[1] Cfr. Aristóteles, Metafísica, I, 980a: «Todos los hombres desean por naturaleza saber». <<
[2] Manilio, I, 61-62 (en referencia al arte astrológico). <<
[3] Sobre el mismo tema, véase el final del libro II. <<
[4] Cicerón, Académicas, II, 18, 57 (pero se trata de Delos, no de Delfos). <<
[5] Plutarco, La envidia y el odio, I, 536f. <<
[6] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 113, 4. <<
[7] Posible alusión a Triboniano, jurista colaborador del emperador Justiniano; pero cfr. Jean Bodin, République, VI, 6 (en referencia a Carlos VII). <<
[8] Los protestantes, a partir de Lutero, postulan la claridad de las Escrituras. Erasmo y Sebastián Castellion (además de los católicos de obediencia estricta) ponen en duda tal postulado. Montaigne ha aludido ya al asunto en un pasaje de I, 44 y en una página de II, 12. <<
[9] Tácito, Anales, III, 25 (Tácito alude también a la multiplicación de las leyes). <<
[10] Cfr. Jean Bodin, République, VI, 6. <<
[11] Cfr. ibidem. <<
[12] Al respecto, véase el capítulo «Los caníbales» (I, 30). <<
[13] Ejemplos tomados de Guillaume Bouchet, Les Serées (1584), I, 9. <<
[14] El rey aludido es Fernando el Católico, que, efectivamente, prohibió viajar a los abogados en la nutrida expedición que, al mando de Pedrarias, partió de Sanlúcar de Barrameda el 11 de abril de 1514: «Que no consintáis que ninguno pueda abogar, así clérigo como lego. Habéis de defender que no vayan a la dicha tierra ningún letrado que vaya a abogar, ni procurador de causas…» (Instrucciones dadas a Pedrarias Dávila, 11 de agosto de 1513). Montaigne toma la noticia de Guillaume Bouchet, Les Serées, I, 9 (la referencia a Platón, que se encuentra también en Bouchet, corresponde a República, III, 405a-d). <<
[15] Séneca, Cartas a Lucilio, 89, 3. <<
[16] Quintiliano, X, 3, 16. <<
[17] Ulpiano fue un jurista romano. Bartolo y Baldo fueron comentaristas medievales. <<
[18] La misma imagen en Rabelais, Tiers livre, 37; cfr. Erasmo, Adagios, II, 3, 68: «Mus picem gustans» [Un ratón que prueba la pez]. <<
[19] Plutarco, Nociones comunes contra los estoicos, 19, 1067e; cfr. Esopo, Fábulas, 135. <<
[20] Cfr. Diógenes Laercio, IX, 12. <<
[21] Apolo era llamado Loxias, es decir, el Oblicuo. Recuérdese la célebre sentencia de Heráclito: «El señor cuyo oráculo está en Delfos ni dice ni oculta, sino que sugiere» (Plutarco, Por qué la Pitia no profetiza ahora en verso, 21, 404e). <<
[22] Son versos de Étienne de La Boétie, que forman parte de la introducción a su versión del «Canto» 32 del Orlando furioso de Ludovico Ariosto (109-116). En ellos La Boétie defiende la inagotabilidad de la inventiva humana. <<
[23] Cfr. Aristóteles, Ética a Nicómaco, IV, 7, 1127a 13 y ss. (que trata de la jactancia y de la ironía). <<
[24] En efecto, en el Diario de viaje (en Lindau, el 10 de octubre de 1580), el secretario de Montaigne anota (en referencia, al parecer, a las querellas entre gnesio-luteranos y melanctonianos): «Bajo la autoridad de Martín [Lutero], al que admiten como jefe, entablan numerosas disputas sobre la interpretación del sentido de los escritos de Martín». <<
[25] «Sustitución» es un término jurídico relativo a las herencias. <<
