[1] Cfr. el capítulo «El afecto de los padres a los hijos» (II, 8), donde Montaigne sostiene que el amor a los hijos debe fundarse en el mérito más que en el simple impulso natural (véase otra referencia al tema en «La vanidad», III, 9). <<
[2] El quadriuium, es decir, aritmética, geometría, astronomía y música. <<
[3] (a-b) en el estudio de Platón o de Aristóteles <<
[4] (c1) —al menos de acuerdo con ella— <<
[5] Séneca, Cartas a Lucilio, 108, 10. <<
[6] Plutarco dedica a este tema una parte de las Conversaciones de sobremesa (V, 7, 680b - 683a); cfr. el capítulo «La fuerza de la imaginación» (I, 20) de Montaigne. <<
[7] (a-b) pues, de lo contrario, engendraría monstruos, como hacen los escritores poco juiciosos. <<
[8] Diógenes Laercio, VII, 180-181; cfr. X, 26-27. <<
[9] Idem, X, 26. <<
[10] Lelio Capilupi (1497-1560), autor de unos Centones ex Virgilio, reunidos en 1555 (e incluidos de inmediato en el Índice) que, entre otras cosas, satirizaban la vida de los monjes. <<
[11] Obra en seis libros publicada en Leiden en 1589 que Justo Lipsio (1547-1606), admirador de Montaigne, al que calificó de «Tales francés», le envió en septiembre de 1589. Fue un hito importante en la formación del llamado tacitismo (suerte de maquiavelismo mitigado); Montaigne extrae de ella numerosas citas, que inserta en sus añadidos posteriores a 1588. <<
[12] Los ensayos. <<
[13] El «artículo precedente» es el capítulo anterior, «La pedantería» (I, 24). <<
[14] Montaigne se refiere a Diana de Foix-Candale, casada en marzo de 1579, que esperaba un hijo. <<
[15] La tierra de Montaigne, adquirida por Ramón Eyquem en 1477, bisabuelo de Michel, era un antiguo feudo de la ilustre familia Foix-Candale. <<
[16] Cfr. Platón, Téages, 121b-c. <<
[17] Plutarco, La tardanza de la divinidad en castigar, 6, 551f - 552b; 20, 562b. <<
[18] Cfr. Platón, República, III, 415a-c; IV, 423c. <<
[19] Gastón III de Foix, llamado Febo (1331-1391), escribió un célebre tratado de caza, el Espejo de Febo. <<
[20] François de Foix-Candale (1512-1594), obispo de Aire, tradujo los Elementos de Euclides al latín (1566) y el Pimandro, importante texto hermético, al francés (en 1574, y con amplísimos comentarios en 1579). Interesado en la alquimia, Montaigne se refiere muy probablemente a él en un pasaje de la «Apología de Ramón Sibiuda» (II, 12) en el que menciona a un eclesiástico que justificaba la búsqueda de la piedra filosofal por medio de ciertos pasajes bíblicos. <<
[21] Cfr. Cicerón, El bien y el mal supremos, II, 1, 2. <<
[22] Esta célebre fórmula es ya utilizada por La Boétie en La servidumbre voluntaria: «Algunos, mejor nacidos que el resto […] dotados de juicio claro y de inteligencia lúcida… Son quienes, provistos de suyo de una cabeza bien hecha, la han pulido además con el estudio y el saber». <<
[23] Cicerón, La naturaleza de los dioses, I, 5, 10. <<
[24] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 84, 6. <<
[25] Podría haber aquí una reminiscencia de una célebre sentencia de origen paulino: «Captiuantes intellectum in obsequium fidei» [Cautivando el intelecto en la obediencia a la fe]; cfr. 2 Corintios 10, 5. <<
[26] Séneca, Cartas a Lucilio, 33, 10. <<
