[1] Florimond de Raemond, que conoció personalmente al autor de Los ensayos, anota en su ejemplar, al margen de este pasaje: «Montaigne dice esto porque su libro fue censurado en Roma. Este capítulo, en el que se lanzó en exceso, fue la causa». En efecto, este prefacio fue añadido por Montaigne en 1582, a la vuelta de su viaje a Italia. En Roma, el Tribunal del Santo Oficio revisó la primera edición de Los ensayos, encontrando varias cosas que requerían corrección, entre ellas la idea de plegaria defendida en este capítulo. <<
[2] (c1) Y considero execrable cualquier cosa que se encuentre dicha por mí, ignorante o inadvertidamente, contra las santas prescripciones de <<
[3] Cfr. la profesión de fe de La Boétie, pronunciada poco antes de morir (según el propio Montaigne en su «Carta sobre la muerte de La Boétie»): «Como he sido bautizado, he vivido, y quiero morir igual bajo la fe y la religión…». <<
[4] El padrenuestro (Mateo 6, 9-13; Lucas 11, 2-4). <<
[5] Nótese que Montaigne parece dirigir su reflexión sobre las oraciones ante todo al pueblo. <<
[6] Platón, Leyes, X, 885b, 888c; XII, 948c-d. <<
[7] Los «monjes doctores» del Tribunal del Santo Oficio Romano censuraron esta fórmula, según recoge el Diario de viaje de Montaigne: «… la censura del hecho de que si alguien oraba debía estar libre de inclinación viciosa en ese momento» (Roma, 20 de marzo de 1581). <<
[8] Juvenal, VIII, 144-145; El capuchón mencionado (cucullus) puede evocar fácilmente la cogulla de los monjes, los cucullati por excelencia; además Montaigne cambia el término original Santonico (que se refiere a un pueblo galo) por el más sugerente Sanctonico. <<
[9] El benedícite es la oración que empieza con esta palabra, y que se pronuncia para bendecir la comida al sentarse a la mesa. La acción de gracias, la oración de agradecimiento que se dice tras las comidas. <<
[10] (b) a usuras, venganzas y lujurias. <<
[11] El fenómeno del llamado nicodemismo (disimulo de la religión profesada en el fuero interno) cobró una considerable magnitud en la segunda mitad del siglo XVI. Calvino lo criticó acerbamente en alguna de sus obras. Montaigne parece referirse a Arnauld du Ferrier (1505-1585), que no manifestó sus convicciones protestantes hasta 1582. Fue embajador de Francia en el Concilio de Trento y en Venecia, donde el autor de Los ensayos lo trató en noviembre de 1580 (en el Diario de viaje señala sus inclinaciones reformadas). <<
[12] La satisfacción es el pago mediante obras de penitencia de la pena debida a Dios por nuestros pecados. Los protestantes niegan que en rigor haya otra satisfacción posible que el sacrificio de Cristo. <<
[13] «Los primeros» son aquellos que mezclan en su conciencia, sin aparente escisión, crimen y juicio. «Éstos» son quienes se han arrepentido, al parecer, después de una vida en el vicio. <<
[14] La empresa reciente es, naturalmente, la Reforma, objeto de persecución en Francia desde la época de Francisco I. <<
[15] El canto de los Salmos, que habían sido empezados a traducir por el poeta Clément Marot y musicados por los mejores compositores, ocupaba un lugar importante en la vida cotidiana de los protestantes, así como en sus liturgias. <<
[16] Primera huella en este capítulo de una obra que Montaigne parafrasea después largamente: De una religione adversus dialogistam, de Justo Lipsio, publicada en 1590 por este humanista holandés (admirador y corresponsal de Montaigne) para responder a Dirck Coornhert (1522-1590). Coornhert, firme defensor de la libertad de conciencia, había rechazado en su Processus contra haeretecidium et coactionem conscientiarum que fuera imprescindible mantener la unidad religiosa del Estado y legítimo usar la violencia para tal fin, ideas expuestas por Lipsio en el libro IV de sus Políticas (1589). <<
