[1] (a-b) el lugar más noble <<
[2] Montaigne se refiere a sus Ensayos. <<
[3] Horacio, Arte poética, 4. <<
[4] (a) De la servidumbre voluntaria [Montaigne realiza otras dos menciones del título de este texto: al presentar algunas obras y traducciones de La Boétie, en 1570, habla de «un Discurso sobre la servidumbre voluntaria», y en otro lugar de Los ensayos, en I, 25, se refiere a «su [de La Boétie] Servidumbre voluntaria»]. <<
[5] Montaigne parece referirse a alguna de las ediciones protestantes de la obra de La Boétie que aparecieron antes de 1580. La observación debe de haber sido añadida posteriormente a las líneas iniciales del capítulo, pues Montaigne abandona, según dice, el proyecto de incluir el discurso de La Boétie en Los ensayos a raíz precisamente de las ediciones protestantes. La frase siguiente, casi repetida al final del capítulo, es también con toda probabilidad un añadido. <<
[6] (a-b) antes de cumplir dieciocho años [Literalmente, «antes de alcanzar el décimooctavo año de su vida»]. <<
[7] Cfr. Montaigne, «Carta a Michel de L’Hospital»: «Muy al contrarío que el artífice que sitúa la parte más bella de su construcción frente a la calle, y del comerciante que enseña y hace alarde de la parte más rica de su mercancía, lo que en él [La Boétie] era más estimable, el verdadero jugo y la verdadera médula de su valía, le han seguido: sólo nos han quedado la corteza y las hojas»; «Del fruto mismo de sus estudios nunca había pensado aún dejar ningún testimonio a la posteridad; y sólo nos ha quedado lo que escribía a veces a manera de pasatiempo». <<
[8] Cfr. Montaigne, «Carta a Lansac»: «Ahora bien, [La Boétie] estaba en todos los sentidos tan cerca del milagro…». Véase también, en Los ensayos, el capítulo II, 17, casi al final. <<
[9] (a-b) que tendrán cabida en algún sitio. [Así pues, en las primeras versiones, Montaigne parece prever la próxima publicación del informe político-religioso en cuestión (que había descartado incluir en su edición de obras postumas de La Boétie). No saldrá a la luz, sin embargo, hasta que el erudito Paul Bonnefon lo localice y publique en 1917, en el supuesto de que la autoría esté, como parece, bien establecida]. <<
[10] La expresión proverbial es más bien «tener el alma en los dientes» (es decir, a punto de escaparse del cuerpo; cfr. Ilíada, IX, 409). <<
[11] Cfr. Montaigne, «Carta sobre la muerte de La Boétie». La «Carta a la señora de Montaigne» reitera: «El señor de La Boétie, mi amado hermano e inviolable compañero, me dio, al morir, sus papeles y sus libros, que después han sido mi posesión favorita». El testamento de La Boétie, que se ha conservado, confirma la donación. <<
[12] La Mesnagerie de Xénophon, les Regles de Mariage de Plutarque, Lettre de Consolation de Plutarque a sa femme… ensemble quelques Vers Latins & François… (París, 1571). <<
[13] (a-b) Me la mostraron antes <<
[14] Cfr. Aristóteles, Ética a Nicómaco, VIII, I, 1155 a 23-24. <<
[15] Cfr. Plutarco, El amor, 16, 758c-d; Diógenes Laercio, III, 81. <<
[16] Cfr. Cicerón, La amistad, 13, 44; 24, 88, y Montaigne en el capítulo III, 8. <<
[17] (a-b) la amistad no alcanza nunca hasta aquí» [Cfr. II, 8, donde leemos: «El orden de las cosas comporta que [los hijos], de hecho, sólo puedan ser y vivir a costa de nuestro ser y de nuestra vida…»; y más en general el breve capítulo I, 21]. <<
[18] Diógenes Laercio, II, 81. La actitud común es, a juicio de Montaigne, distinta: «Jamás he visto a un padre que, por tiñoso o jorobado que fuera su hijo, dejara de reconocerlo» (al inicio de I, 25). El autor de Los ensayos no está de acuerdo: «Si [los hijos] lo valen y la inclinación natural y la razón van juntas, debemos amarlos con un amor [amitié] verdaderamente paternal, pero juzgarlos igualmente si son de otra manera, y aceptar siempre la razón no obstante la fuerza natural»; «Apruebo a quien ama menos a un hijo por el hecho de ser tiñoso o jorobado, y no sólo cuando es malicioso, sino también cuando es desgraciado y mal nacido» (II, 8 y III, 9). <<
