[1] La anécdota se refiere al atleta Milón de Crotona en Quintiliano, I, 9, 5, y a una anciana en Estobeo, «De assiduitate et diligentia» (siguiendo a Favorino). Cfr. también el proverbio «Taurum tollet, qui uitulum sustulerit» (Petronio, Satiricón, 25, 6), recogido por Erasmo en Adagios, I, 2, 51. <<

[2] Plinio, Historia natural, XXVI, 6, 11 (citado en Justo Lipsio, Políticas, 1, 8). <<

[3] Cfr. Platón, República, VII, 514a y ss. <<

[4] El rey era Mitrídates (Plinio, XXV, 3, 5-7; Aulo Gelio, XVII, 16, 3-5). También La Boétie aduce su ejemplo, en La servidumbre voluntaria, como prueba de la fuerza de la costumbre: «Pero, ciertamente, la costumbre, que en todo tiene un gran poder sobre nosotros, en ningún punto tiene tanta fuerza como en enseñarnos a servir, y, de la misma manera que, según dicen, Mitrídates se habituó a beber veneno, para instruirnos a engullir la ponzoña de la servidumbre sin que nos parezca amarga». Ejemplos similares circulaban en la tradición aristotélico-averroísta a propósito de los diferentes niveles de conocimiento (cfr. Averroes, In libros Physicorum Aristotelis, I, com. 60, y Destructio destructionum, «Disputado sexta»). <<

[5] Cornelio Agrippa, Filosofía oculta, I, 19; Pedro Mexía, Silva de varia lección, I, 28. <<

[6] Francisco López de Gómara, Historia general de las Indias, 44, 46, 79, 217; 61; 41. <<

[7] Cicerón, Tusculanas, II, 17, 40. <<

[8] Cfr. idem, República, VI («Sueño de Escipión»), 18, 18-19; Aristóteles, El cielo, II, 9, 290b 12 y ss. <<

[9] Cfr. Aristóteles, El cielo, II, 9, 290b 25-30. <<

[10] Se trata de una prenda de piel perfumada. <<

[11] Cfr. Diógenes Laercio, III, 38. La misma anécdota es alegada también por Erasmo en De pueris instituendis, donde el humanista holandés defiende que debe iniciarse la educación de los niños en la primerísima infancia. <<

[12] Es decir, entre monedas de valor y meros utensilios de juego (en alusión a uno que consistía en retirar el alfiler propio de una almohadilla). <<

[13] Los dobles eran monedas de muy escaso valor; los dobles doblones, de oro y gran valor. <<

[14] (a-c1) —pues se gana la vida exhibiéndose— <<

[15] El mismo personaje es mencionado en el Journal de Pierre de L’Estoile (a fecha de 10-2-1586). <<

[16] Cfr. Ambroise Paré, Des monstres et prodiges, 8. <<

[17] Cicerón, La naturaleza de los dioses, I, 30, 83 (la frase es pronunciada por el neoacadémico Cota contra el epicúreo Veleyo a propósito de los dioses). <<

[18] F. López de Gómara, Historia general de las Indias, 72 y 118. <<

[19] (c1) más horror y dolor en el corazón <<

[20] Véase el final de II, 30, donde Montaigne afirma: «Llamamos contrario a la naturaleza a aquello que sucede contra la costumbre. Nada existe que no esté de acuerdo con ella, sea lo que fuere» (cfr. Cicerón, La adivinación, II, 28, 60). <<

[21] Es decir, por medio de otra persona. La serie de ejemplos que viene a continuación está tomada en su mayor parte de López de Gómara, Historia general de las Indias (95, 41, 68, 51, etc.). <<

[22] Plutarco, Si el vicio puede causar infelicidad, 3, 499d; Sexto Empírico, Esbozos pirrónicos, III, 24, 227. <<

[23] Heródoto, IV, 172, 3. <<

[24] (c1) Al llegar el embajador que lo trae, se apaga por completo el fuego viejo en la casa. Y el pueblo sujeto al príncipe ha de venir a coger de ese fuego nuevo, <<

[25] Jerónimo Osorio, Historia de Portugal, IV, 19. <<

[26] Ibidem, VII, 12; II, 4; IX, 24; XIV, 15. <<

[27] (b) con la opinión desnaturalizada <<

[28] Heródoto, IV, 168. <<

[29] Idem, II, 35, 3. <<

[30] Quinto Curcio, IX, 10, 9. <<

[31] Heródoto, IV, 191, 1. <<

[32] Ibidem, 180, 1. <<

[33] Quinto Curcio, V, 1, 37. <<

[34] Idem, VIII, 2, 19. <<

[35] Plutarco, Licurgo, 15, 12. <<

[36] Cfr. Valerio Máximo, II, 6, 12. <<

[37] Plutarco, Máximas de espartanos, 239c-d. Montaigne alega este ejemplo también en I, 40 y en II, 32. <<