[27] Alusión al filósofo y médico Girolamo Borri o Borro (1512-1592), profesor de filosofía natural en Pisa durante muchos años, autor entre otras obras de De motu gravium et levium (1575) y Dialogo del flusso e reflusso del mare (1561). Fue encarcelado tres veces por la Inquisición, en 1551, en 1564 (durante dos años) y en 1582 (un año), esta última vez bajo el cargo de rechazar la inmortalidad del alma, error del que abjuró públicamente en febrero de 1583. Según las Naudaeana (comentarios atribuidos al erudito del siglo XVII Gabriel Naudé), Borri fue un «ateo perfecto» que afirmaba que «nada hay por encima de la octava esfera» (Naudeana, 7-8). En su Diario de viaje, Montaigne deja constancia de su relación con él, que parece haber sido ante todo de tipo médico: «Me ha venido a visitar a casa unas cuantas veces Girolamo Borro, médico, doctor de la Sapienza. Y, cuando fui yo a visitarlo el 14 de julio, me regaló su libro Sobre el flujo y reflujo del mar, en lengua vulgar; y me mostró otro libro latino que había compuesto sobre las enfermedades de los cuerpos» (Diario de viaje, Pisa, julio de 1581). <<
[28] (c1) La seguridad y resolución es sólo cosa de insensatos. <<
[29] Dante, Infierno, XI, 93, citado en Stefano Guazzo, La civil conversazione, I. <<
[30] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 33, 10. <<
[31] Ibidem, 33, 4. <<
[32] Ibidem, 84, 5. <<
[33] Ibidem, 84, 7. <<
[34] Los cargos en los parlamentos franceses (en verdad, órganos judiciales) solían comprarse. <<
[35] Cfr. Plutarco, La fortuna, 2, 98 c; La fortuna de Alejandro, II, 3, 336b; Qué animales son los más inteligentes, 3, 961a. <<
[36] Séneca, Cartas a Lucilio, 33, 8. <<
[37] Platón, Carta 10, 358b. <<
[38] Ludovico Paluello y Pompeo Diobono fueron dos célebres bailarines milaneses. <<
[39] Es decir, el antiguo Panteón, en Roma, por aquel entonces iglesia de Santa María de los Mártires o Santa María Rotonda. El Diario de viaje califica el antiguo templo como «el más bello sepulcro» y destaca sus lámparas (marzo de 1581). <<
[40] Nombre, real o supuesto, de una cortesana romana; cfr. Henri Estienne, Apologie pour Hérodote, XI. <<
[41] Horacio, Odas, III, 2, 5-6. <<
[42] Cicerón, Tusculanas, II, 15, 36. <<
[43] (c1) a la mejor gente de bien. <<
[44] Séneca, Cartas a Lucilio, 103, 5. <<
[45] (c1) y de lograr renombre con censuras y novedades. <<
[46] Cicerón, Los deberes, I, 41, 148. <<
[47] Es una alusión al oficio de abogado. <<
[48] Cicerón, Académicas, II, 3, 8. <<
[49] Propercio, IV, 3, 39-40. <<
[50] (a) y si uno no se propone otro fin que el placer <<
[51] (a-c1) de inestimable provecho <<
[52] Platón, Hipias mayor, 285d-e. <<
[53] Sus Vidas fueron traducidas al francés por Jacques Amyot en 1559. <<
[54] El consul Marcelo murió en una simple misión de reconocimiento en la guerra contra Aníbal (cfr. Plutarco, Marcelo, 33, 6-8; más severo aún es el juicio de Polibio, X, 32). <<
[55] La idea aparece también en el capítulo I, 23. <<
[56] Cfr. Plutarco, La falsa vergüenza, 10, 532.e-f: «Y quien dice que todos los habitantes de Asia son esclavos de un solo hombre, por no poder decir una sola sílaba “no”, no habla en serio, sino de broma. Los que sienten un falso pudor, aun sin hablar, pueden escapar de muchas servidumbres no deseadas o fuera de lugar con sólo levantar las cejas o bajar los ojos» (trad. R. M. Aguilar, Madrid, 1996). La Boétie escribe en la obra citada: «En esta ocasión no quiero sino entender cómo es posible que tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades y tantas naciones soporten alguna vez a un tirano solo cuyo único poder es el que ellos mismos le brindan, un tirano que obtiene su capacidad para dañarlos de la voluntad que tienen ellos de soportarlo, que únicamente puede causarles daño cuando prefieren sufrirlo a contradecirle». <<
