[1] Su amigo La Boétie dedicó a Montaigne una «Sátira» (que se menciona en I, 27), una suerte de amonestación moral por sus excesos eróticos, que culminaba en una invitación a seguir el camino de la virtud. <<
[2] Ovidio, Tristes, IV, 1, 4. <<
[3] Petronio, Satiricón, 128. <<
[4] Cfr. Juan Luis Vives, en «Comentarios» a san Agustín, La ciudad de Dios, VII, 8. <<
[5] Marcial, X, 23, 7-8. <<
[6] Platón, Leyes, II, 657d-e. <<
[7] Cicerón, La vejez, 10, 32. <<
[8] Séneca, Cartas a Lucilio, 99, 17. <<
[9] Ennio, citado en Cicerón, Los deberes, I, 24, 84. <<
[10] Idem, La vejez, 16, 58. <<
[11] Es el tema del adagio «Bis pueri senes» de Erasmo (I, 5, 36), así como del capítulo 13 del Elogio de la locura. <<
[12] Horacio, Odas, IV, 12, 27. <<
[13] Cicerón, La vejez, 18, 65. <<
[14] Ovidio, Pónticos, I, 5, 18. <<
[15] Idem, Tristes, III, 11, 22. <<
[16] Cfr. Lucrecio, III, 463-464. <<
[17] (b-c1) aquellas acciones <<
[18] Montaigne evoca a Plutarco, El amor, 16, 758d-f, que, reelaborando unas páginas célebres de Platón (cfr. Fedro, 244a - 245a, 249d, y 265a-b), distingue entre varios tipos de locura divina: la profética (inspirada por Apolo), la báquica (por Dioniso), la poética o musical (procedente de las Musas), la amorosa (de Eros) y la guerrera (provocada por el dios Marte), esta última, un añadido de Plutarco. <<
[19] (c1) nuestro alcance natural <<
[20] Maximiano (Pseudo-Galo), I, 125. <<
[21] Horacio, Épodos, 13, 4-5 (pero el inicio del verso, «dum licet», está tomado de otros lugares de Horacio, por ejemplo Odas, II, 11, 16). <<
[22] Sidonio Apolinar, Cartas, I, 9, 8. <<
[23] George Buchanan, Ioannes Baptista, «Prólogo», 31. <<
[24] Marcial, VII, 58, 9. <<
[25] Platón, Leyes, VII, 791c. <<
[26] Cicerón, Tusculanas, III, 15, 31. <<
[27] Cfr. Diógenes Laercio, III, 29-31 (donde se habla de Fedro, no de Fedón). <<
[28] Cfr. Cicerón, El bien y el mal supremos, II, 24, 77; la frase original reclama a los epicúreos que ajusten su pensamiento a sus declaraciones públicas: «para no avergonzarse de pensar lo que avergüenza decir». <<
[29] Plutarco, La paz del alma, 15, 473e; 8, 469b. <<
[30] Séneca, Cartas a Lucilio, 53, 8. <<
[31] Ibidem, 53, 6-7. <<
[32] «Satisfacción» en el sentido de pago de la pena debida por las propias culpas. <<
[33] Diógenes Laercio, I, 36; para Tales el perjurio sería menos grave que el adulterio. <<
[34] Niceforo Calisto, Historia eclesiástica, V, 32. <<
[35] El horror por la misa católica, condenada como una forma de idolatría, era profundo en medios protestantes. <<
[36] Plutarco, La curiosidad, 3, 516f. <<
[37] Los protestantes rechazaban la confesión privada y preconizaban la confesión pública. <<
[38] San Agustín escribió unas Retractaciones al final de su vida. Cfr. san Jerónimo, Cartas, 84, 10, sobre el arrepentimiento de Orígenes por haber escrito determinadas páginas. Sobre Hipócrates, véase Plutarco, Cómo percibir los propios progresos en la virtud, II, 826 (cfr. Hipócrates, Epidemias, V, 14). <<
[39] (c1) temo <<
