[1] R. Sibiuda, Libro de las criaturas, 193. <<

[2] Ibidem, 190. <<

[3] Ibidem, 192. <<

[4] Cfr. san Pablo, 1 Timoteo 1, 17: «Soli Deo honor et gloria», R. Sibiuda, Libro de las criaturas, 189. <<

[5] R. Sibiuda, Libro de las criaturas, 189. <<

[6] Lucas 2, 14; la frase inicia el Gloria de la misa. <<

[7] Cfr. Cicerón, El bien y el mal supremos, III, 17, 57. <<

[8] Homero, Odisea, XII, 184-185. <<

[9] Cicerón, El bien y el mal supremos, III, 17, 57. <<

[10] Juvenal, VII, 81. <<

[11] Cfr. Plutarco, Si está bien dicho lo de «Vive ocultamente», 2, 1128c. <<

[12] Séneca, Cartas a Lucilio, 21, 3; 22, 5-6. <<

[13] Montaigne traduce de Cicerón El bien y el mal supremos, II, 30, 96 (cfr. otra versión en Diógenes Laercio, X, 22). Metrodoro era un seguidor de Epicuro. <<

[14] Cicerón, El bien y el mal supremos, II, 31, 100-101. <<

[15] Cfr. ibidem, III, 17, 57. <<

[16] Aristóteles, Ética a Nicómaco, IV, 3, 1123b 20-27. <<

[17] Montaigne probablemente se funda en Plutarco, Cicerón, 6, 3-5; 24, 1-4. <<

[18] Horacio, Odas, IV, 9, 29-30. <<

[19] Cicerón, El bien y el mal supremos, II, 18, 59. <<

[20] Ibidem, 18, 58. <<

[21] Ibidem, 17, 54-55. <<

[22] Idem, Los deberes, III, 18, 73. <<

[23] Ibidem, 10, 44. <<

[24] Salustio, Conjuración de Catilina, 8, 1. <<

[25] Se trataría precisamente de Cicerón; cfr. Tusculanas, I, 45, 109. <<

[26] Como B. Castiglione, en Cortesano, II, 8. <<

[27] Cfr. Cicerón, Los deberes, I, 4, 14. <<

[28] Ibidem, 19, 65. <<

[29] (a-b) alguna, pero de Aníbal no ignoro que lo dicen, y de Scanderberg. <<

[30] San Pablo, 2 Corintios 1, 12 (cita tomada quizá de san Agustín, Ciudad de Dios, V, 12, 4). <<

[31] Ariosto, Orlando furioso, XI, estancia 81. <<

[32] Horacio, Odas, III, 2, 17-20. <<

[33] Cicerón, El bien y el mal supremos, I, 10, 36. <<

[34] Cfr. Cicerón, Tusculanas, V, 36, 104. <<

[35] Ibidem. <<

[36] Tito-Livio, XXXI, 34, 3. <<

[37] Séneca, Cartas a Lucilio, 91, 19 (Demetrio era un filósofo cínico amigo de Séneca). <<

[38] Cicerón, El bien y el mal supremos, II, 15, 49. <<

[39] Quintiliano, I, 12, 18. <<

[40] Cfr. Séneca, Consolación a Marcia, 6, 3; Cartas a Lucilio, 85, 33. <<

[41] Ovidio, Heroideas, I, 18 (Montaigne modifica el original que habla de llorar, no de reír). <<

[42] Tito Livio, XLIV, 22, 2-15. <<

[43] Quinto Fabio Máximo, llamado Cunctator o Temporizador por su uso de tácticas dilatorias en la guerra contra Aníbal (cfr. Plutarco, Fabio Máximo, 5). <<

[44] Persio, I, 47-49. <<

[45] Se trata del célebre anillo de Giges; cfr. Platón, República, II, 359d - 360c; Cicerón, Los deberes, III, 9, y el adagio de Erasmo «Gygis annulus» (I, 1, 96). <<