[38] Cfr. Cicerón, Tusculanas, V, 34, 99; El bien y el mal supremos, II, 28, 92 (que remiten a Jenofonte, Ciropedia, I, 2, 8). <<

[39] Plutarco, Virtudes de mujeres, 12, 249e. <<

[40] Heródoto, III, 38, 4. <<

[41] Aristóteles, Ética a Nicómaco, VII, 6, 1149b 8-II. <<

[42] Ibidem, 6, 1149b 11-13. <<

[43] (c1) tanto por costumbre como por naturaleza <<

[44] Aristóteles, Ética a Nicómaco, VII, 5, 1148b 27-30. <<

[45] Valerio Máximo, VII, 2, ext. 18. <<

[46] Cfr. La Boétie, La servidumbre voluntaria: «Los hombres nacen bajo el yugo, y, criados y educados después en la servidumbre, sin mirar más allá, se acomodan a vivir tal y como han nacido; sin pensar disponer de otro bien ni de otro derecho que aquellos que han encontrado, aceptan la situación en que han nacido como condición natural». <<

[47] Recuérdese la problemática general tratada por La Boétie en La servidumbre voluntaria. <<

[48] Heródoto, III, 38, 3-4. <<

[49] Lucrecio, II, 1028-1030. <<

[50] Platón, Leyes, VIII, 838b-c. <<

[51] Diógenes Laercio, VII, 187-188. Cfr. Sexto Empírico, Esbozos pirrónicos, I, 14, 160; III, 24, 205; III, 25, 246. <<

[52] Cfr. Isócrates, A Nicocles (II), 18. <<

[53] Según Paulo Emilio, Histoire de France, trad. Regnard, III, pp. 137-138. <<

[54] Tanto La Boétie como el mismo Montaigne se opusieron activamente a la venalidad del oficio de juez. En cuanto a La Boétie, Montaigne recuerda «su odio capital y jurado contra todo vicio, pero principalmente contra el vil tráfico que se alimenta con el honorable título de justicia…» (Carta a L’Hospital). En enero del 1565, según recogen las actas, Montaigne afirmó ante el Parlamento de Burdeos «que el menosprecio y todo el desorden de la justicia proceden del infinito número de funcionarios que es introducido, del desorden con que se les elige, y del hecho de que todo sea venal». <<

[55] Montaigne se refiere también al desmentido (es decir, a la acusación de haber mentido) que daba lugar a los duelos, en el capítulo II, 18. <<

[56] Esto es, al rey. <<

[57] Los hombres de leyes vestían togas; los de guerra vestían túnicas. <<

[58] (a-c1) los más monstruosos <<

[59] Sobre la influencia de la costumbre en las cosas indiferentes, véase también el capítulo I, 43. <<

[60] Obsérvese la cercanía del planteamiento de Montaigne con el de los «espíritus fuertes» (esto es, libertinos o librepensadores) del siglo XVII, que se guiarán por máximas como Intus ut libet, foris ut moris est [Por dentro como se quiera, por fuera según sea la costumbre] o Loquendum ut multis, sed credendum ut paucis [Hay que hablar como la mayoría, pero creer como la minoría]. <<

[61] Cfr., por ejemplo, Plutarco, Contra Colotes, 32, 1126b. <<

[62] Que también La Boétie había seguido, de acuerdo con el final de «La amistad» (I, 27). <<

[63] Jean Crespin, Gnómica, III, sección «In leges» (cfr. Apostolio, Paroemiai). <<

[64] Se trata de un viejo debate (véase sobre todo Aristóteles, Política, II, 8, 1268 b 25 y ss.), pero Montaigne sigue de cerca el planteamiento hecho por Jean Bodin en République, IV, 3 (quien a su vez remite a Platón, Leyes, VII, 798b). Obsérvese, por otro lado, que «ley», según el uso de la época, significa también ‘religión’, como muestran los añadidos de las últimas ediciones a estas páginas. <<

[65] El legislador de los turios fue Carondas; cfr. Diodoro, XII, 17, 2. Otras fuentes atribuyen la anécdota a los locrios (cfr. Demóstenes, Contra Timócrates, 139; Estobeo, III, 39, 36); también lo hace Bodin en el lugar citado. <<

