[1] Según la filosofía tradicional, en el mundo terrestre los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego) se presentan siempre mezclados. <<

[2] Cfr. Cicerón, Académicas, II, 42, 130-131. <<

[3] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 91, 5. <<

[4] Lucrecio, IV, 1133-1134. <<

[5] Séneca, Cartas, 74, 18. <<

[6] El verso de Epicarmo es citado en Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, II, 1, 20. <<

[7] Tito Livio, V, 4, 4. <<

[8] Cfr. Platón, Fedón, 60c (pero, según Platón, la divinidad habría pretendido separar ambos elementos). <<

[9] Séneca, Cartas a Lucilio, 99, 25; Séneca se opone al epicúreo Metrodoro, que preconiza obtener placer del mismo dolor. <<

[10] Puede pensarse, naturalmente, en Petrarca (y, con él, en su enorme posteridad): «Pascomi di dolor, piangendo rido» [Me alimento de dolor, río llorando] (Canzoniere, 134, 12). El poeta toscano habla también de su complacencia en el dolor («dolendi uoluptas quaedam») en De remediis utriusque fortunae, II, 71, y en Secreto mío, II: «A fuerza de alimentarme de lágrimas y dolores, con sombrío placer, cuando he de dejarlo es a disgusto» (trad. C. Yarza, Madrid, 1978, p. 86). <<

[11] Ovidio, Tristes, IV, 3, 37. <<

[12] Catulo, 27, 1-2. <<

[13] Séneca, Cartas a Lucilio, 63, 5; Átalo fue un filósofo estoico, maestro de Séneca. <<

[14] Ibidem, 69, 4. <<

[15] Platón, República, IV, 426e (tomado de Jean Bodin, Methodus, 4). <<

[16] Tácito, Anales, XIV, 44 (tomado de Jean Bodin, Methodus, 4, que da gran importancia a esta sentencia). <<

[17] La idea está ya en Tucídides, III, 37 (puesta en boca del demócrata radical Cleón, partidario de aplicar crueles represalias contra los rebeldes de la isla de Lesbos): «Los espíritus mediocres por lo general gobiernan mejor un Estado que los hombres de genio» (trad. J. Alsina, Madrid, 1976). Justo Lipsio la menciona en sus Políticas, III, 4 (1589) como un «precepto secreto». <<

[18] Montaigne piensa tal vez en la célebre teoría platónica del filósofo-rey. <<

[19] Tito Livio, XXXII, 20, 2. <<

[20] Cicerón, La naturaleza de los dioses, I, 22, 60. La pregunta de Hierón no se refería a un asunto político sino a la naturaleza de la divinidad (el pasaje se ha utilizado a veces en sentido agnóstico; véase, por ejemplo, el Octavio de Minucio Félix, 13, y, en el siglo XVII, Sur la divinité del libertino La Mothe Le Vayer). <<