JW de camino a la cumbre. La oferta de Jet-set Carl, una puerta de oro. Abdulkarim más que feliz. Hablaba de sus planes de expansión.
—Encuentra a ese Jorge —le recordó a JW— y vamos a ser los amos de esta ciudad.
JW se esforzaba en encontrar al chileno, no en vano. Había iniciado búsquedas por aquí y por allá. Había cenado con gente de la zona de Sollentuna y les había ofrecido dinero por información que permitiera ponerse en contacto con el fugitivo; el asunto se resolvería.
Ese día tenía otro proyecto.
JW había llamado al profesor de la Komvux, Jan Brunéus, hacía unos días. El profesor se acordaba bien de Camilla pero en realidad no quería hablar de ella. Cuando JW insistió, le colgó.
JW no se sintió capaz de asimilar aquella reacción en ese momento. No se molestó en volver a llamarle. Intentó evitar pensar en el asunto.
Pero ese día era el momento. Se sentía obligado.
Se puso los vaqueros, la camisa, el abrigo.
Caminó hacia el Instituto de Bachillerato de Sveaplan, más abajo de Wennergrens Center, ahí estaba la Komvux. Quería conocer a Jan Brunéus en persona.
La calle Valhallavägen rugía más de lo habitual, ya fuera por el tráfico lento y atascado o por su dolor de cabeza. Probablemente por ambas cosas.
Al final de la calle Sveavägen vio el edificio de la escuela.
Eran las once y media. La gente estaba en la hora del almuerzo. JW sospechó que la secretaría cerraría para comer. No quería tener que esperar hasta que volvieran, no hizo caso de las flechas ni los carteles; en lugar de eso, preguntó directamente. Una mujer con una mochila marca Kånken, que probablemente se estaba marchando, le indicó bien: entrada grande, escaleras arriba, luego a la derecha. JW corrió contracorriente. Sobre todo jóvenes de su edad que salían para ir a comer. Clase media cansada; no entendían que había caminos más rápidos hacia la vida a lo grande.
Subió los escalones de tres en tres. Se quedó sin aliento.
Llegó a la secretaría.
Una mujer con falda tableada y blusa anticuada estaba saliendo por la puerta con movimientos decididos que indicaban: Voy a cerrar ahora.
Típico.
Él dijo:
—Hola. Por favor, ¿podría hacerle una pregunta antes de que cierre?
JW se había convertido en un maestro de la cortesía; llamaba de usted a la secretaria. Había aprendido bien en su ambiente de Estocolmo.
La señora se ablandó y le dejó entrar. Se puso detrás de un mostrador.
—Necesitaría hablar con un profesor de aquí, Jan Brunéus. ¿Tiene clases esta semana? Y si es así, ¿en qué aula?
La mujer hizo un gesto, pareció molesta. A JW no le gustaba ese estilo. Eran las formas de algunas personas; en lugar de comunicarse directamente iban por la vida poniendo caras.
Sacó un horario y se desplazó por las diferentes casillas con el dedo. Al final dijo:
—Hoy tiene una clase que acaba dentro de diez minutos, a las doce. Aula cuatrocientos veintidós. Es un piso más arriba.
JW le dio las gracias con amabilidad. Por algún motivo quería quedar bien con esa mujer. Tenía la sensación de que podía hacerle falta.
Corrió escaleras arriba. Encontró el pasillo correcto.
Aula cuatrocientos veintidós. La puerta estaba cerrada, aún faltaban cinco minutos para la hora de la comida.
Esperó en el exterior. Puso la oreja en la puerta, oyó una voz monótona pero no reconoció si era la de Jan Brunéus.
JW observó el pasillo. Paredes beis, ventanas anchas, plafones sencillos de porcelana blancos en el techo, pintadas junto a los radiadores. La típica sensación de instituto. Se había imaginado otra cosa en la Komvux. Más madurez.
Se abrió la puerta de la clase.
Salió un chico negro con ropa grande y vaqueros que le caían casi hasta las rodillas. Una veintena de alumnos salieron en tropel tras él.