[40] Plutarco, Máximas de reyes y generales, 177b. <<
[41] Diógenes Laercio, II, 36. <<
[42] Aristóteles, Ética a Nicómaco, IV, 9, 1128b, 18-19. <<
[43] Eurípides, citado por Plutarco, La necesidad de que el filósofo converse con los gobernantes, 2, 778b (Montaigne cita la traducción francesa de Amyot). <<
[44] Lucrecio, I, 21-23. <<
[45] Virgilio, Eneida, IV, 23. <<
[46] Juan Segundo, Elegías, I, 3, 29. <<
[47] Torquato Tasso, Jerusalén liberada, XII, 63, 1-4. <<
[48] Juvenal, VI, 197 (que no se refiere a un verso sino a una voz). <<
[49] Virgilio, Eneida, VIII, 387-392 y 404-406. <<
[50] Es decir, una Venus que se une a su marido Vulcano. Más adelante, Montaigne evoca sus amores adúlteros con Marte, y cita unos versos de Lucrecio al respecto (I, 32-34, 36-40). <<
[51] En el capítulo «La moderación» (I, 29). <<
[52] Cfr. Aristóteles, Historia de los animales, X, 5, 636b. <<
[53] Cfr. Plutarco, Las opiniones de los filósofos, V, 9, 906a. <<
[54] Virgilio, Geórgicas, III, 137 (en alusión a las yeguas y a los sementales). <<
[55] Recuérdese el lugar común de que «la sola y única nobleza es la virtud» (Juvenal, VIII, 20). <<
[56] En la época de Montaigne no se conocía todavía su fuente. <<
[57] Plutarco, La falsa vergüenza, 14, 534c; Máximas de reyes antiguos, 183d. <<
[58] Heródoto, VI, 60. <<
[59] Jerónimo Osorio, Historia de Portugal, II, 3. <<
[60] Cfr. Plutarco, El amor, 23, 769a. <<
[61] Catulo, 66, 78. <<
[62] Diógenes Laercio, II, 33. <<
[63] Erasmo, Adagios, I, 1, 69-70 (la sentencia combina dos lugares clásicos; cfr. Cecilio, en Símaco, Cartas, IX, 114; Plauto, Asinaria, 495). <<
[64] Maximiano (Pseudo-Galo), Elegías, I, 61. <<
[65] Montaigne se refiere a Virgilio. <<
[66] Juvenal, IX, 32-34. <<
[67] Cfr. Eliano, Historia variada, XII, 52. <<
[68] Es Virgilio quien habla. <<
[69] Cfr. Plutarco, Licurgo, 15, 7-10; Máximas de espartanos, 228a-b; Platón, Leyes, VIII, 841a-b. <<
[70] Tiresias. <<
[71] Ovidio, Metamorfosis, III, 323. <<
[72] Próculo y Mesalina. <<
[73] Flavio Vopisco, Próculo (en Historia Augusta), 12, 7. <<
[74] Plinio, X, 63, 83. <<
[75] Juvenal, VI, 129-130 (los versos se refieren a Mesalina). <<
[76] Probablemente se trata de María de Castilla (1401-1458), esposa de Alfonso el Magnánimo, reina de Cataluña y Aragón. <<
[77] La noticia aparece en Nicolás Bohier, Decisiones Burdegalenses, Lyon, 1567, 317, 9, y en diversas compilaciones de la época. <<
[78] Plutarco, Solón, 20, 4; El amor, 23, 769a. <<
[79] Cfr. B. Castiglione, El cortesano, III, 38; Montaigne se refiere al mismo asunto al final del capítulo II, 7. <<
[80] Marcial, XII, 97, 10, 7 y 11. <<
[81] Diógenes Laercio, IV, 17 (la mujer le acusó de tener relaciones con muchachos). <<
[82] En realidad, la referencia corresponde a Caracalla; cfr. Dión Casio (resumido por Juan Jifilino), LXXXVIII, 16. <<
[83] Cfr. Herburt de Fulstin, Histoire des rois de Pologne, VII, 2. <<
[84] Leonor, que nació en 1571, se casó en 1590, a los veintiocho años. <<
