Elaine McGill se despertó al sonar el teléfono. Todavía medio embriagada por la liberación explosiva de emociones durante tanto tiempo inhibidas, que había encontrado en los brazos de Mike Traynor la segunda vez, cogió el auricular sin lograr despertarse del todo.
—¿La señora Elaine McGill? —parecía la voz de Mike.
—¿Sí…?
—Soy yo, Mike Traynor. ¿Aún no te has enterado?
—¿Enterado? ¿De qué? Estaba durmiendo.
—¿Es que no tenías conectada la radio o la televisión?
—No. ¿A qué viene todo eso?
—Se trata sólo del mayor escándalo que ha habido en esta ciudad. En el hospital te están buscando.
—¿Por qué?
—Tu marido ha sido sorprendido con la señora Dellman esta tarde. El doctor Dellman disparó contra ambos.
—¡Es imposible! —dijo rápidamente—. Paul no podía…
—Le vi en la sala de emergencia con mis propios ojos. Tenía una bala alojada en el pecho.
Elaine se apoyó en la mesita de noche para no perder el equilibrio:
—¿Tendrán que operarlo?
—Dieter aún no lo había decidido cuando vine a llamarte. El doctor McGill estaba prácticamente muerto con una herida en el corazón, pero una nueva doctora del hospital se dio cuenta de que todavía vivía y podía salvarle. No te preocupes. En manos de Dieter se pondrá bien. Ese tipo es genial en lo referente al pecho o corazón.
—Estaré ahí lo más pronto posible. Haz el favor de decirles que no tardaré.
—No creo que eso sea prudente dadas las circunstancias. ¿No te parece?
—No, supongo que no. —No deseaba otra cosa sino acabar la conversación.
—Pensé que debías saberlo —dijo— y no te preocupes. Dieter es un brujo.
Elaine colgó el teléfono bruscamente y empezó a vestirse con velocidad frenética. ¡Paul y Lorrie! Era lo último que ella hubiera sospechado. En cuanto a los otros no tenía dudas. Maggie McCloskey dijo una vez durante una reunión de la «Sociedad Anatómica» que sus maridos tenían una cosa en común: que todos se habían acostado con Lorrie Dellman Y si Paul se acostó también con Lorrie, ¿por qué la reacción del marido había sido distinta?