[26] Ambrosio Calepino publicó en 1502 un pequeño diccionario polígloto, que, ampliado en sucesivas ediciones, llegó a ser celebérrimo. <<
[27] Cfr. Cornelio Agrippa, De incertitudine scientiarum, 7; un análisis similar se encuentra también en las primeras páginas del Que nada se sabe (1581) de Francisco Sánchez, dedicadas a probar que toda definición es nominal. Sánchez utiliza asimismo la imagen de la Hidra en otra página de su libro. <<
[28] Plutarco, La abundancia de amigos, I, 93b; cfr. Platón, Menón, 71d-72a. <<
[29] San Agustín, Ciudad de Dios, XXI, 8, 3. <<
[30] Cfr. Plutarco, Máximas de reyes y generales, 24, 178f - 179a. <<
[31] Idem, Consejos para conservar la salud, 24, 135e-f; Consejos politicos, 24, 817f - 818a; cfr. Aristóteles, Retórica, I, 12, 1373a 25. <<
[32] Cfr. Plutarco, La tardanza de la divinidad en castigar, 16, 559e (a propósito de la justicia divina). <<
[33] Cfr. idem, Las contradicciones de los estoicos, 35, 1050 f (Plutarco atribuye esta opinión a Crisipo). La Boétie, en La servidumbre voluntaria, había defendido, por su parte, que «nada hay en el mundo tan contrario a la naturaleza, que es enteramente razonable, como la injusticia» (véase, en el mismo sentido, Cicerón, Los deberes, III, 8, 35). <<
[34] Diógenes Laercio, II, 93. <<
[35] Ibidem, 99. <<
[36] Cfr. Plutarco, Alcibíades, 22, 2. <<
[37] Cfr. Juan González de Mendoza, Historias de las cosas más notables, ritos y costumbres del Gran Reyno de la China (1585; traducción francesa 1589, p. 72). <<
[38] Sin embargo, después de haber escrito estas líneas, el 10 de julio de 1588, Montaigne fue encarcelado en la Bastilla durante unas horas por los ultracatólicos de la Liga, que a la sazón dominaban París. <<
[39] Propercio, III, 5, 26-30. <<
[40] Ibidem, 5, 31. <<
[41] Lucano, I, 417. <<
[42] (b) en Platón. <<
[43] Virgilio, Eneida, VII, 528-530. <<
[44] La célebre inscripción «Conócete a ti mismo» figuraba, como se sabe, en el frontón del templo de Delfos dedicado al dios Apolo. <<
[45] Platón, Cármides, 164d. <<
[46] Cfr. Jenofonte, Recuerdos de Sócrates IV, 2, 24-30. <<
[47] Platón, Menón, 80d-e. <<
[48] (c1) en Jenofonte. [Cfr. Recuerdos de Sócrates, IV, 2, 24-30]. <<
[49] Cicerón, Académicas, I, 12, 45. <<
[50] Plutarco, El amor fraterno, I, 478b-c. <<
[51] Lucano, IV, 599-600 (en referencia a Anteo, uno de los titanes). <<
[52] (b) Sócrates, el mayor sabio que nunca ha existido, según el testimonio de hombres y dioses. <<
[53] Diógenes Laercio, VI, 2. <<
[54] Ibidem, II. <<
[55] Virgilio, Geórgicas, II, 103-104 (en referencia a los múltiples tipos de vinos). <<
[56] Cicerón, El bien y el mal supremos, III, 7, 24. <<
[57] Es decir, a los profesores de filosofía. <<
[58] Tito Livio, XLI, 20, 2 (pero Livio se refiere a Antíoco Epifanio, rey de Siria). <<
[59] Platón, Gorgias, 487a. <<
[60] Virgilio, Eneida, V, 415-416. <<
[61] Cfr. Plutarco, Cómo distinguir a un adulador de un amigo, 24, 65d. <<
[62] Marcial, X, 47, 12. <<
[63] Cfr. Maquiavelo, El Príncipe, 23: «No hay otro medio de defenderse de las adulaciones que hacer comprender a los hombres que no te ofenden si te dicen la verdad; pero cuando todo el mundo puede decírtela te falta el respeto [reverenzia]. Por tanto, un príncipe prudente debe [elegir] en su Estado hombres sensatos y [otorgarles] solamente a ellos la libertad de decirle la verdad, y únicamente en aquellas cosas de las que les pregunta y no de ninguna otra» (trad. M. A. Granada, Madrid, 1981). <<
