[1] Montaigne emplea el término «pédantisme», que, aunque alude en principio al arte pedagógico, tiene ya en su tiempo una fuerte carga peyorativa. Cfr. Francesco Belo, Il pedante (1529); Pietro Aretino, Il Marescalco (I, 533). <<

[2] El «pedante» es en principio el maestro de escuela. <<

[3] Joachim du Bellay, Regrets, 68, 14 (Du Bellay es uno de los poetas elogiados por Montaigne en el capítulo siguiente). <<

[4] Plutarco, Cicerón, 5, 2. <<

[5] Sentencia proverbial en medios escolásticos, citada por Rabelais, Gargantúa, 39. <<

[6] La princesa mencionada puede ser Margarita de Valois, reina de Navarra, o Catalina de Borbón, hermana de Enrique de Navarra. <<

[7] (a-b) los más grandes capitanes y los mejores consejeros <<

[8] Por ejemplo, Sócrates es ridiculizado en Las nubes por Aristófanes. <<

[9] Cfr. Platón, Teeteto, 174b - 175b. <<

[10] Pacuvio, citado por Aulo Gelio, XIII, 8, 4 (Montaigne toma la cita de Justo Lipsio, Políticas, I, 10). <<

[11] Se trata de Arquímedes; cfr. Plutarco, Marcelo, 14, 7-8; 15; 17, 5-7. <<

[12] Diógenes Laercio, VI, 92. <<

[13] Idem, IX, 6 y 3. <<

[14] Idem, VIII, 63. <<

[15] Montaigne alude a la fábula del zorro y las uvas (Esopo, 32). <<

[16] Diógenes Laercio, I, 26; Aristóteles, Política, I, II, 1259a 6-21; Cicerón, La adivinación, 49, 111-112. <<

[17] Cfr. Aristóteles, Ética a Nicómaco, VI, 7, 1141b 4 y ss. Véase Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, III, 9, 4, que asegura que Sócrates «no hacía ninguna distinción entre sabiduría y prudencia» (trad. J. Zaragoza, Madrid, 1993). <<

[18] Esto es, a los pedantes. <<

[19] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 88, 38. <<

[20] Cfr. ibidem, 89, 23. <<

[21] Cfr. Plutarco, Cómo percibir los propios progresos en la virtud, 8, 80a. <<

[22] Cfr. ibidem, 7, 78f. <<

[23] Cicerón, Tusculanas, V, 36, 103. <<

[24] Séneca, Cartas a Lucilio, 108, 37. <<

[25] La cuestión es también tratada en «Los caníbales» (I, 30). <<

[26] Ésta es la traducción que da el propio Montaigne, que habla exactamente de una «chalemie», es decir, de una canción que se acompañaba con un caramillo (una pequeña flauta). <<

[27] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 33, 7 (pero Séneca alega a Zenón y a Cleantes). <<

[28] Ibidem, 27, 5-6. <<

[29] Plutarco, Cómo se debe escuchar, 18, 48c. <<

[30] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 84, 6. <<

[31] Cicerón, Académicas, II, 1, 2 (el ejemplo es mencionado por Jacques Amyot en el prefacio de su traducción de las Vidas de Plutarco). <<

[32] El propio Montaigne utiliza ampliamente las Cartas a Lucilio en el capítulo I, 19. <<

[33] Cicerón escribió una Consolación a la muerte de su hija Tulia (véase también el libro I de las Tusculanas). <<

[34] Célebre verso de Eurípides que Montaigne toma de Estobeo, «De prudentia» (lo citan igualmente Cicerón, Familiares, XIII, 15, 2, y Plutarco, Alejandro, 53, 2; Si está bien dicho lo de “vive ocultamente”, I, 1128b). <<

[35] Cicerón, Los deberes, III, 15, 62 (es la versión latina del verso de Eurípides que se acaba de citar; véase también Cicerón, Familiares, VII, 6, 2). <<

[36] Juvenal, VIII, 14-15. <<

[37] Cicerón, El bien y el mal supremos, I, 1, 3 (citado por Justo Lipsio, Políticas, I, 10). <<

[38] Diógenes Laercio, VI, 27-28 (pero se trata de Diógenes el Cínico). <<

[39] Platón, Menón, 91c-e. <<

[40] Idem, Protágoras, 328b. <<

[41] El perigordino de que habla Montaigne es la variedad dialectal de la lengua occitana hablada en el Perigord. <<

[42] Persio, I, 61-62. <<

[43] Adrien Turnèbe (1512-1565), profesor del Collège Royal y gran editor de textos antiguos, es también autor de una defensa de la tolerancia religiosa y de una obra polémica contra los jesuitas. Montaigne manifiesta de nuevo su admiración por él en el capítulo II, 17. <<

[44] Juvenal, XIV, 34-35 (el titán es Prometeo, considerado creador del ser humano). <<

[45] Estobeo, Sermo 3; Montaigne traduce el verso a continuación. <<

[46] Séneca, Cartas a Lucilio, 106, 12 (citado en Justo Lipsio, Políticas, I, 10). <<

[47] (a) primero. <<

[48] Cicerón, Tusculanas, II, 4, 12. <<

[49] Jean Bouchet, Annales d’Aquitaine, IV, 8; Gilles Corrozet, Propos mémorables, París, 1557, pp. 85-86. <<

[50] Séneca, Cartas a Lucilio, 95, 13. <<

[51] Cfr. Platón, República, VII, 518c-d: «… La educación no es como proclaman algunos [los sofistas]. Afirman que, cuando la ciencia no está en el alma, ellos la ponen, como si se pusiera la vista en ojos ciegos […] La educación sería el arte de volver este órgano del alma del modo más fácil y eficaz en que puede ser vuelto, mas no como si se le infundiera la vista, puesto que ya la posee, sino, en caso de que se lo haya girado incorrectamente y no mire adonde debe, posibilitando la corrección» (trad. C. Eggers Lan, Madrid, 1986). <<

[52] Cfr. Horacio, Cartas, I, 2, 54. <<

[53] Cfr. la célebre sentencia de Ovidio: «Veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor» (Metamorfosis, VII, 20-21). <<

[54] Platón, República, II, 370a-c; IV, 423d. <<

[55] Cicerón, La naturaleza de los dioses, III, 31, 77. <<

[56] Jenofonte, Ciropedia, I, 2, 6-8. <<

[57] Platón, Alcibíades, I, 121c - 122a. <<

[58] Plutarco, Licurgo, 13, 3. <<

[59] Es decir, en Grecia. <<

[60] Cfr. Platón, Leyes, VII. <<

[61] Plutarco, Licurgo, 18, 3-5. <<

[62] Jenofonte, Ciropedia, I, 3, 16-17. <<

[63] Se trata de un verbo irregular. <<

[64] Como se sabe, la retórica clásica divide los discursos en tres géneros: demostrativo, deliberativo y judicial. <<

[65] Plutarco, Máximas de espartanos, 213c-d. <<

[66] Ibidem, 235b. <<

[67] Idem, Agesilao, 20, 2; Máximas de espartanos, 212b-c. <<

[68] Platón, Hipias mayor, 282d - 283c y 285c-d. <<

[69] Montaigne toma los ejemplos que siguen de René de Lucinge, De la naissance, durée et chute des Etats (1588), I, 1. <<

[70] Cfr. B. Castiglione, El cortesano, I, 42. <<