[17] Cfr. Plutarco, Numa, 14, 3-5 y 12; el pasaje se refiere al culto de los dioses tal como lo entendían los pitagóricos y fue implantado por Numa en Roma (véase el capítulo II, 10 de Los ensayos, donde se asimila el «Sursum corda» cristiano con el «Hocage» romano). <<
[18] Las Sagradas Escrituras y, en especial, la vida y muerte de Cristo. <<
[19] Es decir, traducido a las lenguas vulgares, como preconizaron Erasmo (Paraclesis, 1516), los reformados y, por ejemplo, el valenciano Fadrique Furió Ceriol (Bononia, 1556). El acceso a todos de las Escrituras era una de las principales reivindicaciones de los protestantes. <<
[20] (b) de traducir y difundir <<
[21] La expresión se encuentra literalmente en las «Reglas tridentinas para la prohibición de libros» (1564), a propósito de ciertas traducciones del Nuevo Testamento (Regla 3; véase Denzinger, 1853). <<
[22] En 1571, dedicada a la reina de Navarra Jeanne d’Albret (1528-1572), de confesión protestante, se publicó en La Rochelle una traducción del Nuevo Testamento en lengua vasca (Iesus Christ Gure Iaunarem Testamenta Berria) a cargo de Joanes Leizarraga (1506-1601), en la confianza, según dice en la dedicatoria, de que «los vascos, entre todas las demás naciones, no eran tan bárbaros que no pudieran reconocer al Señor en su lengua». También cabe señalar que en 1563 se publicó una versión del catecismo de Calvino en bearnés (variedad de la lengua occitana). En cuanto al bretón, en 1576 apareció un catecismo (Catechism hac instruction eguit an Catholiquet) donde se menciona, críticamente, un proyecto protestante de traducir el Nuevo Testamento a esta lengua. <<
[23] Se alude al historiador bizantino Nicetas Choniates (c. 1155-1217), «nuestro» por ser cristiano. Montaigne sigue en este punto el ya mencionado De una religione adversus dialogistam 3 de Justo Lipsio. <<
[24] Cfr. el final del capítulo «La libertad de conciencia» (II, 19). <<
[25] Según Lipsio, todavía fuente de Montaigne, el punto en discusión era el significado del pasaje evangélico «Pater maior me est» [El Padre es mayor que yo] (Juan 14, 28). <<
[26] Platón, Leyes, I, 634d-e. <<
[27] Jerónimo Osorio (obispo de Silves, en el Algarve), Historia del rey Manuel de Portugal (1571), V, 6. La isla aludida es Socotra, situada en el Índico, que fue posesión portuguesa entre 1507 y 1511. El comentario final de Osorio es claramente negativo: «Son gente perezosa y de ánimo cobarde, tan obtusos y estúpidos que un pequeño grupo de moros les manda y gobierna sin que se arriesguen en manera alguna a liberarse, pese a sufrir una dura tiranía». <<
[28] Cfr. Plutarco, El amor, 13, 756B. Pero Plutarco presenta este verso como muestra de actitud crítica ante la religión tradicional, y explica que suscitó tanto escándalo que Eurípides lo cambió por otro menos problemático: «Oh, Júpiter, cuán en verdad / este nombre conviene a tu divinidad» (según la traducción de Amyot). También Luciano se refiere al verso de Eurípides (lo pone en boca de un epicúreo que polemiza contra un estoico, y lo alega como testimonio de la verdadera opinión del poeta sobre los dioses (Zeus trágico, 41, 27-28). <<
[29] Cfr. Justo Lipsio, La constancia, «Prefacio» (de 1585): «Algunos aseguran que no he tratado ese asunto con suficiente piedad… porque, según dicen, me he limitado a hacer de filósofo, y no he mezclado lo que he podido y debido de los Libros Santos». Lipsio, que se proclama «filósofo, pero cristiano», aduce en su descargo que la sabiduría humana puede ser la sirviente de la teología (es el viejo tema de la filosofía como ancilla theologiae). <<