[85] La palabra «fouteau» significa ‘haya’, pero puede asociarse fácilmente a «foutre» (‘poseer sexualmente’). <<
[86] Horacio, Odas, III, 6, 21-24. <<
[87] Cfr. Platón, Timeo, 42b. <<
[88] Virgilio, Geórgicas, III, 267. <<
[89] Catulo, 68, 125-128. <<
[90] Véase la conversación de Sócrates con la cortesana Teodota en Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, III, 11. <<
[91] Cfr. Horacio, Épodos, 8, 15-16. <<
[92] Plutarco, Conversaciones de sobremesa, III, 6, 653e. <<
[93] Cfr. Diógenes Laercio, V, 59. <<
[94] Cfr. idem, V, 43. <<
[95] Cfr. idem, II, 84. <<
[96] (c1) más atrevidos <<
[97] Sobre todo en el Banquete y el Fedro. <<
[98] Cfr. Diógenes Laercio, V, 81. <<
[99] Cfr. idem, V, 87. <<
[100] Cfr. idem, VI, 15 y 18. <<
[101] Cfr. idem, VII, 163. <<
[102] Cfr. idem, VII, 175. <<
[103] Cfr. idem, VII, 178. <<
[104] Cfr. idem, VII, 187-188. <<
[105] Cfr. idem, X, 3. <<
[106] (b-c1) mantenían en las iglesias muchachas y muchachos de los que gozar <<
[107] Cfr., por ejemplo, Heródoto, I, 199. <<
[108] Tertuliano, De pudicitia, I, 16. <<
[109] F. López de Gómara, Historia de la conquista de México, 238. <<
[110] Cfr., por ejemplo, Plutarco, El amor a la riqueza, 8, 527d. <<
[111] L. G. Giraldi, De Deis gentium, 8; cfr. Heródoto, II, 48. <<
[112] Montaigne se refiere a un tocado que solían llevar algunas mujeres vascas; cfr. Gabriel de Minut, De la beauté, 1587, 27. <<
[113] San Agustín, Ciudad de Dios, VII, 24, 2. <<
[114] Cfr. A. de Aubigné, La confession catholique du sieur de Sancy, II, 2. <<
[115] «Nuestros suizos» son los guardias suizos al servicio del rey; sobre esta suerte de braguetas, véase también I, 43. <<
[116] Alusión al papa Pablo III (1536-1549) o a Pablo IV (1554-1559). <<
[117] Ennio, citado por Cicerón, Tusculanas, IV, 33, 70. <<
[118] Plutarco, Cuestiones romanas, 20; cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 97, 2. <<
[119] Virgilio, Geórgicas, III, 242-244. <<
[120] Platón, Timeo, 91b-d. <<
[121] Ennio (o quizá el papa arriba aludido). <<
[122] Platón, República, V, 452a-d. <<
[123] Gasparo Balbi, Viaggio dell’Indie orientali, 1590, f. 126. <<
[124] Dión Casio, LVIII, 2, 4. <<
[125] En francés, «vertugade», que casi podría entenderse como ‘guarda-virtud’; cfr. Platón, República, V, 457a. <<
[126] San Agustín, Ciudad de Dios, XXII, 17. <<
[127] Horacio, Odas, II, 12, 21-28. <<
[128] San Jerónimo, Cartas, VII, 3; Contra Joviniano, II, 4, 328; cfr. Job 40, 16. <<
[129] Cfr. Margarita de Navarra, Heptamerón, 14 y 62. <<
[130] Cfr. Séneca, Los beneficios, I, 5, 2. <<
[131] Antonios Melissa y Maximos, Sententiae ex sacris et profanis, II, 69; C. Lycosthenes, Apophthegmata, Lyon, 1560, pp. 662-663. <<
[132] Ovidio, El arte de amar, III, 93; Priapeas, III, 2, 90. <<
[133] Eliano, Historia de los animales, VI, 42. <<
[134] Juan Segundo, Elegías, I, 7, 71-72. <<
[135] Plutarco, Pompeyo, 16, 9. <<
[136] Catulo, 15, 17-19. <<
[137] El Vulcano de Virgilio. <<
[138] Ovidio, Metamorfosis, IV, 187-188. <<
[139] Virgilio, Eneida, VIII, 395-396. <<