[64] Tácito, Anales, VI, 46. <<
[65] Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, IV, 7, 9. <<
[66] Platón, República, III, 408d-e (recoge la anécdota Francisco Sánchez, Que nada se sabe, 5, 1). <<
[67] Francisco Sánchez, Que nada se sabe, 5, 1 (Sánchez atribuye la anécdota a Galeno). <<
[68] Ibidem. <<
[69] Horacio, Épodos, 17, 1 (el verso se dirige a la hechicera Canidia) <<
[70] (b) al verlos, y a quienes se gobiernan según ellos [Plutarco, Cómo percibir los propios progresos en la virtud, 8, 80a]. <<
[71] En el bien entendido de que el escanciador prueba el vino antes de servirlo. <<
[72] Montaigne pasó por Augsburgo en octubre de 1580, en el curso de su viaje a Italia. <<
[73] Séneca, Cartas a Lucilio, 90, 25. <<
[74] Plutarco, Cómo distinguir a un adulador de un amigo, 2, 50a. <<
[75] Cfr. idem, Nociones comunes contra los estoicos, 8, 1062a. <<
[76] Se trata de dos grandes impresores, Michel Vascosan (c. 1500-1576), en París, y Christophe Plantin (c. 1515-1589), en Amberes. <<
[77] Diógenes Laercio, IX, 81. <<
[78] Al parecer, Montaigne se refiere a Jean de Vivonne, marqués de Pisani, embajador en España entre 1572 y 1583. <<
[79] Séneca, Cartas a Lucilio, 56, 1. <<
[80] Diógenes Laercio, II, 36. <<
[81] Séneca, Cartas a Lucilio, 108, 17-23. <<
[82] Plutarco, Consejos para conservar la salud, 3, 123c; El destierro, 8, 602b (la sentencia es atribuida a los pitagóricos). <<
[83] Juvenal, VI, 577-579. <<
[84] Plutarco, Filopemen, 3, 4. <<
[85] Al parecer, el rey Enrique III había promovido el uso de los cubiertos en su corte. <<
[86] Plutarco, El refrenamiento de la ira, 13, 461e. <<
[87] La de salir de noche. <<
[88] Plutarco, César, 17, 2-3. <<
[89] (b) Los demás tienen de su parte la dicreción y la inteligencia, yo la franqueza y la libertad. <<
[90] Séneca, Cartas a Lucilio, 92, 12. <<
[91] Maximiano, Elegías, I, 155-157, 247-248. El primer verso es evocado por La Boétie en su lecho de muerte, según la Carta sobre la muerte de La Boétie escrita por Montaigne; expresiones muy similares se encuentran en Séneca, La clemencia, I, 9, 5; La ira, III, 15, 3; Cuestiones naturales, «Prefacio», I, 4. <<
[92] Cfr. Catulo, 68, 133-134. <<
[93] Horacio, Odas, III, 26, 2. <<
[94] Cfr. Ovidio, Amores, III, 7, 26 (Ovidio habla de nueve). <<
[95] Petronio, Satiricón, 25. <<
[96] Marcial, XI, 22, 7-8. <<
[97] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 78, 13. <<
[98] Antonio de Guevara, Epístolas familiares, II, 25 cita estos versos (atribuyéndolos al marqués de Santillana): «En la guerra que poseo, / siendo mi ser contra sí, / pues yo mismo me guerreo, / defiéndame Dios de mí» (cfr. también, del mismo Guevara, Aviso de privados y doctrina de cortesanos, 17). <<
[99] Cfr. un punto de vista distinto en Séneca, Cartas a Lucilio, 78, 11. <<
