[1] El tema de «lo útil y lo honesto» tiene su fuente clásica en el tercer libro de Los deberes de Cicerón, Sin embargo, en Montaigne está filtrado, con toda probabilidad, por la recepción de Maquiavelo y por el debate en torno al «maquiavelismo». <<
[2] Terencio, Heautontimorúmenos, III, 8, 621. <<
[3] Tácito, Anales, II, 88. Justo Lipsio utiliza este ejemplo para polemizar contra «… aquellas condiciones y naturalezas simples y blandas que las condenan [las estratagemas]; diciendo ser de verdadero soldado, y aun de hombre, tomar venganza del enemigo abiertamente y con mano armada, no de secretos y por engaños» (Políticas, V, 17, trad. Bernardino de Mendoza, Madrid, 1997; el original latino es de 1589). <<
[4] Tiberio profesaba el disimulo sistemático, como se ha dicho en el capítulo II, 17. <<
[5] Es la opinión del estoico Crisipo según Plutarco, Las contradicciones de los estoicos, 35, 1050f-1051a. <<
[6] Lucrecio, II, 1-2. Se encuentra la misma idea en Justo Lipsio, La constancia, I, 9. <<
[7] Probable alusión, no a la matanza de los protestantes en la noche de Saint-Barthélemy, en agosto de 1572, como a veces se ha supuesto, sino al asesinato, en diciembre de 1588, por orden del rey, de los dos Guisa, Enrique y su hermano el cardenal de Lorena, líderes ultracatólicos. <<
[8] Es quizá una alusión a la teoría de la mentira útil, que Platón defiende en República, III, 389b y V, 459c-d. <<
[9] Montaigne actuó, en torno a 1584 y 1585, como negociador entre Enrique de Navarra y el mariscal de Matignon, lugarteniente del rey Enrique III en Guyena. <<
[10] Plutarco, Foción, 10, 6; Cómo distinguir a un adulador de un amigo, 26, 67a. <<
[11] Sin duda Montaigne se refiere a la causa de la religión católica y, a la vez, de la monarquía. <<
[12] Cicerón, Tusculanas, IV, 25, 55. <<
[13] (c1) Todas las intenciones legítimas y equitativas son de suyo rectas y moderadas. [Cfr. el capítulo II, 19, al inicio]. <<
[14] Siendo el arcángel san Miguel el ángel protector de la Iglesia, el dragón podría aludir a los reformados. Pero se trata de un cuento popular recogido, por ejemplo, por Henri Estienne, en Apologie pour Hérodote, 38, y por Agrippa d’Aubigné, Les aventures du barón de Faeneste, IV, 12; cfr. Calvino, Traité des reliques, al final. <<
[15] La referencia parece corresponder al dominio de Montaigne. <<
[16] Cfr. Cornelio Nepote, Ático, 6; el «partido justo» es el de Pompeyo, o, más bien, el de la república, frente a Julio César. <<
[17] Recuérdese la célebre ley de Solón que obligaba a los ciudadanos de Atenas a intervenir en caso de conflicto interno; cfr, Aristóteles, Constitución de Atenas, 8, 5; Plutarco, Solón, 20, 1; Aulo Gelio, II, 12. Cfr. Jean Bodin, La República, IV, 7. <<
[18] Tito Livio, XXXII, 21, 33-34. <<
[19] Heródoto, VII, 163. <<
[20] (b-c1) por propósito expreso. <<
[21] El moderado Jean de Morvillier (1505-1577), obispo de Orleans, «garde des sceaux» entre 1568 y 1571, tras la caída en desgracia de Michel de L’Hopital. Si la Memoria que se atribuye a La Boétie es auténtica, como parece probable, es preciso recordar que, en 1562, el amigo de Montaigne le otorgaba un papel clave en la, a su juicio, necesaria reforma interna de la Iglesia. <<
[22] Es probable que Montaigne piense aquí en el célebre motivo, procedente de la Historia del Peloponeso de Tucídides —y repetido en el octavo libro de la República de Platón—, de la inversión de significados sufrida, durante la guerra, por las palabras más honorables. Montaigne hace mención explícita del pasaje de Tucídides en I, 22. <<
[23] Sobre el vino, recuérdese el adagio «In uino veritas» (Erasmo, I, 7, 17). <<
[24] Plutarco, Demetrio, 12, 9; Máximas de reyes y generales, 183e; La charlatanería, 12, 508c; La curiosidad, 4, 517b. <<
[25] Cfr. Idem, Si está bien dicho lo de «Vive ocultamente», I, 1128b-c. <<
[26] Cfr. el capítulo III, 13, donde Montaigne explica su posible aptitud como consejero extraoficial de un príncipe. <<
[27] Esopo, Fábulas, 91. <<
[28] Cicerón, Los deberes, I, 31, 113. <<
[29] Ibidem, III, 17, 69. <<
[30] Plutarco, Alejandro, 65, 3 (Dandamis habría sido un brahman indio). <<
[31] Séneca, Cartas a Lucilio, 95, 30. <<
[32] Montaigne se refiere, por ejemplo, a los actos sexuales; el asunto es tratado en el capítulo III, 5. <<