[19] Plutarco, El amor fraterno, 4, 479e. <<
[20] La Carta sobre la muerte de La Boétie confirma que, en efecto, se llamaban «hermanos» entre sí. <<
[21] Se lee una idea muy próxima en la Memoria atribuida a La Boétie: «Aquellos cuyos bienes están divididos y delimitados no caen tan pronto en querellas como quienes poseen bienes comunes y en sociedad. El hecho de tener alguna cosa que repartir es, por regla general, el motivo de todas las diferencias». <<
[22] La expresión «libertad voluntaria» reaparece en el capítulo II, 8, allí contrapuesta al sometimiento a las leyes naturales. <<
[23] Horacio, Odas, II, 2, 5-6. <<
[24] Catulo, 68, 17-18. <<
[25] Ariosto, Orlando furioso, X, 7, 4-8; cfr. Horacio, Sátiras, I, 2, 105-108. <<
[26] Montaigne subraya en otros sitios que la saciedad genera desgana (véase II, 15). Ahora bien, a su juicio el amor físico sólo busca saciarse: «… Este placer activo, móvil y, no sé cómo, punzante y mordiente, incluso éste, no tiene otro objectivo que la ausencia de dolor. El deseo que nos arrastra a la intimidad con las mujeres sólo busca deshacer el dolor que nos produce el deseo ardiente y furioso, y no reclama más que saciarlo y permanecer en reposo y exento de una fiebre así» (II, 12). Distinto es el caso del amor espiritual: «Los deseos [en que interviene el cuerpo] están sujetos a saciedad […] En cambio, las pasiones que pertenecen enteramente al alma […] dan mucho más trabajo a la razón pues no puede ser auxiliada más que por sus propios medios, y estos apetitos no pueden ser saciados; de hecho se agudizan y aumentan con la satisfacción» (II, 33). <<
[27] (a) con sus versos; (a-c1) con estos versos [Una posible explicación de estos cambios es que, en la primera redacción del capítulo, Montaigne no piense incluir los 29 sonetos de La Boétie, y que, al prescindir de ellos, después de 1588, recupere la primitiva redacción]. <<
[28] Véase una reflexión sobre el divorcio en el capítulo II, 15. <<
[29] (a) como la generación, las alianzas o las riquezas <<
[30] En II, 35 se lee: «[El matrimonio] es un convenio lleno de tantas circunstancias espinosas que difícilmente la voluntad de una mujer se mantiene entera por mucho tiempo». <<
[31] (a-b) es verosímil <<
[32] Pero cfr. III, 3: «Me resulta también dulce el trato con mujeres honorables. Si el alma no encuentra tanto gozo en él como en el primero [con hombres honorables], los sentidos del cuerpo, que participan también más en éste, lo llevan a una proporción cercana al otro, aunque, a mi juicio, no igual». Por otra parte, en II, 17 (sólo en la edición postuma de 1595, no en el Ejemplar de Burdeos) se lee un pasaje en honor de su «fille d’alliance» Marie de Gournay: «Esta alma será capaz algún día de las cosas más bellas, y, entre otras, de la muy santa amistad a la que, según los libros, su sexo no ha podido elevarse aún…». <<
[33] La «licencia griega» es el «amor griego», es decir, cierto tipo de pederastía que se practicaba en algunas ciudades de la antigua Grecia. <<
[34] Cicerón, Tusculanas, IV, 33, 70. <<
[35] La Academia es la escuela fundada por Platón. La exposición que sigue es una paráfrasis de una parte del discurso de Pausanias en El banquete de Platón (182a - 185b); es interesante que, en otro pasaje, el seguidor de los sofistas Pausanias califica la entrega a otro por amor como una forma tolerable de «servidumbre voluntaria». <<
[36] Los reprueban los platónicos. <<
[37] Los platónicos. <<
[38] Los platónicos. <<
[39] Esquilo, en una trilogía dedicada a Aquiles, hoy perdida; cfr. Platón, El banquete, 180a (pero en el discurso de Fedro). <<
[40] Es decir, la parte espiritual. <<
[41] Los platónicos. <<
[42] Cfr. Platón, El banquete, 182b-d. Harmodio y Aristogitón, legendaria pareja de amantes, eran venerados como libertadores de Atenas por haberse enfrentado a la tiranía de los hijos de Pisístrato. <<
