Conjuro CLXXII

LOS HIMNOS PARA RECITAR

Aquí estoy respirando hondo… y sintiendo flotar en el aire

toda clases de inciensos.

Verdaderamente, ¡soy puro!

¡Son puros los himnos que cantan mis labios!

Son aun más puros que la diosas Maat;

más puros aun que los peces en el río…

Ptah se dirige a mí como su Espíritu favorito;

lo mismo hacen los otros dioses y diosas.

Verdaderamente, mis virtudes y mis perfecciones

son tan numerosas como las olas del mar.

Son iguales a palacios

en los que en cada uno rinde homenaje a su dios preferido.

Mis perfecciones son como grandes pilares del templo de Ptah,

igual que un amplio sitio colmado de incienso de Ra.

I

…¡Te están llamando! ¿Oyen?

¡Aquí tienes la primera Sala!

¿Oyes los llantos en tomo a ti?

¿Oyes cómo te alaban, cómo exaltan tus virtudes?

Bien plantado, derecho, ¡oh Horus!

¡Eres, verdaderamente, fuerte y arrogante!

Al igual que tú, yo he sido enderezado

después de las ceremonias en mi honor…

Ptah ha aniquilado a tus enemigos;

hechos prisioneros obedecen tus órdenes.

Estás de pie y tu palabra es una ley para ellos,

como también para la gran cantidad de dioses y diosas.

II

…¡Te están llamando! ¿Oyes?

¡Aquí tienes la segunda Sala!

¡Oh señor! Tu cabeza

de la que penden largas trenzas de mujer asiática,

navega en la Barca,

y toda la Morada del dios de la Luna

está iluminada por el brillo de tu Rostro.

La parte superior de tu Cuerpo es azul como el lapislázuli,

los bucles de tu cabellera son más negros aun

que las Puertas de la Mansión de los Muertos.

Tu Corona adornada con piedras azules se halla iluminada por los rayos de Ra,

tus vestidos de oro se hallan adornados con lapislázuli.

Tus cejas se asemejan a dos diosas-hermanas

donde las serpientes sagradas dominan la cabellera.

Tu nariz respira el Aire del Cielo.

Tus ojos inmóviles, están fijos en las montañas de Bakhau

que se pierden en el Más Allá.

Tus pestañas están inmóviles para toda una Eternidad.

El párpado superior está hecho de lapislázuli.

Tu ojo, en verdad, es una ofrenda sepulcral.

Tu párpado inferior está sombreado con tinte «mestem».

Tus dos labios dicen siempre la Verdad, hija de Ra;

ella apacigua la ira de los dioses.

Tus dientes son como cabezas de la diosa-serpiente Mehén.

De aquí que tu lengua se hace hábil e inteligible.

Tu forma de hablar es más penetrante que lo que lo es al alba.

El canto de los pájaros de los campos.

Tus mandíbulas se pierden en el infinito

llegan a los Espacios Estrellados.

Tu pecho se queda inmóvil;

después se dirige hacia el Mundo del Amenti…[223]

III

…¡Te están llamando! ¿Oye?

¡Aquí tienes la tercera Sala!

Tu cuello es adornado con oro y cobre fino.

De Anubis depende tu garganta

tus vértebras de la diosa Uadjit.

A tu espalda la adornan oro y cobre fino.

Tu forma humana está gobernada por Neftis.

Tu rostro se asemeja al Nilo sin aguas[224].

Las dos mitades de tu espalda son dos huevos de cristal.

Tus dos piernas son lo suficientemente fuertes como para caminar.

Ocupas tu lugar.

He aquí que los dioses te permiten el uso de tus ojos.

IV

…¡Te están llamando! ¿Oyes?

¡Aquí tienes la cuarta Sala!

Verdaderamente, tu garganta es la de Anubis

tus miembros están cubiertos por una capa de oro fino.

Tus dos senos son un par de huevos de cristal que Horus ha pintado de azul de lapislázuli.

Tus hombros son translúcidos como el cristal;

tus brazos están fuertemente fijados para que tú puedas defenderte;

tu Corazón «ib» está siempre colmado de satisfacción;

tu Corazón «hati» está animado por las dos divinidades Sekhem[225].

Toda tu persona glorifica a los espíritus estelares.

Pues, verdaderamente, el Mundo Inferior de tu Ser

es el mismo Cielo infinito[226].

El Reino de los Muertos[227], donde la Luz de las Tinieblas está siempre equilibrada,

ese es tu ombligo.

(Las ofrendas que aquí deben hacerse son las flores Ankham.)

