[1] Cfr. Diógenes Laercio, VII, 120; Plutarco, Las contradicciones de los estoicos, 13, 1038c. <<

[2] Horacio, Sátiras, I, 1, 107. <<

[3] Cfr. Diógenes Laercio, VII, 120. <<

[4] Horacio, Sátiras, I, 3, 115-117. <<

[5] Cfr. Platón, Cármides, 174c-d. <<

[6] La nación germánica, según un difundido tópico de la época. <<

[7] Lucrecio, III, 476 y 478-480. <<

[8] Platón, Leyes, I, 645e - 646a. <<

[9] Séneca, Cartas a Lucilio, 83, 16. <<

[10] Horacio, Odas, III, 21, 14-16; Lieo es un epíteto de Baco. <<

[11] Flavio Josefo, Autobiografía, XLIV, 224-225. <<

[12] Séneca, Cartas a Lucilio, 83, 14. <<

[13] Ibidem, 83, 15. <<

[14] Cfr. Virgilio, Bucólicas, VI, 15. <<

[15] Séneca, Cartas a Lucilio, 83, 12. <<

[16] Probable referencia a los lansquenetes, mercenarios germánicos al servicio del rey de Francia. <<

[17] Cfr. Juvenal, Sátiras, XV, 47-48. <<

[18] Diodoro de Sicilia, XVI, 93, 7. <<

[19] Según anota Florimond de Raemond, se trata de la señora de Aimar, cuyo marido fue presidente del Parlamento de Burdeos, y antecesor de Montaigne en su alcaldía. <<

[20] Séneca, La tranquilidad del ánimo, 17, 8. <<

[21] Maximiano (Pseudo-Galo), I, 47-48. <<

[22] (a-b) Catón, la verdadera imagen de la virtud estoica <<

[23] Horacio, Odas, III, 21, 11-12; cfr. Séneca, La tranquilidad del ánimo, 17, 9. <<

[24] Plutarco, Artajerjes, 6, 4; Máximas de reyes y generales, 173e; Conversaciones de sobremesa, I, 4, 620c. <<

[25] Nombre latinizado de Jacques Dubois (1478-1555), que fue lector de medicina en el Colegio Real de París entre 1550 y 1555. <<

[26] (b) Platón le atribuye el mismo efecto al servicio del espíritu. <<

[27] Plutarco, Conversaciones de sobremesa, VII, 9, 714a; cfr. Heródoto, I, 133. <<

[28] Podría haber aquí un eco de una célebre expresión de origen paulino (cfr. 2 Corintios 10, 5). <<

[29] (c1) por temor a la salud <<

[30] Del dios del vino, Dionisio o Baco. <<

[31] El célebre Libro áureo de Marco Aurelio (1529), de fray Antonio de Guevara (1480-1545), que simula ser la traducción de una serie de cartas del emperador estoico. Montaigne valora otra obra de Guevara, las Epístolas familiares, en el capítulo I, 48. Sobre las aficiones culturales del padre de Montaigne, véase el inicio de la «Apología» (II, 12). <<

[32] Pierre Eyquem (1495-1569), en Italia desde 1515, contrajo matrimonio a finales de 1528 en Toulouse con Antoinette de Louppes (c. 1510-1601), de una familia de ricos comerciantes de probable origen judeo-español. <<

[33] Variante c1 tachada: «Se me puede llamar más goloso que borracho». <<

[34] Diógenes Laercio, I, 104. <<

[35] (c1) les ordena que se deleiten con ello, y que mezclen generosamente <<

[36] Platón, Leyes, II, 666a-c. <<

[37] Ibidem, I, 640c-e. <<

[38] Cfr. ibidem, I, 648b - 650b. <<

[39] Cfr. ibidem, II, 666c. <<

[40] Ibidem, II, 672d. <<

[41] Ibidem, 674a-b. <<

[42] Diógenes Laercio, II, 120. <<

[43] Idem, IV, 44. <<

[44] Véase, por ejemplo, Lucrecio, III, 474 y ss.; Séneca, Cartas a Lucilio, 83, 18-27. <<

[45] Cfr. Horacio, Odas, III, 28, 4. <<

[46] Pietro Crinito, Vida de Lucrecio (alega a Eusebio). <<

[47] Lucrecio, III, 154-157. <<

[48] Cfr. Terencio, Heautontimorúmenos, I, 1, 77. <<

[49] Ya Platón reprochaba a Homero y a los poetas trágicos que hicieran llorar a los héroes (República, X, 605c - 606b). <<

[50] Virgilio, Eneida, VI, 1 (Eneas llora la muerte de su piloto Palinuro). <<

[51] Cfr. Plutarco, Publícola, 6, 5 (el escritor griego añade que tal conducta no es humana sino divina, si se interpreta fruto de la virtud, o monstruosa, si se entiende como consecuencia de la pasión). <<

[52] Se trata de la escuela estoica. <<

[53] La de los epicúreos. <<

[54] Cicerón, Tusculanas, V, 9, 27. <<

[55] Diógenes Laercio, IX, 59. <<

[56] El mártir aludido es san Lorenzo; cfr. Prudencio, Libro de las coronas, 2, 401-408. <<

[57] Flavio Josefo, Historia de los macabeos, 4-10 (Josefo recrea el martirio narrado en 2 Macabeos 7). <<

[58] Diógenes Laercio, VI, 3; Aulo Gelio, IX, 5, 3; Sexto Empírico, Esbozos pirrónicos, III, 23, 181. <<

[59] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 108, 18. <<

[60] Cfr. ibidem, 66, 47; 92, 25. <<

[61] Virgilio, Eneida, IV, 158-159; citado en Séneca, Cartas a Lucilio, 6 4, 4 (a propósito de la filosofía de Sextio). <<

[62] Séneca, La tranquilidad del ánimo, 17, 11. <<

[63] Cfr. Plutarco, La virtud moral, 12, 452b-c. <<

[64] Montaigne sigue a Séneca, La tranquilidad del ánimo, 17, 10 (cfr. Platón, Fedro, 245a, y Pseudo-Aristóteles, Problemas, XXX, 1, 953a 10 y ss.). Pero este planteamiento alcanza una gran difusión en el siglo XVI, gracias sobre todo a la obra del neoplatónico Marsilio Ficino (véase, por ejemplo, Tres libros sobre la vida, I, 5). Por lo demás, Séneca asocia ya, como Montaigne, ebriedad y locura divina (cfr. La tranquilidad del ánimo, 17, 8-17, 11). Montaigne, que habla de «furor… santo», parece tener presente además la locura cristiana (recuérdese la caracterización del cristianismo que efectúa san Pablo en 1 Corintios 1), vinculada por Erasmo a la teoría platónica de la locura divina (Elogio de la locura, 66). El propio Erasmo, en ese mismo lugar, evoca que los apóstoles fueron acusados de ebriedad el día de Pentecostés (Hechos 2, 13 y 15). Sobre el asunto de la locura divina, véase también un importante añadido posterior a 1588 en la parte final de la «Apología de Ramón Sibiuda» (II, 12). <<

[65] Platón, Timeo, 71e (pero la última posibilidad, la del rapto celeste, no figura en el pasaje platónico). <<