[100] Jean Fernel (1497-1558) fue médico del rey Enrique II y autor de numerosas obras científicas. La Escala, es decir, Julius Caesar Scaliger (1484-1558), italiano establecido en Agen hacia 1524, fue médico ordinario de la reina de Navarra desde 1548. La Boétie dedicó a su memoria un largo poema latino, que se publicó en 1561. Su hijo, el gran humanista Joseph-Juste Scaliger (1540-1609), habla del autor de Los ensayos en términos poco amables: «Su padre era vendedor de arenque. ¡Vaya tontería la de Montaigne, que nos dice que prefería el vino blanco!». <<
[101] Plutarco, La charlatanería, 21, 513c; Diógenes Laercio, IV, 63. <<
[102] Quintiliano, XI, 3, 40. <<
[103] Plutarco, Cómo escuchar, 3, 38e-f. <<
[104] Platón, Timeo, 89b-c. <<
[105] Cfr. Cicerón, Tusculanas, III, 6, 12-13. <<
[106] F. López de Gómara, Historia de la conquista de México, 218. <<
[107] Séneca, Cartas a Lucilio, 91, 15. <<
[108] Ovidio, Tristes, III, 8, 11. <<
[109] Platón, República, III, 408b. <<
[110] Maximiano, I, 171-174. <<
[111] Cfr. Plutarco, La paz del alma, 15, 473e - 474b (Plutarco alega una sentencia de Heráclito). <<
[112] Cfr. idem, El refrenamiento de la ira, 8, 457a. <<
[113] Se trata de una planta llamada también cardo corredor. <<
[114] Ovidio, Heroideas, V, 8. <<
[115] Séneca, Cartas a Lucilio, 78, 6. <<
[116] (c1) ya no tienes por quien curarte. <<
[117] Cfr. Virgilio, Eneida, VI, 74-76. <<
[118] (b) han durado cuarenta años [Al parecer Montaigne sufrió sus primeros ataques de piedra en 1578, cuando tenía cuarenta y cinco años]. <<
[119] (b) hará catorce <<
[120] Cfr. Plutarco, Nociones comunes, contra los estoicos, 13, 1065a-d. <<
[121] Platón, Fedón, 60b-c; cfr. Castiglione, El cortesano, II, 2. <<
[122] En su obra De senectute (La vejez). <<
[123] Diógenes Laercio, III, 39; cfr. Platón, Leyes, VII, 807e-808c, y II, 666b. <<
[124] Plutarco, A un gobernante falto de instrucción, 7, 782f; Consejos políticos, 4, 800d. <<
[125] Cfr. Platón, República, V, 466e-467a. <<
[126] Virgilio, Eneida, II, 317. <<
[127] Séneca, Cartas a Lucilio, 96, 5. <<
[128] (c1) hace poco la cincuentena en seis años <<
[129] Horacio, Odas, III, 10, 19-20. <<
[130] Ovidio, Tristes, III, 8, 25. <<
[131] Juvenal, XIII, 162. <<
[132] Cfr. Plutarco, Cómo percibir los propios progresos en la virtud, 12, 82f. <<
[133] Versos de Accio, citados por Cicerón, La adivinación, I, 22, 45. <<
[134] Platón, Timeo, 71d-72a. <<
[135] Cfr. Cicerón, La adivinación, I, 25, 52-53. <<
[136] Heródoto, IV, 184, 4. <<
[137] Cfr. Cicerón, La adivinación, II, 58, 119. <<
[138] Diógenes Laercio, IX, 82. <<
[139] Aulo Gelio, XV, 8. <<
[140] Séneca, Cartas a Lucilio, 18, 7. <<
[141] Horacio, Cartas, I, 5, 2. <<
[142] La aldea era Papessus, según la tradición. <<
[143] Séneca, Cartas a Lucilio, 123, 3. <<
[144] Era una tradición, en la alta aristocracia, que los padrinos fuesen pobres o vagabundos. <<
[145] Plutarco, Agis, 17, 2-3. <<
[146] Idem, Flaminino, I, 3. <<
[147] Idem, Pirro, 4, 7. <<
[148] Suetonio, Augusto, 74. <<
[149] Diógenes Laercio, I, 55. <<
[150] Cfr. ibidem, 93, que atribuye la sentencia a Cleóbulo; recuérdese también la expresión «aurea mediocritas», que se encuentra en Horacio, Odas, II, 10, 5. El Ejemplar de Burdeos ofrece una variante (finalmente tachada) que evoca otra fórmula cercana: «ese nada en exceso del pasado». <<
[151] Platón, Timeo, 81e. <<
[152] Cicerón, La vejez, 19, 71. <<
[153] Platón, Timeo, 81e. <<
[154] Cicerón, La vejez, 19, 71. <<
