Capítulo 8

La cola se veía desde Sturecompagniet. JW iba andando con los chicos, calle Sturegatan arriba. Iban de subidón, acelerados, increíblemente lanzados. JW lo sentía en todo el cuerpo: iban a tope.

Esa noche, más temprano, habían cenado en Nox. Habían pedido un vino estupendo para cenar. Llevaban tres semanas sin salir. Sus necesidades reprimidas bullían por salir: Putte quería darse el lote, Fredrik emborracharse, Nippe perseguir chicas. JW iba de subidón, quería probar su nuevo trabajo extra y marcar el territorio.

Treinta gramos de farlopa que eran suyos, adelantados por el árabe, envasados en diez bolsas para sellos con cierre, Red Line, del tres. Llevaba en los bolsillos seis gramos. El resto estaba escondido detrás del radiador de la entrada del portal de la señora Reuterskiöld.

Los chicos avanzaban a ritmo de paseo. JW caminaba dando largas zancadas laterales. Pensaba en la banda sonora de la película Men in Black.

La cola no era una cola; era un organismo formado por cuerpos humanos. La gente gritaba, hacía señas con la mano, se apretujaban, se empujaban, vomitaban, lloraban, ligaban. Los guardias intentaban contenerlos. Los paraban a todos y los dirigían a las diferentes colas por detrás de las cintas. La cola para los que tenéis tarjeta de Kharma. La cola para los que tenéis tarjeta VIP de Kharma. La cola para los que tenéis tarjeta VIP-VIP. El resto ni os molestéis. Estamos llenos. Esta noche sólo dejamos pasar a clientes fijos. ¿No lo pilláis? Que estamos LLENOS.

Unos macarrillas creciditos amenazaron con montar pelea. Los chicos de la Bolsa daban disimuladamente billetes estrujados de quinientos. Las chicas ofrecían mamadas. Recibían un no de un portero tras otro. En el aire flotaba una palabra que nadie expresaba pero que conocían todos a los que no dejaban pasar a través de la cinta de terciopelo: humillación.

Necesitaron cinco minutos para abrirse paso hasta los porteros. Algunos entendían la señal y dejaban pasar a los chicos. Otros pensaban que el mundo era justo, intentaban retenerlos. Afilaban los codos y apretaban.

Nippe le hizo una seña a uno de los porteros.

La infalible confianza en sí mismo, que JW hacía esfuerzos por copiar, funcionó como se esperaba. Pasaron con facilidad. La humillación era para que la procesaran otros. La sensación era mejor que el sexo.

En la taquilla les recibió un chico alto y rubio de rasgos limpios, Carl. El tío era de la jet-set, de la de verdad. Por eso le llamaban Jet-set Carl. Él y un socio eran los dueños. Kharma, el local de los pijos por encima de todos los demás.

Nippe abrió los brazos.

—¿Qué tal, Carl? Veo que esto va muy bien, como siempre. Hay una pasada de gente fuera esta noche. Qué genial.

—Sí, estamos contentos. Drangler pincha esta noche, es una pasada la de gente que hay. ¿Tenéis mesa?

—Claro, como siempre.

—Genial. Luego hablamos. Que os lo paséis muy bien, chicos.

Jet-set Carl entró en el local.

Nippe se quedó descolocado un momento. Le dan la espalda después de tanto lamer el culo. JW pensó: Ha funcionado, ¿qué más da?

La chica de la taquilla reconoció a Nippe. Le hizo una señal para que pasaran.

Una vez dentro, el sitio estaba medio vacío.

Nippe y JW se miraron. Se partieron de la risa. Los gritos de los porteros se oían en el interior:

—Está lleno, esta noche sólo gente con tarjeta de cliente.

Una hora más tarde Nippe estaba arrodillado en los aseos. Inclinado sobre la tapa del inodoro, con servilletas de papel dispuestas por el suelo.

Putte aprovechó para disfrutar de un Marlboro Light, canturreando la canción eurotecno de la pista.

—¿Por qué es tan popular en Kharma justo este tipo de música? ¿Por qué no música con algo más de parte cantada? Quizá RnB o hip-hop. ¿O por qué no algo de pop antiguo del bueno, tipo Melody Club? Pero no, en teoría ponen sólo eurotecno de fiesta comercial, descafeinado y jodidamente aburrido. O sea, una porquería.

