesino y…
—¿Y por qué no lo pensabas?
—¿Por qué iba a escribir cartas fastidiosas para Mimi, la persona que le estaba ayudando al conservar oculta la prueba contra él? Por eso me pareció que la cadena fue dejada como prueba contra Wynant adrede cuando Mimi la presentó, aunque me mostré demasiado dispuesto a creer que había sido Mimi la que decidió presentar la falsa prueba. Morelli también le tenía preocupado a Macaulay, porque no quería que las sospechas cayeran sobre alguien que, al intentar disiparlas, las desviara hacia un lado peligroso. A Mimi no la temía tanto, porque sabía que acabaría por culpar a Wynant. Pero que se sospechara de los demás no le convenía en absoluto. Que se sospechara de Wynant era lo único que le garantizaba que a nadie se le ocurriría que Wynant estaba muerto, y si Macaulay no había matado a Wynant, no había razón para que hubiese matado a los demás. Lo más evidente de todo el plan y la clave del mismo era que Wynant tenía que estar muerto.
—¿Quieres decir que le creíste muerto desde el principio? —me dijo Nora, clavándome una mirada severa.
—No, cariño, aunque debiera estar avergonzado de no haberlo supuesto; pero en el momento en que supe que habían encontrado un cadáver enterrado debajo del piso, me hubiera dado igual que los médicos juraran que se trataba de una mujer, hubiera insistido en que eran los restos de Wynant. Tenían que serlo. Era lo único que encajaba.
—Supongo que estás muy cansado. Seguro que por eso hablas así.
—Y también tenía que preocuparse de Nunheim. Después de señalar a Morelli, nada más que para demostrar a la Policía que estaba intentando ayudar, fue a ver a Macaulay. Otra vez estoy haciendo conjeturas, cariño. Alguien me llamó por teléfono diciendo que se llamaba Albert Norman y la conversación terminó con un ruido en su extremo de la línea. Lo que creo que ocurrió es que Nunheim fue a ver a Macaulay y le exigió dinero para cerrar la boca, y que cuando Macaulay trató de hacer como que no le interesaba, Nunheim le dijo que le iba a demostrar que hablaba en serio y me llamó para ver si yo estaría dispuesto a comprarle su información. Probablemente, Macaulay le quitó el teléfono violentamente y algo le daría a Nunheim, aunque no fuera más que una promesa; pero cuando Guild y yo tuvimos la entrevista con Nunheim y él se nos escabulló, telefonearía a Macaulay y le exigiría que hiciera algo inmediatamente, probablemente le pediría una suma considerable de dinero prometiéndole que se iría de Nueva York para alejarse de los detectives excesivamente curiosos. Sabemos que le llamó aquella tarde, pues la telefonista de Macaulay recuerda que recibió una llamada de un Albert Norman y recuerda que Macaulay salió inmediatamente después de la llamada, así que no le pongas demasiados peros a esta…, eh…, reconstrucción mía, cariño. Macaulay no era lo suficientemente estúpido para suponer que se podía fiar de Nunheim, aunque le pagara, y le atrajo con engaños a un lugar que probablemente ya tenía elegido, lo mató, y asunto terminado.
—Probablemente —dijo Nora.
—Ésa es una palabra que hay que usar mucho en este negocio. La carta escrita a Gilbert fue simplemente para demostrar que Wynant tenía la llave del apartamento de la muchacha, y el enviar a Gilbert allí fue un procedimiento para asegurarse de que el chico caería en manos de la Policía, que le obligaría a hablar, y así no podría guardarse la información sobre la carta y la llave. Mientras tanto, Mimi ya había decidido por fin entregar la cadena y la navaja, pero surgió otro quebradero de cabeza para él. Mimi había logrado que Guild sospechara un poco de mí. Tengo el presentimiento de que cuando Macaulay vino esta mañana con ese cuento, lo que venía buscando era llevarme a Scarsdale y matarme, con lo que yo hubiera pasado a ser la tercera víctima de Wynant. Quizá cambió de plan, quizá creyó que yo sospechaba algo, pues me mostré demasiado dispuesto a ir allí sin ningún policía. En cualquier caso, la mentira de Gilbert de que había visto a su padre le dio otra idea. Si conseguía encontrar a alguien que dijera que había visto a Wynant e insistiese en ello… Esta parte de la historia la sabemos con toda seguridad.
