[1] Cfr. Cicerón, Tusculanas, IV, 35, 75, pero, sobre todo, san Agustín, Ciudad de Dios, XIV, 16: «Esta pasión [la libido] no sólo sacude al cuerpo entero, tanto exterior como interiormente, sino que excita a todo el hombre, uniendo y mezclando con el apetito de la carne el afecto del ánimo para conseguir aquel placer, el mayor entre los placeres del cuerpo» (trad. S. Santamaría y M. Fuertes, Valencia, 2000). <<

[2] Al parecer, el príncipe mencionado es Luis de Borbón, duque de Montpensier (1513-1582). <<

[3] Cfr. Diógenes Laercio, IV, 7; Valerio Máximo, IV, 3, ext. 3. Pero en realidad, según estas fuentes clásicas, Jenócrates resistió sin problemas los embates de la libido. <<

[4] Es precisamente lo que sostiene Montaigne sobre la amistad en I, 27. <<

[5] Suetonio, César, 45. <<

[6] Ibidem, 2 y 49. <<

[7] Ibidem, 52, 1-2; Plutarco, César, 49, 10. <<

[8] Suetonio, César, 52, 1; 50, 1; cfr. Plutarco, Pompeyo, 42, 13. Egisto fue el amante de Clitemnestra y el asesino de Agamenón. <<

[9] Beroaldo, «Comentario» a Suetonio, César, 50, 2; cfr. Plutarco, Bruto, 5, 1-2. <<

[10] N. Calcóndila, Historia de la decadencia del Imperio griego, II, 12. <<

[11] Ibidem, V, 11. <<

[12] Cfr. Suetonio, César, 55; Quintiliano, X, 114. <<

[13] Cicerón es autor de Catón o la vejez. Sobre los Anticatones de César, véase, Plutarco, César, 3, 4; 54, 5-6. <<

[14] Suetonio, César, 53; Plutarco, César, 17, 9. <<

[15] Suetonio, César, 48. <<

[16] Ibidem, 53. <<

[17] Plutarco, Catón el Joven, 24, 1-3; Bruto, 5, 3-4 (Servilia fue luego la madre de Bruto). <<

[18] Cfr. Pseudo-Aristóteles, Problemas, XXX, 1, 953b 30 y ss.; y un célebre verso de Terencio: «Sin Ceres y sin Baco Venus se enfría» (Eunuco, IV, 5, 732; es el adagio II, 3, 97 de Erasmo). Montaigne rechaza el acuerdo entre vino y amor en una página del capítulo III, 13. <<

[19] Suetonio, César, 75. La Boétie escribe en La servidumbre voluntaria: «Este personaje [César] carecía, a mi juicio, de todo valor; su misma humanidad, que tanto se predica, fue más dañina que la crueldad del más salvaje tirano que jamás haya existido, pues fue de hecho su venenosa benignidad lo que azucaró la servidumbre ante el pueblo romano». Sobre la clemencia calculada de César, véase por ejemplo Cicerón, A Atico, 10, 4, 8: «Él no deja de ser cruel por su voluntad o por su naturaleza, sino porque advierte que con la clemencia es más grato al pueblo» (trad. J. Guillén Cabañero, Madrid, 1992). Montaigne era muy consciente de este aspecto de la política de César; al leer en 1578 su obra La guerra civil, consigna en una nota al margen los múltiples pasajes donde a su juicio se pone de relieve la «benignidad artificiosa» del general romano. <<

[20] Suetonio, César, 75. <<

[21] Ibidem, 75, 1. <<

[22] Plutarco, César, 34, 5. <<

[23] Suetonio, César, 75, 2. <<

[24] Ibidem, 73. <<

[25] Ibidem, 73. <<

[26] Ibidem, 73. <<

[27] Cfr. ibidem, 75, 5. <<

[28] Ibidem, 75, 5. <<

[29] Ibidem, 72; cfr. Plutarco, César, 17, 11. <<

[30] Suetonio, César, 48. <<

[31] Ibidem, 54. <<

[32] Ibidem, 72. <<

[33] Ibidem, 77. <<

[34] Ibidem, 77. <<

[35] Ibidem, 78. <<

[36] Ibidem, 76. <<

[37] Virgilio, Eneida, X, 134-137. <<

[38] Valerio Máximo, IV, 5, 1; cfr. T. Zwinger, Theatrum uitae humanae, Basilea, 1565, V, p. 510. <<

[39] Se trata de Escipión Emiliano (185-129 a. C.), destructor de Cartago y de Numancia, amigo del historiador griego Polibio, ideal de aristócrata romano para Cicerón (véase La amistad y La república), y de Diógenes de Sínope, el Cínico. <<