[1] Otra referencia a este hecho en II, 9, en un pasaje que Montaigne suprime después de 1588. <<
[2] Al parecer, Montaigne empezó a escribir Los ensayos hacia 1572. <<
[3] El cólico nefrítico o renal, que Montaigne padecía desde los cuarenta y cinco años. <<
[4] (a-c1) Pero eran vanos propósitos. <<
[5] Son versos de Mecenas conservados por Séneca, Cartas a Lucilio, 101, 11. <<
[6] Cf. N. Calcóndila, III, 10. <<
[7] Diógenes Laercio, VI, 18. <<
[8] Es notable el contraste de este planteamiento con unas palabras que Montaigne atribuye a La Boétie poco antes de su muerte: «Lo cierto es que más de la mitad de mi sufrimiento me lo produce no mi dolor sino el vuestro [el de su esposa], y con razón: el dolor que sentimos en nosotros, no lo sentimos propiamente nosotros, sino ciertos sentidos que Dios nos ha infundido; en cambio, lo que sentimos por los demás, lo sentimos a través del juicio y del razonamiento» (Carta sobre la muerte de la Boétie). <<
[9] Marcial, X, 47, 13 (sentencia pintada en la biblioteca de Montaigne, pero recubierta por otra). <<
[10] (a-b) como si formara a los hombres para los actos de una comedia, o como si cayera bajo su jurisdicción impedir los movimientos y las alteraciones que nos vemos obligados por naturaleza a padecer. Que impida, pues, a Sócrates sonrojarse de pasión o de vergüenza, parpadear ante la amenaza de un golpe, temblar y sudar debido a las sacudidas de la fiebre; la descripción de la poesía, que es libre y voluntaria, no osa privar de lágrimas ni siquiera a las personas a las que pretende representar cumplidas y perfectas: / e se n’afligge tanto, / che si morde le man, morde le labbia, / sparge le guancie di continuo pianto [y se aflige tanto que se muerde las manos, se muerde los labios, llena sus mejillas de continuo llanto]. Debería dejar esta carga a quienes hacen profesión de ordenar nuestra disposición y nuestros semblantes. Que se limite a… [Ariosto, Orlando furioso, 46, 27, 4-6; el tema de las lágrimas que los poetas atribuyen a sus héroes aparece también en II, 2]. <<
[11] (a-b) que le ordene sus pasos, y la mantenga contenida y en el deber <<
[12] (a-b) Ya está bastante bien que seamos como solemos ser en nuestros pensamientos y acciones principales. <<
[13] Cfr. Laurent Joubert, Erreurs populaires, IV, 9. <<
[14] (c1) permite <<
[15] Diógenes Laercio, X, 118. <<
[16] Cfr. Cicerón, Tusculanas, II, 23, 56. <<
[17] Cfr. ibidem, 23, 55. <<
[18] Accio, Filoctetes, citado por Cicerón, El bien y el mal supremos, II, 29, 94; Tusculanas, II, 14, 33. <<
[19] Cicerón, La adivinación, II, 69, 143. <<
[20] Virgilio, Eneida, VI, 103-105. <<
[21] Cfr. Cicerón, La adivinación, II, 45, 94; R. Sibiuda, Libro de las criaturas, 57. <<
[22] Plinio, VII, 12 (10), 51-52. <<
[23] Cfr. Plutarco, La tardanza de la divinidad en castigar, 21, 563a-b. <<
[24] Aristóteles, Política, II, 3, 1262a 19-21; cfr. Heródoto, IV, 180, 5-6. <<
[25] Los dos hijos mayores de Pierre Eyquem (1495-1568) habían muerto, de manera que Montaigne era el hijo mayor. <<
[26] Grimon Eyquem vivió entre 1450 y 1519; Ramón Eyquem, entre 1402 y 1478. <<
[27] (a-b) cuarenta y seis años. <<
[28] El señor de Gaujac, llamado Pierre Eyquem, como el padre de Montaigne, y hermano suyo, vivió entre 1506 y 1573. <<
[29] El señor de Bussaguet es Raymond Eyquem (1513-1563), hermano del padre de Montaigne. Thomas de Saint-Michel, otro de sus hermanos, había fallecido en 1541. <<
[30] Diógenes Laercio, X, 129. <<
[31] (a-b) eso es verosímil. (a) Pero digo lo que se ve en la práctica; hay gran peligro de que se trate de pura impostura, creo en ello a sus cofrades Fioravanti y Paracelso. <<