[43] Cicerón, Tusculanas, IV, 34, 72; cfr. Diógenes Laercio, VII, 130. <<
[44] Cicerón, La amistad, 20, 74. <<
[45] El Ejemplar de Burdeos muestra que Montaigne anotó primero «porque era él», y agregó posteriormente «porque era yo». Cfr. Aristóteles, Ética a Nicómaco, VIII, 3, 1156 a, 16-18: «Estas amistades [las imperfectas] lo son, por tanto, por accidente, puesto que no se quiere al amigo por ser quien es, sino porque procura en un caso utilidad y en otro placer» (trad. M. Araujo y J. Marías, Madrid, 1994; subrayado nuestro). <<
[46] (a-b) divina <<
[47] El Ejemplar de Burdeos ofrece otra variante, aunque tachada: «por la influencia de alguna constelación». Parece, pues, que Montaigne piensa en un influjo astral; cfr. B. Castiglione, Cortesano, II, 30, que se refiere a «la inclinación que nace de las estrellas» como uno de los motivos de la amistad. Véase también Pedro Mexía, Silva de varia lección, III, 5. <<
[48] Ello pese a que, según un añadido tardío al capítulo «La fisonomía» (III, 12), a La Boétie le caracterizaba una «fealdad superficial» muy «imperiosa» (distinta, sin embargo, de la «deformidad»), capaz de producir «una primera impresión desagradable». <<
[49] La Sátira la publicó el propio Montaigne en 1571, junto con otras obras de La Boétie. Se trata del largo poema latino número 20, «Ad Michaelem Montanum». El inicio —hasta el verso 32— trata de justificar, contra las advertencias tradicionales (cfr. Aristóteles, Ética a Nicómaco, VIII, 3, 1156b, 25-33; Cicerón, La amistad, 17, 63; 19, 67; Plutarco, La abundancia de amigos, 4, 94e, etc.), la rapidez con que ambos hombres trabaron una amistad íntima. <<
[50] La Boétie había nacido en noviembre de 1530; Montaigne, en febrero de 1533. Este último escribe en 1570: «Nuestra relación empezó tan sólo unos seis años antes de su muerte [que fue en 1563]» («Al lector»). Pero en este mismo capítulo, más adelante, habla de «cuatro años». <<
[51] (a-b) sin reservarle nada que le fuera propio, ni que fuera suyo <<
[52] Narra la anécdota, entre otros, Cicerón, La amistad, II, 37, que condena la actitud de Blosio (cfr. 12, 40); véase también Plutarco, Tiberio, 20, 5-7. Valerio Máximo pondera, por su parte, la respuesta de Blosio como ejemplo de amistad desinteresada e inquebrantable: «Pero Blosio no quiso defender su propia vida, ni con un irreprensible silencio, ni con una prudente respuesta, a fin de que no pudiera parecer que traicionaba la memoria de una desgraciada amistad», Hechos y dichos memorables, IV, 7, ext. 1 (trad. F. Martín Acera, Madrid, 1988). <<
[53] (a-b) de la cual podía responder como de la suya. <<
[54] Sobre esto, véase también la parte final del capítulo III, 1; cfr. III, 9: «Las amistades que adquirimos nosotros mismos suelen prevalecer sobre aquellas a las que nos ligan la comunidad de clima o de sangre [es decir, la región o la familia]. La naturaleza nos ha puesto en el mundo libres y desligados; nosotros nos aprisionamos en ciertos lugares…». <<
[55] Montaigne tenía una hija, Leonor, nacida el 9 de septiembre de 1571, la única que sobrevivió de las seis que nacieron de su matrimonio. <<
[56] (a-b) durante tanto tiempo. <<
[57] Montaigne evoca varias veces su conocimiento íntimo de La Boétie: «[La Boétie tuvo conmigo] una relación de amistad tan estrecha y tan íntima, que no ha habido cariz, movimiento, ni motivo en su alma que yo no haya podido examinar y juzgar, salvo que en alguna ocasión mi vista se haya quedado corta» («Carta a Lansac»); «Yo, el único a quien [La Boétie] se comunicó hasta lo vivo…» («Carta a Foix»). Cfr., por otra parte, un pasaje del capítulo III, 9 muy significativo a propósito del origen de Los ensayos (eliminado, sin embargo, después de 1588): «Sólo él gozaba de mi verdadera imagen, y se la llevó consigo. Por eso me descifro yo mismo con tanto cuidado». <<
