[1] Cfr. Plutarco, Catón el Joven, I, 8-9: «Porque aprender es, en verdad, recibir un influjo; ahora bien, quienes oponen menos resistencia se persuaden antes. Por eso, los jóvenes se dejan persuadir con más facilidad que los viejos, y los enfermos con más facilidad que los sanos; en general, la adhesión es más fácil cuanto más débil es el espíritu crítico». La imagen del alma como un bloque de cera más o menos blando o duro parece proceder de Platón (Teeteto, 191c-d y 194e), y es asumida por Aristóteles (La memoria y la reminiscencia, I, 450 a 30) y por los estoicos (cfr. Diógenes Laercio, VII, 45). Por otra parte, cabe recordar que el tratado La superstición de Plutarco se inicia señalando que el ateísmo se produce en los carácteres obstinados y duros, y la superstición en los blandos (I, 164e). <<
[2] Cicerón, Académicas, II, 12, 38. <<
[3] Horacio, Cartas, II, 2, 208-209. <<
[4] Lucrecio, II, 1038-1039. <<
[5] Ibidem, 1033-1036. <<
[6] Lucrecio, VI, 674-676. <<
[7] Ibidem, 676-677. <<
[8] Cicerón, La naturaleza de los dioses, II, 38, 96. <<
[9] Ibidem. <<
[10] (a-b) la infinita potencia de Dios <<
[11] Plutarco, Banquete de los siete sabios, 20, 163d; cfr. también idem, Camilo, 6, 6 (donde se plantea evitar tanto la superstición como el ateísmo). Obsérvese que Montaigne rechaza la proyección de los límites de la experiencia y de la razón humana en Dios o la naturaleza, pero, por otra parte, no parece contemplar la intervención de causa sobrenatural alguna (sobre este asunto véase el capítulo II, 30). <<
[12] Jean Froissart, Chroniques, III, 6, 45-47; la noticia la habría difundido un espíritu maligno llamado Ortón. <<
[13] Nicole Gilles, Annales, año 1223. <<
[14] Plutarco, Paulo Emilio, 25, 5-7 (para los casos más antiguos, cfr. 24, 4-25, 4). <<
[15] Julio César, Guerra civil, 111, 36; Guerra de las Galias, V, 53. <<
[16] Jean Bouchet, Annales d’Aquitaine, I, 15. <<
[17] San Agustín, Ciudad de Dios, 22, 8. <<
[18] Cicerón, Tusculanas, I, 21, 49 (en referencia a Platón). <<
[19] Esto es, la exención de ciertos puntos considerados quizá como indiferentes, al modo que Erasmo solía distinguir entre el núcleo central del cristianismo y el aparato de ceremonias y dogmas sobreañadido a él. El mismo La Boétie había propuesto una solución de este estilo en su Memoria sobre el edicto de enero de 1562. <<
[20] Acaso Montaigne piensa aquí en el prestigioso jesuita Juan Maldonado (o Jean Maldonat, c. 1533-1583), con el cual, según se desprende del Diario de viaje, tenía trato amistoso. Pierre de Lancre, que conoció al autor de Los ensayos, escribe en 1612: «Maldonado era el corazón y el alma del señor de Montaigne, que le consideraba tan capaz que, estando juntos en Roma, cuando dicho señor sostenía algún parecer y punto de religión que no podía defender bien, intentaba escapar diciendo que era la opinión del padre Maldonado, pues le creía el más capaz teólogo de su tiempo y que él conocía, y su íntimo amigo. Apoyaba por entero su creencia en sus opiniones» [Tableau de l’nconstance des mauvais anges et demons, II, 2). <<
[21] (a-b) vanas mentiras <<