JW se cansaba a veces de los aires sabelotodo sobre música de Putte. El tío almacenaba más de ocho mil canciones en mp3 en casa en su disco duro y siempre tenía que quejarse del gusto de los demás. JW dijo:

—¿Tienes que quejarte? Esto está de puta madre esta noche.

Nippe puso un espejo en la tapa bajada del inodoro. Se notaba el desgaste, marcas marrones en la tapa y en la parte superior del inodoro de los cigarrillos que la gente se había fumado a escondidas y luego los habían puesto ahí mientras se dedicaba a otras cosas. Por ejemplo, hacerse unas rayitas como ellos mismos en ese momento, hablar por el móvil, mear, que les hicieran una mamada. Si JW entornaba los ojos parecía como si hubiera pasas dispuestas sobre la tapa.

JW sacó una bolsa de sellos y vertió cuidadosamente sobre el espejo alrededor de un tercio del contenido en tres montones.

Nippe pareció sorprendido.

—¿Has vuelto a comprar tú esta semana?

—Claro. Pero a otro tío.

—Vale, ¿mejor precio que el del turco?

JW mintió:

—No demasiado, pero el tío es más agradable. El inmigrata ese me parecía de lo más molesto. Esta noche he traído mucho. Si sabéis de alguien que quiera, avisadme —sonrió—. Preferentemente nenas, claro.

Nippe hizo tres rayas con el polvo.

—Esto va a estar bien. Me coloco sólo de ver las rayas. Joder, voy a batir mi récord esta noche. Por lo menos tres tías.

JW le miró.

—Si lo consigues eres increíble. Ya me pareció una pasada cuando conseguiste que te la chuparan dos chicas en una noche.

—Sí, pero esta noche juego en la división máxima. Lo siento en los huevos. Después de esta pequeña poción mágica estoy a tope de forma. Por lo menos tres chicas van a comer carne.

—Eres demasiado. ¿Vienes o qué?

Putte apagó su pitillo contra el inodoro. Otra pasa más.

—Yes, amigo, aquí o en el baño de chicas. Y ahora que se acerca el verano, Humlan[24], es lo más.

JW quería ser como él, Nippe, el príncipe sin corona de las mamadas de Stureplan. Con una elaborada confianza en sí mismo que siempre se notaba; en cualquier entorno en el que estuviera, irradiaba seguridad. Pero a veces JW se preguntaba hasta qué punto era real. Por ejemplo, ¿pensaba Nippe de verdad que él era un regalo de Dios para las chicas o era sólo que actuaba tan bien que se lo creía él mismo? Independientemente de lo que fuera, lo convertía en alguien que causaba impresión, ese tío del que hablaban todos. Alguien que JW quería ser. Y sin embargo no quería ser como él. El tío era tan tonto…

Nippe se sacó un billete de cien del bolsillo trasero. Lo enrolló al estilo Hollywood, se inclinó y aspiró sobre el espejo.

JW y Putte fueron los siguientes.

El polvo hizo efecto en el acto.

Dinamita blanca.

La vida sonreía.

Perdió a los chicos en la pista de baile. La música retumbaba. Bob Sinclair con voz distorsionada: Love Generation. La máquina de humo funcionando en una esquina. El estroboscopio centelleaba. El mundo en fotogramas. Fotograma uno: las tías de primera. Fotograma dos: la tía mueve los brazos por encima de la cabeza. Fotograma tres: el escote de la misma tía delante de la cara de JW.

Kharma era un verdadero ligódromo; para pijos.

Estaba mareado, excitado. Era como si funcionara con gasolina de noventa y ocho octanos. JW quería bailar, magrear, meter mano, restregarse. Sobre todo, quería explotar. Quería tener una erección tan intensa que un gato pudiera afilarse las uñas en ella.

Movía las piernas diez veces más lejos de lo que solía.

La sensación era clara: era el mejor, el más salido, el más inteligente. El más genial. Ya lo iban a ver.

Se le acercó otra chica. Le besó en la mejilla. Le gritó al oído:

—Hola, JW. ¿Qué tal? ¿Cómo lo pasasteis el fin de semana antepasado?

