Tiene que cambiar pronto. Cambiaría.
Lo arreglaría todo. Radovan que se había enfriado; un mal presagio. R notaba que Mrado no le veía como había visto a Jokso. Y había diferencia; Jokso había sido un verdadero gurú, el hombre que había llevado a los serbios a la cumbre máxima de los bajos fondos de Estocolmo. Unidos, fuertes, leales. Radovan no tenía lo que hacía falta; un cobarde, un divisor. Un falso. Mrado empezaba a vislumbrar su propio camino: quizá deberían ir solos él y Nenad.
Pero se arreglaría. En ese día no iba a pensar en la mierda. Era su día de visita con Lovisa. Planeado. Detallado. Enormemente deseado. Desde la tarde del miércoles hasta la tarde del jueves. Demasiado corto, pero así y todo…
La tarde anterior habían alquilado la última película de Disney. Habían comido palomitas. Habían bebido Fanta. Mrado había salteado albóndigas Mamma Sean y había hervido patatas. Incluso había hecho col fermentada. Había ayudado a Lovisa a pelar, cortar y echar ketchup. Lamentablemente, no le gustaba la col fermentada, lo único serbio del plato.
Qué maravilla.
Todo el día era para ellos. La última vez se había ido a la mierda. Mrado no había podido recoger a Lovisa de la guardería, se había visto obligado a partirle la cara a un yonqui que había amenazado a Nenad. De alguna manera, el tío había conseguido el número de Nenad y había llamado a casa de su mujer y sus hijos. Está bien meterse y comprar mercancía, pero nada de molestar a la familia de Nenad. Mrado y Ratko buscaron al pringado. Castigaron al tío: nariz rota y heridas importantes en la frente. El efecto de golpearle la cabeza contra la pared de cemento de la escalera de Grödingevägen 13.
Dicotomía: Mrado quería ver a su hija, sin embargo la fastidiaba con frecuencia. Siempre se arrepentía después. Se justificaba a sí mismo: alguien tiene que traer pasta para poder dar a Lovisa una buena vida. Mejor que sólo quejarse, como hacía su madre, la zorra de Annika Sjöberg.
Eran las ocho y media. Lovisa estaba viendo la televisión matutina. El pelo encrespado como el de un trol. Mrado dio vueltas en la cama durante tres minutos. Se levantó. Besó a Lovisa en la frente. Bajó al 7-Eleven y compró zumo Tropicana con extra de pulpa, leche y cereales Start. Preparó el desayuno: hizo café, sirvió zumo. Untó mantequilla en pan crujiente para Lovisa.
Se sentaron a ver la televisión. Lovisa manchó el suelo. Mrado se bebía el café.
Dos horas más tarde estaban en el autobús de camino a Gärdet. Mrado había elegido no coger el coche por todas las críticas que le habían hecho por haber ido con Lovisa a demasiada velocidad. Odiaba tener que ceder a las críticas de Annika, pero más le valía tener cuidado, al menos en la ciudad.
La nieve estaba blanca en el campo de Gärdet. Lovisa hablaba de un muñeco de nieve que había hecho en la guardería.
—Olivia y yo hicimos el más grande. Las señoras que nos hacen la comida nos dejaron una zanahoria y se la pusimos de nariz.
—Qué bien. ¿De cuántas bolas estaba hecho?
—De tres. Luego le pusimos un sombrero. Pero los niños lo destrozaron.
—Qué asquerosos. ¿Y qué hicisteis?
—Pues se lo dijimos a la seño.
Mrado apenas podía creerlo. Miró a su alrededor en el autobús. Nadie parecía notarlo; ahí estaba sentado el hombre que había machacado la cabeza de un yonqui hacía dos semanas y ahora era la perfecta figura paterna.
Se bajaron del autobús junto al museo Tekniska.
Lovisa corrió hacia las máquinas e instalaciones del exterior de la entrada. Llevaba una cazadora acolchada roja con borreguillo en el cuello. En las piernas pantalones acolchados verdes y en los pies botas de piel para niños. La contribución de Mrado: las botas. Su hija no iba a ir por ahí con calzado cutre de goma.
Su hija estaba llena de vida y de energía despreocupada. Igual que había sido él cuando era niño en Södertälje. Recordó: con tres años Lovisa solía abalanzarse corriendo escaleras abajo; no le importaba la caída. Sólo lanzarse. Pleno ataque. Una cosa era segura: su energía no se malgastaría de la misma manera que la de él.
Mrado se dirigió a las instalaciones. Tenía frío. Lovisa saltaba en una plataforma delante de algo que parecía una gran antena parabólica. Mrado fue hasta allí. Lovisa le pidió que leyera el cartel. Algo sobre los susurros pese a la distancia. Lovisa no lo pillaba. Mrado lo entendió.