[32] Los «simples» son, en principio, medicamentos formados por una sola sustancia. <<
[33] Plutarco, Banquete de los siete sabios, 14, 157f. <<
[34] Cfr. C. Agrippa, De incertitudine scientiarum, 83. <<
[35] Plinio, XXIX, 5, 11; 8, 14-15; cfr. C. Agrippa, De incertitudine scientiarum, 83. Es Agrippa y no Plinio quien atribuye, erróneamente, la expulsión de los médicos de Roma a Catón el Viejo. <<
[36] Cfr. Plutarco, Catón el Viejo, 23, 5; la dieta de Catón incluía legumbres y carne de pato y de paloma, además de liebre. <<
[37] Plinio, XXV, 53, 94, citado en C. Agrippa, De incertitudine scientiarum, 83. <<
[38] Heródoto, IV, 187, 2-3. <<
[39] Platón, Timeo, 89a-b. <<
[40] Cfr. Ibidem, 89b-d; cfr. Aristóteles, Ética a Nicómaco, II, 3, 1104b 17-18: «Es de la índole de las medicinas actuar por medio de contrarios» (trad. M. Araujo y J. Marías, Madrid, 1994). <<
[41] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 107, 11; es el célebre «Ducunt uolentem fata, nolentem trahunt» [Los hados conducen al que quiere; al que no quiere, lo arrastran], traducción de un verso griego de Cleantes. <<
[42] C. Agrippa, De incertitudine scientiarum, 83. <<
[43] Ibidem; cfr. Plinio, XXIX, 1, 11, que presenta la sentencia como una inscripción funeraria anónima. <<
[44] Diógenes Laercio, VI, 62. <<
[45] C. Agrippa, De incertitudine scientiarum, 83. <<
[46] Ibidem (pero Agrippa menciona sólo a Dios como causa de curación). <<
[47] Cfr. Ibidem, que cita a Plinio, XXIX, 8, 18. <<
[48] Juvenal, 3, 236-237. <<
[49] La importancia de la fe o la confianza para curarse es valorada por Hipócrates, Galeno y Avicena. En el siglo XVI, véase, por ejemplo, Marsilio Ficino, Tres libros sobre la vida, III, 20; Cornelio Agrippa, De incertitudine scientiarum, 83; Filosofía oculta, 1, 66. A su vez, Pomponazzi escribe en De incantationibus, IV, 3: «La fe contribuye mucho a curarse, según el dicho de Galeno en su «Comentario» a los Pronósticos (I, 2): “Cura más aquél en quien confía más gente”». Montaigne ha tocado ya este tema en «La fuerza de la imaginación» (I, 20). <<
[50] Platón, República, III, 389b. <<
[51] Esopo, Fábulas, 170 («El enfermo y el médico»). <<
[52] C. Agrippa, De incertitudine scientiarum, 83. <<
[53] (a-c1) a Helena <<
[54] Virgilio, Eneida, VII, 770-773 (Zeus habría golpeado con el rayo a Esculapio, hijo de Apolo, por haber hecho resucitar a Hipólito); cfr. Plinio, XXIX, 1, 3. <<
[55] Estobeo, Sermo, 245. <<
[56] Cfr. Plinio, XXIX, 1, 2. <<
[57] Lo sostiene Cicerón en La adivinación, II, 64, 133. <<
[58] Ibidem. Cicerón añade: «en vez de decir, según el uso humano, un caracol». <<
[59] La referencia a «todas las artes… sobrenaturales» sugiere que Montaigne piensa también en las curaciones milagrosas. De hecho en su época no falta quien relaciona las propiedades curativas de la fe en el médico con las palabras de que se sirve a veces Cristo para acompañar sus milagros: «Ten confianza; tu fe te ha curado» (Mateo 9, 22, etc.). Cfr. Jean Bodin, Coloquio de los siete sabios, II: «Cuando Galeno escribe sobre la medicación homérica, dice que los hombres incultos se curan de las enfermedades por la fuerza de la palabra, y con mayor eficacia cuanta más fe ponen. Pues hemos visto que los brujos no pueden curar de otra manera; por eso antes profieren estas palabras: “Cree y te curarás”» (trad. P. Mariño, ligeramente modificada, Madrid, 1998, pp. 40-41; cfr. VI, p. 280). Igualmente, casi al final de su De magia, Giordano Bruno recuerda que Cristo, en su propia patria, no pudo curar a quienes no creyeron en Él (cfr. Mateo 13, 58). <<