[155] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 18, 9. <<
[156] Montaigne alude a Venus, diosa del amor, y a Baco, dios del vino. En II, 33 se ha referido ya a su asociación (cfr. Aristóteles, Problemas, XXX, 1, 953b 30 y ss.). <<
[157] Séneca, Cartas a Lucilio, 19, 10. <<
[158] Plutarco, Banquete de los siete sabios, 2, 148a. <<
[159] (c1) Dejemos las efemérides para quienes componen los almanaques, y para los médicos. <<
[160] Suetonio, Augusto, 77. <<
[161] Cfr. Erasmo, Adagios, II, 3, 1: «Aut quinque bibe, aut treis, aut ne quatuor». Medio sextario era un cuarto de litro. <<
[162] Cfr. Guillaume Bouchet, Les Serées (1584), I, 1. <<
[163] Ateneo, II, 7, 38c. <<
[164] (b) a los cincuenta y cuatro años <<
[165] (b) y, para gesticular, apenas voy sin un bastón en la mano, ya sea a caballo o a pie. <<
[166] Diógenes Laercio, VII, 183. <<
[167] Plutarco, Si la virtud puede enseñarse, 2, 439d. <<
[168] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 15, 7. <<
[169] Platón, Protágoras, 347c-e (pero es Sócrates quien sostiene esta opinión). <<
[170] Aulo Gelio, XIII, 11. <<
[171] (b) el cuidado y el placer del cuerpo. <<
[172] Cicerón, Tusculanas, V, 7, 20. <<
[173] Horacio, Epístolas, I, 2, 54. <<
[174] Cfr. Cicerón, Tusculanas, V, 17, 51; en tal balanza los bienes del alma pesaban mucho más que los corporales y externos. <<
[175] Cfr. Diógenes Laercio, II, 90. <<
[176] (b-c1) están desganados. [Aristóteles, Ética a Nicómaco, III, 11, 1119a 5-10]. <<
[177] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 122, 14. <<
[178] (b) Estos humores ventosos pueden forjar cierta satisfacción, pues ¿qué no puede sobre nosotros la fantasía?, pero, de sabiduría, no tienen rastro. <<
[179] Cicerón, Académicas, II, 45, 139. <<
[180] San Agustín, Ciudad de Dios, VIII, 4. <<
[181] (c1) naturales, y por consiguiente necesarios y justos. <<
[182] Plutarco, Bruto, 4, 6-8. <<
[183] Horacio, Odas, I, 7, 30-32. <<
[184] Cfr. el autor protestante Henri Estienne, Apologie pour Hérodote, 22 («La gula y la vinolencia de los eclesiásticos»). <<
[185] Cicerón, El bien y el mal supremos, II, 8, 24. <<
[186] (b) la más ordenada reforma del comportamiento que hubo jamás en hombre alguno. [Cornelio Nepote, Epaminondas, 2; Cicerón, Tusculanas, I, 2, 4]. <<
[187] (b) Escipión el Joven, en suma, el primer hombre entre los romanos. [Cfr. Cicerón, La república, VI, «El sueño de Escipión»]. <<
[188] Idem, El orador, II, 6, 22 (en realidad, se trata de Escipión Emiliano, no de Escipión el Viejo). <<
[189] Montaigne asume la atribución de las comedias de Terencio a Escipión Emiliano (cfr. el capítulo I, 39). <<
[190] Tito Livio, XXIX, 19. <<
[191] Jenofonte, Banquete, 2, 16-19. <<
[192] Platón, Banquete, 220c-d. Variante c1 tachada: «Esta acción es un poco elevada y sobrehumana; me las arreglaría sin ella en el relato de su vida. Se trata de milagros de estas divinas almas que no puedo valorar dado que no puedo entenderlos» [Montaigne recupera esta reflexión, con palabras distintas, al final del capítulo]. <<
[193] Platón, Banquete, 220d. <<
[194] Diógenes Laercio, II, 22. <<
[195] Diodoro de Sicilia, XIV, 5, 2. <<
[196] Platón, Banquete, 217a-219d; Diógenes Laercio, II, 23 y 31. <<