[57] Plutarco, Máximas de espartanos, 216f (la anécdota es atribuida a Anaxándridas). <<
[58] (a-b) del trato con los hombres. <<
[59] Cfr. Cicerón, Tusculanas, V, 37, 108; Plutarco, El destierro, 5, 600f; Erasmo recoge el motivo en el adagio «Quaeuis térra patria» (II, 1, 93). <<
[60] Henri Estienne, Apologie pour Hérodote, «Au lecteur». <<
[61] El motivo clásico, muy corriente, es más bien que el tamaño de la Tierra equivale al de un punto con respecto al cielo; cfr. Cicerón, Tusculanas, I, 17, 40, y La república, I, 17, 26 (y VI, 16, 16, donde el Imperio romano es presentado como un punto dentro de la pequeña Tierra); Plutarco, El destierro, 6, 601c; Séneca, Consolación a Marcia, 21, 2; Marco Aurelio, Meditaciones, IV, 3, 3, y Boecio, Consolación de la filosofía, II, prosa 7, 3 (ocupamos una fracción infinitesimal del punto que es la Tierra). <<
[62] Los epicúreos propugnaban la tesis de la pluralidad de los mundos; cfr. Lucrecio, II, 1052-1089. Montaigne parece también defenderla en el capítulo II, 12. <<
[63] Cicerón, Tusculanas, V, 3, 9. <<
[64] Persio, III, 69-72 y 67 (san Agustín cita estos versos en Ciudad de Dios, II, 6). <<
[65] Virgilio, Eneida, III, 459. <<
[66] Cfr. Plutarco, La educación de los hijos, 10, 7d-e. <<
[67] El estudio de la sabiduría, según Séneca, Cartas a Lucilio, 88, 2. <<
[68] Cfr. Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, IV, 7, 2-5 y 8-9. <<
[69] Horacio, Cartas, I, 2, 40-43. <<
[70] Propercio, IV, 1, 85-86. <<
[71] Anacreonte, Odas, IV, 10-11. <<
[72] Diógenes Laercio, II, 5. <<
[73] Teodoro Gaza (1400-1476), filólogo bizantino mudado a Italia, fue el autor de una célebre gramática griega que se difundió a través de la edición de Erasmo. <<
[74] El «ergotismo», del latín «ergo» (‘por tanto’), es el abuso del método silogístico. <<
[75] Plutarco, La desaparición de los oráculos, 6, 412d-e. <<
[76] Juvenal, IX, 18-20. <<
[77] Séneca, Cartas a Lucilio, 59, 16. <<
[78] Montaigne alude a nombres con que se mentaban tipos de silogismos en la lógica escolástica. <<
[79] La imagen de la virtud como una cumbre a la que se asciende por un camino escarpado procede de un pasaje de Hesíodo (Trabajos y días, 287-292), que es evocado por Platón (Protágoras, 340d; República, II, 364d; Leyes, IV, 718e) y por Jenofonte (Recuerdos de Sócrates, II, 1, 20 y ss.). Cfr. Séneca, La ira, II, 13, 1-2: «Y no es arduo y áspero, según pareció a algunos, el camino hacia la virtud: se accede a pie llano… Es fácil cuidar de todas las virtudes, los vicios se cultivan con gran esfuerzo» (trad. C. Codoñer, Madrid, 1986). <<
[80] Podría haber aquí una alusión a un importante pasaje bíblico, Exodo 3, 1-6: «Llegado [Moisés] al monte de Dios, Horeb, se le apareció el ángel de Yavé en llama de fuego de en medio de una zarza…» (trad. Nácar-Colunga). <<
[81] Entre ellos, aparte de Hesíodo, quizá deba contarse también a La Boétie, que en su poema latino Ad Michaelem Montanum [A Michel de Montaigne] contrapone virtud y placer. <<
[82] El sudor es aludido por Hesíodo, Trabajos y días, 289: «De la virtud… el sudor pusieron delante los dioses inmortales…» (trad. A. Pérez Jiménez, Madrid, 1978). <<
[83] Dos de las heroínas del Orlando Furioso de Ariosto. <<
[84] Paris, que prefirió a Venus antes que a Minerva (Palas Atenea) y a Juno (Hera). <<