JW echó la cabeza hacia atrás. La miró con fijeza.

—Sophie, qué guapa estás esta noche. ¿Estáis aquí todas?

—Sí, pero Louise no, está en Dinamarca. Ven a nuestra mesa a saludar.

Se cogieron de la mano. Él se dejó llevar.

Pasó la mirada por las personas de la mesa. Cuatro chicas increíblemente guapas sentadas, vestidas con tops que enseñaban más de lo que escondían. Los colores rosa, malva y turquesa dominaban. Todas con sujetadores push-up o tetas de silicona, vaqueros ajustados o minifaldas.

Ponte recto, joder; concéntrate.

Nippe ya estaba sentado a la mesa, abrazaba a una de las chicas. Estaba zalamero, bromeaba, la miraba fijamente a los ojos. JW pensó: ¿Qué número hace en la lista? Joder, aún no le podía haber dado tiempo con la primera.

JW se sentó. En la mesa había una bandeja para combinados: una cubitera con una botella de vodka y botellas de veinticinco centilitros de tónica Schweppes, ginger ale, soda y russian. JW vio confirmada una norma básica: hay que beber combinados o champán, pero no cerveza.

Era difícil hablar con la música. Sophie le sirvió un vodka con soda. JW dio un sorbo, removió la bebida y cogió un cubito de hielo con los dedos y se lo metió en la boca. Lo chupó con fuerza. Sophie le miró y dio un sorbo a su bebida.

Repasó mentalmente los consejos de Abdulkarim. Empieza invitando gratis. Haz amigos siendo generoso, amigos a los que les guste la coca. Amigos que tengan dinero o que tengan amigos con dinero. Asegúrate de que la gente se meta lo menos posible en el propio garito; es un sitio poco seguro. Mejor ir a tomar la última a casa. Organiza reuniones en casas para tomar la última. Dásela a medio conocidos en la casa, después de salir. Métete en casa. Al principio no vendas grandes cantidades, no te interesa crear un mercado de reventa.

Nippe se inclinó hacia delante y empezó a hablar con Sophie. JW no oía lo que decían. En cambio se dedicó a disfrutar del subidón, se desabrochó un botón de la camisa y dio varios tragos a la bebida. Sentía que sus pensamientos eran tan afilados como una hoja de afeitar Mach 3.

JW tenía ideas propias. No llevaría mucho encima de una vez, si le pillaban podía decir que era para consumo propio. El resto lo escondería en distintos sitios bien pensados. Cuando hubiera vendido todo: a casa a coger más. Sin problemas, Stureplan estaba lo suficientemente cerca del parque Tessin. Aún más importante: tener contentos a los amigos para que no cuestionaran demasiado por qué siempre iba a ser él quien se encargara de pillar de ahí en adelante.

Sophie se inclinó hacia delante y rozó la oreja de JW con sus labios. Él se estremeció.

Ella fue directa al grano:

—Nippe dice que tienes coca. ¿No vamos a poder probar un poquito?

En su interior le dio las gracias a Nippe. Esto era la apertura. Juega tus cartas bien ahora, no montes un número por esto.

Dijo:

—Claro, me queda un poco. Tráete a tu amiga Anna y nos vamos a Humlan un rato.

Se volvieron a coger de la mano, se apretujaron entre la muchedumbre. Pasaron el grupo de pijos, las tías con silicona, los tipos de la mafia yugoslava y los tíos de la Bolsa.

La música eurodisco seguía retumbando.

Se dirigieron hacia la salida. Estaba lleno de gente junto a las taquillas de la entrada. Jet-set Carl estaba en su sitio y supervisaba el movimiento por la taquilla. Pero su auténtico cometido, más importante, era abrazar, sonreír, presentar, charlar, reír, coquetear. Jet-set Carl controlaba. Jet-set Carl tenía estilo. El dinero entraba a espuertas. JW tomó nota mentalmente: es un buen contacto para el futuro.

JW se acercó. Se colocó con Sophie y su amiga Anna, cada una a un lado, y le ofreció la mano. Jet-set Carl levantó las cejas.

—Y tú eres…

JW preparado. Contestó:

—El amigo de Nippe Creutz, ya sabes.

