Capítulo XII

La cárcel municipal de Weston era de las más modernas del Estado y ocupaba el piso superior del nuevo juzgado. Pete Brennan subía en este momento en un ascensor especial, acompañado de un policía armado.

—El señor Weston está abajo en la sala de interrogatorios, quiero decir, en la sala de conferencias —dijo el policía.

Se abrió la puerta de la gran sala y Pete entró. En ésta había varios despachos abiertos similares a la oficina de redacción de un periódico. Roy Weston, desabotonado el cuello de su camisa y con la cara congestionada por la ira y el mal humor iba andando por uno de ellos conversando con un hombre más joven al que Pete reconoció como Jimmy Lastfogel, ayudante del fiscal del distrito del municipio de Weston. Al ver a Pete, Roy salió e hizo señas al cirujano para que le acompañara a otro despacho.

—Menos mal que estabas en casa cuando te llamé, Pete —dijo—. Los periodistas me han estado importunando en las dos últimas horas. Hasta ahora los he mantenido a raya, argumentando los riesgos inherentes a una publicidad lanzada antes del juicio y haciéndoles ver la necesidad de proteger los derechos del detenido de no declarar en su perjuicio.

—Al enterarme me pareció una especie de folletín radiado —dijo Pete—. Había salido al lago con mi canoa esta tarde, pero cuando regresé al embarcadero y me enteré de lo ocurrido, volví rápidamente al hospital. Llamé al tío Jake, pero me dijo que estaba disponiendo los preparativos para el funeral y que quería que se hiciera la menor publicidad posible en este asunto.

—Eso es lo que todos pretendemos, pero mi ayudante, que tiene una mentalidad de pájaro, lo ha echado todo a perder.

—¿Qué ha pasado?

—Yo estaba ocupado cuando trajeron a Mort y Jim O’Brien estaba buscando a Elaine. Parece ser que estaba en la cabaña del lago de los Hilton y no se enteró de nada hasta que alguien pensó en llamarla allí.

—Lo mismo me ocurrió al salir al lago.

—Al parecer muchos de nosotros estábamos muy ocupados esta tarde para poder ser localizados. Jim O’Brien y Eric Vosges llevaron a Mort a la cárcel en un coche blindado, cuando terminaron la investigación del caso sobre el terreno en la casa de Mort. Fueron al hospital para hacer indagaciones sobre Paul.

—¿Invalidó Mort su confesión?

—Por eso te llamé. Mort envió a buscarme hace un momento y fríamente me dijo que había sido interrogado sin habérsele prevenido sobre sus derechos y mientras sufría una gran tensión emocional a consecuencia de la muerte de su esposa. Asegura que ignora lo que dijo a Jimmy Lastfogel y al periodista, pero que fuera lo que fuere, lo niega ahora rotundamente.

—¿Firmó la declaración?

—No, pero esto no tiene trascendencia en nuestras leyes. La confesión sería invalidada si él lo quiere así por más que hubiera jurado sobre un montón de Biblias.

—¿Te importa decirme lo que confesó o está también prohibido?

—No veo que haya motivo para no decírtelo. Probablemente Mort piensa vender el relato de los hechos a una revista a cambio de una fortuna, con un título que podría ser «Yo disparé contra mi mujer y su amante» y que batiría el record de ventas. Según Mort, mientras Lorrie se limitó a mantener sus amoríos dentro del recinto familiar, por decirlo así, no le importó gran cosa. Opina, y en eso no se aparta de la verdad, que muchos de nosotros nos hemos acostado con las esposas de nuestros compañeros desde hace varios años, lo que introducía una variación que impedía la rotura de muchos matrimonios.

—No creo que muchos asesores en asuntos matrimoniales estuvieran de acuerdo con esa clase de terapia —convino Pete—, pero tal vez estés acertado en eso.

—De todos modos admitió Mort que Lorrie era demasiado para él y que, por tanto, no le importaban sus actividades extramatrimoniales siempre que se limitara a los miembros del club. Sin embargo, últimamente se enteró de que también había intervenido un estudiante.

—¿Un estudiante de Medicina?

—Un estudiante de pelo rizado y bien vestido llamado Mike Traynor.

—Lo conozco. Armó un escándalo con una enfermera hace dos años y estuvimos a punto de despedirlo.

—¡Lástima que no lo hicierais!

—Resultó que la enfermera era tan sinvergüenza como él.

—Bien. Mort sospechó lo que estaba ocurriendo o tal vez se lo dijo Lorrie. Ya conoces sus ideas sobre el humor. Mort le ha tenido vigilado durante algún tiempo y su detective descubrió que el individuo acudía los viernes por la tarde, cuando la mayoría de vosotros jugabais al golf.

—No pudo haber elegido ocasión más oportuna.

—Mort decidió utilizar a Traynor como objeto de escarmiento para hacerle entrar miedo a Lorrie y que limitara sus amoríos. Creo adivinar que lo planeó para espantar a algunos otros que podríamos nombrar, pero la intención principal era hacer concebir miedo a Lorrie para que no se metiera con los estudiantes de Medicina.

—Era un plan bien pensado.