[58] Cfr. Aulo Gelio, Noches áticas, I, 3, 30. <<
[59] Diógenes Laercio, V, 21 (la traducción correcta del texto griego sería más bien: «Si alguien tiene amigos, no tiene amigo alguno»). <<
[60] Cfr. Cicerón, La amistad, 21, 80. <<
[61] Cfr. La Boétie, La servidumbre voluntaria: «Es la buena vida, no los beneficios, lo que funda la amistad»; Montaigne, en III, 9: «En la verdadera amistad, en la que soy experto, me entrego a mi amigo más de lo que lo atraigo a mí. No sólo prefiero beneficiarlo a que me beneficie él. Además, prefiero que se beneficie a sí mismo, antes que a mí. Es entonces, al beneficiarse a sí mismo, cuando más me beneficia a mí». <<
[62] Según un conocido tópico; véase Erasmo, Adagios, I, I, 1 («Amicorum communia omnia»). <<
[63] Diógenes Laercio, V, 20; cfr. Aristóteles, Ética a Nicómaco, IX, 8, 1168b 7. <<
[64] Cfr. III, 5: «Un buen matrimonio, si existe, rehúsa la compañía y las condiciones del amor. Intenta representar las de la amistad». En cuanto a la prohibición mencionada, véase Plutarco, Los deberes del matrimonio (34, 142f - 143a), obra traducida por La Boétie y editada por Montaigne, que se refiere a cierta ley vigente en la Roma antigua. Plutarco aduce que el legislador romano pretendía que marido y mujer «sintieran que todas las cosas eran comunes» (trad. C. Morales Otal y J. García López, Madrid, 1986). <<
[65] Cfr. Aristóteles, Ética a Nicómaco, IX, 8, 1167b 16 y ss. <<
[66] Diógenes Laercio, VI, 46. <<
[67] Luciano, Tóxaris o la amistad, 22-23. <<
[68] Cfr. Plutarco, La abundancia de amigos, 6, 95c. <<
[69] Para Aristóteles el amigo es «otro yo» (Ética a Nicómaco, IX, 1166a, 31-32; Magna moralia, 2, 15, 1213a, 23-24). Cicerón recoge el motivo en La amistad, 21, 80, y Plutarco en La abundancia de amigos, 2, 93e. Cfr. Erasmo, Adagios, I, I, 2. <<
[70] Cfr. Aristóteles, Ética a Nicómaco, VIII, 6, 1158a, 10-12: «No es posible ser amigo de muchos con amistad perfecta, como tampoco estar enamorado de muchos a la vez (este sentimiento parece, en efecto, un exceso [hyperbole], y en tales condiciones es natural que tenga por objeto a una sola persona)» (trad. M. Araujo y J. Marías). <<
[71] Similar dictamen en Luciano, Tóxaris o la amistad, 23: «También éste [el de Areteo] es un caso hermoso, pero yo admiro más a Eudamidas por la confianza que tuvo en sus amigos» (trad. J. Zaragoza Botella, Madrid, 1990). <<
[72] Cfr. Jenofonte, Ciropedia, VIII, 3, 26. <<
[73] Terencio, Heautontimorúmenos, I, I, 80. <<
[74] «En materia de amor, materia que concierne principalmente a la visión y al tacto, algo hacemos sin las gracias del espíritu, nada sin las gracias corporales» (III, 3). <<
[75] Cfr. Plutarco, Agesilao, 25, 11, y Máximas de espartanos, 213e. <<
[76] (a-b) en este único punto <<
[77] En 1570, en la Carta a L’Hospital, Montaigne escribe ya: «Nada fue nunca más exactamente dicho ni escrito en las escuelas de los filósofos, sobre el derecho y los deberes de la santa amistad, que lo que este personaje y yo hemos practicado juntos». <<
[78] Horacio, Sátiras, I, 5, 44. <<
[79] Al parecer en la comedia El Epiclerus. Plutarco, La abundancia de amigos, I, 93c; cfr. idem, El amor fraterno, 3, 479c. <<
[80] (a-b) por la gracia de Dios <<
[81] (a-b) o los cuatro años o cinco <<
[82] Virgilio, Eneida, V, 49-50. <<
[83] El 11 de mayo del 1581, encontrándose en Bagni della Villa, cerca de Lucca, Montaigne escribe en su Diario de viaje: «Me sobrevino un pensamiento tan penoso acerca del señor de La Boétie, y estuve tanto tiempo fijado en él, que me causó un gran daño». <<
[84] Cfr., sin embargo, III, 4: «Hace tiempo sufrí un fuerte disgusto dado mi temperamento, y aun más justo que fuerte. Tal vez me habría perdido de haber confiado simplemente en mis fuerzas. Tenía necesidad de una diversión vehemente para distraerme, de manera que me convertí, por arte y con esfuerzo, en enamorado, cosa a la cual me ayudaba la edad. El amor me alivió y apartó del mal que me había producido la amistad». <<