[197] Platón, Banquete, 219e-220b; cfr. Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, I, 3, 5-6. <<
[198] Platón, Banquete, 220a. <<
[199] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 39, 4. <<
[200] (c1) y de modo natural <<
[201] Cfr. Aristóteles, Ética a Nicómaco, X, 2, 1172b 9 y ss. <<
[202] Cicerón, Tusculanas, IV, 31, 66. <<
[203] Cfr. Platón, Fedón, 60b-c. <<
[204] Idem, Leyes, I, 633c-d. <<
[205] Séneca, Cartas a Lucilio, 15, 9 (la máxima pertenece a Epicuro). <<
[206] Virgilio, Eneida, X, 641-642. <<
[207] Arriano, V, 26. <<
[208] Lucano, II, 657 (en referencia a Julio César). <<
[209] Variante c1 tachada: «y de comer, sino, hablando con reverencia, más bien que fuese doble». <<
[210] Séneca, Cartas a Lucilio, 119, 5. <<
[211] Plutarco, Banquete de los siete sabios, 14, 157d; Diógenes Laercio, I, 114. <<
[212] Cfr. san Agustín, Ciudad de Dios, XIV, 16: «¿Hay algún amante de la sabiduría y de los gozos santos que, practicando la vida conyugal… no prefiriese, si fuese posible, engendrar los hijos sin esta pasión, de suerte que aun en el momento de la procreación estuviesen sometidos a la mente los órganos creados para esta función… no excitados por el ardor pasional?» (trad. S. Santamaría y M. Fuertes, Valencia, 2000). <<
[213] Cfr. Cicerón, El bien y el mal supremos, IV, 21, 58 (idea atribuida a los estoicos). <<
[214] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 92, 6. <<
[215] Cfr. Platón, República, IX, 585a-e. <<
[216] Cicerón, El bien y el mal supremos, V, 16, 44. <<
[217] Alusión a un verso de Simonides, convertido en expresión proverbial: «Ni siquiera los dioses luchan contra la necesidad» (cfr. Platón, Protágoras, 345d; Leyes, VII, 818b; Erasmo lo recoge en el adagio II, 3, 41). <<
[218] San Agustín, Ciudad de Dios, XIV, 5. <<
[219] Cfr. Mateo 10, 30. Variante c1 tachada: «La acción de la razón perfecta no es otra que seguir la voluntad de la naturaleza. Haec est sapientia, in naturam conuerti [Esto es la sabiduría, volver a la naturaleza]» (Séneca, Cartas a Lucilio, 94, 68). <<
[220] (b) una comedia. <<
[221] Variante c1 tachada: «como fin supremo de nuestro deber y sumo bien del hombre». <<
[222] Variante c1 tachada: «Escuchemos la voz del maestro. No extraigo mis desvarios sino de las escuelas más severas». <<
[223] Séneca, Cartas a Lucilio, 74, 32. <<
[224] Cfr. Plutarco, Marcelo, 17, 11 (Arquímedes se olvidaba de comer y abandonaba el cuidado de su cuerpo, poseído por una suerte de entusiasmo); La imposibilidad de vivir placenteramente según Epicuro, II, 1094b-c. <<
[225] (b) Nuestros afanes son todos mundanos, y, entre los mundanos, los más naturales son los más justos. <<
[226] Es decir, entre los hombres comunes. <<
[227] Planudio, Esopo, 28. <<
[228] Pascal se acordará de este pasaje al escribir su célebre «El hombre no es ni ángel ni bestia, y la desgracia quiere que si alguien pretende hacer el ángel, haga la bestia» (Pensées, Lafuma, 678). <<
[229] Montaigne da una posible explicación natural del demon socrático al final de I, 11. <<
[230] Quinto Curcio, VI, 9. <<
[231] Horacio, Odas, III, 6, 5 (citado por Justo Lipsio, Adversus dialogistam, I). <<
[232] Plutarco, Pompeyo, 27, 5. <<
[233] Horacio, Odas, I, 31, 17-20 (los versos están dirigidos a Apolo). <<