—Bien. Eso es lo que hay. —El teniente de la policía Eric Vosges observó cómo se desplazaba la ambulancia con su ocupante cubierto con una sábana desde el sinuoso paso de coches a la calle. La flor y nata de la sociedad de Weston acaba en una ambulancia atravesada por una bala, tan muerta como una ramera de Houston Street que engañara a su alcahuete. ¿Qué era a fin de cuentas, una ninfomaníaca?
El sargento Jim O’Brien apartó de la frente su viejo sombrero y sin quitar de su boca la pipa que siempre llevaba cuando estaba despierto.
—Las ninfas andan siempre fuera de casa, a la caza del hombre que puede satisfacerlas. Lorrie Porter, pues ése era su nombre de soltera, era una viciosa. Puedo recordar la primera vez que tuvo dificultades. No tenía más de dieciséis años cuando el hermano de Amy Weston la dejó embarazada…
—¿El decano? —El tono de Vosges se sobresaltó ligeramente. Trasladado aquí para reformar la policía de Weston después del escándalo que provocaron varios estudiantes de la Universidad en uno de los dormitorios de las chicas, había descubierto rápidamente que Weston no se diferenciaba mucho de cualquier otra ciudad universitaria de miles de estudiantes.
—Roy no fue el primero —dijo O’Brien—. Jake Porter, que era el verdadero dueño de las Tejedurías de Weston en aquella época, sabía que Lorrie tenía ya de jovencita estas inclinaciones, pero no hizo nada por corregirlas. Creo que Jake se imaginó que lo llevaba en la sangre. Después de todo, aún va tras las chicas a los setenta y cinco.
—¡Pero si la señora Dellman lo tenía todo!
—Todo salvo aquello de que carecía. —El sargento O’Brien se rascó la cabeza—. No me preguntes lo que era.
—¿Estabas hablando del decano?
—Eso concluyó hace mucho tiempo. Roy quería casarse con Lorrie, pero el viejo no quería dar su consentimiento. Conocía a su hija lo bastante bien entonces para saber que arruinaría el futuro de Roy. El aborto fue realizado por una mujer de Houston Street y todo fue bien, hasta que la chica empezó a tener hemorragias y tuvo que ser llevada al hospital. No fue fácil, pero pudimos ocultarlo. —¿Era prudente hacerlo?
—Lo era si uno quería seguir siendo policía aquí en aquella época, y probablemente aún lo sea. La ciudad pertenecía entonces a los Weston y a Jack Porter. Seguías su juego o te eliminaban.
—¿Crees que harán como en el pasado y echarán tierra sobre el asunto? —Vosges señaló a Mort Dellman, que era conducido hasta el asiento trasero de un coche de la policía.
—Probablemente. Lo que no puedo imaginar son las razones que tuvo para hacerlo. No es ningún secreto que Dellman se casó con Loretta Porter por su dinero. Él no es médico como los otros que fundaron la Clínica de la Facultad; creo que es químico o algo por el estilo. Sin embargo, es un buen administrador y dirige el establecimiento como una máquina. Nadie por aquí le aprecia demasiado y no hubiera sido admitido en el Club de Campo si no hubiera estado casado con la hija del hombre que lo construyó.
—Ha sabido velar por sus intereses hasta ahora. —Vosges echó un vistazo a la casa evidentemente lujosa con una gran piscina en forma de riñón construida en la parte de atrás junto a los pinos.
—El casamiento con Lorrie le ayudó —asintió el sargento O’Brien—. Pero desde que organizó ese negocio productivo de la Clínica, Dellman tenía una gran participación en esa mina de oro.
—¿Hay buenos médicos allí?
—Sólo en la Clínica Mayo los tienen mejores.
Vosges movió la cabeza.
—¡Y lo echó todo a perder con un disparo!
—Esto es lo que me sorprende. ¿Por qué había de hacerlo?
—La ley no escrita está muy arraigada en muchas partes del país.
El policía de cabellos grises sacudió la cabeza.
—No vas a decirme que en los doce años aproximadamente que estuvo casado con Loretta Porter, no sabía Dellman que prácticamente todos los tipos ardientes de la ciudad se habían acostado con su mujer en una u otra ocasión. Debe haber tenido muchas oportunidades de disparar contra algunos de nuestros más destacados ciudadanos si hubiera querido. Y siendo así, ¿por qué eligió a éste en especial?
—¡Quién sabe! —El teniente de policía se encogió de hombros—. Me parece que el tipo a quien disparó no vivirá mucho tiempo. Tenía mal aspecto cuando se lo llevó la ambulancia.
—Hace unos diez años una bala en el pecho hubiera sido mortal, pero tienen muy buenos médicos en el hospital de la Universidad hoy en día, especialmente ese refugiado, Dieter. Remendó un agujero en el corazón de mi sobrino hace un año, recién llegado aquí. El niño estaba inválido desde que era un bebé y ahora forma parte del equipo de natación de la Universidad. —O’Brien vació la pipa y empezó a llenarla de nuevo—. Sigo pensando que hay algo raro en todo esto.
—Tal vez fue a ella a quien intentó matar.
—Tampoco eso parece probable. El viejo Jake Porter es el hombre más rico de este lugar y Lorrie hubiera heredado una buena porción de su fortuna. No comprendo que alguien tan hábil como Dellman pudiera renunciar deliberadamente a eso. Además, también ha hecho de las suyas en la ciudad. Por tanto, ¿qué derecho tiene a sentirse tan virtuoso?
—¿Cuál es la respuesta entonces?
—Eso es lo que me deja perplejo. Comprendía que le hubiera dado una paliza, si era alguien a quien no apreciaba, pero conoce al pobre diablo desde hace años. Estuvieron juntos en la guerra de Corea, llegaron aquí cuando se inauguró la Clínica de la Facultad y trabajaron juntos día tras día. Te digo, Eric, que hay algo que no encaja en todo este asunto.
—No te esfuerces. —Eric Vosges le aconsejó—. Si esta ciudad es como las otras, todo se esclarecerá algún día.