[140] Ibidem, 383. <<
[141] Ibidem, 441. <<
[142] Catulo, 68, 141. <<
[143] Por ejemplo, Licurgo y Platón; cfr. Plutarco, Licurgo, 15, 14; Platón, República, V, 457d - 461e. <<
[144] Catulo, 68, 138-139. <<
[145] Propercio, II, 8, 3. <<
[146] Tácito, Anales, XIII, 44; Historias, IV, 44. <<
[147] Virgilio, Eneida, V, 6 (en referencia a Dido). <<
[148] Cfr. Heródoto, IV, 1, 3 - 2, I. <<
[149] Cfr. Plutarco, La falsa vergüenza. <<
[150] Odisea, XVII, 347, citado por Platón, Cármides, 161a; Laques, 201b. <<
[151] Recuérdese la máxima Excusatio non petita, accusatio manifesta [La excusa no solicitada es una clara acusación]. <<
[152] Catulo, 67, 21-22. <<
[153] Marcial, VII, 62, 6. <<
[154] Idem, VI, 7, 6. <<
[155] San Agustín, Ciudad de Dios, I, 18, 2. <<
[156] J. L. Vives, «Comentarios» a san Agustín, Ciudad de Dios, XVIII, 15; cfr. Lactancio, Instituciones divinas, I, 22, 10. <<
[157] Plutarco, Cómo sacar provecho de los enemigos, 7, 90b; Máximas de reyes y generales, 175b. <<
[158] Cfr. Apiano, Las guerras civiles, IV, 6, 40; la mujer de Coponio se entregó a Antonio para salvar a su marido. <<
[159] Plutarco, El amor, 16, 760a-b. <<
[160] Ibidem, 16, 760a. <<
[161] Arriano, VII, 17. <<
[162] Diógenes Laercio, II, 105; Aulo Gelio, II, 18. <<
[163] Cornelio Agrippa, De incertitudine et vanitate scientiarum, 63 («De arte meretricia»); cfr. Plutarco, Solón, 23, 1 (Montaigne desplaza esta anécdota desde II, 12 hasta aquí después de 1588). <<
[164] Cfr. Heródoto, I, 93, 4 y 94, 1; I, 196, 5 y 199. <<
[165] Juvenal, VI, 347-348. <<
[166] Sobre el desmentido, desencadenante del duelo según el código de honor, véase el capítulo II, 18. <<
[167] Plutarco, Cuestiones romanas, 9, 266b. <<
[168] F. López de Gómara, Historia general de las Indias, 79. <<
[169] Cfr. Lucrecio III, 1028 y 1026 (hablando de que nadie escapa a la muerte). <<
[170] Catulo, 64, 170. <<
[171] Plutarco, La paz del alma, II, 471b. <<
[172] Castiglione, El cortesano, III, 25; Montaigne se ha referido ya a esta costumbre marsellesa en II, 3. <<
[173] Fue Alfonso V de Aragón, el Magnánimo, según Erasmo, Apotegmas, VIII, 4. <<
[174] Plutarco, Flaminino, 17, 7; Máximas de romanos, 197c. <<
[175] Ovidio, Tristes, IV, 1, 34. <<
[176] Cfr. Rabelais, Tiers Livre, 34. <<
[177] Terencio, Eunuco, IV, 7, 813. <<
[178] Lucano, II, 446. <<
[179] Cfr. Tácito, Anales, XI, 12, 26-27, 35-38. El asunto ya había merecido la atención, desde un ángulo político, de La Boétie en La servidumbre voluntaria. «¿Quién fue nunca más fácil de manejar, más simple y, para decirlo mejor, más completo mentecato que el emperador Claudio? ¿Quién estuvo nunca más encaprichado de una mujer que él de Mesalina? Finalmente, la entregó al verdugo». <<
[180] Virgilio, Eneida, XII, 499. <<
[181] Cfr. Tácito, Anales, XI, 36; se trata del actor Mnéster. <<
[182] Una de las pinturas que, al parecer, decoraban el gabinete de Montaigne, al lado de su biblioteca, representaba los juegos amorosos entre Marte y Venus, sorprendidos por Vulcano. <<