—Precisamente la especie de idea que Mort concebiría y pondría en práctica —convino Roy—. La dificultad fue que estaba bastante oscura la habitación en que se encontraba. Mort tiene buena puntería, pero no imaginó al parecer que Lorrie estaba encima de él.

—¿Qué dices?

—Jim O’Brien y Eric Vosges comprobaron los ángulos y trayectoria de la bala. Ambos afirman que no pudo ocurrir de otra forma. Pero ¿quién se iba a imaginar que fuera Paul Me Gilí el que estaba con ella?

—Juraría que Paul no había tenido relaciones sexuales antes de casarse con Elaine y que no ha mirado a otra mujer desde entonces —afirmó Pete.

—Se cree que Lorrie atrajo a Paul a la casa esta tarde de alguna forma, tal vez en relación con la disparatada apuesta que había hecho con sus amigas.

—Un momento. ¿Qué es eso de la apuesta?

—¿Acaso no te lo contó Amy?

—Ni una palabra.

—Ocurrió hace más de un año. Estaban todas en una reunión de aquel círculo de costura que han formado…

—«¿La Sociedad Anatómica?».

—Sí. Alice me habló de ello entonces. Parece que Lorrie empezó a analizar nuestros matrimonios. Deduzco que ella dijo a las otras que no obtenían del matrimonio lo que tenían derecho a obtener. Se ofreció a hacer un estudio del comportamiento de cada uno de nosotros en el lecho, informándoles luego de sus experiencias.

—¿No irás a decir que ellas aceptaron?

—Naturalmente que no. Por eso Amy jamás te lo mencionó. En cuanto a Alice le tenía sin cuidado. La mayor parte de las veces que me acuesto con ella se queda dormida antes de que yo haya terminado. De todos modos, como ninguna de ellas estaba dispuesta a aceptar la apuesta, dijo que ella lo haría igualmente, y así lo hizo al parecer.

—Por esa razón Lorrie trató de que la acompañara en un coche al baile del club el pasado año —dijo Pete.

—¿Pretendes decir que no fuiste?

—Da la casualidad de que amo a tu hermana con todos sus defectos, aunque no sé cómo podré seguir soportándolos.

—He estado reflexionando también sobre esto —dijo Roy…

Desde que era niña, Amy ha querido siempre mandar. Supongo que porque mi madre hacía lo propio con mi padre. La única forma de conseguir algo de Amy, cuando éramos niños, era hacerle ver lo ridículo de sus pretensiones. Por eso será mejor que hagas lo mismo con ella. Pero volviendo a lo de Mort una vez que impugnó su confesión solicitó verte y por eso te llamé.

—Entonces será mejor que hable con él.

—Hazme un favor, Pete. Trata de conseguir que alegue trastorno mental transitorio.

—¿Te servirá esto de algo con Abner Townsend?

—Es mi única oportunidad y quizá también la de Mort.

—¿Crees que lo hará?

—Sólo tiene esa salida o bien probar suerte con la llamada ley no escrita, pero nunca se sabe en estos casos la reacción del jurado.

—Si Mort ha planeado las cosas de la forma que tú piensas, habrá previsto también probablemente ese aspecto.

—Entonces hazle comprender que es la mejor solución que tiene de ser declarado inocente. Un hombre llega a su casa y encuentra a su mujer en la cama con otro individuo y dispara contra él en un arrebato de ira. Esto le hace irresponsable de sus actos en la mayor parte de los casos. Ningún jurado de esta región lo condenaría si alega que perdió temporalmente la razón. Además puedo evitar que el asunto se ventile en un tribunal, si Mort accede a cooperar.

—¿Cómo?

—Hoy se reúne un jurado especial. Si puedo conseguir presentarles el caso y con la ayuda de un psiquiatra…

—¡Que no sea Dave Rogan! —exclamó Pete.

—Dave es el último a quien acudiría —dijo Roy—. En primer lugar no certificaría probablemente la locura de Mort, y tanto si lo hiciera como no, Abner Townsend podría decir que todo había sido preparado. Llamaré a un psiquiatra de Atlanta o de Asheville. Contando con testigos adecuados, podremos ocultar este asunto y Abner Townsend no podrá hacer absolutamente nada.

—¿Qué ocurrirá con Mort? Tengo que saberlo antes de aconsejarle.

—En todo caso se verá precisado a abandonar la ciudad. De esta forma no tendrá que ocultarse.

—¿Se lo has sugerido tú?

—¡Soy el fiscal del distrito, Pete! Mi deber es hacer lo que esté en mi mano por colgar a Mort y así lo haría si no estuviera comprometido mi nombre. Ahora hemos de salir de este asunto del modo más airoso posible.

—Con todo, no comprendo cómo podrás echar tierra sobre este escándalo si Mort se empeña en darle publicidad.

—No podremos si no cesa en su actitud. Si podemos lograr que acepte que yo presente el caso al jurado especial solicitando clemencia temporal, el procedimiento se llevará en secreto y probablemente podremos mantenerlo así. Sin embargo, hemos de obrar con rapidez.

—¿Puedo hablar en privado con Mort ahora?

—Naturalmente. Haré que lo traigan. Dile que no se preocupe de la gente que merodea por aquí. Lo último que ahora deseamos es otra confesión.