[85] Referencia tal vez a la palinodia de Sócrates respecto al amor en el Fedro de Platón. <<
[86] A la calvicie se le atribuía frecuentemente un origen venéreo. <<
[87] A la virtud. <<
[88] (c1) que su tutor lo estrangule cuanto antes, si no hay testigos <<
[89] Platón, República, III, 415b-c; IV, 423c-d. <<
[90] Persio, III, 23-24. <<
[91] Que puede encontrarse en Ética a Nicómaco, III, 10-12. <<
[92] Séneca, Cartas a Lucilio, 49, 5. <<
[93] Los del Decamerón. <<
[94] Plutarco, La fortuna o virtud de Alejandro, 3-4, 327d - 328a. <<
[95] Persio, V, 64-65. <<
[96] Diógenes Laercio, X, 122. <<
[97] Idem, IV, 62. <<
[98] Coelius Rhodiginus, Lectiones antiquae, XXX, 8. <<
[99] Plutarco, Conversaciones de sobremesa, I, I, 613a; Vidas de los diez oradores, 838f. <<
[100] Tal como muestra su obra El banquete. <<
[101] Horacio, Cartas, I, 1, 25-26. <<
[102] Plutarco, Consejos para conservar la salud, 27, 137e (cfr. Platón, Timeo, 88b). <<
[103] Cfr. Platón, Leyes, VII, 788c - 793d. <<
[104] (a-b) no como en los colegios donde, en lugar de <<
[105] Cfr. Erasmo, Elogio de la locura, 49; también su De pueris statim ac liberaliter instituendis (504c), sobre la brutalidad de las escuelas francesas. <<
[106] Quintiliano, Institución oratoria, I, 3, 14-17. <<
[107] Cfr. Diógenes Laercio, IV, 1. <<
[108] Cfr. Platón, Leyes, II, 659e (cfr. Lucrecio, I, 936-942; Erasmo, De pueris). <<
[109] Cfr. Platón, Leyes, VII (libro dedicado a la educación de los jóvenes); y II, 653d y 665a (pero las divinidades mencionadas son Apolo, las Musas y Dioniso). <<
[110] Cfr. ibidem, VII, 810b-c. <<
[111] (c1) y como cosas monstruosas. <<
[112] Diógenes Laercio, IX, 80; cfr. Sexto Empírico, Esbozos pirrónicos, I, 14, 82. <<
[113] Plutarco, La envidia y el odio, 3, 537a. <<
[114] Este es uno de los pasajes señalados por la censura romana en 1581, durante la estancia de Montaigne en Roma (Diario de viaje, Roma, 20 de marzo de 1581). <<
[115] Cfr. Plutarco, El refrenamiento de la ira, 3, 454d-e; Conversaciones de sobremesa, I, 6, 623f - 624a. <<
[116] Séneca, Cartas a Lucilio, 90, 46. <<
[117] La afición de los alemanes a la bebida era proverbial; véase también el capítulo «La embriaguez» (II, 2). <<
[118] Cfr. Plutarco, Alcibíades, 23, 4-5; Cómo distinguir a un adulador de un amigo, 7, 52e. <<
[119] Horacio, Cartas, I, 17, 23. <<
[120] Ibidem, 17, 25-26, 29. <<
[121] (a-b) mis lecciones, en las cuales el hacer va junto al decir. Pues ¿para qué sirve que se predique el espíritu si las acciones no lo acompañan? <<
[122] Pseudo-Platón, Los rivales, 139a. <<
[123] Cicerón, Tusculanas, IV, 3, 5. <<
[124] Ibidem, V, 3, 8 (pero, según Cicerón, la respuesta corresponde a Pitágoras). <<
[125] Diógenes Laercio, VI, 64. <<
[126] Ibidem, 48. <<
[127] Cicerón, Tusculanas, II, 4, 11. <<
[128] Plutarco, Máximas de espartanos, 221b. <<
[129] Montaigne se refiere al llamado triuium, que constaba de gramática, retórica y dialéctica o lógica. <<
[130] Montaigne juega con una vieja máxima de la retórica romana, atribuida a Catón el Viejo: «Rem tene, uerba sequentur» [Domina el asunto; las palabras seguirán]. <<
[131] Como la madre osa, que, según un conocido motivo, daba forma a sus cachorros lamiéndolos (cfr. Aristóteles, La generación de los animales, IV, 6, 774b 13-15; Ovidio, Metamorfosis, XV, 379-381; Aulo Gelio, Noches áticas, XVII, 10). <<