[30] Cfr. san Juan Crisóstomo, Homilías sobre la primera Epístola a los corintios, I, 3, ad finem (sobre 1 Corintios 2, 6-7). Montaigne rechaza, pues, el papel tradicional de la filosofía como esclava de la teología, pese a haber subrayado, un poco más arriba, que la «doctrina divina» es «reina y dominadora». <<
[31] La expresión, de origen bíblico (cfr. Eclesiástico 5, 14), aparece en san Agustín, Ciudad de Dios, X, 29, 1, referida a los filósofos neoplatónicos, que, según el santo, se acercan como «a través de sombras de frágil imaginación» a las verdades cristianas. Véase también Ciudad de Dios, X, 23: «Los filósofos hablan con palabras libres [uerbis liberis]». <<
[32] (b) a su manera vulgar. [La censura romana había reprochado en 1581 a Montaigne el frecuente uso del término «fortuna» (en lugar de «providencia», que en verdad aparece sólo seis veces en Los ensayos). El término «accidente» traduce quizá el latino «casus» (‘azar’, ‘vicisitud’)]. <<
[33] Los protestantes, en efecto, prohibían jurar por Dios; cfr. Henri Estienne, Apologie pour Hérodote, XIV. <<
[34] Cfr. más bien Platón, Alcibíades II, 150c-d: «Pues ya ves que para ti no es seguro dirigirte al dios a hacerle súplicas, no sea que te vaya a ocurrir que la divinidad, al oír tu lenguaje blasfemo, no acepte tus sacrificios y encima recibas algo muy distinto de lo que pedías. Por ello, yo creo que lo mejor es que te mantengas tranquilo… Es preciso esperar hasta que seas consciente de la actitud que hay que adoptar frente a los dioses y frente a los hombres» (trad. de J. Zaragoza, Madrid, 1992). Pero recuérdese Lucas 18, 1: «Es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer»; san Pablo, 1 Tesalonicenses 5, 17: «Orad sin cesar». <<
[35] Es un pasaje del padrenuestro. <<
[36] Persio, Sátiras, 11, 4. <<
[37] (c1) de su pasión <<
[38] Persio, Sátiras, II, 21-23; Estayo era al parecer un juez corrupto e inmoral. <<
[39] Margarita de Navarra, Heptamerón, 25, tercera jornada. Margarita de Angulema, hermana de Francisco I, literata y protectora de las letras, se inclinaba en lo religioso hacia el evangelismo. El príncipe aludido en el relato no es otro que el rey Francisco I. <<
[40] De hecho, Margarita de Navarra se limita a comentar: «Aunque llevara la vida que os digo, con todo era un príncipe temeroso y amante de Dios». Sobre la supuesta incapacidad de las mujeres para la ciencia, véase el capítulo III, 3. <<
[41] La reconciliación con Dios se produce, según la doctrina católica, con la confesión de los pecados y la absolución por parte del sacerdote. <<
[42] Lucano, V, 104-105 (Montaigne suprime la negación que se encuentra en el original). <<
[43] Persio, II, 6-7. <<
[44] Cfr. el «Comentario» de Denis Lambin a la primera epístola de Horacio. Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 10, 5. <<
[45] Horacio, Cartas, I, 16, 59-62; Laverna era la diosa de los ladrones. <<
[46] Cfr. Platón, Alcibíades II, 138b. <<
[47] Como ya se ha dicho, se trata, para la ortodoxia católica, del sacramento de la penitencia. <<
[48] La fórmula evoca la concepción católica del mérito; Cfr. Erasmo, El libre arbitrio, II, a, 11 (polemizando contra Lutero): «También creemos que tenemos el poder de aplicar nuestra voluntad a la gracia, o de apartarla, de la misma manera que podemos abrir los ojos a la luz que se nos muestra o cerrarlos de nuevo». <<
[49] Platón, Leyes, IV, 717a. <<
[50] Horacio, Odas, III, 23, 17-20. <<