[1] Eclesiastés I, 2: «Vanidad de vanidades; todo es vanidad» (cfr. I, 14; II, 11, etc.). <<

[2] Los ensayos. <<

[3] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 88, 37 (pero la referencia es a Dídimo de Alejandría, que habría escrito cuatro mil libros; Montaigne sigue, de hecho, a Jean Bodin, Methodus, «Epístola dedicatoria», que incurre en la misma confusión). <<

[4] Pitágoras imponía a sus discípulos un silencio de cinco años; cfr. Diógenes Laercio, VIII, 10. <<

[5] Cfr. Suetonio, Galba, 9, 1. <<

[6] Es decir, las guerras civiles que Francia vivió en la segunda mitad del siglo XVI. <<

[7] Plutarco, Cómo se debe escuchar, 10, 43a-b; Cómo distinguir a un adulador de un amigo, 35, 73b. <<

[8] Según Florimond de Raemond, se trataría de Jacques-Benoit Lagebâton, que había sido presidente primero del Parlamento de Burdeos. <<

[9] Probablemente, la referencia es a los protestantes. <<

[10] Cfr. Plutarco, Licurgo, 22, 1-2; Heródoto, VII, 208, 3; 209, 3-4. <<

[11] Plutarco, La paz del alma, I, 465b: «Jenofonte aconsejaba recordar y honrar a los dioses sobre todo mientras somos afortunados, para que, cuando estemos en aprietos, les invoquemos confiados en que están ya amistosamente dispuestos…» (trad. R. M. Aguilar, Madrid, 1995; cfr. Jenofonte, Ciropedia, I, 6, 3). <<

[12] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 94, 74. <<

[13] Petronio, Fragmentos, 42, 5-6. <<

[14] Un deseo censurado con frecuencia por Séneca (cfr. Cartas a Lucilio, 2, 1-2; 28; 69, 1-2; 104, 7-20). Justo Lipsio recoge el punto de vista de Séneca en su influyente La constancia (I, 2-3). <<

[15] Horacio, Odas, III, 1, 29-32. <<

[16] Lucrecio, V, 215-217. <<

[17] Cfr. Plutarco, Paulo Emilio, 5, 2-3; Deberes del matrimonio, 22, 141a: «El romano, al ser censurado por sus amigos, porque había repudiado a una mujer prudente, rica y hermosa, extendiendo hacia ellos su calzado, dijo: “También éste es hermoso a la vista y nuevo, pero nadie sabe dónde me aprieta”» (trad. C. Morales Otal y J. García López, Madrid, 1986). <<

[18] Cicerón, Paradojas de los estoicos, VI, 3, 50. <<

[19] (c1) el placer del reposo. <<

[20] Leonor fue la única hija superviviente de Montaigne. <<

[21] Plutarco, Foción, 30, 2. <<

[22] Diógenes Laercio, VI, 88. <<

[23] (b) e ignominiosas. <<

[24] Plutarco, El refrenamiento de la ira, 16, 464b. <<

[25] (b) Ahora bien, Homero nos muestra de sobra hasta qué punto la sorpresa da ventaja, cuando hace que Ulises llore por la muerte de su perro y no llore por el llanto de su madre. El primer acontecimiento, aunque leve, le arrebató, porque le asaltó inopinadamente; resistió al segundo, más impetuoso, porque estaba preparado. Son motivos leves que, sin embargo, alteran la vida. Nuestra vida es una cosa delicada y fácilmente vulnerable. [Plutarco, La paz del alma, 16, 475a; cfr. Odisea, XVII, 302-304; XIX, 208 y ss.]. <<

[26] Montaigne responde tal vez a Justo Lipsio, La constancia, I, 7, cuya tesis es que los bienes y males exteriores son ficticios. <<

[27] Séneca, Cartas a Lucilio, 13, 13. <<

[28] Lucrecio, I, 313. <<

[29] Virgilio, Eneida, V, 720. <<

[30] Diógenes Laercio, VI, 54. <<

[31] Cfr. Cicerón, La vejez, 16, 56. Sobre los placeres de la jardinería, véase también Justo Lipsio, La constancia, II, 1-3. <<