[183] Lucrecio, I, 32-34 y 36-40 <<
[184] Montaigne mezcla palabras que se encuentran en el pasaje de Lucrecio con otras que aparecen en el lugar de Virgilio citado más arriba. <<
[185] Séneca, Cartas a Lucilio, 33, 1. <<
[186] Quintiliano, X, 7, 15. <<
[187] Se trata, en realidad, de Maximiano, al que se solía confundir con Cornelio Galo, amigo de Virgilio. <<
[188] Plutarco, Demóstenes, 2, 2-3. <<
[189] Séneca, Cartas a Lucilio, 59, 5 (así se define una de las dos clases de énfasis: cfr. Quintiliano, VIII, 3, 83). <<
[190] Cfr. Castiglione, El cortesano, I, 34: «Será también bueno que alguna vez tomase algunas palabras en otra significación apartada de la propia, y transfiriéndolas a su propósito, las enxiriese como una planta en otra mejor por hacellas más hermosas y por declarar con ellas y casi figurar las cosas tan a lo propio que ya no nos pareciese oíllas, sinó vellas y tocallas» (versión de Juan Boscán). A continuación, sin embargo, Castiglione admite también el uso de neologismos. <<
[191] León Hebreo (es decir, Judas Abravanel, 1465-1535) fue autor de los Dialoghi d’amore. Marsilio Ficino (1433-1499), fundador de la Academia platónica de Florencia, escribió un célebre Comentario al Banquete de Platón. Montaigne parece en este punto cercano a Ronsard, que muestra su impaciencia ante al amor platónico: «Tomad el amor que reina en la Tierra, / y dejad el otro para los dioses» (Odas, V, 8; véase también Sonetos para Helena, I, 50). <<
[192] (b) trataría el arte con toda la naturalidad de que fuera capaz. <<
[193] Los Asolani del cardenal Pietro Bembo (1470-1547) y el Libro de natura d’amore de Mario Equicola (c. 1470-1525) son obras características de lo que a veces se llama platonismo erótico-recreativo. <<
[194] Plutarco, Cómo distinguir a un adulador de un amigo, 24, 65b-c. <<
[195] Cfr. idem, Demetrio, 1, 6 (según Plutarco, el protagonista de la anécdota es en realidad Antigénides). <<
[196] Esta objeción se la dirigió a Montaigne, en particular, Étienne Pasquier (1529-1615), quien, en una carta publicada póstumamente en 1619, cuenta cómo le advirtió, en un encuentro producido en 1588: «Se reconocía en muchos lugares [de Los ensayos] no sé qué del lenguaje gascón… Y como no me quiso creer, lo llevé a mi habitación, donde tenía su libro, y le mostré muchas maneras de hablar familiares no a los franceses, sino solamente a los gascones… Y yo creía que en la primera y siguiente impresión que se haría de su libro, daría orden de corregirlas. Sin embargo, no… lo hizo…». <<
[197] Cfr. Quintiliano (X, 1, 131), que acaba su crítica a Séneca diciendo: «Su naturaleza era digna de querer cosas mejores; hizo lo que quiso hacer». <<
[198] Otra alusión a las incursiones poéticas de Montaigne se encuentra en las primeras páginas de II, 17. <<
[199] Diodoro de Sicilia, XVII, 90; cfr. Estrabón, XV, 1, 29; Eliano, Historia de los animales, XVII, 25. <<
[200] Diógenes Laercio, VII, 32; VIII, 6. <<
[201] Probable alusión al Elogio de la mosca de Luciano. <<
