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Grace Hanscombe había guardado una muestra de la orina de la mañana como hacia siempre desde que un test para averiguar la cantidad de azúcar en la sangre había revelado un alto contenido de glucosa un año antes. Después de marcharse Della, la comprobó automáticamente, consciente a duras penas de lo que estaba haciendo, hasta que el color de la solución cambió repentinamente a un fuerte color anaranjado.

Asustada, pues era la primera vez que había observado este cambio, repitió el test, volviendo a dar el mismo resultado. Fue al teléfono y marcó el número de la clínica con dedos temblorosos y preguntó por el despacho de George, sabiendo que siempre iba allí a dictar cartas e informes antes de empezar el recorrido de la mañana en el hospital. Apreciando la urgencia en la voz de Grace la secretaria le pasó la comunicación a George en seguida.

—Dispongo sólo de un minuto, Grace —dijo.

—Di muestras de tener azúcar esta mañana, George.

—¿De qué color? —Su voz cambió adquiriendo un tono tajante e incisivo.

—Naranja muy intenso, George.

—Has desayunado ya, ¿no es cierto?

—Sí, contigo, George.

—Es verdad. Ven a la clínica tan pronto acabes de vestirte. Ve directamente al laboratorio. Les telefonearé antes de empezar el recorrido.

—¿Qué vas a hacer?

—Empezaremos con una curva de tolerancia de azúcar. Estabas afectada anoche por lo de Lorrie y esto podría explicar la presencia de azúcar. Escucha una cosa, Grace…

—Sí, George.

—Quizá no sepa mucho acerca de las mujeres, pero sé bastante sobre diabetes. —Sabía ella que era su forma de excusarse e infundirle confianza y le estaba agradecida.

—Lamento lo de anoche, George —dijo ella—. Me trastornó lo ocurrido con Lorrie y había tenido dificultades con Maggie McCloskey. Estaba ebria.

—Ayer hacia la medianoche trajeron a Maggie a la sala de emergencia, Grace. Intentó suicidarse. Por un momento Grace no podía dar crédito a sus oídos.

—¿Has dicho que lo intentó? —preguntó al final.

—No lo logró del todo. Le extrajeron lo que había ingerido y Dave Rogan se ocupa de ella en una de sus salas. No corras para llegar a la clínica, querida. No es preciso que conduzcas a toda velocidad. Puedes esperar en mi despacho después de acabar los tests. Me darán por teléfono los resultados.

Grace colgó el teléfono y subió a vestirse. Se preguntaba a cuántos más haría caer la única bala de Mort Dellman. Había matado a Lorrie, Paul McGill había sido herido de gravedad y, por lo que había dicho George, por poco alcanza a Maggie McCloskey: había provocado en ella un fuerte ataque de diabetes y Della no era evidentemente la misma cuando la visitó esta mañana.

En cuando a Elaine McGill, recordaba la forma extraña en que había reaccionado ayer, al ofrecerse a quedarse con ella en el hospital. Había demostrado siempre una gran predilección por Elaine y Paul, ya que éste tenía aproximadamente la misma edad que George y ello hacía que existiera entre ambos una amistad más profunda que con los otros. Elaine había observado una extraña serenidad ayer tarde para estar su marido moribundo. Tal vez fuera el alivio que sintió al saber que Paul no había muerto y al menos no había dado muestras de guardarle rencor, lo cual no dejaba de ser lógico a juicio de Grace. «Después de todo —pensaba Grace mientras se vestía—, Lorrie había hecho presa en cada uno de los maridos en una u otra ocasión».

Mientras acababa de vestirse y al salir a recoger el «Mercedes» que George le había regalado para Navidad, Grace llegó a la conclusión de que Alice Weston era la única entre las que integraba la «Sociedad Anatómica», que no se había visto afectada por la muerte violenta de Lorrie. Eran primas lejanas, pero Lorrie había demostrado siempre desprecio por Alice de modo que no podía haber una gran amistad entre ellas.

Cuando dejaba el «Mercedes» en el aparcamiento del hospital, Grace vio a Alice entrando a toda prisa en la clínica, un poco inclinada como si le doliera el estómago, y comprendió entonces que la bala de Mort Dellman había alcanzado también a Alice.