[32] Virgilio, Églogas, II, 71-72. <<

[33] Horacio, Odas, II, 6, 6-8. <<

[34] Cicerón, La amistad, 19, 70. <<

[35] Séneca, Cartas a Lucilio, 3, 3. <<

[36] Desde la muerte de su padre en 1568. <<

[37] Cicerón, Paradojas de los estoicos, V, 1, 3 5. <<

[38] Cfr. Diógenes Laercio, VI, 87-88. <<

[39] Horacio, Cartas, I, 5, 23-24. <<

[40] Platón, Cartas, IX, 357e. <<

[41] Juvenal, XIII, 28-30. <<

[42] Cfr. Justo Lipsio, La constancia, I, 8-9; el humanista flamenco denuncia que, tras la supuesta preocupación por los males públicos, suele ocultarse el mero interés por lo particular. <<

[43] Virgilio, Geórgicas, I, 505. <<

[44] Virgilio, Eneida, VII, 748-749. <<

[45] El nombre de Ponerópolis, es decir, ciudad de los malvados; cfr. Plutarco, La curiosidad, 10, 520b. <<

[46] Las artes son la filosofía. <<

[47] (c1) asumimos a los hombres ya obligados y formados <<

[48] Cfr. Ovidio, Metamorfosis, I, 399; III, 305. La Boétie, en una página de La servidumbre voluntaria, había planteado el supuesto de una «gente del todo nueva» que tuviera que elegir entre la libertad y la servidumbre. Pero reconocía, por otro lado, que los hombres reales están ya modelados por la costumbre. <<

[49] Plutarco, Solón, 15, 2. <<

[50] San Agustín, Ciudad de Dios, VI, 4, 2; cfr. IV, 31, 1. Este pasaje sugiere una interpretación plenamente política de la religión. <<

[51] Es el cuarteto 109 de los célebres Quatrains contenant préceptes et enseignements utiles pour la vie de l’homme (primera edición completa, 1576), de Guy du Faur, señor de Pibrac (1529-1584). Pibrac fue un importante magistrado, orador y poeta, buen exponente de los llamados «políticos». Había tenido como preceptor a Pierre Bunel, mencionado al inicio de la «Apología» (II, 12), y compuso un escrito en justificación de la masacre de Saint-Barthélemy. Jean Bodin le dedicó su République (1576). <<

[52] El político moderado Paul de Foix (1528-1584), a quien Montaigne dedica en 1570 una parte de las obras de La Boétie. <<

[53] Posible referencia a la necesidad de renovación de que habla Maquiavelo en Discursos, III, 1: «El modo de renovarlos [los Estados y las “sectas”] es… reconducirlos a sus principios». <<

[54] Cfr. Platón, República, VI, 501a. <<

[55] Cicerón, Los deberes, II, 1, 3. <<

[56] Cfr. Maquiavelo, Historias florentinas, V, 1: «Y de este modo siempre del bien se desciende al mal, y del mal se asciende al bien»; Giordano Bruno hace suya una idea muy similar (véase, por ejemplo, Heroicos furores, II, 1). <<

[57] Tito Livio, XXIII, 3-4. Maquiavelo refiere este ejemplo en Discursos sobre la primera década de Tito Livio, I, 47; también lo hace Jean Bodin en République, IV, 7. <<

[58] Horacio, Odas, I, 35, 33-38. <<

[59] Terencio, Adelfos, IV, 7, 761-762. <<

[60] Cfr. Platón, República, VIII, 546a. <<

[61] Séneca, Cartas a Lucilio, 73, 3. <<

[62] Valerio Máximo, VII, 2, ext. 2. <<

[63] Plauto, Cautivos, «Prólogo», 22. <<

[64] Isócrates, A Nicocles, VII, 26. <<

[65] Lucano, I, 82-84. <<

[66] Curiosamente, el joven La Boétie usaba la misma imagen para subrayar la fragilidad objetiva de la tiranía: «Dejad simplemente de sostenerlo [al tirano]: veréis cómo se desploma por su propio peso y se quiebra, como un gran coloso al que hubieran arrebatado la base» (La servidumbre voluntaria). <<

