Capítulo 51

Claro, Mrado necesitaba asegurar su vida; dificultar a Radovan que le hiciera daño. Sobre todo, dificultarle que hiciera daño a Lovisa. Pero entendía también que nunca estaría del todo a salvo. Se puede conseguir hacer difícil encontrar a alguien en Estocolmo, pero no imposible. El propio Mrado había localizado al latino fugado en unos días.

El mejor seguro de Mrado: había reunido tanta mierda sobre Radovan que debería bastar para al menos cien años en Kumla. Si Mrado lo entregaba, el historial del jefe yugoslavo incluía: inducción al asesinato, agresión, robo. Proxenetismo, delitos contra la Hacienda pública, tenencia de armas, blanqueo de dinero. El inconveniente para Mrado: él mismo estaba involucrado en la mayoría de los delitos. Cien años para Mrado significaban al menos cincuenta para él.

El código de honor era lo que los detenía a ambos. La ley básica no escrita: nosotros resolvemos nuestros propios problemas.

Mrado y Nenad aún no habían soltado la bomba. Iba a suceder dentro de unos meses. Radovan se iba a enterar; no tragaban con su mierda. Le dejaban. Mrado ya estaba preparando frases. «Cabrón viejo y acabado, nosotros vamos por libre». Pero mientras tanto se mantenían en segundo plano. No daba ningún paso precipitadamente.

Mrado había hablado con Ratko y Bobban. Tíos de confianza. Llevaban años trabajando con Mrado. Estaban con él. Otros de lado de Mrado: los chicos de las empresas de blanqueo de dinero. Algunos de los chicos del gimnasio. Pero algunos de éstos eran apuestas poco seguras. Y algunos eran decididamente unos mamonazos que se quedaban con Radovan.

Lo normal en situaciones de este tipo era que uno se pasara a otro grupo. Los tíos de la Hermandad Wolfpack se pasaban a Bandidos, los tíos de OG se pasaban a Fucked for Life.

En este caso, Mrado y Nenad eran bastante fuertes. Contaban con suficientes relaciones y contactos propios. La guinda del pastel era que toda la división del mercado se caería a pedazos si él se retiraba. El asunto se basaba en la confianza de las bandas en él. Podía llegar la guerra entre todos. Conseguiría que Radovan se desconcentrara. Les daría a Mrado y a Nenad un buen comienzo.

Mrado estuvo todo el día en casa haciendo llamadas para prepararse. Había conseguido un nuevo número de móvil, con suerte nadie le espiaba.

Había mirado pisos de alquiler subarrendados. Algunos en negociaciones. El más interesante en ese momento: uno de dos dormitorios de sesenta metros cuadrados en Skanstull. Siete mil al mes. Mrado había ido a verlo. Buenas condiciones para su situación. Estaba en el último piso de la finca y tenía verjas delante de la puerta y posibilidad de instalar sistema de alarma. Lo mejor de todo: el piso compartía terraza con el vecino. Desde la perspectiva de Mrado: si había follón uno podía entrar en el piso del vecino por la terraza. Perfecta vía de escape.

Llamaba a Annika como un loco. Ella ya sabía que Mrado estaba implicado en asuntos turbios y si eso afectaba a su vida y la de Lovisa sólo serviría para enfadarla más. Al mismo tiempo comprendía. Su hija podía estar en peligro.

La esperanza de Mrado era que Lovisa y Annika pudieran mantenerse lejos del piso de Annika durante el verano. La idea de Mrado para después del verano: que Lovisa empezara en un colegio nuevo. Que Annika cambiara de dirección. Cambiar de apellido las dos. Serían mucho más difíciles de localizar.

Llamó a Annika por enésima vez en esa semana.

De hecho contestó.

—Hola, soy yo.

—Hola.

—¿Estás enfadada?

—Corta ya, Mrado. Sabes que no quiero que hablemos. Nuestros putos abogados ya se encargan de hablar.

Mrado se mantuvo tranquilo. Hizo todo lo que pudo.

—Tienes razón, Annika. Yo también querría evitarme esta conversación. Pero ya conoces la situación. Pienso en Lovisa.

—No es normal lo tuyo. Me he quejado de tu estilo de vida durante diez años. En el tribunal incluso niegas en redondo que vives en el mundo de la criminalidad. Te defiendes diciendo que son exageraciones. Que yo miento. Y ahora, cuando has prometido enderezarte, y has conseguido derecho de visita cada dos semanas y patria potestad compartida, entonces llamas y exiges un montón de cosas.

—Sí, pero son exigencias para proteger a Lovisa. Y también a ti.

—Lo sé. Así de malo es el asunto. ¡Que tengamos que vernos implicadas en tu vida por tus errores!

—Pero ahora se trata de Lovisa, Annika. Siento que las cosas hayan salido así.

La conversación se desarrollaba en círculos. Mrado, en una situación en la que en todos los casos perdería. Si no protegía a Lovisa no se atrevería a dar el paso contra Radovan y su vida sería humillada hasta convertirle en nada; su calidad de vida se degradaría hasta quedar peor que mal.