JW vio en sus ojos que le reconocía. Pero quizá no era de verdad. Una de las más importantes habilidades de Jet-set Carl era hacer que la gente se sintiera bienvenida y recibida de manera agradable pese a que él no les recordara o no tuviera ni remota idea de quienes eran. Algunos lo llamaban falsedad. JW lo llamaba mentalidad para los negocios.

JW soltó algunas frases cortas preparadas con rapidez. Fueron respondidas con carcajadas. Carl se fijó en las chicas que flanqueaban a JW; había hecho lo correcto. Explicó que sólo iban a dar una vuelta pero que pensaban volver a entrar pronto. Carl asintió. JW hizo algunas bromas más. Conectaron, buen rollo. Jet-set Carl parecía contento.

JW se dijo a sí mismo: Lo has hecho muy bien, JW.

Salieron. Eran las dos. La cola era gigantesca, histérica, caótica. Avisó a un portero de que volverían enseguida. Humlan se abría ante ellos, aún verde oscuro pese a que ya empezaba a amanecer. El ruido de la cola se oía a lo lejos. Las chicas iban a tope. Se sentaron en un banco. Hicieron bromitas tontas. El aire era fresco, el sudor se secó. JW seguía parloteando, soltaba un cumplido tras otro, forzó la maquinaria de encantador al máximo. Se mostraba cercano, de su lado.

—Vaya, qué guapas estáis esta noche. ¿Habéis echado el ojo a algún chico guapo? Nippe está muy bien, ¿no? Puedo encargarme de colocártelo, Sophie.

Etcétera, etcétera. Sophie estaba brutalmente guapa. JW le tenía muchas ganas.

Él las conocía pero, en cierto modo, no. Las chicas pertenecían al grupo del internado Lundsberg, un colegio cuyo lema era conocimiento, tradición, unión. Todos llevaban el mismo nombre de pila que sus padres y los padres de éstos. JW estaba al tanto de casi todo por los chicos. Conocía la jerga y la etiqueta. Debería poder tener una oportunidad.

Anna se rió.

—¿No ibas a darnos algo a probar?

JW dijo:

—Por supuesto, casi me olvido.

No había querido forzar demasiado el asunto. Había esperado a que ellas preguntaran.

Sacó un estuche con un espejo, de tipo plegable. La bolsita para sellos estaba preparada en el bolsillo interior de la chaqueta. Hizo un montoncito y lo colocó con una cuchilla de afeitar; tres rayas delgadas. Mostró a las chicas un tubito de acero cepillado. Miró a su alrededor y les ofreció el tubo.

—Por favor. Servíos.

Un cuarto de hora más tarde entraron las chicas. El portero las recordaba, chicas como Sophie y Anna habrían entrado de todas las maneras; pasaron a través de la cola como Moisés a través del Mar Rojo.

JW se quedó en el parque, quería meterse un tirito más él solo.

Todo iba de puta madre. Las chicas parecían contentas. Colocadas, rebosantes de energía y llenas de espontaneidad. Era un buen principio. El primer paso de JW en el mundo de la coca. Con c, como cash[25].

Las cosas sólo podían ir a mejor.

El cielo estaba de color gris claro.

La rampa cubierta de cristal de la Biblioteca Real que bajaba hacia el almacén parecía brillar. JW solía sentarse ahí a estudiar cuando no lo hacía en casa. Allí había visto a Sophie en muchas ocasiones. Había aprendido a reconocer el claro sonido de sus tacones cuando iba de una clase a otra, había observado a sus amigas, había observado a cuáles saludaba. Y después de un tiempo resultó que él conocía a varios chicos y chicas de su grupo. Los círculos eran más pequeños de lo que se había pensado.

Cogió el estuche y sujetó el tubo en la mano.

Entonces lo vio.

El motor sonó como una central nuclear en pequeño cuando pisó retumbando por Sturegatan, como una línea a través de la noche de Estocolmo.

Un Ferrari amarillo.

Su primer pensamiento: el modelo parecía coincidir con el que había visto en las fotos de Camilla.

Su segundo pensamiento: difícilmente puede haber más de un coche como ése en Estocolmo.

El recuerdo de la hermana le invadió.

Tenía que saber.

¿Quién sería el dueño del coche?