[67] Lucano I, 138-139. <<

[68] Virgilio, Eneida, XI, 422-423. <<

[69] En su De conjunctionibus magnis (1564) el astrólogo y matemático Cyprianus Leovitius había asociado la gran conjunción planetaria de 1584 con la segunda venida de Cristo y el fin del mundo. En noviembre de 1572 apareció en el cielo, en la constelación de Casiopea, una «nueva estrella», para muchos (como Cornelio Gemma, Guillaume Postel y Tycho Brahe) un fenómeno sobrenatural que anunciaba una inminente gran mutación. En 1577, un cometa avivó las tendencias escatológicas (por ejemplo, en Helisaeus Roeslin). <<

[70] Horacio, Épodos, 13, 7-8. <<

[71] Es decir, en Los ensayos. <<

[72] Cfr. Plutarco, La charlatanería, 5, 504c-d. <<

[73] Horacio, Épodos, 14, 3-4. <<

[74] Quinto Curcio, VII, 1, 8-9. <<

[75] Es decir, en militares. <<

[76] Castiglione, El cortesano, I, 13. <<

[77] Cicerón, Académicas, II, 4, 10. <<

[78] Idem, Bruto, 60, 217. <<

[79] Quintiliano, XI, 1, 33. <<

[80] El tercer libro de Los ensayos. <<

[81] (b) He envejecido ocho años desde mis primeras publicaciones; pero pongo en duda que me haya enmendado ni un ápice. [El año 1580 es, en efecto, la fecha de publicación de la primera edición de Los ensayos]. <<

[82] (c1) de los juncos <<

[83] Cicerón, Académicas, II, 22, 69; Antíoco se pasó de la Academia al estoicismo. <<

[84] En el siglo XVI se proponen varias reformas ortográficas del francés (destaca el Traicté touchant le commun usage de l’escriture françoise, 1542, de Louis Meigret), en busca de una correspondencia más exacta entre grafía y pronunciación, siguiendo el modelo del castellano (véase Ronsard, Abrégé de l’art poétique, 1565, ed. Pléiade, II, p. 1007). Una de las recomendaciones de Montaigne a su editor (conservadas en el verso de la página de título del Ejemplar de Burdeos) es precisamente: «Seguid la ortografía antigua». Parece una muestra más de su alergia por las reformas de cariz racionalista. <<

[85] Un nuevo metal, inferior a los conocidos, con el que calificar la época de Montaigne (cfr. Juvenal, XIII, 28-30, citado más arriba). <<

[86] El lazo de la religión; es el caso de los protestantes y de los católicos intransigentes. <<

[87] Los términos latinos correspondientes son «cessante lucro, emergente damno». <<

[88] Plutarco, Vida de los diez oradores, 6, 841d. <<

[89] Cicerón, Los deberes, 1, 9, 28. <<

[90] Cfr. Terencio, Adelfos, III, 5, 490. <<

[91] Valerio Máximo, II, 2, 6. <<

[92] Cicerón, La amistad, 17, 63. <<

[93] Cfr. Virgilio, Eneida, XII, 519. <<

[94] Cfr. la carta que Montaigne dirige a Enrique de Navarra el 2 de septiembre de 1590, donde expresa su deseo de no recibir prebenda alguna: «No he recibido jamás favor alguno de la generosidad de los reyes, ni tampoco he pedido ni merecido, ni recibido, ningún pago por los pasos que he realizado a su servicio… Soy tan rico, majestad, como lo deseo». <<

[95] Cfr. Terencio, Adelfos, III, 5, 455. <<

[96] (c1) los anillos [En francés el dilema es entre bragues y bagues]. <<

[97] Platón, Hipias menor, 368b-c (que habla, en efecto, de anillos); cfr. Cicerón, El orador, III, 32, 127. <<

[98] (b) He buscado de muy buena gana la ocasión de hacer favores, y de unir a los demás a mí; y me parece que no hay uso más grato de nuestros medios. <<

[99] Aristóteles, Ética a Nicómaco, IV, 3, 1124b 11. <<

[100] N. Calcóndila, II, 12. <<

[101] J. Osorio, Historia de Portugal, XIX, 6. <<

[102] Aristóteles, Ética a Nicómaco, IV, 3, 1124b 16-18; cfr. Ilíada, I, 394-407, 503. <<

[103] Aristóteles, Ética a Nicómaco, IX, 7, 1168a 23-24. <<

[104] Cfr. Maquiavelo, El príncipe, 17; Discursos sobre la primera década de Tito Livio, III, 19-22. <<

