[1] Los caligramas compuestos por ciertos poetas de la época alejandrina. Cfr. Julio César Escalígero, Poética, II, 25. <<

[2] Jenócrates calculó que son posibles 100.200.000 combinaciones (Plutarco, Conversaciones de sobremesa, VIII, 9, 3, 733A). <<

[3] En Quintiliano, que refiere la anécdota atribuyendo la reacción a Alejandro, se presenta como ejemplo de mataiotekhnía, es decir, de «inútil imitación del arte» (II, 20, 3). Castiglione la recoge al hablar de juegos «que sólo sirven para asombrar al vulgo» (El cortesano, II, 31), y Erasmo la presenta como ejemplo de «sutileza laboriosa pero inútil» en su De pueris instituendis. <<

[4] Cfr. Pseudo-Plutarco, Opiniones de los filósofos, IV, 10, 900 A. <<

[5] Probable referencia a García Sánchez II el Trémulo, rey de Pamplona entre 994 y 1000. Montaigne parece fundarse en Jerónimo Zurita, Indices rerum ab Aragoniae regibus gestarum (Zaragoza, 1578, p. 17). <<

[6] Cfr. Pseudo-Aristóteles, De mirabilibus auscultationibus, 50 (pero a propósito del estaño). <<

[7] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 45, 9; 53, 12. <<

[8] Variante c1 tachada: «doctoral y socrática». <<

[9] Montaigne se refiere al principio de la lectura literal de las Sagradas Escrituras, preconizado por los protestantes fundándose en su supuesta claridad. Los católicos ortodoxos, pero también católicos críticos como Erasmo, y protestantes disidentes como Castellion, insisten por el contrario en la oscuridad de las Escrituras y en la consecuente necesidad de interpretarlas según determinados criterios (más o menos tradicionales o racionales). <<

[10] Montaigne piensa acaso en el notable ejemplo de Jacques Davy du Perron (1556-1618), quien, criado en una familia protestante, se convirtió al catolicismo en 1578 (llegaría a ser cardenal en 1604). Poeta, teólogo, polemista, cercano a Enrique III, y después muy unido a Enrique IV, fue un admirador de Los ensayos. Marie de Gournay lo llamará su segundo padre (consideraba a Montaigne como el primero). <<

[11] La diferencia entre estas tres actitudes ante la religión coincide notoriamente con la distinción de Averroes entre tres maneras de argumentar (y tres tipos de hombres): la retórica, adaptada a la mayoría, a los hombres puramente sensibles, que son incapaces de elevarse a los conceptos filosóficos y necesitan imágenes y símbolos; la dialéctica, propia de los teólogos, suerte de pseudofilósofos litigiosos que mezclan impropiamente retórica (o religión) y filosofía, turban la fe de los creyentes simples y generan infinitas discusiones y herejías; y la demostrativa o filosófica, al alcance sólo de la minoría que razona apodícticamente y sabe descubrir el significado racional oculto tras el lenguaje simbólico de la religión. <<

[12] (c1) según nuestro tiempo. <<

[13] Es un viejo proverbio francés, cuya forma completa rezaría: «Quedarse entre dos sillas con el culo en el suelo»; cfr. además Erasmo, Adagios, 1, 7, 2: «Duabus sedere sellis». <<

[14] Cfr. «Los caníbales» (I, 30). Sobre la carencia de escritura en los indígenas americanos, véase, por ejemplo, Jean de Léry, Histoire d’un voyage fait en la terre du Brésil, 16. <<

[15] Cfr. Horacio, Arte poética, 368-378. <<

[16] (a) burdos e ignorantes <<

[17] (a) exigentes y doctos <<

[18] Cfr. Cicerón, El orador, II, 6, 25. Montaigne modifica levemente el original, que dice así: «Los unos no entenderían nada, los otros más tal vez que yo mismo». Cicerón atribuye el comentario al poeta satírico Lucilio. Éste habría añadido que pretendía como lector no a Persio, el romano más instruido de su época, sino a Lelio Décimo, un uir bonus [hombre de bien] no carente de letras. <<