[60] Cfr. Pomponazzi, De incantationibus, IV, 3: «Los médicos empíricos, incluso del todo ignorantes de las letras, logran a menudo más curaciones que los médicos racionales y llenos de cultura». <<
[61] Cfr. Plinio, XXIX, 5, 9. <<
[62] C. Agrippa, De incertitudine scientiarum, 83; el consejo proviene del médico árabe Razis. <<
[63] Cfr. Plinio, XXIX, 2; 3; 5, 6-11. <<
[64] Ibidem, I, 2. <<
[65] Montaigne resume Plinio, XXIX, 2, 4-5, 10 en su recorrido por la historia de la medicina antigua. <<
[66] Plinio, XXIX, 8, 17. <<
[67] Cfr. ibidem: «La gente tiene menos fe en lo que concierne a su salud si lo entiende» (trad. E. Tarriño, Madrid, 2002). Montaigne parece parafrasear esta misma sentencia en el capítulo III, 11. <<
[68] (a-b) más de lo que podríamos valorar las drogas que conocemos. Si no nos es desconocida, si no procede de ultramar, y no nos la traen de alguna región lejana, carece de fuerza. <<
[69] Esopo, Fábulas, 245. <<
[70] Cfr. C. Agrippa, De incertitudine scientiarum, 83, que cita a Galeno. <<
[71] Cfr. Hipócrates, Epidemias, 3. <<
[72] C. Agrippa, De incertitudine scientiarum, 83; cfr. Plinio, XXVIII, 19. <<
[73] Una talla o litotomía, es decir, una operación para extraer los cálculos de la vejiga. <<
[74] C. Agrippa, De incertitudine scientiarum, 83. <<
[75] En referencia al boticario, que preparaba los medicamentos. <<
[76] Heródoto, II, 84. <<
[77] El pequeño mundo es el ser humano según el conocido tópico del hombre-microcosmos. <<
[78] Montaigne se refiere a su gran amigo La Boétie, fallecido en agosto de 1563. Véase la Carta sobre la muerte de La Boétie. <<
[79] Las cosas aperitivas son las que abren las vías a los líquidos orgánicos en los aparatos digestivos, biliar, urinario, etc. <<
[80] (a) En suma, cualquiera de sus razonamientos es susceptible de tales objeciones. En cuanto al juicio sobre el efecto de las drogas, es tanto o más incierto. He ido dos veces a beber las aguas termales de nuestras montañas, y me he conformado porque es una bebida natural, simple y sin mezcla, que al menos no es peligrosa, aunque sea vana, y que, por azar, ha resultado no ser en absoluto contraria a mi gusto —es cierto que la tomo según mis reglas, no según las de los médicos—, además de que el placer de la visita a numerosos parientes y amigos, que tengo por el camino, y de las compañías que surgen, y de la belleza de la situación del lugar, me atrae. Sin duda, esas aguas no obran ningún milagro, y todos los efectos extraños que se cuentan, no me los creo. Porque, mientras he estado allí, se han difundido varios de esos rumores, que he descubiertos falsos tras informarme con un poco de cuidado. Pero la gente se engaña fácilmente con aquello que desea. No se puede tampoco negar que despiertan el apetito, facilitan la digestión y nos procuran cierta nueva vitalidad, salvo que se vaya con las fuerzas del todo abatidas. Pero yo no he ido ni tengo intención de ir sino sano y con placer. Ahora bien, en cuanto a lo que digo de la dificultad que se presenta para juzgar su efecto, veamos un ejemplo. Fui en primer lugar a Aigues-Chaudes. De éstas, no sentí ningún efecto, ninguna purgación visible, pero pasé un año entero, a la vuelta, sin verme afectado por ningún cólico, motivo por el cual había ido. Después, fui a Bagnères. Éstas me hicieron evacuar mucha arenilla, y me mantuvieron el vientre muy suelto durante mucho tiempo. Pero no protegieron mi salud más que dos meses, porque después mi enfermedad me ha tratado muy mal. Yo preguntaría, a partir de este testimonio, de cuáles he de fiarme más, en opinión de mi médico, contando con tales argumentos y circunstancias diferentes a favor de unas y de otras. <<