Se lo mostró. Fue hacia una antena parabólica similar situada a veinte metros de distancia.
—Quédate aquí, Lovisa. Papá te va a enseñar una cosa muy chula.
Los susurros se oían pese a la distancia, como si su boca estuviera pegada al oído de ella. A Lovisa le encantó. Susurró acerca de su muñeco de nieve. Acerca de Shrek. Acerca de las albóndigas de papá y la col fermentada de la noche anterior.
Se rieron.
En el interior del museo se quitaron los abrigos. Mrado se había preparado; llevaba una americana bajo la cazadora. No quería que se le notara la funda del arma. Olía a cafetería. Mrado había investigado y planeado; tras la visita tomarían algo.
Fueron de sala en sala. Teknorama: la sección experimental para niños del museo.
En la sala: medidas de potencia. Mostraban cómo convertirte en más fuerte de lo que eras. Aparejos/bloques/palancas/tornillos/cuñas. Mrado en la parte corta de un balancín, Lovisa en la larga. Mrado: ciento veinte kilos de músculos. Lovisa: veintiséis kilos de niña. Sin embargo, su lado se vencía por el peso. El de Mrado se elevaba. Parecía que Lovisa pesara más que papá. Lovisa se desternillaba. El alma de Mrado reía.
Siguieron adelante. En cada sala probaron máquinas/instalaciones de inventos/mecanismos. Lovisa charlaba. Mrado hacía preguntas. Alternando sueco/serbio.
Después de tomar algo se fueron a casa.
Lovisa volvió a ver la película de Disney. Mrado preparó una comida de verdad: salchicha Falu con macarrones integrales, kétchup y ensalada. Descansaron una hora en el sofá. Se adormecieron. Lovisa en los brazos de Mrado. Pensó: No necesito nada más en la vida.
Se marchaban. Lovisa se puso el abrigo. A Mrado se la traía floja que Annika se quejara: no pensaba ir al gimnasio en transporte público.
Eran las cuatro de la tarde. No había mucha gente en el gimnasio. Mrado entrenaba las piernas. Hacía gestos. Gruñía. Resoplaba.
Lovisa jugaba en la colchoneta de estiramientos. Mrado intentaba sonreír entre gesto y gesto. Lovisa estaba acostumbrada.
Un tío de recepción se arrodilló junto a la colchoneta. Dijo con pronunciación infantil:
—¿Qué haz hecho hoy con papi?
A Mrado le encantó la respuesta de Lovisa:
—¿Por qué hablas como la abuela?
Dieron las cinco y media. Mrado, meticuloso con la hora. El ambiente ya estaba mal tras la metedura de pata de hacía dos semanas, cuando Lovisa le había estado esperando cuarenta y cinco minutos en el exterior de la guardería. Mrado había ido a zurrar al yonqui. Al final, el personal de la guardería había acabado llamando a Annika para que fuera a recogerla. Nada bueno.
Tras el gimnasio fueron a Gröndal. Tráfico de hora punta en la autovía Essingeleden. Escuchaban música serbia en el coche. Lovisa intentó cantar.
Giraron pasado Stora Essingen. Se dirigieron hacia Gröndal.
A ciento diez en un tramo de setenta. Mrado no podía evitarlo. Desaceleró. En Gröndalsvägen el máximo era a treinta. Mrado se esforzó. Respetó la velocidad.
Condujo con cuidado hasta su casa.
La dejó delante del portal. Se quedó sentado en el coche.
Vio que marcaba el código de apertura. Abrió la puerta con las dos manos, era pesada. Desapareció en el interior.
Se había marchado.
Se sintió lleno de calor humano.
Un día de paternidad.
El día siguiente al de la visita, de vuelta a la realidad. Durante los últimos dos meses Mrado se había reunido con las personas/líderes más importantes de los bajos fondos de Estocolmo y Suecia central. Ladrones/violadores/asesinos/reyes de la droga; importaba una mierda lo que hubieran hecho con tal de que fueran influyentes.
Avances inesperados. Mrado, sorprendido. Escucharon, calcularon, preguntaron. La mayoría contestó: estaban de acuerdo; para hacer frente a los cerdos de la pasma hacía falta un reparto y acabar la guerra.
La consecuencia: el acuerdo sobre la creación de cárteles criminales de Estocolmo estaba tomando forma. Podría ser un éxito para Mrado.
En la parte negativa: el proyecto Nova cosechaba víctimas, incluso entre los yugoslavos. Dos chicos de Goran en prisión. Acusados de fraude fiscal grave.