[202] Cfr. Platón, Banquete, 206c. <<
[203] Zenón de Citio fue el fundador de la escuela estoica; Cratipo, un importante filósofo aristotélico contemporáneo de Cicerón. <<
[204] Platón, Leyes, VII, 803c. <<
[205] Claudiano, Contra Eutropio, I, 24-25. <<
[206] El pavo real, según una fórmula proverbial, se envanecía al desplegar su rueda (es decir, las plumas de la cola), pero se avergonzaba al mirar sus patas. <<
[207] Horacio, Sátiras, I, 1, 24-25. <<
[208] Plutarco, Alejandro, 22, 6; Cómo distinguir a un adulador de un amigo, 25, 65f; Conversaciones de sobremesa, 8, 1, 717f. <<
[209] (c1) del corte del prepucio, que es su castigo. <<
[210] (c1) y penosas. <<
[211] Plinio, V, 15, 73. <<
[212] Diógenes Laercio, VII, 13. <<
[213] (b) y sonrojarse <<
[214] (c1) es una gracia. <<
[215] Plutarco, Cuestiones romanas, 52, 277c. <<
[216] Diodoro, XII, 58. <<
[217] Terencio, Formión, 172. <<
[218] (c1) Consideramos nuestro ser como un vicio. <<
[219] León el Africano, Historiale description de l’Afrique, Lyon, 1556, p. 22. <<
[220] Según una nota de Florimond de Raemond, la dama aludida es Margarita de Valois, esposa de Enrique de Navarra. <<
[221] G. Postel, Des histoires orientales, París, 1575, II, 7, pp. 228-229 (a propósito de los derviches). <<
[222] Virgilio, Geórgicas, II, 511. <<
[223] Cfr. Pierre Boaistuau, Histoire de Chelidonius, VIII. <<
[224] Heródoto, IV, 184, 2; Plinio, V, 8, 45. <<
[225] Maximiano (Pseudo-Galo), I, 180. <<
[226] (c1) Las reglas positivas de tu invención te ocupan y te atan, y las reglas de tu parroquia; las de Dios y del mundo no te afectan. <<
[227] Virgilio y Lucrecio. <<
[228] Plutarco, La curiosidad, 3, 516e. <<
[229] Ovidio, Amores, I, 5, 24. <<
[230] Filóxeno; cfr. Aristóteles, Ética eudemia, III, 2, 1231a 16-17; Problemas, 28, 7, 950a (y, sin nombrarle, Ética a Nicómaco, III, 10, 1118b 32-35). <<
[231] Cfr, Rabelais, Tiers Livre, 37. <<
[232] En aquel tiempo el furor francés en la guerra era proverbial. <<
[233] Catulo, 64, 147-148. <<
[234] Cfr. Diógenes Laercio, VII, 130. El ejemplo sigue a la definición estoica del amor como intento de trabar amistad (cfr. también Cicerón, Tusculanas, IV, 34, 72). <<
[235] En Francia se aceptaba comúnmente el beso entre caballeros y damas (cfr. Henri Estienne, Apologie pour Hérodote, «Au lecteur»). <<
[236] Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, I, 3, 11; Banquete, 4, 25-26. <<
[237] Marcial, VII, 95, 10-11 y 14 (Montaigne cambia el original cunnilingis por culilingis). <<
[238] En su Diario de viaje Montaigne consigna su vivo interés por las cortesanas italianas: «Todo el mundo está ahí para dedicarles sombrerazos y profundas inclinaciones, y para recibir alguna mirada al pasar. El provecho de haber pasado la noche con una, por un escudo o por cuatro, es hacerles al día siguiente la corte de este modo en público» (Roma, finales de marzo de 1581). <<
[239] (b-c1) que fue a ensuciar <<
[240] Valerio Máximo, VIII, 11, ext. 4. <<
[241] Heródoto, II, 89. <<