[132] Dialecto proverbialmente tosco (cfr. B. Castiglione, Cortesano, II, 85). <<
[133] Horacio, Arte poética, 311. <<
[134] Séneca el Rétor, Controversias, VII, «Proemio», 3. <<
[135] Cicerón, El bien y el mal supremos, III, 5, 19. <<
[136] Ni tampoco el propio Montaigne según el inicio del capítulo I, 48. La expresión «más charlatana que una vendedora de arenques del Petit Pont» era proverbial. En el Petit Pont de París, que unía la isla de la Cité a la orilla izquierda del Sena, se celebraba el mercado del pescado. <<
[137] «Las artes» (que incluían la filosofía) eran los estudios universitarios previos a las grandes carreras. <<
[138] Cfr. Tácito, Diálogo de los oradores, 19. <<
[139] Plutarco, Máximas de espartanos, 223d. <<
[140] Idem, Consejos políticos, 5, 802a. <<
[141] Idem, Catón el Joven, 21, 7-8; Comparación entre Demóstenes y Cicerón, 1, 4. <<
[142] Cfr. La Boétie, que en La servidumbre voluntaria prefiere no diferenciar entre poetas y versificadores o rimadores. La diferencia entre ambos tipos de escritores es, sin embargo, un tópico de la época. En 1548 Thomas Sébillet se había lamentado de que «el rudo e ignaro populacho haya llamado a los poetas franceses “rimadores”, deteniéndose en la mera corteza, y olvidando la savia y la madera, que radican en la invención y en la elocuencia de los poetas, mejor llamados así que “rimadores”» (Art poétique françois, I, 2; véase también Du Bellay, Défense et lllustration, II, 11). <<
[143] Horacio, Sátiras, I, 4, 8. <<
[144] Ibidem, I, 4, 58-59 y 62. <<
[145] Plutarco, Si los atenienses han destacado más en las armas que en las letras, 4, 347e-f. <<
[146] Séneca, Cartas a Lucilio, 40, 5. <<
[147] Ibidem, 49, 6. <<
[148] Diógenes Laercio, II, 70. <<
[149] Idem, VII, 182. <<
[150] Cicerón, Académicas, II, 24, 75. <<
[151] Quintiliano, Institución oratoria, VIII, 3, 30. <<
[152] Séneca, Cartas a Lucilio, 59, 5. <<
[153] Fue el epitafio de Lucano (según la biografía que solía acompañar las ediciones de este poeta). <<
[154] (a) que se atrevan a reprocharle lo que le reprochaban a Séneca, que su lengua era de cal viva, pero le faltaba la arena [cfr. Suetonio, César, 55, 1]. <<
[155] Sobre esta caracterización del lenguaje, cfr. una carta de Erasmo fechada el 13 de octubre de 1527: «Siempre he evitado la frase ciceroniana, hasta tal punto que, aun cuando pudiera practicarla como se debe, no dejaría de preferir un estilo más sólido, más conciso, más vigoroso, menos ornado, más viril. La elocuencia que cultivo descuida los ornamentos del lenguaje en favor de la simplicidad». <<
[156] Cfr. B. Castiglione, Cortesano, I, 26, a propósito de lo que llama sprezzatura: «Pero pensando yo mucho tiempo entre mí de dónde pueda proceder la gracia… hallo una regla generalísima, la cual pienso que más que otra ninguna aprovecha acerca desto en todas las cosas humanas que se hagan o se digan; y es huir cuanto sea posible el vicio que de los latinos es llamado afectación; nosotros, aunque en esto no tenemos vocablo propio, podremos llamarle curiosidad o demasiada diligencia y codicia de parecer mejor que todos. Esta tacha es la que suele ser odiosa a todo el mundo, de la cual nos hemos de guardar con todas nuestras fuerzas, usando en toda cosa un cierto desprecio o descuido [sprezzatura], con el cual se encubra el arte y se muestre que todo lo que se hace y se dice, se viene hecho de suyo sin fatiga y casi sin habello pensado… Por eso se puede muy bien decir que la mejor y más verdadera arte es la que no parece ser arte; así que en encubrilla se ha de poner mayor diligencia que en ninguna otra cosa…» (versión de Juan Boscán). <<
