La sala de asistencia intensiva estaba situada en el último piso del edifico médico, formando parte de la antigua sección del hospital. A través de la puerta de la pequeña sala de espera, a la que Dave Rogan había conducido a Elaine McGill, podía ver la sección de las enfermeras con las hileras de tubos monitores electrónicos y la mesa de dibujo en que Janet Monroe estaba trabajando en unos gráficos bajo la luz que se esparcía sobre la mesa, dejando la hilera de tubos más arriba en la oscuridad. Elaine no se había dado cuenta de que tenía apetito hasta que Janet le trajo una bandeja con café y tostadas con mantequilla. En aquellos instantes comía mecánicamente mientras iba recobrando parcialmente el ánimo tras la impresión sufrida por lo que Mike Traynor le había dicho cuando la llamó a la cabaña del lago, el hecho aún casi inverosímil de que Paul había sido sorprendido con Lorrie aquella tarde y de que Mort Dellman le había disparado.
A través de la gran ventana de la sala de espera, podía ver Elaine la esquina del nuevo edificio de Cirugía y una hilera de ventanas, una de ellas bastante grande y muy iluminada. Conocía suficientemente el hospital para darse cuenta de que la ventana marcaba la situación exacta de la sala principal de operaciones, pero era todavía difícil creer que no era todo realmente una pesadilla y que en la habitación, tras aquella ventana, la vida de Paul seguía estando en peligro. ¿Tenía quizá derecho a rezar?, se preguntaba, ¿cuando apenas tres horas antes ella había estado en brazos de otro hombre y era tan culpable como Paul? Sólo podía alegar en su descargo que la medida desesperada que había adoptado estaba motivada por el deseo puramente egoísta de dar un hijo a Paul, aun cuando la semilla que le diera el ser pudiera no ser suya. En el momento de realizarlo, aquella necesidad había parecido justificar ampliamente la primera unión de su cuerpo con el de Mike Traynor y no sintió arrepentimiento, pero ¿qué justificación podía encontrar para la segunda, salvo la inconfesable lujuria de Mike y su propio deseo de él?
Pudo haberse vestido y abandonar la cabaña al despertarse. En vez de eso, lo había despertado antes de lo preciso para que él pudiera estar a las cinco de la tarde en el hospital, hora en que empezaba su turno. Lo había despertado, lo admitía ahora en un momento de sinceridad, porque en lo más profundo de sí misma quedaba por contestar una pregunta, la duda de si era realmente la mujer que ella creía ser, con la habilidad femenina para responder plenamente en el acto físico de la unión carnal, que constituía una parte tan trascendental del verdadero matrimonio.
No, no podía censurar a Paul, cuando ella misma era tan culpable como él. Tampoco podía echar la culpa a Lorrie Dellman, pues Lorrie les había advertido en la casa de Amy Weston hacía más de un año, durante una reunión de la «Sociedad Anatómica». Habían estado jugando al bridge después de que la cocinera de Amy, Ethel, les había servido melocotones con azúcar quemado. Lorrie había realizado una hábil jugada. Era una apasionada apostadora, pero sorprendentemente a menudo apostaba por apostar. Mientras Amy daba las cartas, había empezado a anotar las suyas, distribuyéndolas sobre el tapete como una experta.