Thoth, el dios a quien venero, es glorificado por mí:

«Que tus bellezas bienhechoras puedan guardar mi tumba

en el momento en que, en los sitios puros y santos, tan queridos para mí,

yo sea proclamado dios.»

V

… ¡Te están llamando! ¿Oyes?

¡Aquí tienes la quinta Sala!

Tus brazos se asemejan a estanques

durante la época de las inundaciones abundantes…

Observa, ¡qué cantidad de estatuas del Amo de las Aguas

adornan los estanques sagrados!

¡Mira! Tus dos caderas están rodeadas de oro;

tus rodillas son como plantas acuáticas

que abrigan bajo sus hojas a una gran cantidad de nidos de pájaros.

Eres conducido por tus piernas hacia la Vía de la Felicidad

tus pies son estables para siempre…

Verdaderamente tus brazos son como estanques bordeados de piedras;

tus dedos son como lingotes de oro;

tus uñas se asemejan a pedazos de sílex,

¡Para ti trabajan!

VI

… ¡Te están llamando! ¿Oyes?

¡Aquí tienes la sexta Sala!

Aquí te adornan con tus Vestidos de Pureza;

te acuestan sobre tu lecho de muerte;

te traen miembros de animales para tu Doble

sus corazones para tu Cuerpo Glorioso…

Aquí veis cómo recibes tus vestidos de lino puro

de manos de los sacerdotes de Ra.

Comes el Pan sobre un mantel

que la diosa Tait ha preparado para ti.

Luego de haber comido la pata de un animal

te diriges hacia la Herencia que Ra te condece.

Tus pies deben ser lavados en una aljofaina de plata

que el dios Sokari ha fabricado para ti;

comes el pan que ha sido consagrado en el altar

bendecido por los dos Padres divinos;

comen el pan y los asados con precaución;

te deleitas con el dulce perfume de las flores;

tu corazón va hacia el altar

en donde se hallan las ofrendas

destinadas a las Almas divinas de Heliópolis.

Tus servidores te las ofrecen y las colocan,

ante ti, en el Gran Templo,

según tus órdenes.

Semejante a Orion, te levantas,

mientras Nut extiende sus brazos hacia ti,

tú te diriges a su encuentro.

Orion, hijo de Ra, y Nut la Madre de los dioses,

hablan de ti esas dos divinidades del Cielo,

diciéndose mutuamente:

«Levantémosle en brazos, hoy, tú y yo,

mientras los dioses le glorifican,

hagámosle dichoso todo el tiempo

que su Nombre esté en boca de jóvenes y muchachas.»

En la puerta de tu oculta morada, de pie, tú oyes estas palabras…

VII

…¡Te están llamando! ¿Oyes?

¡Aquí tienes la séptima Sala!

Aquí tienes al dios Anubis

que te trae tu mortaja y que te ama.

Te recibe entre los Grandes Videntes y te cubre con adornos,

el, Guardián de la Gran Divinidad…

Tú vas hacia el Lago de la Perfección

y allí te purificas.

Cumples con los ritos de los sacrificios en las moradas celestes.

Te concilias las gracias del Señor de Heliópolis.

Te presentan, en dos hermosos vasos,

la Leche Sagrada y el Agua de Ra.

Ahora te elevan y te colocan derecho.

Tú te lavas los pies sobre una piedra sagrada,

a la orilla del Lago de los Dioses.

Terminado esto, otra vez emprende tu Viaje.

Miras a Ra sentado sobre sus Pilares.

Como brazos tendidos, sostiene el Cielo infinito.

Ante ti se abre un camino…

Y tú contemplas los grandes horizontes del Cielo

donde reina la Pureza tan grata a tu corazón.

VIII

…¡Te están llamando! ¿Oyes?

¡Aquí está la octava Sala!

Tus ofrendas están ordenadas ante Ra.

Siguiendo los decretos de Horus y de Thoth,

allá abajo conocerás el principio y el fin…

¡Te están llamando!

La visión de tu esplendor les regocija;

siguen atentamente los progresos de tu divinidad

entre los Espíritus de Heliópolis…

Tú caminas con los rasgos de tu Cuerpo Glorioso

transitas el gran Camino del Cielo.

Recibes en tus brazos bien tendidos

las ofrendas sepulcrales de tu Padre divino.

Te ofrecen lino fino para que uses todos los días,

mientras tú, en tu calidad de dios nuevo,

franqueas el Portal del Gran Templo.

IX

… ¡Te están llamando! ¿Oyes?

¡Aquí tienes la novena Sala!

Encuentro aquí aire puro para las ventanas de mi nariz,

cincuenta cestas con bellas y puras ofrendas

y mil ánsares…

Tus enemigos, en verdad,

fueron derrotados para toda la Eternidad que vendrá…