* * *

TRIBUNAL DE ESTOCOLMO

SENTENCIA

Ministerio fiscal

Fiscal Markus Sjöberg

Fiscalía de Estocolmo

Denunciantes

1 - Joakim Berggren, 740816-0939

Vapengatan 5

12652 Hägersten

2 - Daniel Lappalainen, 801205-2175

Lundagatan 55

11727 Estocolmo

Acusados

1 - Patrik Sjöquist, 760417-0351

Rosenlundsgatan 28

11853 Estocolmo

2 - Mrado Slovovic, 670203-9115

Katarina Bangata 37

11639 Estocolmo

Defensor público

Abogado Martin Thomasson

Apartado de Correos 5467

12131 Estocolmo

DELITOS COMETIDOS

Agresión grave.

LEGISLACIÓN APLICABLE

Capítulo 3, sección 6 del Código Penal.

PENA:

Prisión; 3 años.

CARGOS DESESTIMADOS

Punto 2 de la acusación (Mrado Slovovic, agresión).

FUNDAMENTOS

Punto 1 de los cargos (Patrik Sjöquist; agresión grave)

Pruebas

El fiscal se ha remitido como prueba escrita a un informe médico relativo a las lesiones de Joakim Berggren. El informe hace referencia entre otras a una fractura del tabique nasal, mandíbula rota por dos sitios, una fractura en el pómulo derecho, abrasiones de la piel en cinco lugares, hematomas y tumefacción en mejillas y frente, hematoma alrededor del ojo derecho, tumefacción y heridas en los labios, pérdida de cuatro dientes en arco superior e inferior así como derrame cerebral, considerable edema cerebral y conmoción cerebral.

Como prueba oral el fiscal se ha remitido al testimonio del demandante, Joakim Berggren, al testimonio del testigo Peter Hållen, guardia de seguridad en el restaurante Kvarnen, así como al testimonio del testigo Christer Thräff, cliente del mencionado restaurante en el momento del suceso.

El denunciante Joakim Berggren ha relatado entre otras cosas lo siguiente. Los tres hombres, Patrik Sjöquist, Mrado Slovovic y Ratko Markewitsch llegaron al restaurante Kvarnen hacia la 1.20 del veintitrés de agosto de este año. El guardia que se encargaba de la cola de la entrada, Jimmy Andersson, informó a Berggren por medio del sistema de comunicación interno de que los tres hombres se habían comportado de forma amenazadora y habían solicitado hablar con la persona responsable del guardarropa. Jimmy Andersson optó por dejarles entrar. Berggren comprendió que los hombres pertenecían a la denominada mafia de los guardarropas, una parte de los bajos fondos organizados de Estocolmo que intenta ganar dinero con los guardarropas de diferentes restaurantes y bares. Por lo tanto les comunicó que el Kvarnen no estaba interesado. Pese a esto, les admitió en el restaurante. Los tres hombres se comportaron de forma agresiva. Patrik Sjöquist dijo entre otras cosas que se negaban a marcharse del local si no podían hablar con el responsable del guardarropa. Después de unos dos minutos, los hombres entraron en el local sin haber conseguido hablar con nadie en relación con el guardarropa. Berggren siguió trabajando en el guardarropa y en la entrada. Hacia las 3.00 se dirigió al aseo para orinar. Patrik Sjöquist entró en el baño. Enseguida entraron también los otros dos hombres. Berggren estaba de pie junto al urinario. Patrik Sjöquist se dirigió hasta él y le dio un cabezazo en el tabique nasal. Cree que le rompió la nariz. A continuación Patrik Sjöquist agarró a Berggren por el pelo y le golpeó la cabeza contra el borde del urinario. A continuación, Patrik Sjöquist golpeó de nuevo la cabeza de Berggren contra el canto del urinario al menos tres veces. Recuerda que Patrik Sjöquist gritaba: «Maricón de mierda» y «Esto es lo que les pasa a los que son como tú». Después, Berggren perdió el conocimiento.