La división del mercado en resumen: Bandidos aceptaron renunciar a la venta de cocaína en el centro y al chantaje de guardarropas. Por el contrario, aumentarían la actividad de protección, especialmente en los municipios del extrarradio sur. Los Ángeles del Infierno aumentarían el tráfico de alcohol en toda la Suecia central. Disminuirían la actividad de protección. Aumentarían la actividad de delitos fiscales todo lo que quisieran. La liga Naser: difíciles de influir. Pensaban seguir con la heroína como de costumbre. Original Gangsters: llevarían el robo de vehículos blindados en toda Suecia. No era en realidad un área en la que compitieran. Sin embargo, habían prometido reducir el negocio de la coca en el extrarradio. Vía libre en los municipios al norte del extrarradio. Fucked for Life conservaban el negocio de marihuana en el sur de Estocolmo y lo reducirían en el norte.
Mrado había organizado. Había evaluado diferentes mercados. Cuotas. Áreas. Había sopesado. Analizado. Hablado con más de cuarenta personas diferentes. Negociado. Había suavizado cuando había hecho falta. Había sido implacable cuando había sido necesario.
La mayoría confió en él, le tomaron por un yugoslavo con honor. Vieron las ventajas de su propuesta y los riesgos de Nova.
En resumen: estaba cerca del reparto del mercado. Lo mejor de todo: los guardarropas del centro, la niña de sus ojos, estaban quedando a salvo.
Según el propio Mrado: era un genio.
Quedaba por convencer: Magnus Linden, de la Hermandad Wolfpack.
Iban a verse en el pub Golden Cave de Fittja. Zona neutral.
Mrado adoraba su Mercedes más que de costumbre. Era consecuencia de las pinturas que se había dejado olvidadas Lovisa. Mrado había fijado la caja al parabrisas como un icono. Ceras. Pensó: Pronto será miércoles otra vez.
Poco tráfico. Conducción agradable. Pensaba en la Hermandad Wolfpack.
Formada por una serie de internos de Kumla hacía siete años. El fundador, autoproclamado presidente, Danny Fitzpatrick, The Hood. Según él mismo, se le ocurrió la idea de fundar la Hermandad, tras varios años en la trena, cuando se dio cuenta de que «éramos muchos los que íbamos a tener que vivir con que la policía de vez en cuando echara gas lacrimógeno en nuestros pisos y nos persiguiera con metralletas». El objetivo había sido copiar el sistema jerárquico de los Ángeles del Infierno: Hang around. Prospect, miembro, sargento de armas y presidente. Pero, tras algunos años, las cosas se fueron a la mierda en serio; el presidente de la Hermandad entró en una lucha de poder contra el hermano de Radovan. Estalló la guerra entre los yugoslavos y la Hermandad. Duró dos años, a tres personas les costó la vida. Pero ya habían pasado muchos años. Había un nuevo presidente de la Hermandad: Magnus Linden. Los yugoslavos se tranquilizaron. Pero quedaban las cicatrices.
Mrado aparcó el coche. Antes de cerrarlo con llave rezó su habitual plegaria al dios de los coches.
No presentía nada ante la reunión con Linden, salvo una débil esperanza en un reparto del mercado con éxito. Sin nervios. Sin miedo.
Entró en el pub.
Vio a Magnus Linden inmediatamente. El tipo irradiaba maldad.
El pub estaba casi vacío. Una mujer de mediana edad tras la barra apilaba vasos. La hora de las comidas había terminado hacía dos horas. El local estaba en semioscuridad. De fondo, Led Zeppelin: Stairway to Heaven. Un clásico.
Linden se levantó. Los brazos caídos a los lados. Ni un amago de saludo. Iba de duro.
Mrado, en su nuevo papel de negociador, pasó de que Linden pasara. Alargó la mano. Buscó la mirada de Linden.
Se quedó así tres segundos más.
Linden se echó atrás. Estiró la mano. Estrechó la de Mrado.
—Bienvenido. ¿Quieres comer algo?
Se había roto el hielo.
Pidieron cerveza. Charlaron.
A esas alturas, Mrado ya conocía el juego. Hablaron de motores, coches, motos.
Linden repartió sus sabias palabras, a Mrado le sonaban como la filosofía de los Ángeles del Infierno:
—Si conduces un coche japonés, eres marica.
Mrado estuvo de acuerdo. Sinceramente. Había tenido muchos coches en su vida, pero nunca uno asiático, y eso jamás iba a suceder.
La conversación se desarrolló con fluidez.
El enfoque de Linden, diferente al de muchos otros; el tío era un racista total. Todo el tiempo metía en la conversación la caída de los negratas/los judeocomunistas y el Movimiento de Resistencia Sueco, una especie de organización formada por antiguos skins. Mrado no estaba interesado. ¿Dónde estaba el dinero en esa charla de mierda?
Linden sacudió la cabeza.
—¿Por qué habré pensado que una persona de raza eslava lo iba a entender?
Mrado se cansó.