JW miró el interior de la clase. Algunas chicas estaban de pie junto a los pupitres y recogían lápices y cuadernos.
El profesor borraba el texto de una pizarra blanca. No vio a JW.
Debía de ser Jan Brunéus.
El profesor iba vestido con un traje marrón de pana con coderas de cuero. Bajo la chaqueta llevaba un jersey de punto verde con cuello de pico. La barba de tres días dificultaba apreciar la edad pero probablemente tuviera en torno a cuarenta años. Sus gafas eran de montura fina, quizá de la marca Silhouette. JW opinó que tenía un aspecto agradable.
Se acercó a Jan.
Jan se dio la vuelta, observó a JW.
JW pensó: ¿No veía el parecido con Camilla?
Jan preguntó:
—¿En qué puedo ayudarte?
—Me llamo Johan Westlund. Quizá recuerdes que hablamos por teléfono hace unos días. Quería hablar de mi hermana, Camilla Westlund, si te parece bien.
Brunéus se sentó en la tarima. No dijo nada. Sólo suspiró.
¿Quería parecer amistoso o qué?
Las chicas que se habían quedado en la clase salieron.
Jan se levantó y cerró la puerta tras ellas. Volvió a sentarse en la tarima.
JW se quedó de pie en silencio. Sin hablar.
—De verdad que te pido disculpas por mi comportamiento. Me alteré al pensar en ella. Todo lo relacionado con su desaparición es tan trágico… No era mi intención colgarte.
JW escuchó sin contestar nada.
—Recuerdo muy bien a Camilla. Era una de mis alumnas favoritas. Era lista y mostraba interés. Tenía muy pocas faltas de asistencia. Le di sobresaliente en todas las asignaturas.
JW pensó: Los profesores se preocupan de cosas irrelevantes, como la asistencia.
—¿Qué asignaturas estudiaba contigo?
—Sueco, inglés y, si recuerdo correctamente, sociales. Verás, pasan por mí unas doscientas caras al año, pero me acuerdo de Camilla. Os parecéis mucho.
—Eso suele decir la gente. ¿No podrías contarme más de lo que recuerdas de ella? Sé que se relacionaba con una chica que se llama Susanne Pettersson. ¿Tenía más amigos aquí?
—¿Quién podrá ser Susanne Pettersson? De ella no me acuerdo. Pero de hecho no creo que Camilla tuviera muchos amigos, lo cual es raro. Al fin y al cabo era muy extravertida y agradable, en mi opinión. Guapa además.
Algo no encajaba. Susanne Pettersson había dicho que ella y Camilla solían hacer pellas. Ahora Jan Brunéus decía que Camilla casi no había tenido faltas de asistencia. ¿Los profesores solían contar esas cosas?
Charlaron dos minutos más. Jan hablaba en términos generales.
—La Komvux es una importante institución de la sociedad. No todos encajan en el bachillerato. Aquí pueden obtener otra oportunidad.
JW quería marcharse de la clase. Lejos de Jan Brunéus.
Jan le dio la mano.
—Toda esta historia es una pena. Envíales un saludo a tus padres de mi parte. Diles que Camilla habría llegado lejos.
Jan cogió del suelo un portafolios de piel desgastada y desapareció por el pasillo.
JW volvió a la secretaría. Comprobó los horarios de apertura. Habían cerrado para el resto del día. ¿A que era típico?
En casa consultó la guía telefónica. Ciudad de Estocolmo, Administración de Educación. Llamó al número de centralita y pidió que le pasaran con alguien que pudiera responder preguntas genéricas sobre calificaciones y documentos públicos. Habló con el responsable de la normativa de calificaciones para bachillerato. Discutieron las preguntas de JW durante quince minutos. No hizo falta más. JW obtuvo las respuestas que quería.
Decididamente, volvería a la secretaría. Hurgaría a fondo en el archivo de calificaciones de la escuela. Había algo que no cuadraba en el relato de Jan Brunéus.