[105] Jenofonte, Ciropedia, VIII, 4, 7-8. <<

[106] Tito Livio, XXXVII, 6. <<

[107] La misma idea aparece en la carta a Enrique de Navarra fechada el 18 de enero de 1590: «Un gran conquistador del pasado se jacta de haber dado tantos motivos para que le amen a sus enemigos subyugados como a sus amigos». Cfr. Tito Livio, XXXVII, 25. <<

[108] Virgilio, Bucólicas, I, 70. <<

[109] En realidad, Montaigne era ya el nombre de un dominio que fue comprado por Ramón Eyquem, el bisabuelo de Michel, el 10 de octubre de 1477. <<

[110] Ovidio, Tristes, IV, 1, 59-60. <<

[111] (b) Esta desdicha me afecta más que a nadie, por la condición del lugar donde resido. <<

[112] Ovidio, Tristes, III, 10, 67. <<

[113] Lucano, I, 256-257, 251-253. <<

[114] Séneca, Cartas a Lucilio, 70, 12. <<

[115] Cfr. Plutarco, Cómo sacar provecho de los enemigos, 10, 92b. <<

[116] (c1) bajo distintas clases de fortunas <<

[117] Virgilio, Geórgicas, I, 506. <<

[118] Sobre el cosmopolitismo de Sócrates, cfr. Plutarco, El destierro, 5, 600f; y, en la época de Montaigne, Justo Lipsio, La constancia, I, 9. <<

[119] Plutarco, El destierro, 6, 601d. <<

[120] Ibidem; cfr. Heródoto, I, 188. <<

[121] Platón, Critón, 52c. <<

[122] Cfr. Cicerón, Tusculanas, V, 37, 108; Plutarco, El destierro, 5, 600f. <<

[123] Platón, Critón, 52b. <<

[124] Ibidem, 48c. <<

[125] Cfr., al final de III, 13, la referencia a los «éxtasis y demonerías» de Sócrates. <<

[126] Véase el capítulo I, 25. <<

[127] Virgilio, Eneida, VI, 114. <<

[128] Jenofonte, Ciropedia, VIII, 8, 17. <<

[129] (b) Me resisto más a las empresas pequeñas que a las grandes <<

[130] (b-c1) para una mujer <<

[131] Plutarco, Nociones comunes contra los estoicos, 22, 1068f-1069a. <<

[132] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 55, 9-11. <<

[133] Ovidio, Tristes, III, 4, 57. <<

[134] Horacio, Cartas, II, 1, 38, 45-47 (el poeta romano se refiere al argumento que los lógicos llaman sorites). <<

[135] Cicerón, Académicas, II, 29, 92 (en referencia también a los sorites). <<

[136] Cfr. Saxo Gramático, Gesta danorum, XIV, 39, 4; Ambroise Paré, Des monstres et prodiges, 30; Johann Weyer (Wierus), De praestigiis daemonum et incantationibus ac veneficiis, I, 8. <<

[137] Terencio, Adelfos, I, 1, 32. <<

[138] «Verdadera» en contraste con la amistad entre marido y mujer, que es sólo su remedo (véase I, 27 y III, 5). <<

[139] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 55, 9. <<

[140] Platón, Leyes, ΧΙΙ, 950d. <<

[141] Ibidem, 951d. <<

[142] Es decir, de la escuela estoica. <<

[143] Plutarco, Contradicciones de los estoicos, I, 1033d-e; cfr. idem, El destierro, 14, 605b. <<

[144] La mujer sabia es la comadrona, en francés sage-femme. <<

[145] Cfr. Plutarco, Consolación a Apolonio, 30, 117b. <<

[146] Cfr. Cicerón, Tusculanas, III, 29, 72. <<

[147] Cfr. Plutarco, Consolación a Apolonio, 19, 111e-f. <<

[148] Diógenes Laercio, IV, 46-47. <<

[149] (b-c1) espero otro: que, si se da el caso que mis inclinaciones agradan y convienen a algún hombre honesto antes de mi muerte, intente que nos reunamos. <<

[150] (c1) que no querría decir a nadie, se las digo al pueblo. <<

[151] Persio, V, 22 (Montaigne ha citado los versos anteriores a éste en el capítulo II, 18). <<

