[1] La sentencia parece tener su origen en Avicena. En su forma más común reza: «Imaginatio facit casum». El asunto está muy presente en Marsilio Ficino, Theologia platonica, XIII, I, y en autores que le siguen de cerca, como Pietro Pomponazzi (De incantationibus, 3, 6.a Hipótesis), Cornelio Agrippa de Nettesheim (De occulta philosophia, I, 64) y Pedro Mexía (Silva de varia lección, II, 8). La fuente principal de Montaigne en este capítulo es la Filosofía oculta de C. Agrippa. <<
[2] (c1) no en resistirle [Montaigne se reconoce soñador (songecreux) en I, 19. Su Diario de viaje atestigua que, en efecto, había sufrido a menudo lo que llama «el tormento [travail] de la imaginación», que se le presentaba en combinación con fuertes migrañas; véase el capítulo I, 8]. <<
[3] Cfr. Cornelio Agrippa, Filosofía oculta, I, 64 (pero aquí el ejemplo es el contagio del bostezo). <<
[4] Henri de Mesmes menciona en sus Memorias que Simón Thomas, «entonces médico muy docto», estaba en Toulouse hacia 1545 y se reunía con un círculo de amigos que incluía conocidos de Montaigne como Turnèbe, Bunel y Pibrac. Pomponazzi cita en su De incantationibus (6, décima respuesta) un pasaje de Galeno (Ars parva, 3) donde se recomienda un procedimiento similar. <<
[5] (a-b) e imaginar <<
[6] C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 64 (cfr. Séneca el Retor, Controversias, II, I, 25). <<
[7] Lucrecio, IV, 1035-1036. <<
[8] Cfr. C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 64; Pedro Mexía, Silva de varia lección, II, 8 (cfr. Ovidio, Metamorfosis, XV, 525-621; Valerio Máximo, V, 6, ext. 3; Plinio, XI, 45, 123). <<
[9] El hijo de Creso recuperó la voz al ver que intentaban asesinar a su padre. C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 63, y Pedro Mexía, Silva de varia lección, I, 36 (cfr. Heródoto, I, 85; y Ficino y Pomponazzi en los lugares citados). <<
[10] C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 63, y Pedro Mexía, Silva de varia lección, III, 13 (cfr. Valerio Máximo, V, 7, ext. I; Plutarco, Demetrio, 38, 3-4; y Ficino y Pomponazzi en los lugares citados). <<
[11] Plinio, Historia natural, VII, 4, 36; cfr. Aulo Gelio, IX, 4, 15. <<
[12] Cfr. C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 64 (y G. Pontano, De rebus coelestibus, X). <<
[13] Ovidio, Metamorfosis, IX, 794. <<
[14] Se relata el mismo caso en el Diario de viaje de Montaigne (el 10 de septiembre de 1580), donde se menciona que el célebre Ambroise Paré, cirujano real, había recogido el hecho en «su libro de cirugía» (en efecto, en Des monstres et prodiges, 7). <<
[15] C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 64 (cfr. Pomponazzi, De incantationibus, V, 8; VI, 8, para el caso de san Francisco). <<
[16] Cfr. C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 64 (se trata del médico Celso). <<
[17] San Agustín, Ciudad de Dios, XIV, 24, 2 (cfr. Pedro Mexía, Silva de varia lección, II, 8). Para san Agustín el hecho relatado prueba la fuerza que la voluntad humana conserva, incluso después del pecado original, para dominar el cuerpo. <<
[18] (a-c1) a milagros, visiones <<
[19] Sobre la credulidad del vulgo, véase el inicio de I, 26. Es quizá pertinente recordar una célebre sentencia de san Pablo: «La fe es la prueba de las cosas que no se ven» (Hebreos II, I). <<
[20] Los ligámenes eran maleficios que, supuestamente, hacían perder la potencia sexual. Cfr., entre otros, C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 40 y 46; Jean Bodin, De la démonomanie des sorciers, II, I. <<
[21] Se ha conjeturado a veces que podría tratarse de su amigo fraternal La Boétie. <<
[22] (a2) A quien tenga tiempo suficiente para recobrarse y restablecerse de tal turbación, mi consejo es que distraiga en otra cosa su pensamiento, o que se le persuada de que se le proporcionarán contraencantamientos de efecto asombroso y seguro. <<
[23] (a-b) ablandado y debilitado en otro lugar <<
[24] Según anota Florimond de Raemond, amigo de Montaigne, se trata del conde Louis de Gurson, que contrajo matrimonio en 1579 con Diana de Foix, y falleció en 1587. <<
[25] Al parecer, Montaigne soportaba mal el sol excesivo (véase III, 9), y padeció con frecuencia fuertes migrañas (véase el Diario de viaje). <<
[26] Jacques Peletier du Mans (1517-1582) fue matemático, poeta y médico, director durante un tiempo del Collége de Guyenne de Burdeos. Montaigne, que debió de conocerlo en 1572, vuelve a mencionarlo en una página del capítulo II, 12. <<