Preguntado sobre los cargos, el acusado Patrik Sjöquist ha declarado lo siguiente. Joakim Berggren le amenazó y dijo que le iba a machacar «si volvía a poner un pie en el Kvarnen». El motivo de esto era que Patrik Sjöquist se había negado a dejar su chaqueta en el guardarropa. Cree que es por eso que Joakim Berggren piensa que pertenecía a alguna de las denominadas «mafias de los guardarropas». Más tarde fue al aseo a orinar. Una vez allí, Joakim Berggren le dio un empujón en el pecho. Intentó protegerse y se inició la pelea. No recuerda exactamente lo que sucedió pero sabe que recibió una serie de puñetazos y que fue él quien luchó contra Joakim Berggren. Se protegió contra los ataques de Joakim Berggren. Sin embargo admite haber golpeado a Joakim Berggren en la cara como máximo en tres ocasiones. El motivo de esto fue protegerse y actuó en defensa propia. No cree haber golpeado la cabeza de Joakim Berggren contra el urinario. Él no haría algo semejante. A continuación entraron dos personas corriendo en el aseo. Sjöquist no sabía que eran guardias de seguridad. Uno de ellos empezó a luchar contra Mrado Slovovic. Sjöquist no sabe por qué. Estaba bebido en el momento del suceso.

Criterios del tribunal

El guardia de seguridad Peter Hållen ha declarado entre otras cosas que vio a Patrik Sjöquist sujetando a Joakim Berggren por el cuello cuando entró en el aseo. También vio que Mrado Slovovic le hacía una llave a uno de los otros guardias, Daniel Lappalainen, y le agarró de la pierna. El cliente del restaurante Christer Thräff ha declarado que oyó que Patrik Sjöquist le gritaba a Joakim Berggren que iba a cobrar «hasta que aprendiera» así como que vio que Patrik Sjöquist le daba un cabezazo a Joakim Berggren. Los testimonios de los testigos resultan fidedignos. El tribunal considera además que el testimonio de Joakim Berggren es fidedigno. Por ejemplo, ha descrito detalles sobre lo que gritó Patrik Sjöquist. Su relato lo respaldan los informes médicos y las declaraciones de Peter Hållen y Christer Thräff.

Patrik Sjöquist no tiene ninguna lesión de la que haya constancia y no recibió atención médica tras el suceso. El testigo Christer Thräff ha relatado que fue Patrik Sjöquist quien dio un cabezazo a Joakim Berggren sin mediar provocación. Debido a esto, el tribunal considera que el relato de Patrik Sjöquist no es fidedigno.

En conjunto, el tribunal considera que Patrik Sjöquist ha causado lesiones a Joakim Berggren tal y como sostiene el fiscal. No se puede considerar que Patrik Sjöquist haya actuado en legítima defensa. La agresión ha sido excepcionalmente brutal y ha de juzgarse como grave al haber consistido en repetidos golpes en la cabeza con graves lesiones como consecuencia. El cargo queda demostrado y por lo tanto se admite. El delito se califica de lesiones graves.

Patrik Sjöquist aparece en siete ocasiones en el registro de antecedentes penales. El tribunal de Nacka fue el último y le condenó a cuatro meses de cárcel por agresión. Otras entradas del registro se refieren entre otros a otra condena por agresión así como condenas por amenazas, acoso racista, delito en relación con la legislación sobre tenencia de armas, delito en relación con dopaje e infracciones de tráfico. Según el Organismo de Prisiones y Libertad Condicional de Estocolmo, consta que Patrik Sjöquist lleva una vida ordenada. Trabaja como albañil y dedica gran parte de su tiempo al culturismo.

Sus ingresos anuales son de aproximadamente 200.000 coronas al año. No hay necesidad de vigilancia. Patrik Sjöquist ha accedido a realizar trabajos sociales. La pena establecida para tal delito es alta, por lo que no puede plantearse otra condena salvo prisión. Por lo tanto se fija una condena de cárcel; tres años.

Punto 1 de los cargos (Mrado Slovovic; agresión)

Pruebas

El fiscal se ha remitido como prueba oral al interrogatorio con el demandante, el guardia de seguridad Daniel Lappalainen, así como al interrogatorio con el testigo Peter Hållen, guardia de seguridad.