[152] (b-c1) ¡Oh, un amigo! <<

[153] Plutarco, Cómo distinguir a un adulador de un amigo, 5, 51b; cfr. Cicerón, La amistad, 6, 22. <<

[154] Heródoto, III, 99. <<

[155] Ibidem, 100. <<

[156] Seguramente, Luis XI; cfr. Robert Gaguin, Rerum Gallicarum Annales, X, 33. <<

[157] Se trata del rey David; cfr. 1 Reyes 1, 2-3. <<

[158] (b-c1) Me aconsejaría de buena gana Venecia para el retiro de una tal condición y flaqueza de vida. La decrepitud es [Jacques-Auguste de Thou cuenta en sus Memorias que en 1588 Montaigne se comprometió a acompañarle si era nombrado embajador en Venecia: «Él mismo tenía el propósito de ir a Venecia, y, para obligarme más, me prometía no abandonarme durante toda mi estancia»]. <<

[159] La extremaunción, probablemente precedida por la confesión, y seguida por la eucaristía. <<

[160] Es decir, al latín. <<

[161] (b-c1) a la particular ciencia de algunos <<

[162] Lucrecio, I, 402-403. Montaigne, como se ve, sugiere que el lector sagaz puede y debe leer Los ensayos entre líneas. <<

[163] (b) No ignoro que no dejaré tras de mí ningún garante hasta tal punto apegado a mis cosas y entendido en ellas como yo lo he sido en las suyas. A nadie querría yo implicar en mi pintura; sólo él gozaba de mi verdadera imagen, y se la llevó. Por eso me descifro a mí mismo con tanto esmero. [Montaigne alude, obviamente, a La Boétie. La supresión de este pasaje obedece, con toda probabilidad, al encuentro con Marie de Gournay]. <<

[164] Antonio y Cleopatra crearon, tras su derrota en la batalla de Accio, una asociación de amigos que se comprometían a morir a su lado y que pasaban el tiempo entre festines y placeres; cfr. Plutarco, Antonio, 71, 4-5. <<

[165] Cfr. Tácito, Anales, XVI, 19; Historias, I, 72. <<

[166] Idem, Anales, XVI, 19. <<

[167] Cicerón, Tusculanas, V, 9, 25 (se trata de un verso de Queremón que cita también Plutarco en La fortuna, I, 97c). Pero Cicerón comenta que Teofrasto «no osó hablar con elevación y nobleza, pues pensaba en forma baja y vil» (v, 9, 24; trad. J, Pimentel, México, 1987). <<

[168] (b-c1) para nadie. <<

[169] Leemos «propreté» en lugar de «proprieté», el término que figura en el texto original. <<

[170] Lucio Pomponio, parafraseado por J. Lipsio, Saturnales, 1, 6, 1. <<

[171] Cornelio Nepote, Ático, 13. <<

[172] Montaigne, como se sabe, sólo llegó hasta Roma en su viaje más largo, aunque parece que en algún momento barajó la posibilidad de seguir hasta Cracovia o hasta Grecia (finales de octubre de 1580). <<

[173] Séneca, Cartas a Lucilio, 6, 4. <<

[174] Cicerón, Los deberes, I, 43, 153. <<

[175] Idem, La amistad, 23, 88. <<

[176] Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, II, 1, 13. <<

[177] Virgilio, Eneida, IV, 340-341. <<

[178] Horacio, Odas, III, 3, 54-56. <<

[179] Enrique de Navarra se hospedó en el chateau de Montaigne en diciembre de 1584 y, de nuevo, en octubre de 1587. <<

[180] Ennio, citado en Cicerón, La vejez, I, 1, y en J. Lipsio, La Constancia, I, 8. <<

[181] Quinto Curcio, IV, 14, 19. <<

[182] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 28, 1-2; 104, 7-8; y Justo Lipsio, La constancia, I, 2-3. Montaigne hace suyo este punto de vista en I, 38. <<

[183] Séneca, Cartas a Lucilio, 56, 6. <<

[184] Cfr. ibidem, 94, 5 y 22. <<

[185] (c1) de la forma baja. <<

[186] Cfr. una crítica de esta actitud en Justo Lipsio, La constancia, I, 2-3. <<