[46] Horacio, Cartas, I, 16, 39-40. <<

[47] Persio, I, 5-7. <<

[48] Cfr. Jean Bodin, Methodus, «Prólogo». <<

[49] Uno es Montaigne; el otro, Michel. <<

[50] De la cual, sin embargo, no se ha podido encontrar noticia alguna. <<

[51] Persio, I, 37-40. <<

[52] En el capítulo I, 46, «Los nombres». <<

[53] Juvenal, XIII, 9-10. <<

[54] Virgilio, Eneida, VII, 646. <<

[55] Plutarco, Máximas de espartanos, 221a. <<

[56] Cfr. Plinio, VII, 25, 92. <<

[57] Virgilio, Eneida, V, 302. <<

[58] Séneca, Cartas a Lucilio, 81, 19. <<

[59] Cicerón, El bien y el mal supremos, II, 22, 72. <<

[60] (c1) la buena reputación y la estimación de los pueblos <<

[61] Platón, Leyes, XII, 950b-c. <<

[62] Su maestro, es decir, Sócrates. <<

[63] Diógenes Laercio, III, 26; Timón es el filósofo escéptico Timón de Flionte (cfr. su crítica a los prodigios de Pitágoras, asociados con la política de Numa, en Plutarco, Numa, 8, 9). <<

[64] Cicerón, La naturaleza de los dioses, I, 20, 53 (alusión al célebre deus ex machina, de la que se vale Veleyo, el representante epicúreo en el diálogo ciceroniano, para atacar la cosmología estoica). <<

[65] Cfr. Maquiavelo: «Deben, pues, los príncipes de una república o de un reino conservar los fundamentos de la religión que ellos tienen y una vez hecho esto les será fácil conservar a su comunidad religiosa y, por consiguiente, buena y unida. Y todas aquellas cosas que nacen en favor de esa religión, aunque las crean falsas, deben favorecerlas y acrecentarlas y deben hacerlo tanto más cuanto más prudentes sean y cuanto mejor conozcan la naturaleza de las cosas. Y como este proceso ha sido observado por los sabios, ha nacido de ahí la creencia en los milagros que las religiones celebran, aunque sean falsos, porque los prudentes los magnifican, sea cual sea el principio que los produzca, y su autoridad les otorga después fe ante cualquiera» (Discursos sobre la primera década de Tito Livio, I, 12, trad. M. A. Granada, Barcelona, 1987). <<

[66] Cfr. Plutarco, Numa, 4, 2 y 8, 10; Sertorio, II, 3-8. El ejemplo de Numa es alegado por Maquiavelo para ilustrar la necesidad que tienen los grandes legisladores de recurrir a la religión (Discursos sobre la primera década de Tito Livio, I, 11). <<

[67] Cfr. Plutarco, Numa, 4, 11-12, que menciona a Zaleucos, Minos, Zoroastro, Numa y Licurgo; y Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica, I, 94, 1-2, que incluye a Moisés en la lista. Maquiavelo, en Discursos, 1, 11, nombra a Numa, Licurgo, Solón y «otros muchos». Véase también C. Agrippa, De incertitudine, 91, y L. Le Roy, «Comentario» a la Política de Aristóteles (f. a8), y De la vicissitude ou varieté des choses en l’univers, VIII. <<

[68] Maquiavelo, El príncipe, 6, puntualiza la excepcionalidad del caso de Moisés de manera más bien ambigua: «Y si se examinan sus acciones y las instituciones creadas por cada uno de ellos [fundadores de Estados como Ciro, Rómulo, Teseo y otros], se encontrará que no son diferentes de las de un Moisés que tuvo tan alto preceptor [es decir, Dios mismo]» (trad. M. A. Granada, Madrid, 1990). Cfr. también Jacques Tahureau, Dialogues (1568), pp. 185-186, que denuncia con gran énfasis (pero de modo un tanto sospechoso) la adición de Moisés a estas listas de legisladores. <<

[69] Jean de Joinville, Vie de Saint Louis, 56. <<

[70] Lucano, I, 461-462 (Lucano se refiere a la religión druídica, que liberaba a los galos del temor a la muerte). <<

[71] Esto es, la gloria. <<

[72] Cicerón, El bien y el mal supremos, II, 15, 48. <<

[73] Ovidio, Amores, III, 4, 4. <<