[242] (b-c1) algo más monstruoso <<
[243] Heródoto, V, 92. <<
[244] Según el mito, Selene (la Luna), enamorada del joven pastor Endimión, lo durmió para poder gozar tranquilamente de él; cfr., entre otras fuentes, Cicerón, Tusculanas, I, 38, 92. <<
[245] (c1) o sin sentimiento <<
[246] Marcial, XI, 104, 12; 60, 8. <<
[247] Catulo, 68, 147-148. <<
[248] Tibulo, I, 6, 35. <<
[249] Cfr. Diario de viaje (a principios de febrero de 1581): «En cuanto a la belleza perfecta y singular [de las damas romanas], no hay más, decía [Montaigne], que en Francia; y, salvo en tres o cuatro, no encontraba excelencia alguna; pero habitualmente son más agradables, y no se ve a tantas feas como en Francia». <<
[250] (b) casi no nos quedamos atrás. <<
[251] Tito Livio, XXXIV, 4, 19. <<
[252] Ovidio, Amores, III, 4, 13-14. <<
[253] (b) Teniendo tantos elementos para poner en comunicación, se las encamina a emplear siempre el último, porque sale por el mismo precio. (b-c1) Nosotros corremos más o menos la misma suerte. Ellos son demasiado extremos en la coerción, nosotros en la licencia. <<
[254] Heródoto, IV, 117 (según Heródoto los sármatas o saurómatas eran descendientes de amazonas). <<
[255] Según la vieja fórmula proverbial «Si non caste, tamen caute», citada por Castiglione, El cortesano, III, 20. <<
[256] Diógenes Laercio, II, 69. <<
[257] Platón, Banquete, 184a. <<
[258] Sobre esta táctica guerrera, véase el capítulo «La firmeza» (I, 12). <<
[259] Séneca, Cartas a Lucilio, 95, 21 (en referencia al rol sexual). <<
[260] Diodoro de Sicilia, XVII, 77; cfr. Quinto Curcio, VI, 5, 24-32. <<
[261] La diosa Venus. <<
[262] Jacques de Lavardin, Histoire de Scanderberg, 1576, X. <<
[263] Platón, Leyes, XI, 925a. <<
[264] Marcial, VII, 58, 3-5. <<
[265] Catulo, 67, 27-28. <<
[266] Virgilio, Geórgicas, III, 127. <<
[267] Horacio, Épodos, 12, 15-16. <<
[268] Idem, Odas, II, 4, 22-24 (en el original de Horacio, octauum lustrum, «octavo lustro»; en b y c1, heu denum lustrum, el «décimo, ¡ay!, lustro»). <<
[269] Virgilio, Eneida, XII, 67-69 (en referencia a la joven Lavinia). <<
[270] Ovidio, Amores, I, 7, 21. <<
[271] Priapea, 80, 1; 8, 4-5. <<
[272] (c1) me hace yo igual que cualquier otra. <<
[273] (c1) las leyes primitivas y comunes <<
[274] (c1) de las apremiantes. <<
[275] Sobre Dios como escrutador de los corazones y riñones humanos, véase, por ejemplo, Salmos 7, 10; Jeremías 11, 20; Apocalipsis 2, 23. <<
[276] Variante tachada del Ejemplar de Burdeos: «Sigamos. Mi prefacio preliminar muestra que no me esperaba decir tanto. Los más sabios y sanos escritos de los antiguos me han infundido valor, y la recepción que ha tenido mi propuesta, de suerte que me he animado a romper el hielo…». <<
[277] (c1) otra cosa. <<
[278] Quinto Cicerón, Commentariolum petitionis, 14, 54. <<
[279] Théodore de Bèze, Poemata, 74, 10. Bèze, importante dirigente calvinista, había escrito en su juventud poemas libertinos. <<
[280] Mellin de Saint-Gelais, «Rondeau sur la dispute des vits par quatre dames», 14. Saint-Gelais ocupó importantes dignidades eclesiásticas. <<
