Capítulo XXVI

Alice estaba ya en la mesa desayunando cuando Roy bajó poco antes de las ocho del domingo por la mañana. Sentada al otro lado de la mesa mientras la criada los servía, estaba tan seria y formal como si nada hubiera ocurrido la pasada noche.

«¡Mujeres! —pensó él—. Jamás las comprenderé».

Pero por qué intentarlo cuando eran mucho más interesantes y estimulantes si se las tomaba como eran. Todos estos años había aceptado la forma de ser de Alice como algo natural y viéndola ahora con el cabello intacto, el compendio de la esposa de un profesional con éxito o un nivel social superior, no podría creerse que ella podía…

—Los periódicos dicen que el jurado de acusación dejó en libertad a Mort Dellman.

Alice alzó la vista de los titulares, que era lo único que leía, aparte de los chistes.

—Creo que estuve demasiado ocupado anoche después de llegar a casa y se me olvidó mencionarlo.

—Me he estado preguntando por qué mató a Lorrie, pero pienso que debe haber sido porque el tío Jacob cambió su testamento.

—¿Qué?

Roy apartó la mirada del periódico sorprendido por lo que creía haber oído y no podía creer.

—El tío Jacob cambió el testamento hace unas semanas, puso todo en fideicomiso a favor de los hijos dejando al Banco como fiduciario.

—¿Cómo sabes eso?

—El tío Jacob lo dijo a Amy anteayer, cuando ella fue a ver si necesitaba alguna ayuda para el funeral. Amy me lo dijo ayer en el funeral, pero me trastornó tanto ver a Lorrie sepultada… que creo que olvidé comunicártelo.

—¡El muy sinvergüenza! —explotó Roy—. Sabía que algo de la declaración de Mort ante el jurado no encajaba con la de Paul McGill, pero no podía pensar qué podía ser. Mort dijo que la habitación estaba oscura, pero Paul no, de modo que Mort sabía a quién disparaba. Esta era una ocasión de castigar a Lorrie por sus aventuras con el estudiante de Medicina y salirse con los cien mil dólares que obtendría por su participación en la clínica, además de los doscientos mil más que planeaba coger a tío Jake por dejar que los niños se quedaran aquí aparte del seguro. Ya lo tengo atrapado.

—Pero el jurado dejó en libertad a Mort.

—Puedo reiniciar el caso con las nuevas pruebas y voy a hacerlo pase lo que pase. Con esto queda claro que es un caso de homicidio premeditado.

Alcanzó el listín telefónico, y hallando el número que buscaba, lo marcó rápidamente.

—Jim —dijo cuando el sargento O’Brien contestó al teléfono—. Quiero que caces a Mort Dellman dondequiera que puedas hallarlo. Tengo nuevas pruebas y obtendré el auto de prisión…

—Demasiado tarde.

—¿Quieres decir que se ha escapado de la ciudad?

—Se marchó, en efecto. Acaban de dar las noticias de las ocho. Pon la radio y sabrás los detalles.

Roy se movió hacia una mesita cercana a la mesa de despacho y puso en marcha el pequeño aparato de radio que utilizaba a veces para oír las primeras noticias de la mañana. Cuando llegaron a su oído las primeras palabras del locutor, colgó el teléfono y se sentó escuchando atentamente:

«La identidad de dos hombres muertos en un aterrizaje violento de un avión particular al norte de Birmingham esta mañana ha sido definitivamente establecida. Uno era Percy Damon, propietario del servicio de vuelo "Charter" y piloto del avión. El otro era el doctor Mortimer Dellman, puesto en libertad anoche por el jurado de acusación del condado de Weston por el homicidio de su esposa, Loretta Porter, hija de Jacob Porter, destacado industrial. Según informes de la torre de control del aeropuerto del condado de Weston, el avión despegó en pésimas condiciones atmosféricas poco después de medianoche, habiendo solicitado el piloto un plan de vuelo con destino a Nueva Orleáns. Las autoridades policiales que encontraron el avión hace unas horas informaron que el doctor Dellman llevaba consigo una gran cantidad de dinero».

—De modo que eso ha pasado. —Roy se acercó al aparato y lo desconectó cuando el locutor se disponía a ofrecer las noticias nacionales—. Abner Townsend no podrá sacar ahora ningún partido del caso.

Miró a través de la mesa y sonrió a Alice.

—Estás muy bonita esta mañana, querida. Creo que te gustará ser la esposa del próximo fiscal general del Estado.