Annika machaconeó sobre lo inútil que era Mrado. En circunstancias normales le habría colgado el teléfono. Pero no esa vez. Su última oportunidad para negociar.

—Por favor, Annika. Escucha un momento. Déjame terminar. Entiendo que estés tan cabreada. Yo también estoy cabreado. Pero por una vez no es culpa mía. Son otras personas las que nos amenazan a ti y a mí. La situación está fuera de control. Hay que proteger a Lovisa. Dentro de dos meses son las vacaciones de verano. Quiero que os mantengáis alejadas de Gröndal y de la ludoteca durante todo el verano. Yo pago encantado el alquiler de una casa en el campo o un viaje al extranjero. No hay problema por mi parte. Después del verano tenéis que cambiaros de casa y de colegio.

—Vas demasiado lejos. Ya te he dicho que no a eso diez veces.

—Escúchame hasta el final. Si accedes a lo que propongo no tenéis que mudaros lejos de Gröndal; siempre que Lovisa cambie de colegio, renuncio a la patria potestad y al derecho a visitas cada dos semanas.

Annika se quedó callada.

Él esperaba una reacción. Toqueteó una mancha de batido de chocolate O’boy que Lovisa había derramado en el sofá la última vez que había estado con él.

—¿Renuncias a la totalidad de las visitas?

—Sí. Luego quizá quieras ser amable y de todas formas dejarme ver a Lovisa alguna vez.

—Sólo si estoy presente.

—Eso lo discutiremos entonces. ¿Cómo vas a hacer para el verano? ¿Quieres mirar alguna casa? ¿Un viaje? Ya te digo que pago yo.

—¿Cuándo vemos a nuestros abogados para poner esto por escrito?

—Cuando quieras.

Hablaron cinco minutos más. Decidieron verse en el despacho de los abogados esa semana. Annika buscaría una casa de vacaciones.

Tras la conversación, sentimientos encontrados. Primero, triunfo. Que Lovisa estuviera más segura significaba que podía seguir adelante con el ataque contra Radovan. Luego sintió agobio. ¿Con qué frecuencia vería a Lovisa? Era importante recordar lo que le hacía un hombre: dignidad; nadie pisotea a Mrado.

Cuando Radovan estuviera fuera de juego, todo iría bien.

Dos horas después de la conversación con Annika, se reunió con Nenad.

Se sentaron en Kelly’s, en la calle Folkungagatan. Eran las ocho. El garito ya estaba lleno de heavis trasnochados y blancos de clase baja. La esencia del local: una cerveza grande de graduación alta y partidas de dardos. Ruidoso y agresivo. A Mrado le gustaba Kelly’s.

En primer lugar de la agenda estaba el gran cargamento de coca. Lo más importante, dos preguntas: ¿cómo iban a hacerse con el envío? Y ¿cómo lo iban a vender? Nenad, apartado de la cocaína por la traición de Radovan. Abdulkarim, el nuevo pez gordo.

El árabe no tenía ni idea de la doble lealtad de Nenad. El tío haría cualquier cosa para ganar puntos con Rado. Aunque Nenad le ofreciera una porción del pastel. Conclusión: lo mejor era dejar al árabe al margen de esto. Abdul no había sabido de forma oficial que Nenad no era el mandamás. Pero el árabe sólo se había hecho el tonto. Desde hacía mucho había comprendido quién estaba detrás realmente. Que Radovan perseguiría a todos los que le traicionaran, a todos los que tomaran partido por Nenad.

La solución se llamaba JW.

En lugar de usar a Abdulkarim, podían dejar que JW se encargara de desarrollar canales de venta paralelos. ¿Y el extrarradio? Abdul tenía más gente. JW conocía a la mayoría. Algunos latinos, árabes, suecos. Nenad se encargaba de la nueva estrategia de venta, a gente normal. No escaseaban las posibilidades de reclutamiento, porque Mrado conocía a algunos de OG que quizá estuvieran dispuestos a participar. La red de contactos había aumentado exponencialmente desde el trabajo de división del mercado. Hablaría con la gente.

Discutieron otra cuestión: los videoclubes de Mrado estaban en la mierda. Desde que Radovan había degradado a Mrado, el jefe yugoslavo había dejado de pasar dinero para las compañías. Habían transcurrido tres semanas desde eso. El problema: sin dinero en metálico, los impuestos de las compañías se basaban en los ingresos declarados del año anterior. Entonces, trescientas mil al mes. Ahora, menos de sesenta. En resumen: el gran hermano machacaría a las compañías con impuestos hasta la muerte. El resultado era una putada: Mrado se quedaría sin acceso a dinero limpio. La posibilidad de conseguir una casa y un piso para la seguridad de Lovisa dependía de dinero limpio.

Joder.

Pese a ello, Mrado se sentía bastante satisfecho. Un buen día. El acuerdo con Annika, cerrado. La planificación con Nenad, en marcha. Pronto empezaría el juego. El precio en peso: cien mil gramos de cocaína. El precio en significado espiritual: iban a ser los reyes de la farla de la ciudad.