[1] En el original, «gloire», que significa tanto ‘gloria’ (asunto tratado en II, 16) como ‘orgullo’. <<
[2] Tema clásico; cfr. Platón, República, V, 474d-e; Lucrecio, IV, 1149-1170; Horacio, Sátiras, I, 3, 38-40. <<
[3] Es la actitud del pusilánime según Aristóteles (cfr. Ética a Nicómaco, IV, 3, 1123b 10-13 y 1125a 19-23). Sobre este mismo tema, véase 11, 6, ad finem, allí con una referencia explícita a las páginas aristotélicas que se ocupan de la magnanimidad. <<
[4] Es un tópico antiguo; véase, por ejemplo, Dísticos de Catón, I, 16, o Valerio Máximo, VII, 2, 11: «El mismo Aristóteles decía con frecuencia que no se debe hablar de uno mismo, ni a favor ni en contra, porque alabarse a sí propio es vanidad, vituperarse, en cambio, es de necios» (trad. F. Martín Acera, Madrid, 1988). Dante, en una página de su Convivio (I, 2), establece que sólo caben dos justificaciones para hablar de uno mismo: defenderse (como Boecio en su Consolación de la filosofía) y ayudar al prójimo (como san Agustín en sus Confesiones). <<
[5] Horacio, Sátiras, II, 1, 30-34 (Horacio alude al poeta satírico Lucilio). <<
[6] Tácito, Agrícola, I, 3 (Rutilio y Escauro habían escrito sus autobiografías). <<
[7] Plutarco, Cómo distinguir a un adulador de un amigo, 9, 53c. <<
[8] Cfr. Plutarco, Alcibíades, I, 6-8. <<
[9] Según Plutarco, Cicerón razonaba de esta manera: «Cuando le veo rascarse la cabeza con un solo dedo, ya no alcanzo a creer que un hombre así pueda haber decidido un crimen tan grande como la ruina de la República romana» (César, 4, 9). <<
[10] Según Plutarco, solía llevarse la mano izquierda a la barbilla (Cicerón, 48, 4). <<
[11] Cfr. Amiano Marcelino, XXI, 16. <<
[12] (c1) por el hecho de poseerlas. <<
[13] (a-b) sobre la causa del movimiento de la octava esfera, y del flujo <<
[14] Cfr. la sentencia pintada en la biblioteca de Montaigne: «Cognoscendi studium homini dedit Deus eius torquendi gratia. Eccl. 1» (cfr. Eclesiastés 1, 13). <<
[15] (c1) me desautorizo sin cesar y <<
[16] (a-b) Me conozco tanto, que si hubiera surgido de mí algo que me gustara, lo debería sin duda a la fortuna. <<
[17] Horacio, Arte poética, 372-373, <<
[18] Ya en I, 25 Montaigne ha distinguido entre poeta y versificador (por lo demás es una distinción habitual en la Pléiade). <<
[19] Marcial, XII, 63, 13. <<
[20] Cfr, Diodoro de Sicilia, XIV, 109, 1-6. <<
[21] Diodoro de Sicilia, XV, 7. <<
[22] Ibidem, 74. <<
[23] Ovidio, Pónticos, I, 5, 15-16. <<
[24] en el alma, (c1) y cierta imagen turbia, (a) que me presenta (c1) como en sueños. <<
[25] Plutarco, Deberes del matrimonio, 29, 141f; Plutarco refiere que Platón daba este consejo a Jenócrates para que suavizara su rudeza. <<
[26] Es la traducción latina de Píndaro, Olímpicas, 14 (fragmento de la primera estrofa). <<
[27] Se trata de dos epicúreos criticados por Cicerón en Académicas, I, 2, 5. <<
[28] (a-b) Lo que tengo que decir, lo digo siempre con toda mi fuerza. <<
[29] Cicerón, preámbulo a su traducción latina del Timeo (cfr. Platón, Timeo, 27d-28c). <<
[30] (c1) hay que acordar <<
[31] (c1) pulido <<
[32] (c1) y desdeñoso <<
[33] Cfr. B. Castiglione, Cortesano, I, 37. <<
[34] Horacio, Arte poética, 25-26. <<
[35] Platón, Leyes, X, 887b. <<
[36] (a-b) no deja de gustarme por lo menos tanto la de Plutarco. <<
[37] (c1) Como en el hacer <<
[38] Tácito, Diálogo sobre los oradores, 39 (en realidad, es Materno quien hace estas afirmaciones). <<
[39] (a) No sé hablar más que la lengua francesa, incluso ésta alterada <<
[40] Montaigne se refiere a las tierras de habla occitana donde transcurre su vida. <<