[187] Propercio, III, 3, 23. <<

[188] La acusación se encuentra en Justo Lipsio, La constancia, I, 2. <<

[189] San Pablo, 2 Corintios 3, 20 (cfr. Salmos 94 [93], 11). <<

[190] Virgilio, Eneida, VI, 743. <<

[191] Cicerón, Los deberes, I, 31, 110. <<

[192] La mujer de Bruto, célebre por su virtud, que se suicidó al conocer la muerte de su esposo. <<

[193] El poeta y teólogo protestante Théodore de Bèze (1519-1605), que había publicado obras frívolas, como los Iuuenilia, de 1548, casi en la misma época en que componía su Apologie contre Servet (1550). También Sébastien Castellion (mencionado en I, 34) señala esta aparente contradicción en De haereticis non puniendis (1554) y en Contra libellum Calvini (inédito hasta 1612). <<

[194] Plutarco, Cómo se debe escuchar, 8, 42b. <<

[195] Ibidem, 9, 42c. <<

[196] (c1) contra el placer aristípico. [Diógenes Laercio, II, 48-49 y 65; cfr. Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, 2, 1]. <<

[197] Es quizá una referencia a Plutarco, Solón, 1, 6 o a Idem, El amor, 5, 751c y e; cfr. Diógenes Laercio, I, 61. <<

[198] Juvenal, XIII, 124. Según un motivo de origen clásico, el legislador u hombre de Estado es una suerte de médico de almas, por lo cual tiene el derecho a emplear la mentira útil en calidad de remedio (cfr, Platón, República, III, 389b; V, 459c-d; véase, en el siglo XVI, Pietro Pomponazzi, De immortalitate animae, 14, 60). Montaigne ha tratado ya este tema en una importante página de la «Apología», a propósito de Platón. <<

[199] Cfr. Diógenes Laercio, VI, 11. Que el sabio no tiene necesidad de leyes es un motivo habitual en la tradición aristotélico-averroísta (cfr. Aristóteles, Ética a Nicómaco, X, 1179b, 9, 31 y ss.). <<

[200] Diógenes Laercio, VI, 38. <<

[201] El melón era muy apreciado en aquel tiempo, también por Montaigne (véase III, 13). <<

[202] La anécdota procede de Antonio de Guevara, Epístolas familiares, 6 3. <<

[203] Juvenal, XIV, 233-234. <<

[204] Marcial, VII, 10, 1. <<

[205] Podría haber aquí una alusión a algunos pasajes paulinos muy destacados por la Reforma: «Por las obras de la Ley nadie será reconocido justo ante Él, pues de la Ley sólo nos viene el conocimiento del pecado» (Romanos 3, 19-29; trad. Nácar-Colunga). <<

[206] Cfr. Cicerón, A Ático, II, 1, 8: «Catón, con la mejor voluntad y con sumo celo, perjudica a veces a la república, porque él procede y habla como si estuviera en la república ideal de Platón, no en la sentina de Rómulo» (trad. J. Guillén Cabañero, Madrid, 1992; este pasaje es citado y comentado en Plutarco, Foción, 3, 2-3). <<

[207] Sobre la idea de mezclar lo útil y lo honesto, cfr. Tácito, Agrícola, 8, 1. Una noción semejante aparece en las Políticas (1589) de Justo Lipsio, que habla de una «prudencia mezclada… a saber, aquella en que entran fraudes y engaños» (IV, 13; trad. Bernardino de Mendoza, Madrid, 1997). Lipsio cita en este capítulo el pasaje sobre Catón antes mencionado. <<

[208] Se alude, al parecer, a Carlos VIII, que en 1492 entregó el Rosellón a España siguiendo el consejo de su confesor; cfr. Nicole Gilíes, Chroniques et Annales de France (año de 1492). <<