—Escucha, pequeño Hitler. Paso de tus teorías racistas. Sabes lo que quiero, se trata de todos nosotros. Corta las gilipolleces y en lugar de eso contesta las preguntas. ¿Entráis en el reparto o no?
Presionar a Linden era arriesgarse. Con toda seguridad habría pegado a gente hasta hacerla sangrar por menos de eso. Pero Mrado no era gente.
Linden asintió. Se había decidido.
La cuestión ya estaba resuelta.
Mrado con un subidón de alegría mientras se marchaba.
Llamó a Ratko para contárselo.
Llamó a Nenad:
—El trato con la Hermandad también está listo. Como ya te he dicho, estamos en una posición segura. Nuestros mercados están a salvo.
—Joder, qué bien trabajas, Mrado. Pídele a Dios que mantengan lo que han prometido. La venta de coca en el extrarradio está subiendo a toda velocidad. El cielo es el único límite. ¡Lo que vamos a ganar ahora!
—Tiene toda la pinta.
Mrado llevaba tiempo pensando en dónde estaba Nenad. ¿Estaba con o contra el jefe? Mrado había oído chismes, sabía que también Nenad había tenido conflictos con Radovan. Existía la posibilidad de que Nenad estuviera igual de cabreado que él. Una posibilidad que tenía que verificar. Mrado probó:
—Haga lo que haga Radovan, estamos a salvo.
—Sí, haga lo que haga Radovan.
Nenad hizo una pausa. Se quedaron callados.
Luego continuó:
—Mrado, jugamos en el mismo equipo, ¿verdad?
Eso último: Nenad ponía a prueba a Mrado igual que Mrado pensaba ponerle a prueba a él.
Nenad estaba a bordo; Mrado y Nenad en el mismo bando contra Radovan.
* * *
PROYECTO NOVA: LA NUEVA ARMA DE LA POLICÍA CONTRA LAS BANDAS DE DELINCUENTES DE LA REGIÓN
Tienen numerosos antecedentes, cada vez están más
organizados y son más violentos y entrenan
a sus jóvenes seguidores para que roben y vendan droga
Estocolmo, marzo
Los robos con violencia, delitos de estupefacientes, agresiones graves, proxenetismo y delitos de armas son su día a día. Pese a las operaciones especiales de la policía, la criminalidad de las bandas de Estocolmo se ha convertido en más avanzada, violenta y organizada. Apenas pasa un día sin que los periódicos contengan artículos sobre robos de vehículos blindados, proxenetismo o agresiones que han tenido lugar en el área de Estocolmo.
Organización
Muchos de los delincuentes son criminales expertos con sólidos antecedentes que anteriormente actuaban sobre todo de manera individual o en agrupaciones menores. Este nuevo desarrollo indica mejor una organización y mayor cohesión.
Una de las cuestiones más importantes para Karin Götberg, jefa de la policía regional, son las acciones más duras contra la delincuencia de bandas y el proyecto Nova de la policía de Estocolmo, que se puso en marcha durante el año pasado tras un tiempo de marcado aumento de los delitos graves en la región.
A ciento cincuenta personas se les ha asignado lo que se llama la «marca Nova». Significa que todos los policías saben que la captura de esa persona tiene máxima prioridad, independientemente de qué delitos se le imputen. «No vamos estar esperando éxitos. Poder encerrar a siete u ocho está bien si se puede, pero quizá no siempre funcione. Vamos a mantener una presión constante sobre ellos. Si se unen todos los asuntos que hay en la región, en general se consigue una condena contra ellos», dice Leif Brunell, jefe del grupo de investigación de estupefacientes de la dirección regional y jefe operativo del proyecto Nova.
Prestigio entre los delincuentes
Cuando se asignaron las marcas Nova, estar señalado por la policía se consideró casi como un símbolo de status entre los delincuentes.
«Se convierte en una especie de símbolo de prestigios, pero a la larga resultará muy incómodo para ellos, ya que se vuelven más visibles y no quieren serlo», dice Lena Olofsson, inspectora que trabaja en el proyecto Nova.
Los delincuentes más violentos están organizados en redes complejas y se especializan en diferentes delitos. Los conflictos pueden surgir cuando varias bandas compiten por el mismo mercado.
Hay un código de honor que ha dado lugar a altercados entre las diferentes bandas; por ejemplo, los Ángeles del Infierno y Bandidos MC. También la denominada red yugoslava ha tenido conflictos internos. Ahora mismo los problemas son especialmente agudos en el sur de Estocolmo.
Los jóvenes aspiran a entrar en las bandas
El reclutamiento de nuevos miembros para los grupos criminales es importante. Es habitual que los delincuentes más experimentados planifiquen para que los «novatos», más jóvenes, cometan el delito. A veces los mayores y más experimentados participan como «padrinos».