[41] Montaigne se refiere, muy probablemente, a la variedad de la lengua occitana hablada en Armagnac (en el sudoeste de Aquitania). <<
[42] Cfr. I, 25, al final. <<
[43] Cfr. Diógenes Laercio, V, 19 (la afirmación es atribuida a Aristóteles). <<
[44] (a-c1) según sus méritos. [Montaigne se refiere a la doctrina de la resurrección de los cuerpos (véase, por ejemplo, Ramón Sibiuda, Libro de las criaturas, 324). En III, 5, hacia el final, aduce que los santos sometían el cuerpo a castigos atroces aunque las culpas fuesen propiamente del alma], <<
[45] Cfr. Cicerón, El bien y el mal supremos, IV, 7, 16-17. <<
[46] Lucrecio, V, 1110-1112. <<
[47] Vegecio, I, 5, citado en Justo Lipsio, Políticas, V, 12. <<
[48] Cfr. B. Castiglione, El cortesano, I, 20. <<
[49] Aristóteles, Ética a Nicómaco, IV, 3, 1123b 5 y ss. <<
[50] Idem, Política, IV, 4, 1290b 4-7 (pero el pasaje se refiere sólo a los etíopes). <<
[51] (a) Colloque tenus supereminet omnes [Y su cuello sobresale entre todos; Ovidio, Metamorfosis, III, 182]. <<
[52] Virgilio, Eneida, VII, 783-784. <<
[53] Salmos 45 (44), 3; este salmo, dirigido a un rey israelita, se ha interpretado tradicionalmente en sentido mesiánico. Ahora bien, la belleza de Jesús es un asunto debatido desde los primeros siglos del cristianismo; véase, por ejemplo, Orígenes, Contra Celso, II, 75-77 (el pagano Celso alega la profecía mesiánica de Isaías 53, 1-3 para acusar a Cristo de pequeñez y fealdad). <<
[54] Platón, República, VII, 535a. <<
[55] (a) al pobre Foción —puedo fácilmente confundirme en los nombres, pero no en la sustancia—. [Plutarco, Filopemen, 2, 1-4]. <<
[56] (a-c1) ni la redondez exacta de la cabeza (a-b) que se inclina un poco hacia el grosor. <<
[57] Marcial, II, 36, 5. <<
[58] (a) aunque me haya servido de ella bastante licenciosamente. <<
[59] (a) tras superar los cuarenta años. [Montaigne cumplió cuarenta años en 1573]. <<
[60] Lucrecio, II, 1131-1132. <<
[61] Horacio, Cartas, II, 2, 55. <<
[62] Cfr. B. Castiglione, El cortesano, I, 22; I, 47 (Montaigne se presenta aquí como una suerte de anticortesano). <<
[63] Horacio, Sátiras, II, 2, 12. <<
[64] Juvenal, III, 54-55. <<
[65] (a-c1) y en tal grado de conciencia que he advertido que tenía estos motivos. <<
[66] Horacio, Cartas, II, 2, 201-204. <<
[67] (b) Nacido tal que no he tenido necesidad de lanzarme a buscar otros bienes, sólo he necesitado la capacidad de contentarme <<
[68] (a-b) y estoy muy mal instruido en saberme forzar: inepto para toda clase de asuntos y negociaciones penosas, por no haber tenido casi nunca [(a) tenido nunca] a mi cargo nada excepto a mí mismo. <<
[69] Horacio, Cartas, I, 6, 45-46. <<
[70] Es un lugar común estoico; cfr., por ejemplo, Epicteto, Enquiridión, 8: «No pretendas que lo que sucede suceda como quieres, sino quiérelo tal como sucede, y te irá bien» (trad. J. M. García de la Mora, Barcelona, 1991). <<
[71] Séneca, Agamenón, III, 1, 420; citado por Justo Lipsio, Políticas, V, 18. <<
[72] Terencio, Adelfos, II, 3, 219. <<
[73] Propercio, III, 3, 23. <<
[74] Séneca, Agamenón, II, 1, 154. <<
[75] Horacio, Cartas, 1, 1, 51. <<
[76] François Olivier (1497-1560) fue canciller de Francia hasta 1560 (Montaigne habla de nuevo de él más abajo). <<
[77] Propercio, III, 9, 5-6. <<
[78] Juvenal, XIII, 60-63. <<
[79] Cicerón, En defensa de Ligario, 12, 37 (dirigiéndose a César). <<
[80] (a-b) en mis venganzas <<
[81] (a-b) de mi palabra <<
[82] (a-b) de mi lealtad <<
[83] Aristóteles, Ética a Nícómaco, IV, 3, 1124b 27-30; a continuación Aristóteles precisa, sin embargo, que el magnánimo hace uso de la ironía, es decir, del disimulo, cuando se dirige al vulgo. <<
