Pete y Amy Brennan estaban en la cama fumando y viendo la televisión a las ocho y media aproximadamente cuando sonó el teléfono.
—No contestes —dijo Amy inmediatamente—. No quiero que me dejes ahora.
—¿Cómo puedo continuar con ese maldito teléfono sonando?
—Descuélgalo.
—¿Para que la telefonista nos oiga y llame a la policía pensando que se trata de una emergencia?
—Entonces contesta; pero no te vayas muy lejos.
Cogió el teléfono y aplicó el auricular a su oído.
—Aquí el doctor Brennan.
—¿Pete?
Era Roy Weston.
—¿Eres tú, Roy?
—Será mejor que vengas a la cárcel. Mort Dellman te necesita y yo también.
—¿Qué puedo hacer por Roy? Lo que necesita es un abogado.
—Mort no necesita un abogado, al menos por ahora. Insiste en hablar contigo.
—¿No se puede esperar hasta mañana?
—Si no vienes aquí y tratas de apaciguar a Mort, está dispuesto a contarlo todo a los periodistas. Imagínate lo que esto representaría para la clínica y para la mitad de los hombres de la ciudad.
—Está bien —dijo Pete con resignación—. Veré qué puedo hacer para calmarlo. —Date prisa, Pete. Me veo impotente para controlarlo. Pete miró hacia la cama donde estaba echada Amy desnuda, transparentándose su cuerpo bajo la sábana color azul pálido, pensando que era el momento menos apropiado para pensar en un miserable como Mort, cuando su mujer, después de haber mantenido unas relaciones sexuales superficiales durante diez años, se liberaba de repente de todas sus inhibiciones.
—De acuerdo, Roy —dijo dirigiéndose a su interlocutor—. Estaré ahí en seguida.
—¿Qué le ocurre a Roy? —preguntó Amy cuando Pete colgó.
—Mort Dellman quiere verme. Roy dice que será mejor que vaya o de lo contrario Mort va a divulgar toda la historia sentimental de Lorrie por la Prensa, empezando por el propio Roy, según creo.
—¡Pero esto ocurrió hace ya mucho tiempo!
—Podría todavía destruir las oportunidades de Roy en las elecciones. Abner Townsend insiste siempre en sus conferencias sobre la moralidad. Piensa qué perjuicios podrían resultar para Roy en esta campaña, teniendo a Townsend como adversario.
—No quiero pensar precisamente ahora en Mort, Roy o Lorrie. Deseo pensar en nosotros.
La morfina hacía que la voz de Amy fuera un poco tartajeante, pero Pete estaba demasiado alterado para advertirlo, pensando en los perjuicios que Mort Dellman podría ocasionar a la clínica.
—Duerme un poco, mientras estoy fuera, cariño. —La besó y a continuación se deslizó fuera de la cama y empezó a vestirse—. Te ayudará a recobrar fuerzas para cuando regrese.
—Tú sí que vas a necesitar todas tus fuerzas, amor —dijo Amy sonriendo—. Hazme el favor de poner el pollo en la nevera al pasar por la cocina. Nos servirá para el desayuno.