[1] Se trata de un tema habitual en la cultura clásica y en la renacentista, tratado por ejemplo por Aristóteles (Políticas, VII, 2, 1324a 12 y ss.). <<
[2] Lucano, II, 383. <<
[3] Probable alusión al maquiavelismo. <<
[4] Diógenes Laercio, I, 88. <<
[5] En realidad, Eclesiastés 7, 28: «Entre mil hallé un hombre, mas mujer entre todas, ni una hallé» (trad. Nácar-Colunga). <<
[6] Juvenal, XIII, 26-27. <<
[7] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 7, 8. <<
[8] Diógenes Laercio, I, 86. <<
[9] Jerónimo Osorio, Historia de Portugal, VIII, 9. <<
[10] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 28, 6-7 (el «palacio» es en Séneca el foro, es decir, el tribunal). <<
[11] Diodoro de Sicilia, XII, 12, 3. <<
[12] Cfr. Diógenes Laercio, VI, 6. Pero puede evocarse también una frase que Jesucristo dirige a los fariseos: «No tienen los sanos necesidad de médico, sino los enfermos» (Mateo 9, 12; trad. Nácar-Colunga); véase la polémica entre el pagano Celso y el cristiano Orígenes a propósito de este tema (Orígenes, Contra Celso, III, 61-62). <<
[13] Horacio, Cartas, I, II, 25-26. <<
[14] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 104, 8. <<
[15] Horacio, Odas, III, 1, 40. <<
[16] Virgilio, Eneida, IV, 73. <<
[17] Séneca, Cartas a Lucilio, 104, 7; cfr. 28, 2. <<
[18] Horacio, Odas, II, 16, 18-20. <<
[19] Séneca, Cartas a Lucilio, 28, 2-3. <<
[20] Persio, V, 158-160. <<
[21] Lucrecio, V, 43-48. <<
[22] Horacio, Cartas, I, 14, 13. <<
[23] Séneca, Cartas a Lucilio, 9, 18; cfr. idem, La firmeza del sabio, 5, 6; 6, 5; Diógenes Laercio, II, 115. <<
[24] Diógenes Laercio, VI, 6. <<
[25] San Agustín, Ciudad de Dios, I, 10. <<
[26] Pero véase el capítulo «La ociosidad» (I, 8). En 1581, en el Diario de viaje (Roma, 29 de marzo de 1581), Montaigne anota: «Nada es tan hostil a mi salud como el aburrimiento y la ociosidad»; cfr. III, 3: «Su ociosidad [de mi alma] es para mí… una ocupación penosa y que ataca mi salud». <<
[27] Tibulo, IV, 13, 12. <<
[28] (c1) dice Antístenes [Cfr. Diógenes Laercio, VI, II], <<
[29] Cfr. Erasmo, Elogio de la locura, 49. <<
[30] Cfr. ibidem, 50. <<
[31] Terencio, Adelfos, I, I, 13-14. <<
[32] Cfr. Diógenes Laercio, I, 23 y 25. <<
[33] Quintiliano, X, 7, 24. <<
[34] Cfr. Estobeo, «De república», Sermo 41 (pero en referencia a Aristoxeno). <<
[35] Cfr. Séneca, La tranquilidad del ánimo, 6, 2 y 7, 2. <<
[36] Lo habría hecho al parecer Demócrito; cfr. Cicerón, El bien y el mal supremos, V, 29, 87; Aulo Gelio, X, 17, 2-4. <<
[37] Como habría hecho el cínico Crates; cfr. Diógenes Laercio, VI, 87. <<
[38] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 18, 10. <<
[39] Es el tema del capítulo «La moderación» (I, 29). <<
[40] Horacio, Cartas, I, 15, 42-46. <<
[41] Diógenes Laercio, IV, 38. <<
[42] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 74, 17. <<
[43] Es éste un tema ampliamente desarrollado en el capítulo III, 9. <<
[44] Cfr. Horacio, Cartas, I, 1, 19. <<
[45] Salustio, Catilina, 4. <<
[46] Jenofonte, Económicas, IV, 16 y 24; cfr. Cicerón, La vejez, 17, 59. <<
[47] Horacio, Cartas, I, 12, 12-13. <<
[48] Cfr. Plinio el Joven, Cartas, I, 3 (a Caninio Rufo). <<
[49] Cicerón, Orador, 43, 148. <<
[50] Persio, I, 26-27. <<
[51] El consejo que le da Plinio el Joven a su amigo. <<
[52] Cfr. Platón, Filebo, 318-330. <<
[53] Séneca, Cartas a Lucilio, 51, 13. <<
[54] Propercio, II, 25, 38 (Montaigne traduce el verso antes de citarlo). <<
[55] Horacio, Cartas, I, 4, 4-5. <<
[56] (a) y prolongarlos con toda nuestra fuerza. / Quamcumque Deus tibi fortunauerit horam, / grata sume manu, nec dulcia differ in annum [Cualquier hora en que Dios te haga afortunado, cógela con mano agradecida, y no dejes los placeres para otro año; ibidem, I, II, 22-23]. <<
[57] Persio, V, 151-152. <<
[58] Idem, I, 22. <<
[59] Se trata de Epicuro en su carta a Idomeneo, y del estoico Séneca en sus cartas a Lucilio. <<
[60] Séneca, Cartas a Lucilio, 19, 2-4. <<
[61] Ibidem, 7, 11. <<
[62] Ibidem, 7, 11. <<
[63] Ibidem, 7, 10. <<
[64] Ibidem, 68, 3-4. <<
[65] Cicerón, Tusculanas, II, 22, 52. <<
[66] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 25, 5-6. <<
[67] Es decir, la de Plinio el Joven y Cicerón, cuya filosofía es contrapuesta a la de Epicuro y Séneca. <<