Eran casi las once cuando Roy Weston terminó de preparar y firmar los documentos relacionados con la salida de la cárcel de Mort Dellman, a consecuencia de la decisión del jurado de acusación. Mort había insistido en que se prepararan esta noche, y aunque Roy sabía lo que pretendía Mort —ante la posibilidad de que uno de los jueces del condado pudiera sospechar de la acción más bien precipitada del jurado de acusación al absolverle y ordenar que se dejara sin efecto la decisión— Roy quería que todo el asunto se borrara también de su mente y se había quedado en el juzgado para prepararlos.
Al estimular al jurado a barrer todo el asunto bajo la alfombra, por decirlo así, Roy sentía la satisfacción de saber que había salvado a muchos amigos suyos —y a él mismo— del escándalo de proporciones épicas que hubiera podido ocurrir, si Mort era llevado a juicio, pero sabía también que había perdido todas las posibilidades para optar al puesto de fiscal general del Estado en las próximas elecciones, ya que Abner Townsend se apoyaría en la exoneración de Mort Dellman para su campaña.
Roy intentó persuadirle de que ya no tenía importancia, pero sin demasiado éxito. Cansado y desanimado, tomó una botella del cajón inferior de su mesa de despacho y se sirvió medio vaso, bebiéndoselo de un trago sin notar siquiera el picor del licor en su garganta. Afuera, en el recinto de aparcamiento, subió a su «Cadillac», pero al llegar a la calle, no se dirigió a su casa. En vez de eso, se encaminó hacia el oeste donde se hallaba la nueva urbanización de apartamentos que los Bieson estaban edificando en la ladera alrededor de un pequeño lago.
El apartamento que buscaba estaba en el tercer piso, pero en la ventana no había luz. Ordinariamente, sabía que ella nunca se acostaba antes de medianoche, pero, por si acaso había decidido acostarse más temprano esta noche, puesto que no lo esperaba, subió en el ascensor y tocó el timbre. Al no responder nadie al cabo de unos minutos, regresó a su coche y se dirigió hacia su casa.
Las nubes habían ido descendiendo toda la tarde y ahora había empezado a llover. Generalmente, cuando llegaba tarde a casa, Roy llamaba a Alice antes de dirigirse allí, aun cuando dormían en habitaciones distintas y a menudo ella dormía cuando Roy llegaba, ya que a ella no le gustaba que entrara en la casa de noche sin saberlo, pero esta noche estaba muy deprimido y cansado para parar en el camino y, dejando el coche en el garaje cuando llegó, abrió la puerta con su llave.
Arriba se distinguía una pequeña luz, por si Alice tenía que bajar durante la noche para buscar la medicina verde, si el colon empezaba a dolerle. Quitándose los zapatos para no molestarla al llegar arriba, Roy se detuvo en el bar de la planta baja separado de la habitación familiar, para tomar un trago y luego subió las escaleras descalzo.
Todo el piso de arriba estaba a oscuras, pero no encendió la luz del pasillo. Había llegado tantas veces tarde de noche que conocía el camino hacia su habitación instintivamente. Mientras pasaba por delante de la habitación de Alice, oyó como si fueran voces y, pensando que quizás ella había olvidado desconectar el pequeño televisor de su habitación, se dirigió hacia la puerta. Antes de que pudiera abrirla, oyó otra vez las voces y, sobresaltado, aplicó el oído al panel de madera.
De un modo muy similar al estetoscopio que amplifica los sonidos casi imperceptibles de la respiración y de los latidos dentro del cuerpo, el panel de madera de la puerta y sus tímpanos ampliaban también el sonido de dentro de la habitación.
Oyó el murmullo de risa de Alice y luego los tonos guturales de otra voz femenina, una voz que no le era desconocida, pero que no podía reconocer por el momento.
Sobresaltado por lo que representaba lo que estaba oyendo, Roy consideró por un momento seguir hasta su habitación y dejar a Alice y a quien fuera en paz, pero el whisky que había tomado antes de salir del despacho y luego abajo empezaba a calentar su cerebro y al mismo tiempo otra excitación más fuerte empezaba a insinuarse. Girando el pomo de la puerta con cuidado para que no lo notaran las de adentro, abrió de par en par la puerta con la mano derecha y con la izquierda fue en busca del interruptor y lo accionó.