—Gracias a Dios.
—Fue a ver a Mimi esta tarde, subiendo en el ascensor hasta dos pisos más arriba y bajando luego a pie hasta el de Mimi, para que el chico del ascensor no recordara haberle llevado al piso de Mimi, y le hizo una propuesta. Le dijo que la culpabilidad de Wynant era indudable, pero que no parecía probable que la Policía llegara a detenerle jamás. Él tenía en su poder todo el dinero de Wynant. No podía arriesgarse a apropiarse de nada de él, pero podía arreglar las cosas para que ella lo pudiera hacer, si lo compartía con él. Le entregaría las acciones y el cheque que llevaba en el bolsillo, pero ella, por su parte, tendría que decir que había visto a Wynant y que éste le había dado las acciones y el cheque, y además tendría que enviar una nota que traía a la oficina de Macaulay como si fuera de Wynant. Le aseguró que Wynant, fugitivo de la justicia, no podría presentarse para negar haberle regalado tales cosas, y que, exceptuándola a ella y a los chicos, no había nadie que estuviese interesado en los bienes de Wynant, por lo que no había razón para que nadie pusiera en duda el trato. Mimi no piensa con especial claridad cuando ve una posibilidad de embolsarse algo de dinero, así que le dijo que estaba conforme, con lo que Macaulay consiguió lo que deseaba: una persona que dijera haber visto vivo a Wynant. Le advirtió que todos pensarían que Wynant le había dado el dinero en pago de algún servicio; pero que si ella se limitaba a negarlo, nadie podría demostrar nada.
—Entonces, cuando él te dijo esta mañana que Wynant le había dado instrucciones de entregarle a Mimi cualquier cantidad que ella pidiese, ¿era simplemente una preparación?
—Quizá, quizá fuera un primer tanteo hacia esa idea. Y ahora, ¿estás satisfecha de las pruebas que tenemos contra él?
—Sí, en cierto modo. Parece que hay muchas, pero no resulta muy claro todo el asunto.
—Será lo bastante claro para mandarle a la silla eléctrica —dije—, y eso es lo que cuenta. Tiene en cuenta todas las posibilidades, y no puedo imaginar otra teoría que pueda lograr lo mismo. Naturalmente, no estaría de más encontrar el arma, o la máquina de escribir que utilizó para escribir las cartas firmadas por Wynant, y no pueden estar muy lejos, pues tenía que tenerlas a mano para cuando las necesitaba. (Las encontramos en el apartamento que tenía alquilado en Brooklyn con el nombre de George Foley.)
—Como quieras —me dijo—. Pero siempre habría creído que los detectives esperaban a tener completos todos los detalles y…
—Y entonces empezar a preguntarse cómo pudo el culpable tener tiempo suficiente para irse al país más lejano sin tratado de extradición.
Nora se echó a reír.
—Bueno, bueno. ¿Aún quieres salir mañana para San Francisco?
—No, a no ser que tú tengas prisa en volver. Con todas estas emociones nuestro programa alcohólico ha quedado muy atrasado.
—A mí me parece bien. ¿Qué crees que les pasará ahora a Mimi, a Dorothy y a Gilbert?
—Nada nuevo. Seguirán siendo Mimi, Dorothy y Gilbert, como tú y yo seguiremos siendo nosotros, y como los Quinn seguirán siendo los Quinn. Los asesinatos no redondean la vida de nadie, excepto la del asesinado y, algunas veces, la del asesino.
—Puede que sí —dijo Nora—, pero todo ello es bastante poco satisfactorio.
*