[66] El legislador de los lacedemonios fue Licurgo; cfr. Plutarco, Licurgo, 29 (y Bodin en el lugar citado). <<

[67] Plutarco, Máximas de espartanos, 220c; Agis, 10, 7. <<

[68] Valerio Máximo, II, 6, 7. <<

[69] (b) desde hace veinticinco o treinta años. [Montaigne se refiere a la novedad religiosa constituida por la Reforma]. <<

[70] Ovidio, Heroidas, II, 48. <<

[71] Tito Livio, XXXVII, 45, 18. <<

[72] Los inventores son los iniciadores de la Reforma; sus imitadores son los liguistas ultracatólicos, enfrentados también con la autoridad real. <<

[73] La Liga aducía las leyes de represión del protestantismo en contra de Enrique de Navarra, protestante y heredero legal de la corona desde 1584. <<

[74] Plutarco, Cómo distinguir a un adulador de un amigo, 12, 56b-c; cfr. Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, III, 82, 4 <<

[75] Terencio, Andria, I, 1, 141, citado en Cicerón, Los deberes, II, 20, 69. <<

[76] Tito Livio, XXXIV, 54, 8. <<

[77] Idem, X, 6, 10. <<

[78] Heródoto, VIII, 36. <<

[79] Pasaje fundamental que, en época de guerras religiosas, muestra la posición «política» del autor de Los ensayos, esto es, favorable a la supeditación de las consideraciones religiosas a las necesidades políticas. Inspirándose quizá en Gálatas 4, 4, Montaigne alega ante todo el ejemplo de la actuación del propio Cristo, que habría sometido su misión redentora a las leyes establecidas. Es un argumento religioso para apoyar la supeditación de la religión a la política. Recuérdense, por otro lado, las célebres palabras de san Pablo: «Todos han de estar sometidos a las autoridades superiores, pues no hay autoridad sino bajo Dios; y las que hay, por Dios han sido establecidas, de suerte que quien resiste a la autoridad, resiste a la disposición de Dios, y los que la resisten se atraen sobre sí la condenación» (Romanos 13, 1-2, trad. Nácar-Colunga). <<

[80] Cicerón, La adivinación, I, 40, 87 (razonando a favor de la adivinación, rechazada en el segundo libro de la misma obra). <<

[81] Isócrates, A Nicocles (II, 33). <<

[82] Cicerón, La naturaleza de los dioses, III, 2, 5. <<

[83] Similar apelación a la necesidad en Jean Bodin, République, IV, 3 (que invoca el viejo adagio «Necessitas legem non habet» [La necesidad carece de ley]), y en otros politiques. <<

[84] Séneca, Edipo, 686 (citado por Justo Lipsio, Políticas, IV, 14). <<

[85] Cfr. Plutarco, Mario, 42, 4; Catón el Joven, 57, 6; 60, 3. <<

[86] Cfr. Terencio, Andria, IV, 5, 805: «Hagamos lo que podemos cuando no podemos hacer lo que queremos» (cfr. también II, I, 306-307; y Erasmo, Adagios, I, 8, 43). Al final del capítulo II, 19 («La libertad de conciencia»), Montaigne atribuye una fórmula parecida a los reyes de Francia, como explicación de su política de tolerancia religiosa. Es interesante recordar, por otra parte, que La Boétie (si es el autor de la Memoria que se le atribuye) rechaza este mismo planteamiento —«que no hay que poner dificultades en acordar aquello que no puede rehusarse»—, que él asocia a la política religiosa del emperador Carlos V, y preconiza una política de reforma de la Iglesia que permita la reunificación religiosa. <<

[87] Agesilao; cfr. Plutarco, Agesilao, 30, 6; Comparación entre Agesilao y Pompeyo, 2, 3-4. <<

[88] Alejandro; cfr. Plutarco, Alejandro, 25, 1-2. <<

[89] De nuevo Alejandro; cfr. ibidem, 16, 2. <<

[90] Idem, Lisandro, 7, 3. <<

[91] Idem, Pericles, 30, 1. <<

[92] Idem, Comparación entre Filopemen y Flaminino, 3, 3. Montaigne matiza el célebre precepto «Non est princeps super leges, sed leges super principem» [No es el príncipe quien está por encima de las leyes, sino las leyes las que están por encima del príncipe] de Plinio el Joven (Panegírico de Trajano, 65, 1). <<