Conjuro LXXXIX

PARA UNIR EL ALMA AL CUERPO EN EL MÁS ALLÁ

¡Oh vosotros Espíritus divinos, que os movéis y transportáis las ofrendas

al templo de la Gran Divinidad,

dad a mi Alma el poder de penetrar

en todos los lugares que desee!

¡Y nutrid a mi Alma en cualquier parte que se halle!

(¡Observad! ¡Es el Ojo de Horus,

que se eleva ante ti, centelleante!)

Verdaderamente, del mismo modo que los Espíritus divinos del séquito de Osiris,

que están siempre en movimiento,

nunca reposan en la tumba,

del mismo modo a mí jamás me obligarán a acostarme en la tumba,

al contrario de lo que les ocurre a los millares que, en Heliópolis,

revolcados por la tierra,

se juntan con su carne putrefacta…

Yo tengo, pues, poder sobre mi Alma;

yo, Espíritu santificado que se halla en todos los lugares donde ella se encuentra…

¡Oh vosotros, Guardianes del Cielo, ciudad de mi Alma!

¡Restauradla! ¡Alimentadla!

¡Dejadle que vuelva a ver mi Cuerpo!

(¡Observad! ¡Es el Ojo de Horus

que se eleva, ante ti, centelleante!)

¡Oh vosotros, Espíritus divinos que tiráis de la Barca del Amo de la Eternidad,

que hacéis más corta la distancia entre el Cielo y la Región de los Muertos,

¡Haced que mi Alma se acerque a mi Cuerpo Glorioso!

¡Que vuestros brazos se hallen bien equilibrados!

¡Tomad con vuestros dedos las armas de combate!

¡Eliminad al Enemigo, el Dragón!

¡Mirad! ¡Arriba, en el Cielo, va la Barca de Ra!

Avanza el Gran Dios pacíficamente hacia el Horizonte Oriental,

del Presente hacia el Pasado.

Permitidme que prosiga, pacíficamente, mi camino hacia el lado opuesto,

al Horizonte Occidental.

Ahora veo, allá en la Tierra,

mi cadáver que, unido a su Cuerpo Glorioso, reposa en paz…

Verdaderamente, no serán ultrajados ni destruidos,

¡En toda la Eternidad!

RÚBRICA

Todas estas palabras son para ser pronunciadas sobre un amuleto de oro con piedras preciosas incrustadas y colocado sobre el pecho del difunto.