[209] Lucano, VIII, 493-494. <<

[210] La adaptación al tiempo es un viejo precepto alegado varias veces por Cicerón (El bien y el mal supremos, III, 22, 73; A Ático, VII, 18 y X, 7; Familiares, IV, 9, donde se lee: «Quizá tendrás que decir algo que no sientas, o hacer algo que no apruebes. Pero ante todo, acomodarse al tiempo, esto es, plegarse a las necesidades, ha sido siempre propio de los sabios…», trad. J. Guillén Cabañero, Madrid, 1992). Una fórmula semejante es destacada por Maquiavelo, quien afirma en el capítulo 25 de El príncipe: «Creo, además, que prospera aquel [príncipe] que armoniza su modo de proceder con la condición de los tiempos y que, paralelamente, decae aquel cuya conducta entra en contradicción con ellos» (trad. M. A. Granada, Madrid, 1990). Véase también la primera página de La servidumbre voluntaria de Étienne de La Boétie. <<

[211] Cfr. Platón, República, VI, 493a. <<

[212] Ibidem, 497b. <<

[213] Catulo, VIII, 19. <<

[214] Platón, Gorgias, 474a. <<

[215] Trebelio Polión, Los treinta usurpadores, 23, en Historia Augusta. <<

[216] Es decir, como preceptor y consejero de Nerón. <<

[217] Se atribuía a Jenofonte un Elogio de Agesilao, en realidad obra de Isócrates. <<

[218] Juvenal, XIII, 64-66. <<

[219] Tácito, Historias, IV, 8, 2: «[Marcelo Eprio decía que] admiraba lo anterior, se atenía a lo presente; deseaba de corazón buenos emperadores, toleraba a cualesquiera» (trad. J. M. Requejo, Madrid, 1997). Se trata de un motivo muy repetido en el siglo XVI; cfr. Maquiavelo, Discursos sobre la primera década de Tito Livio, III, 6, 1 (que lo califica de sentencia áurea); Guy du Faur Pibrac, Quatrains, 110 (Montaigne ha citado más arriba, en este mismo capítulo, la estrofa anterior); Justo Lipsio, Políticas, VI, 5. <<

[220] A favor de Pompeyo (véase el final del capítulo). <<

[221] El triunvirato formado por Marco Antonio, Octavio y Lépido. <<

[222] Virgilio, Eneida, V, 166. <<

[223] Se trata del Fedro. <<

[224] Son los títulos de dos comedias de Terencio. <<

[225] Se trata de sobrenombres: cfr. Plutarco, Cicerón, 1, 1; Sila, 2, 1-2; Aulo Gelio, IX, 13. <<

[226] Platón, Ión, 534b. <<

[227] Variante c1 tachada: «Me parece que hay una obra de Plutarco dedicada a Sócrates en la que apenas habla de éste una palabra al final, pues todo el cuerpo trata de Epaminondas». <<

[228] Recuérdese, por ejemplo, el verso de Horacio, ya citado en el capítulo III, 5: «Misce stultitiam consiliis breuem» [Mezcla un poco de locura en tu sensatez] (Odas, IV, 12, 27). <<

[229] Es decir, del furor poético, según la concepción platónica (cfr. Platón, Ión, 533c - 535a; Fedro, 245a). <<

[230] Idem, Leyes, VI, 719c. <<

[231] (c1) Él mismo es del todo poético, y la vieja teología es poesía. <<

[232] Cfr. Aristóteles, Metafísica, I, 3, 983b 29 y ss. El tema es divulgado, por ejemplo, en Boccaccio, La genealogía de los dioses paganos, XV, 8. <<

[233] Séneca, Cartas a Lucilio, 2, 3. <<

[234] Cfr. Plutarco, Alejandro, 7; Aulo Gelio, XX, 5. <<

[235] Montaigne sugiere de nuevo que su obra requiere, al menos en parte, ser leída entre líneas. Véase Pierre Charron, De la sagesse (II, 8, hacia el final), que ofrece una posible clave para entender este pasaje, al distinguir entre la obligación primaria que el sabio tiene con respecto a la verdad, la razón y la naturaleza universal, y la obligación secundaria y particular que lo ata a las leyes y costumbres de su país. Charron, como se sabe, fue un influyente seguidor de Montaigne. <<

[236] Cfr. Diario de viaje (26 de enero de 1581): «[Montaigne] decía que no se veía nada de Roma excepto el cielo bajo el cual había estado asentada y la planta de su situación… que quienes decían que al menos se veían las ruinas de Roma decían demasiado, porque las ruinas de una fábrica tan espantosa procurarían más honor y veneración a su memoria; no era más que su sepulcro». <<

