Mike Traynor estaba trabajando en la sala de emergencia cosiendo unas heridas a un niño que había caído mientras pintaba, cuando Pete Brennan entró procedente del recinto de aparcamiento.
—¿Se sabe algo del doctor McGill? —preguntó Pete.
—Está en el quirófano, doctor Brennan. El doctor Dieter se está preparando para extraerle una bala del corazón.
—¿Cómo está la señora McGill?
—La vi hablando con el doctor Rogan y otras esposas de doctores en la sala de espera hace un rato —dijo la jefa de enfermeras de la sala de emergencia, que había acudido al ver a Pete—. Creo que dijeron que llevarían al doctor McGill a la sala de tratamiento intensivo después de la operación. Allí se encontrará probablemente ahora.
»La señora Brennan estaba con ellas, pero creo que ya ha salido —añadió la enfermera mientra Pete salía por la puerta. Pete se volvió al llegar a la puerta.
—¿Mi esposa?
—Sí, señor.
—Pero eso no es posible. Está fuera de la ciudad.
—Yo la vi, doctor Brennan. Debe haber regresado antes de lo previsto.
No tenía sentido, se decía Pete mientras caminaba hacia el ascensor. Amy había dicho que pasaría la noche fuera para que sus enemigas —con estas palabras las había designado— no pudieran trabajar entre bastidores después de la reunión con el fin de sacar ventaja.
Janet Monroe alzó la cabeza de detrás del mostrador de la sala especial de tratamiento intensivo al entrar Pete Brennan.
—El doctor McGill está todavía en el quirófano —dijo—. La señora McGill está en la sala de espera.
—¿Cómo ha reaccionado?
—Muy bien, señor.
Elaine logró esbozar una sonrisa cuando Pete se sentó a su lado tomando sus manos entre las suyas.
—Todo saldrá bien —le aseguró—. Dieter es un mago.
—Dave pasó por aquí hace un momento. Dijo que Paul tiene muchas probabilidades.
—¿Han comenzado la operación?
—Dijo que estaban preparando la máquina de corazón-pulmón o como se llame.
—Eso lleva tiempo. Subiré a observar lo que ocurre.
—Mejor sería que fueras a casa con Amy, Pete.
—Entonces, ¿estuvo ella aquí?
—Oyó el mensaje radiado como todas las demás, ignorando quién era la víctima. Todas vinieron juntas, pero Amy estaba aún trastornada cuando las dejé abajo. Ella te necesita más que Paul, Pete.
La idea de que Amy tuviera necesidad de él le parecía tan improbable que Pete se preguntó si sería verdad. Con todo debía haberle afectado mucho pensar que pudiera ser él quien estaba con Lorrie y esto podía explicar su abatimiento.
—¿Estás segura de que no quieres que me quede contigo? —preguntó a Elaine.
—Estoy bien ahora. La señora Monroe se ocupa de mí.
—No dejes de llamarme si me necesitas.
—Lo haré. Gracias por haber venido, Pete.
—Había salido con la canoa por el lago toda la tarde. Hace sólo unos minutos que me enteré de lo ocurrido.
Como catedrático clínico, Pete tenía una pequeña oficina en el hospital y también una de las mejores salas al otro lado de la calle en la clínica facultativa. Se dirigió directamente a su oficina del hospital, y una vez allí, marcó en el teléfono el número de su domicilio.