[81] (a) Por tanto, cuando nos aconsejan una cosa más que otra, cuando nos prescriben las cosas aperitivas, como son las aguas termales, o nos las prohíben, lo hacen con idéntica incertidumbre, y remiten sin duda a la merced de la fortuna el resultado de su consejo, pues no está en su poder, ni en el de su arte, asegurarse de la medida de los cuerpos arenosos que se incuban en nuestros riñones; ahora bien, una ligerísima diferencia de tamaño puede producir en el efecto de nuestra salud conclusiones contradictorias. A partir de este ejemplo, puede juzgarse de la forma de sus razonamientos. Pero, para acuciarlos más vivamente, no convendría un hombre tan ignorante de su arte como lo soy yo. <<
[82] Montaigne estuvo en Bagnères en 1579; visitó los otros baños en el curso de su viaje a Italia, entre 1580 y 1581. <<
[83] Cfr. Diario de viaje, de Montaigne (en Bagni della Villa, entre mayo y junio de 1581). <<
[84] Ausonio, Epigramas, 74; citado en C. Agrippa, De incertitudine, <<
[85] Marcial, VI, 53, 1-4. <<
[86] Es una localidad aislada en los Pirineos, en la región de Béarn. <<
[87] En los Alpes. <<
[88] Cfr. Avicena, Canon, II, 602, y Laurent Joubert, Erreurs populaires, II, 12, sobre la creencia de que la sangre de macho cabrío disuelve los cálculos renales. <<
[89] (a-b) y si el animal está expuesto a la enfermedad me parece que lo han elegido mal para que nos sirva de medicamento. <<
[90] El precepto está extraído de Eclesiástico 38, 1 (citado por Laurent Joubert, Erreurs populaires, I, 1). El pasaje bíblico que se le enfrenta es 2 Paralipómenos 16, 12 (citado también por Joubert, ibidem, y por C. Agrippa, De incertudine scientiarum, 83). <<
[91] Cfr. Plinio, XXIX, 8, 16, para quien los antiguos condenaban el arte de la medicina precisamente por su afán de beneficio. <<
[92] (a-b) que me acueste sobre el lado derecho, si prefiero estar así a estar sobre el izquierdo <<
[93] Cfr. Antonio de Guevara, Epístolas doradas, I (recuérdese que en Guevara es habitual la invención de supuestas anécdotas antiguas). <<
[94] Heródoto, I, 197; cfr. Plutarco, Si está bien dicho lo de “Vive ocultamente”, 2, 1128d-e. <<
[95] C. Agrippa, De incertitudine, 83. <<
[96] Diógenes Laercio, III, 7 (cfr. Odisea, 4, 231). <<
[97] La de los enfermos de cálculos renales. <<
[98] Cfr. P. A. Mathiole, en su «Comentario» a Dioscórides, De materia medicinalis, II, 16, que se apoya en Galeno, Antídotos, II. <<
[99] Margarita d’Aure de Gramont (c. 1549-1586), esposa del vizconde de Duras, cuñada de la bella Corisanda (a la que Montaigne se dirige en I, 28), fue una de las damas de honor de la reina Margarita de Navarra entre 1579 y 1585. <<
[100] Los ensayos. <<
[101] (a-b) dice Tácito [Anales, VI, 46]. <<
[102] (c1) le eximiría. <<
[103] Cfr. Plinio, XXVI, 8, 18; XXIX, 3-8; XXIX, 5, 10. <<
[104] Cfr. Plutarco, Pericles, 38, 2 (la respuesta corresponde más bien a un comentario ulterior de Teofrasto). <<
[105] La dracma es una medida de peso (la octava parte de una onza); la opiata, un medicamento compuesto en parte de opio. <<
[106] Caballeros legendarios, de la época de Carlomagno, que, gracias a su extraordinario caballo Bayard, habrían realizado grandes proezas. <<
[107] Cfr. Cicerón, Los deberes, I, 30, 107-108. <<
[108] (a-b) como tampoco dos caras. Su característica más propia es la diversidad y la discordancia. <<
[109] Cicerón, Académicas, II, 26, 85. <<