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—Eso es algo que no se ve todos los días —dijo Grace Hanscombe mientras ella y Della Rogan subían al coche furgoneta de Della después del servicio fúnebre.

—¿A qué te refieres?

—Un sacerdote sincero y valiente.

—No hizo sino leer las palabras de Jesús.

—Jake Sanford es el mayor contribuyente de la iglesia e intenta, según creo, comprar un bálsamo para el más allá. Por lo que he oído, sabe cómo emplearlo.

—Pero Jesús perdonó a la mujer adúltera.

—¿Hubieras perdonado a Lorrie si hubiera sido Dave en lugar de Paul McGill?

—Supongo que no.

—¿Y qué me dices de Dave si tú cometieras un desliz?

—Tal vez lo hiciera después de un tiempo. Es más tolerante que yo.

—¿Qué imaginas que sintió Elaine? Estaba de pie junto a nosotras.

—Ya sabes que siempre ha sido muy religiosa —dijo Della—. Imagino que aquel pasaje de la Biblia tendrá un mensaje para ella.

—Si es sensata no dejará que esto destruya su matrimonio —dijo Grace—. A veces pienso que amaría más a George si de vez en cuando echara una cana al aire, al menos para probar que aún es capaz de hacerlo. Ya no siente pasión por mí. Cuando se llega a ese extremo, creo que el matrimonio está prácticamente disuelto.

—Estás diciendo necedades, Grace —dijo Della mientas ponía en marcha el coche.

—No. Para mí el dilema es morir con George o vivir sin él. No me importa decirte que este episodio de la diabetes me hizo entrar un pánico terrible.

—Estás loca, Grace —Della paró la furgoneta, dejando pasar a otro coche—. George no es un galán de la pantalla ni tampoco Dave, pero sabe hacer su papel.

—Una mujer necesita más que eso. La verdad es que no creo que me siga amando.

—¿Por qué dices eso?

—Antes de que esto ocurriera le había estado importunando con la idea de regresar a Inglaterra, no porque quisiera realmente ir, sino principalmente porque él no me dejaba. Anoche vino a verme al hospital y me sugirió que hiciera un viaje a Inglaterra.

—¿Irás?

—Claro, ahora disfruta porque ya no le ofenderé si me voy.

—¿Cuánto tiempo estarás allí?

—No lo sé, tal vez para siempre, a menos que llegue a la conclusión de que me guste ser despertada durante la noche por un hombre que te acaricia, aunque no pretenda nada más.

—Creo que la muerte de Lorrie ha introducido un gran cambio en nuestras vidas. He decidido no participar en más torneos de golf. —Della había expresado una idea que acababa de ocurrírsele.

—No puedo creerlo.

—El golf es un buen deporte si se juega por hacer ejercicio y por diversión, pero cuando una debe estar en forma como un atleta y hacer toda clase de sacrificios porque tiene una que conservar la energía para los golpes, ha llegado el momento de dejarlo.

—Pero tú has conseguido llegar muy arriba, Della.

—Sí, pero nunca es suficiente. El juego de campeonato es algo así como un alcohólico tomando el primer trago del día. No puedes parar en el segundo o en el tercero; siempre hay otro nuevo torneo para el que debes entrenarte y que has de ganar.

—Parece que te alegres.

—Creo que lo hago en cierto modo. Dave quiere que tengamos otro hijo.

—¿Lo amas bastante para volver a pasar por todo eso?

—Sí. Lo decidí en el cementerio.

—Vi cómo os estrechabais las manos —dijo Grace—. En cuanto a mí, estoy tan acostumbrada a tener a George cerca de mí, que no sé si lo sigo amando o no.

—Tal vez eso sea el amor de los casados, ser feliz porque tiene uno compañía.

—No dije que era feliz por tenerle cerca —dijo Grace—. Dije que me había acostumbrado a tenerle cerca. La mayor parte del tiempo su presencia me irrita.

—Evidentemente le preocupas mucho, pues de lo contrario no te hubiera dejado ir a Inglaterra.

—George es un buen médico, Della. Se preocupa siempre por sus pacientes. Ha descubierto por fin que estoy enferma y por eso hará lo que crea que es mejor para mí. Creo que una razón por la que fallan tantas esposas de médicos es porque sus maridos están tan ocupados con sus pacientes que no les queda mucho tiempo para interesarse por sus esposas. He oído decir a George con frecuencia que las familias de los médicos son desatendidas en el aspecto médico.

—El no te desatiende. Tú misma lo admites.

—¿De qué lado estás tú?

—De ambos. Aprecio a George y te aprecio a ti. Me disgusta ver a cualquiera de los dos desgraciado.

—George no se enterará de que me voy hasta el sábado por la noche —dijo Grace despreocupada—. Si me empeño en una cosa, me salgo con la mía. Así daré también a George su merecido.

—¿Por qué piensas en dejarle?

—Creo que el esfuerzo de mantenerme a su altura me ha agotado.

—¿Qué quieres decir con eso?

—En Inglaterra puedo engordar y disfrutar de la vida, aun cuando tenga que tomar insulina. Aquí tengo que llevar faja para que no se note la grasa. George es todavía atractivo con su bigote recortado y su distinguido sombrero. Por eso tengo que vestir con elegancia para no diferenciarme de las otras esposas de los catedráticos. Bebo bastante aunque la bebida no me dice gran cosa, porque todos los del grupo lo hacen. Aquí debo pasar por una persona respetable, pero mis orígenes son demasiado bajos para ello.