[84] Apolonio de Tiana, Cartas, 83; citado en Estobeo, Sermo, II. <<
[85] Diógenes Laercio, V, 17 (idea atribuida a Aristóteles). <<
[86] Carlos VIII, según Gilíes Corrozet, Les divers propos mémorables des nobles et illustres hommes de la Chrétienté, París, 1557, p. 56. <<
[87] Plutarco, Máximas de romanos, 202A; La charlatanería, 9, 506d; Valerio Máximo, VIII, 4, 5. <<
[88] La frase suele atribuirse a Luis XI (aunque también al emperador Segismundo). <<
[89] Cicerón, Los deberes, II, 9, 34. <<
[90] Cfr. Tácito, Anales, IV, 71, 3; I, 11. <<
[91] Montaigne piensa, obviamente, en el maquiavelismo. <<
[92] René de Lucinge, De la naissance, durée et chute des états, 1588 (reed. Ginebra, 1984, p. 92); cfr. Paolo Giovio, Historia de su tiempo, 36. El episodio tuvo lugar en 1537. <<
[93] El tema es tratado en I, 9. <<
[94] Diógenes Laercio, II, 68. <<
[95] Es decir, sin instrucciones escritas. Las tablillas eran el soporte de los escritos entre los romanos. <<
[96] (c1) una obra mía. <<
[97] (c1) hace más difícil concebirla. <<
[98] Cfr. el capítulo I, 20, en referencia a «la indócil libertad de este miembro». <<
[99] Como es el caso del propio Montaigne; cfr. I, 20. <<
[100] Cfr. C. Lycosthenes, Apophthegmata, Lyon, 1560, pp. 29 y 431. <<
[101] Plinio, VII, 25, 90; citado por Pedro Mexía, Silva de varia lección, III, 8. <<
[102] Pedro Mexía, Silva de varia lección, III, 8. <<
[103] Terencio, Eunuco, I, 2, 105. <<
[104] Cicerón, La vejez, 7, 21: «Y nunca he oído decir que un viejo haya olvidado dónde enterró su tesoro». <<
[105] Idem, Académicas, II, 7, 22. <<
[106] Plinio el Joven, Cartas, III, 5, 10-12. <<
[107] Montaigne alude quizá a las «elevaciones extraordinarias de nuestro espíritu» (es decir, a las diversas formas de locura divina, según la denominación clásica), un asunto del que se ocupa en las primeras páginas de III, 5. <<
[108] Aulo Gelio, V, 3; Diógenes Laercio, IX, 53. <<
[109] (a) Y dudo mucho que, aun cuando tuviese un caballo y sus aparejos, supiera disponerlo para servirme de él. <<
[110] Marcial, XIII, 2, 1-8. <<
[111] (c1) Jamás. <<
[112] En septiembre de 1559 Montaigne estuvo en Bar-le-Duc, durante una visita de la corte a Lorena. Se conocen algunas pinturas de René de Anjou (1409-1480), que había sido rey de Sicilia y duque de Bar. <<
[113] Petrarca, Canzoniere, 168, 8. <<
[114] Diógenes Laercio, VII, 179. <<
[115] Terencio, Andria, I, 5, 266. <<
[116] Hechos de los Apóstoles 1, 26; se escoge a suertes un sustituto de Judas para formar parte de los doce apóstoles. <<
[117] Cicerón, Académicas, II, 21, 68. <<
[118] Tibulo, IV, 1, 40-41. <<
[119] Maquiavelo es autor de unos Discursos sobre la primera década de Tito Livio. El protestante Innocent Gentillet publicó en 1576 un Anti-Machiavel, dirigido contra la política de Catalina de Médicis (supuestamente plasmada en la matanza de Saint-Barthélemy), que tuvo una influencia decisiva en la formación del mito del «maquiavelismo». <<
[120] Horacio, Cartas, II, 2, 97. <<
[121] Juvenal, VIII, 183-184. <<
[122] (a-b) El hombre más necio del mundo piensa que tiene tanto entendimiento como el más capaz. <<
[123] Montaigne mismo cometió esta confusión en 1588, en el capítulo III, 13. <<
[124] (c1) la gracia y la importancia de un discurso elevado y sutil. <<
[125] Cfr. Lucrecio, V, 961. <<
[126] Persio, IV, 23. <<
[127] (a-c1) los sanos razonamientos <<
[128] Cicerón, Los deberes, I, 31, 111. <<
[129] A saber, la de estimarse demasiado. <<
[130] Un añadido finalmente tachado del Ejemplar de Burdeos reza así: «yo leía bajo su ropa larga un vigor de soldado». (La ropa larga era propia de los magistrados; la nobleza de espada vestía con ropa corta). <<