[33] Tácito, Anales, II, 64-67. <<
[34] Se trata, quizá, de una referencia al tratado de Nemours, firmado en julio de 1585, por el cual Enrique III pactó con los liguistas, hasta entonces sus enemigos encarnizados. <<
[35] Es decir, al Estado. <<
[36] El Palacio es el parlamento, un órgano más judicial que político. En realidad, Montaigne había desempeñado la función de parlamentario en Burdeos durante algunos años. <<
[37] Plutarco, Cómo distinguir a un adulador de un amigo, 23, 64d. <<
[38] Idem, Máximas de reyes y generales, 174c. <<
[39] (c1) Si la perfidia puede ser en algún caso excusada, lo es sólo cuando se utiliza para castigar y traicionar la perfidia. <<
[40] (b-c1) traiciones <<
[41] El médico de Pirro le propuso al general romano Fabricio envenenar a su amo a cambio de dinero; Fabricio lo devolvió o lo denunció a Pirro (cfr. Cicerón, Los deberes, III, 22, 86; Plutarco, Pirro, 21, 1-4; Séneca, Cartas a Lucilio, 120, 6). La anécdota ha sido ya aludida en el capítulo I, 5. <<
[42] Cfr. Herburt de Fulstin, Histoire des rois et princes de Pologne, París, 1573, IV, 11 (sabemos que Montaigne leyó esta obra en febrero de 1586). <<
[43] Plutarco, Eúmenes, 17; 19, 3. <<
[44] Valerio Máximo, VI, 5, 7. <<
[45] B. de Girard du Haillan, Histoire des rois de France, París, 1576, I, p. 42. <<
[46] N. Calcóndila, Historia de la decadencia del Imperio griego, VII, 11; Jacques de Lavardin, Histoire de Scanderberg, VII, París, 1576. <<
[47] Tácito, Anales, XIV, 62. <<
[48] Referencia a los verdugos que se empleaban en la ejecución de las penas capitales. <<
[49] Tácito, Anales, VI, 4 (V, 9). <<
[50] N. Calcóndila, Historia de la decadencia del Imperio griego, I, 10 (según el historiador sólo fueron dos los que no obedecieron al sultán). <<
[51] Martin Cromer, De origine et rebus gestis Polonorum, Basilea, 1568, XVI, p. 263. <<
[52] Montaigne ha tratado el tema de la violación de la palabra dada —central en el capítulo 18 de El Príncipe de Maquiavelo— en dos breves capítulos del primer libro (1, 5 y 6). <<
[53] Cicerón, Los deberes, III, 29, 106. <<
[54] Recuérdese la célebre máxima romana «Salus populi suprema lex» [La salvación del pueblo es la ley suprema] (Idem, Las leyes, III, 3, 8), que justificaría la transgresión de las leyes establecidas en caso de necesidad. Jean Bodin (République, IV, 3), entre otros, la habían invocado; cfr. Maquiavelo, Discursos, III, 41. <<
[55] Diodoro de Sicilia, XVI, 65; Plutarco, Timoleón, 4, 8 y ss. <<
[56] Cicerón, Los deberes, III, 22, 87; pero, según Cicerón, no se trata de Lucio Sila sino de Lucio Filipo. <<
[57] Montaigne se opone a Cicerón, Los deberes, III, 29, 107 (y también a Maquiavelo, Discursos, III, 42). Coincide con J. Bodin, República, V, 6. <<
[58] (c1) y juramentos. <<
[59] Cicerón, Los deberes, III, 30, 110. <<
[60] En el capítulo II, 36. <<
[61] Cfr. Plutarco, El demon de Sócrates, 3, 576f; 25, 594b-c. <<
[62] La nación de los lacedemonios, derrotada por el tebano Epaminondas. <<
[63] Pompeyo, que habría espetado a los mamertinos de Mesina: «Acabad de una vez de leernos las leyes cuando tenemos la espada en la cintura» (Plutarco, Pompeyo, 10, 2-3). <<
[64] Julio César (idem, César, 35, 6). <<
[65] Mario (idem, Mario, 28, 3). <<
[66] Cfr. idem, Antiguas costumbres de los espartanos, 16, 238b. <<
[67] Séneca, Cartas a Lucilio, 120, 6. <<
[68] Tito Livio, XXV, 18, 5. <<
[69] Ovidio, Pónticos, I, 7, 37-38. <<
[70] Cicerón, Los deberes, III, 23, 90. <<
[71] Lucano, VII, 320-322; Lucano pone estos versos en boca de Julio César, en una arenga a sus tropas. <<
[72] Tácito, Historias, III, 51. <<
[73] Propercio, III, 9, 7. <<
[74] Es decir, al sacerdocio. Montaigne parece referirse a los «consejos evangélicos», que incluyen la obligación del celibato para el cristiano perfecto; cfr. san Pablo, 1 Corintios 7, 7-9: «Quisiera yo que todos los hombres fueran como yo; pero cada uno tiene de Dios su propio don: éste, uno; aquél, otro. Sin embargo, a los no casados y a las viudas les digo que les es mejor permanecer como yo. Pero si no pueden guardar continencia, cásense, que mejor es casarse que abrasarse» (trad. Nácar-Colunga). Para la opinión de Montaigne sobre la abstinencia sexual, véanse, sin embargo, las líneas finales de II, 33. <<