[85] Terencio, Heautontimorúmenos, I, 1, 149-150, adaptado. <<
[86] En vida de La Boétie, sin embargo, al parecer Montaigne aceptaba de buen grado las separaciones: «Llenábamos más y extendíamos la posesión de la vida al separarnos. Él vivía, gozaba y veía por mí, y yo por él, con tanta plenitud como si hubiera estado presente. Cuando estábamos juntos, una parte quedaba ociosa: nos confundíamos. La separación en el espacio hacía más rica la conjunción de nuestras voluntades» (III, 9). Por otra parte, en otro lugar afirma que ni siquiera la muerte rompe la amistad: «Quienes han merecido mi amistad y mi reconocimiento no los han perdido nunca por el hecho de no estar ya…» (III, 9). <<
[87] Horacio, Odas, II, 17, 5-9. <<
[88] Ibidem, I, 24, 1-2. <<
[89] Cfr. Catulo, 68, 20-26. <<
[90] Idem, 65, 9-11. <<
[91] (a-b) de dieciocho años [«Dieciocho» se refería tal vez a los 29 sonetos de La Boétie incluidos tras este capítulo en las primeras ediciones de Los ensayos. Al omitirlos, después de 1588, Montaigne vuelve acaso a pensar en La servidumbre voluntaria, obra prolijamente evocada dentro del capítulo (mientras que de los sonetos nada dice hasta la última línea), y por eso escribe «dieciséis»]. <<
[92] Los protestantes publicaron, en efecto, La servidumbre voluntaria dentro de ciertas compilaciones de panfletos «monarcómacos», primero parcialmente en 1574 (Le reveille-matin des François) y después íntegramente en 1577 (Mémoires de l’estat de France sous Charles IX). <<
[93] Entiéndase por «infancia» minoría de edad. <<
[94] (a2) y tenía razón [El comentario es añadido en 1582, después del viaje de Montaigne por Italia, que incluyó una estancia en la República de Venecia]. La Boétie había nacido en la villa perigordina de Sarlat, súbdito del rey de Francia. En su obra La servidumbre voluntaria escribe: «Miremos a los venecianos, un puñado de gente que vive con tanta libertad que ni el peor de ellos querría ser el rey de todos. Han nacido y se han educado de tal manera que no reconocen más ambición que brindar los mejores consejos, y prestar la más solícita atención, para defender la libertad. Han sido enseñados y acostumbrados de tal modo desde la cuna que no aceptarían el resto de venturas de la tierra a cambio de perder el menor ápice de su libertad». Por otro lado, en el Diario de viaje de Montaigne se lee: «Decía [Montaigne] haberla encontrado [la ciudad de Venecia] diferente de como la había imaginado y un poco menos admirable. Examinó la ciudad y todas sus particularidades con extrema diligencia. El sistema político, la situación, el Arsenal, la plaza de San Marcos y la cantidad de pueblos extranjeros le parecieron las cosas más notables»; «[Montaigne tenía] un deseo extremo de ver esta ciudad. Decía que no habría podido detenerse tranquilamente ni en Roma ni en ningún otro sitio de Italia sin haber examinado Venecia»; «Se oponía [Montaigne] a quienes en su presencia comparaban la libertad de Roma [que él juzga muy inferior] con la de Venecia…» (7 y 13 de noviembre de 1581; Roma, diciembre de 1581). <<
[95] Recordemos un importante pasaje de I, 22: «La regla de las reglas y la ley general de las leyes es que cada uno observe las del lugar donde está». <<
[96] Cfr. II, 17: «[La Boétie era] un alma al viejo estilo…». <<
[97] (a-b) Son 29 sonetos que el señor de Poiferré, hombre de acción y de entendimiento que le conocía desde mucho antes que yo, ha encontrado por casualidad en su casa entre otros papeles. Me los acaba de enviar, cosa que le agradezco mucho. Desearía que otros que poseen aquí y allá numerosos fragmentos de sus escritos hicieran lo mismo. [Cyprien de Poiferré (c. 1525-c. 1594) era el hombre de confianza de la influyente condesa de Guiche (más conocida por el sobrenombre, extraído del Amadís, de Corisanda), a quien Montaigne dedica los sonetos (véase el capítulo siguiente)]. <<