[27] (c1) ciertas oraciones. <<
[28] Heródoto, II, 181. <<
[29] (a-b) Pero es también preciso que, aquellas a quienes legítimamente puede pedírsele, supriman las maneras ceremoniosas y afectadas de rigor y de rechazo, y se esfuercen un poco en acomodarse a la necesidad de este siglo desdichado. <<
[30] Diógenes Laercio, VIII, 43; Plutarco, Deberes del matrimonio, 10, 139c. <<
[31] Es el planteamiento de san Agustín (cfr. Ciudad de Dios, XIV, 16 y ss.). Montaigne polemiza de nuevo con san Agustín sobre el asunto de la libido en los capítulos II, 11, II, 12 y III, 13. <<
[32] Es decir, el deseo sexual. <<
[33] (c1) la omnipotencia de nuestra voluntad <<
[34] San Agustín, Ciudad de Dios, XIV, 24, 2. La tesis de san Agustín es que sólo el pecado original nos impide usar los órganos genitales al arbitrio de nuestra voluntad, sin intervención alguna de la libido. La capacidad de controlar voluntariamente otras partes del cuerpo que conservan algunas personas sería un vestigio de la situación anterior al pecado. <<
[35] (c1) los versos <<
[36] «Recuerdo a un alemán así en el séquito del César Maximiliano y de su hijo Felipe: no había canción que este individuo no pudiera reproducir con el retronar de su trasero» (Juan Luis Vives, «Comentario» a san Agustín, Ciudad de Dios, XIV, 24, 2, trad. R. Cabrera Petit, Valencia, 2000). <<
[37] El emperador Claudio, según Suetonio, Claudio, 32. <<
[38] El otro sexo. <<
[39] (c1) en vista de la condición de las partes <<
[40] Cfr. Platón, Banquete, 202d y 206c. <<
[41] Los reyes de Francia tenían fama de curar la escrófula con su contacto. Numerosos españoles acudían a ellos, no siempre, al parecer, con total éxito. Pomponazzi, en su De incantationibus (4, 2.a respuesta), menciona el ejemplo, poco antes de pasar a referirse a la potencia de la imaginación y del deseo. <<
[42] Guillermo d’Auvergne, obispo de París y reputado médico muerto en 1319 (cfr. C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 64; Pedro Mexía, Silva de varia lección, II, 8). Cfr. asimismo C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 66: «Algunos médicos han comprobado que la esperanza, la credulidad y el amor hacia el médico y hacia la medicina a veces curan más que la medicina» (trad. B. Pastor de Arozena, Madrid, 1992). <<
[43] C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 63. <<
[44] Lucrecio, IV, 987 y ss.; el tema reaparece en el capítulo II, 12. <<
[45] Cfr. C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 20 y I, 65. <<
[46] Ovidio, Remedios del amor, 615-616. <<
[47] C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 20 y I, 65; cfr. Plinio, VII, 2, 16-17. <<
[48] Plinio, IX, 10, 37. <<
[49] C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 65. <<
[50] Virgilio, Bucólicas, III, 103; es un conocido verso que solía alegarse para ilustrar el fenómeno de la fascinación. <<
[51] Es decir, un niño negro. La anécdota se cuenta en san Jerónimo (Cuestiones sobre el Génesis) y es repetida a menudo. Hipócrates habría salvado a una princesa de la acusación de adulterio alegando la presencia, junto a la cama de la mujer, del retrato de un hombre negro. Cfr., por ejemplo, Ambroise Paré, Des monstres et prodiges, 9. <<
[52] C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 65 (cfr. Pedro Mexía, Silva de varia lección, II, 8). <<
[53] C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 65 (Génesis 30, 37-39; cfr. san Agustín, Ciudad de Dios, XII, 25, y el «Comentario» correspondiente de Vives). <<
[54] Cfr. C. Agrippa, Filosofía oculta, I, 65 (se refiere a pavos y otras aves). <<
[55] (a2) Mi padre vio un día un gato <<
[56] (b) de los acontecimientos humanos. <<
[57] Cfr. Aristóteles, Poética, 9, 1451b: «No es función del poeta contar hechos que han sucedido, sino aquello que puede suceder, es decir, aquello que es posible según la verosimilitud o la necesidad… [El historiador] narra lo que ha ocurrido y [el poeta] lo que ha podido ocurrir. Por ello la poesía es más filosófica y elevada que la historia, pues la poesía canta más bien lo universal, y en cambio la historia lo particular» (trad. J. Alsina Clota, Barcelona, 1977). <<
[58] (c1) mi ciencia <<
[59] Cfr. Salustio, La conjuración de Catilina, III, «Prefacio», donde se considera la gloria del historiador inferior a la de los protagonistas de la historia. <<