[281] Catulo, 68, 145. <<
[282] Una variante tachada del Ejemplar de Burdeos añade: «El propósito de engendrar debe ser puramente legítimo». <<
[283] Horacio, Odas, I, 5, 13-16. En el gabinete de Montaigne, junto a su biblioteca, figuraba una pintura que representaba una escena de naufragio con estos versos inscritos. <<
[284] Terencio, Eunuco, I, 1, 61-63. <<
[285] Séneca, Cartas a Lucilio, 95, 33. <<
[286] Ibidem, 116, 5. <<
[287] Cfr. Plutarco, Agesilao, 13, 7; Máximas de reyes y generales, 191a; Máximas de espartanos, 209f. <<
[288] Juvenal, III, 26-28. <<
[289] El tema del amor en la vejez está muy presente en el poeta Anacreonte. <<
[290] Jenofonte, Banquete, IV, 27-28. <<
[291] Cfr. Idem, Recuerdos de Sócrates, I, 3, 5-6; Plutarco, Consejos para conservar la salud, 6, 124d-e; La charlatanería, 22, 513c-d; La curiosidad, 13, 521f; Conversaciones de sobremesa, IV, 1, 661f. <<
[292] Cfr. Lucrecio, IV, 1063-1074. <<
[293] (b) e inhumanidad <<
[294] (b-c1) desgarrar <<
[295] Montaigne se opone a la idea de la curación mediante el dolor, por ejemplo, al final del capítulo «La moderación» (I, 29). <<
[296] (c1) del alma <<
[297] Horacio, Épodos, 12, 19-20. <<
[298] Idem, Odas, IV, 13, 26-28. <<
[299] Diógenes Laercio, IV, 47 (el filósofo mencionado es Bión). <<
[300] Montaigne recoge la expresión en su Diario de viaje (Bagni della Villa, mayo de 1581): «Las naciones libres no tienen las mismas distinciones de grados de personas que las otras, y hasta los más modestos poseen no sé qué de señorial en sus maneras. Pidiendo limosna, mezclan siempre alguna palabra de autoridad: “Dadme limosna, ¿queréis?”, “Dadme limosna, ¿sabéis?”. Como dice este otro en Roma: “Haceos un favor a vosotros mismos”». <<
[301] (c1) Quien se ame a sí mismo, que me siga [Jenofonte, Ciropedia, VII, 1, 13]. <<
[302] Marcial, X, 90, 10-11. <<
[303] Jenofonte, Anábasis, II, 6, 28. <<
[304] Cfr. Suetonio, Galba, 22, 2. <<
[305] Ovidio, Pónticos, I, 4, 49-51. <<
[306] Cfr. Diógenes Laercio, IV, 34. <<
[307] Horacio, Odas, II, 5, 21-24. <<
[308] (c1) como una flor rara, [Cfr. Platón, Protágoras, 309a-b; Homero, Ilíada, XXIV, 348; Odisea, X, 279]. <<
[309] (c1) tan graciosamente <<
[310] Plutarco, El amor, 24, 770b (la causa es que libraba a los amantes de la tiranía, como habían hecho los dos célebres amigos atenienses). <<
[311] Horacio, Odas, IV, 13, 9-10. <<
[312] Margarita de Navarra, Heptaméron, 4.ª jornada, novela 35. <<
[313] San Jerónimo, Carta VII, a Cromatio, Jovino y Eusebio, 6. <<
[314] Cfr. Platón, Banquete, 218e (a propósito de Alcibíades). <<
[315] Idem, República, V, 468b-c. <<
[316] Virgilio, Geórgicas, III, 98-100. <<
[317] Catulo, 65, 19-24. <<
[318] Cfr. Platón, República, V, 451e y ss. <<
[319] Diógenes Laercio, VI, 12. <<
[320] Cfr. el proverbio latino «Vae tibi nigrae, dicebat caccabus ollae», véase también Cervantes, Don Quijote, II, 67: «Dijo la sartén a la caldera: Quítate allá, ojinegra». <<