[131] El propio La Boétie, en La servidumbre voluntaria, describe a los a su juicio escasos hombres clarividentes en términos muy semejantes: «Con todo, encontramos a algunos, mejor nacidos que el resto… Son quienes, provistos de suyo de una cabeza bien hecha, la han pulido además con el estudio y la ciencia». <<
[132] Es ésta una cuestión similar a la que Montaigne se plantea ya en «La pedantería» (I, 24). <<
[133] La selección de nombres corresponde a figuras señeras de la retórica, la medicina, el derecho y la teología. <<
[134] El asunto es tratado en los capítulos I, 24 y I, 25. <<
[135] (a-b) lección de filosofía <<
[136] Diogenes Laercio, IV, 16-17. <<
[137] Horacio, Sátiras, II, 3, 253-257. <<
[138] Lactancio, Instituciones divinas, III, 5; citado en J. Lipsio, Políticas, I, 10. <<
[139] Francisco de Guisa (1519-1563), destacado militar, que inició la primera guerra de religión con la matanza de Wassy. Fue asesinado por el protestante Jean Poltrot de Meré (véase el inicio de I, 24, y el final de II, 29). El florentino Piero Strozzi (1510-1558), primo de la reina Catalina de Médicis, fue un gran militar al servicio de Francia (y un notorio ateo). <<
[140] François Olivier fue canciller de Francia entre 1545 y 1551, y entre 1559 y 1560. Michel de l’Hospital (1505-1573) ejerció el mismo cargo hasta 1568. L’Hospital promovió una política de tolerancia religiosa. Fue también un importante poeta neolatino (y como tal lo menciona Montaigne unas líneas más abajo). <<
[141] Montaigne los menciona en calidad de poetas latinos: Jean Dorat (1508-1588), gran helenista, católico intransigente; Théodore de Bèze (1519-1605), que en 1548 se convirtió abiertamente a la Reforma, y en 1564 sucedió a Calvino como jefe espiritual de los protestantes franceses; George Buchanan (1506-1582), escocés, que fue profesor de Montaigne en el Colegio de Guyena (mencionado también en I, 25), se convirtió al protestantismo a su vuelta a Escocia en 1561; Pierre de Montdoré (c. 1510-1570), matemático y humanista que también se convirtió al protestantismo (publicó incluso un poema en homenaje al asesino de Francisco de Guisa); Adrien Turnèbe (1512-1565), profesor de griego y de filosofía en el Collége Royal de París, elogiado acto seguido (y también en I, 24). <<
[142] En efecto, entre los poetas que escriben en francés en la época de Montaigne destacan las dos grandes figuras de la Pléiade. Véase un homenaje semejante en el capítulo I, 25. <<
[143] Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba (1507-1582), fue sobre todo conocido por su crueldad en Flandes, que gobernó entre 1567 y 1573 (Montaigne se refiere a la ejecución de Egmont y Horn en I, 7). Participó en la conquista de Portugal y murió en Lisboa. Anne de Montmorency (1493-1567) se había distinguido como cruel represor de la revuelta de la gabela en Burdeos y la región colindante en 1548. Murió en la batalla de Saint-Denis a los setenta y cuatro años. <<
[144] François de La Noue, llamado «Bras de Fer» (1531-1591), uno de los jefes militares del partido protestante, pero partidario de una política de reconciliación. Autor de unos célebres Discours politiques et militaires (1587). <<
[145] Así lo sostiene Montaigne en el capítulo «La amistad» (I, 27). <<
[146] Este homenaje a Marie de Gournay (1566-1645), que será la responsable de la edición póstuma de Los ensayos (1595), no figura en el Ejemplar de Burdeos, por lo cual en ocasiones se ha puesto en duda su autenticidad. Montaigne y Gournay se conocieron en 1588 en París. <<