[157] Cfr. Tácito, Diálogo sobre los oradores, 21, 8; cfr. Quintiliano, 1, «Proemio», 24. <<
[158] Séneca, Cartas a Lucilio, 40, 4. <<
[159] Ibidem, 75, 1. <<
[160] Cfr. Diógenes Laercio, X, 13. <<
[161] Platón, Leyes, 1, 641e. <<
[162] Estobeo, Sermo 34, «De garrulitate». <<
[163] Se cree que puede tratarse de un tal Horstanus (quizá el médico Gisbert Horst), que, en 1548, se incorporó al Colegio de Guyena (el valenciano Juan Gelida, 1493-1556, que fue rector del colegio a partir de 1547, a la marcha de Andrés de Gouvea, lo menciona en una carta de 1549 como «el preceptor de los Montaigne»). <<
[164] Nicolás de Grouchy (c. 1509-1572), helenista, traductor y comentador de Aristóteles, crítico del célebre Pierre de la Ramée, publicó esta obra sobre los comicios en la Roma republicana en 1555. <<
[165] George Buchanan, poeta y humanista escocés (1506-1582), fue profesor del Colegio de Guyena en dos etapas distintas (1539-1543 y 1545-1547). Después de un largo período en Francia, volvió a Escocia hacia 1561, donde se convirtió al calvinismo. Fue autor de una obra política de cariz monarcómaco, De iure regni apud Scotos (1579), que, según Montaigne en III, 7, «deja al rey en peor condición que a un carretero». <<
[166] Marc-Antoine Muret (1526-1585) fue un gran humanista y orador, experto en poesía latina. En 1554, acusado de sodomía y pederastía en París, huyó a Roma. Montaigne se reencontró con él durante su viaje a Italia, y pudo comprobar la alta consideración de que gozaba en el Estado pontificio. <<
[167] El joven conde de Brissac murió en 1569 en el sitio de Mussidan, cerca de Montaigne. <<
[168] (a2) instrumento. Y tenía un intérprete de espineta para ello. <<
[169] Abierto en 1533, Montaigne fue alumno allí entre 1539 y 1548. El padre de Montaigne, Pierre Eyquem, lo apoyó desde su cargo en la alcaldía de Burdeos. <<
[170] Sin embargo, la Biblioteca Nacional de Madrid posee un ejemplar del Silves de la Selva. La dozena parte del invencible Cavallero Amadis de Gaula, obra del erasmista Pedro de Luján, editada en Sevilla en 1549, que, al parecer, perteneció a Montaigne. En el capítulo I, 51 el autor de Los ensayos menciona el «palacio de Apolidón», y en II, 10 vuelve a exponer su rechazo a «los Amadises y tal suerte de escritos». <<
[171] Virgilio, Bucólicas, VIII, 39. <<
[172] De Buchanan, tal vez sus obras Jephtes y Baptistes, o sus adaptaciones latinas del Alcestes y de la Medea de Eurípides; de Muret, su Julius Caesar. <<
[173] El portugués Andrés de Gouvea (1497-1548), brillante humanista, al parecer afín al evangelismo, fue rector del Colegio de Guyena entre 1534 y 1547. <<
[174] Tito Livio, XXIV, 24, 2-3. <<
[175] Cfr. Jean Bodin en République, VI, 1: «… Hay que arrasar los teatros y cerrar las puertas de la ciudad a los actores». Pero recuérdese, también, a La Boétie en su obra La servidumbre voluntaria: «Teatros, juegos, farsas, espectáculos, gladiadores, animales exóticos, medallas, cuadros y otras bagatelas similares eran para los pueblos antiguos los cebos de la servidumbre, el precio de la libertad, los instrumentos de la tiranía. Los antiguos tiranos disponían de este medio, de esta práctica y de estas seducciones para adormecer a sus súbditos bajo el yugo». <<