[237] El padre de Montaigne murió en 1568. Cfr. Lucrecio, III, 1092-1094, y Ronsard, «Celuy qui est mort aujourdhuy». <<

[238] (b) visitó a Apeles <<

[239] Diógenes Laercio, IV, 37; Plutarco, Cómo distinguir a un adulador de un amigo, 22, 63d. <<

[240] Cfr. Diario de viaje (26 de enero de 1581): «Ha sucedido con frecuencia que, tras haber excavado muy hondo en el suelo, no se ha encontrado sino la cabeza de una altísima columna que todavía estaba en pie por debajo… No cuesta mucho ver que numerosas calles están a más de treinta pies de profundidad por debajo de las actuales». <<

[241] Cicerón, El bien y el mal supremos, V, 1, 2. <<

[242] Ibidem; V, 2, 5 (Cicerón refiere la segunda frase a Atenas). <<

[243] Séneca, Cartas a Lucilio, 64, 10. <<

[244] Cfr. Diario de viaje (2 de abril de 1581): «Yo decía de las ventajas de Roma, entre otras, que es la ciudad más común del mundo, y el lugar donde la extrañeza y diferencia de nación se considera menos; en efecto, es por su propia naturaleza una ciudad compuesta de extranjeros; cada cual está aquí como en su casa. Su príncipe abarca toda la Cristiandad con su autoridad; su principal jurisdicción obliga a los extranjeros en sus casas lo mismo que aquí; la consideración del origen no tiene peso alguno en su elección, ni en las de los príncipes y grandes de su corte. La libertad del gobierno de Venecia y la utilidad de su comercio la pueblan de extranjeros; pero, con todo, están ahí como en casa ajena. Aquí están en sus propios oficios, bienes, y cargos; porque es la sede de las personas eclesiásticas. Se ven tantos o más extranjeros en Venecia… pero, que sean residentes y estén domiciliados, muchos menos. El pueblo menudo no se alarma más de nuestra manera de vestir, o de la española o de la alemana, que de la suya, y apenas se ve ni un bribón que no nos pida la limosna en nuestra lengua». <<

[245] Cfr. Diario de viaje (26 de enero de 1581), donde Montaigne habla de «un expreso mandato de los hados para hacer notar al mundo su conjura para la gloria y la preeminencia de esta ciudad». <<

[246] Sidonio Apolinar, Poemas, 23, 62 (se trata de un elogio dedicado a Narbona). <<

[247] Cfr. Erasmo, Ciceronianus, y Justo Lipsio, La constancia, I, 16, para una visión mucho más negativa de las ruinas de Roma. Recuérdese también un célebre soneto de Joachim du Bellay: «Recién llegado que buscas Roma en Roma / y nada de Roma en Roma descubres…» (Les Antiquités de Rome, 1558, 3; pero cfr. el soneto 13). <<

[248] Plinio, III, 6 (5), 40. <<

[249] Horacio, Odas, III, 16, 21-23 y 42-43. <<

[250] Ibidem, II, 18, 11-12. <<

[251] Ovidio, Metamorfosis, 11, 140. <<

[252] Montaigne sólo tuvo una hija, Leonor. <<

[253] Tertuliano, De pudicitia, 1, 2. <<

[254] Cfr. Diario de viaje (2 de abril de 1581): «Por eso buscaba, y ponía mis cinco sentidos naturales en ello, obtener el título de ciudadano romano, aunque sólo fuera por el antiguo honor y la religiosa memoria de su autoridad. Encontré dificultades; con todo, las superé sin emplear favor alguno, ni siquiera la ciencia, de ningún francés. Se aplicó la autoridad del Papa gracias a Filippo Musotti, su maggiordomo, que había trabado singular amistad conmigo y que realizó un gran esfuerzo. Y me despacharon las cartas el tercer día de los Idus de marzo [el 13 de marzo] de 1581, las cuales se me entregaron el 5 de abril, muy acreditadas… Es un título vano; aun así, haberlo recibido me ha reportado un gran placer». <<

[255] Es decir, el 13 de marzo. <<

[256] Cfr. Séneca, La providencia, 6, 5: «El mundo despreció lo que le era exterior contento con contemplarse a sí mismo» (trad. C. Codoñer, Madrid, 1986); La felicidad, 8, 4. <<