Daniel Lappalainen ha relatado entre otras cosas lo siguiente. No sabe si llevaba puesta su placa de guardia de seguridad en el momento del suceso. Se dio cuenta de que «algo pasaba» en el aseo de caballeros. Cuando entró vio que Joakim Berggren estaba tirado en el suelo. Había sangre en la pared y en la cara de Joakim Berggren. Había varias personas en el interior del aseo. Les dijo a todos gritando que se quedaran dentro del aseo. Un hombre salió corriendo y pasó a su lado. Otro hombre, Mrado Slovovic, le agarró por la pierna de manera que perdió el equilibrio. Mrado Slovovic le agarró luego el pie. Le hizo mucho daño. Pensó que Mrado Slovovic iba a romperle el pie. A continuación, Mrado Slovovic le dijo que «el Kvarnen volverá a recibir una visita» y que «Joakim Berggren se había metido con los chicos equivocados». A continuación Mrado Slovovic y Patrik Sjöquist salieron del local.

El guardia de seguridad Peter Hållen ha manifestado lo mismo en el punto 1 de la acusación.

Al ser interrogado sobre los cargos, el acusado, Mrado Slovovic, ha manifestado lo siguiente. El guardia de seguridad Joakim Berggren había sido muy desagradable con su amigo Patrik Sjöquist previamente, esa misma noche. Cuando Mrado Slovovic entró en el aseo de caballeros vio que la situación era tumultuosa y que Joakim Berggren y Patrik Sjöquist se estaban peleando. Iba a separarlos cuando entraron dos hombres en el aseo. Mrado Slovovic no vio que eran guardias de seguridad. Uno de los hombres, Daniel Lappalainen, debió de pensar que Mrado Slovovic estaba involucrado en la pelea porque intentó derribarle con una llave. Mrado Slovovic se asustó mucho. Mrado Slovovic consiguió no obstante zafarse de Daniel Lappalainen. Puede que le agarrara el pie a Daniel Lappalainen para soltarse, pero no lo hizo con fuerza. Daniel Lappalainen no llevaba ninguna placa de seguridad y Mrado no sabía que era guardia de seguridad.

Criterios del tribunal

Los testimonios de Daniel Lappalainen y Mrado Slovovic no concuerdan sobre quién atacó a quién y si Mrado Slovovic agarró a Daniel Lappalainen del pie para defenderse o no. Ambos han proporcionado testimonios fidedignos. La versión de Daniel Lappalainen la respalda el testimonio de Peter Hållen con relación a cómo Mrado Slovovic derribó a Daniel con una llave. La versión de Mrado Slovovic la respalda que Patrik Sjöquist declarara que fue el guardia de seguridad quien empezó a luchar con Mrado Slovovic.

De acuerdo con la legislación sueca, el testimonio del acusado será la base de la evaluación del tribunal si el fiscal no lo refuta. En las actuales circunstancias se trata de la palabra de uno contra la del otro y ambas versiones tiene un cierto respaldo en lo que vieron las otras personas. También ha de señalarse que no hay ningún certificado médico que confirme que la pierna de Daniel Lappalainen haya sufrido lesiones. Sin embargo se considera irrefutable que la situación general en el interior del aseo del Kvarnen fue tumultuosa. En esta situación se inició una trifulca y pudo resultar confuso determinar quién atacó a quién. Se considera demostrado que Mrado Slovovic entró en el aseo con posterioridad a Patrik Sjöquist y por lo tanto puede haber interpretado la situación de manera diferente. Incluso si Mrado Slovovic hubiera lesionado la pierna de Daniel Lappalainen de la manera que se ha dicho, esto pudo haber sido como defensa, ya que Mrado Slovovic interpretó que estaba siendo atacado y por lo tanto actuó en lo que consideró legítima defensa, es decir, creyó que existía un peligro inminente de ser víctima de un acto delictivo. Tampoco se ha demostrado que Daniel Lappalainen llevara su placa de guardia de seguridad. La declaración de Mrado Slovovic sobre que no se dio cuenta de que Daniel Lappalainen era un guardia deberá por lo tanto ser tenida en consideración. En conjunto, el tribunal encuentra que el fiscal no ha conseguido acreditar el presunto delito. Por lo tanto se desestima el cargo.

CÓMO APELAR: véase la información adjunta (DV 400).

La apelación se elevará ante el tribunal de apelación y se presentará al tribunal en un plazo máximo de tres semanas a partir del día de hoy.

En nombre del tribunal,

TOR HJALMARSSON