[1] Cicerón, Tusculanas, I, 30, 74; en realidad, el Arpinate cita una máxima atribuida a Sócrates por Platón (Fedón, 64a; 67e). <<
[2] Cfr. Eclesiastés 3, 12-13: «Conocí que no hay para él [el hombre] otro bien que alegrarse y procurarse el bienestar en su vida, pues el que uno coma, beba y se goce de su trabajo, don es de Dios» (trad. Nácar-Colunga). <<
[3] (a-b) Ahora bien, es imposible llegar a formarnos una satisfacción sólida sin librarnos del temor a la muerte. <<
[4] Séneca, Cartas a Lucilio, 117, 30. <<
[5] Cfr. Cicerón, El bien y el mal supremos, I, 13, 42 (es una idea epicúrea). <<
[6] A la virtud. <<
[7] Cfr. Cicerón, Tusculanas, II, 18, 43, que asegura que. «uirtus» procede de «uir» (‘varón’), y que al varón le caracteriza ante todo la «fortitudo» (‘fortaleza’). Según Varrón (La lengua latina, V, 10, 73), «uirtus» proviene de «uirilitas». Boecio, por su parte, en Consolación de la filosofía, IV, 7, 19, hace derivar «uirtus» de «uires» (‘fuerza’). Montaigne retoma este asunto en II, 8, y al inicio de II, 11. <<
[8] Es una referencia a la llamada «antiperístasis», idea muy presente en el capítulo II, 15. <<
[9] Cfr. Hesíodo, Los trabajos y los días, 289-292 (Montaigne desarrolla este tema en una página del capítulo I, 25). <<
[10] (a-b) todas las escuelas de los filósofos coinciden y convienen en el artículo de enseñarnos a despreciarla. <<
[11] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 70, 18. <<
[12] Plinio, VII, 51; Valerio Máximo, VIII, 13, 3 (Montaigne le llama «el músico» por confusión). <<
[13] Horacio, Odas, II, 3, 25-28. <<
[14] Séneca, Cartas a Lucilio, 74, 3. <<
[15] Cicerón, El bien y el mal supremo, I, 18, 60. <<
[16] Los parlamentos franceses de la época eran ante todo órganos judiciales. Montaigne había sido consejero del Parlamento de Burdeos. <<
[17] (a-b) por todas las casas hermosas de Francia <<
[18] Horacio, Odas, III, I, 18-21. <<
[19] Cfr. Claudiano, Contra Rufino, II, 137-138. <<
[20] Cfr. Horacio, Cartas, I, 16, 79: «Mors ultima linea rerum est» [Lamuerte es la línea de meta final; trad. H. Silvestre, Madrid, 1996]. <<
[21] Cfr. el capítulo III, 12, donde Montaigne precisa su pensamiento: «Pero se me ha ocurrido que [la muerte] es el final, pero no el objetivo de la vida; es su fin, su extremo, pero no su objeto». <<
[22] Cfr. Lucrecio, IV, 472. <<
[23] Plutarco, Cicerón, 22, 4. <<
[24] Al parecer, Montaigne vincula, según era habitual, la palabra francesa «feu» (‘difunto’) con la latina «fuit» (‘fue’). <<
[25] En 1564 se reformó el calendario; hasta entonces el año empezaba por Pascuas; por tanto, según el viejo calendario, Montaigne nació en 1532. Véase otra referencia a una nueva reforma del calendario al inicio de III, II. <<
[26] Cfr. el capítulo «La edad» (I, 57). <<
[27] Séneca, Cartas a Lucilio, 22, 14 (la sentencia es de Epicuro). <<
[28] (a-b) que todavía le queda un año. <<
[29] Horacio, Odas, II, 13, 13-14. <<
[30] El duque de Bretaña en cuestión es Juan II, fallecido en 1305. Clemente V, papa entre 1305 y 1314, había sido antes arzobispo de Burdeos. Para esta serie de ejemplos la fuente principal parece ser la Officina de Ravisius Textor. <<
[31] Enrique II, hijo de Francisco I, murió en un torneo en 1559. <<
[32] El poeta Anacreonte. <<
[33] El papa es quizá Juan XII. <<
[34] Como el heraldo Medonte, tratando de evitar la venganza de Odiseo (Odisea, XXII, 362-363). <<
[35] Horacio, Cartas, II, 2, 126-128 (el poeta romano se refiere, sin embargo, a su arte de escritor). <<
[36] Idem, Odas, III, 2, 14-16. <<
[37] Propercio, Elegías, III, 18, 25-26. <<
[38] Plutarco, Banquete de los siete sabios, 2, 148a; cfr. Heródoto, II, 78. <<
[39] Horacio, Cartas, I, 4, 13-14. <<
[40] Séneca, Cartas a Lucilio, 26, 10. <<
[41] Cfr. ibidem, 26, 10. <<
[42] Plutarco, Paulo Emilio, 34, 3; Cicerón, Tusculanas, V, 40, 118. <<
[43] Catulo, 68, 16. <<
[44] Lucrecio, III, 915. <<
[45] Séneca, Cartas a Lucilio, 49, 11. <<
[46] Ibidem, 91, 16. <<
[47] Horacio, Odas, II, 16, 17-18. <<
[48] (c1) excepto la vida, si su pérdida llega a pesarme <<
[49] (c1) me he despedido a medias de todo el mundo <<
[50] Lucrecio, III, 898-899. <<
[51] Virgilio, Eneida, IV, 88-89. <<
[52] (a-b) y soy del parecer que no sólo un emperador, como decía Vespasiano, sino cualquier hombre de bien debe morir de pie. [Suetonio, Vespasiano, 24]. <<
[53] Ovidio, Amores, II, 10, 36 (Ovidio se refiere al acto sexual). <<
[54] Lucrecio, III, 900-901. <<
[55] Plutarco, Licurgo, 27, 1. <<
[56] Silio Itálico, Punica, XI, 51-54 (citado por Justo Lipsio, Saturnalium sermonum libri duo, I, 6). <<
[57] Heródoto, II, 78 (otra versión del ejemplo ha sido ya mencionada más arriba). <<
[58] Cfr. Cicerón, Los deberes, II, 5, 16. El libro de Dicearco versaba sobre las causas de mortandad que afectan a los humanos. Cfr. san Agustín, Ciudad de Dios, XII, 12. <<
[59] Julio César, La guerra de las Galias, VII, 84. <<
[60] Maximiano, Elegías, I, 16. <<
[61] Séneca, Cartas a Lucilio, 77, 18 (se trata, en realidad, del emperador Calígula). <<
[62] Cfr. ibidem, 24, 19-21. Montaigne plantea una reflexión semejante casi al final del capítulo II, 12. <<
[63] Horacio, Odas, III, 3, 3-6. <<
[64] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 26, 10. <<
[65] Horacio, Cartas, I, 16, 76-79. <<
[66] Séneca, Cartas a Lucilio, 4, 6. <<
[67] Diógenes Laercio, II, 35. <<
[68] Cicerón, Tusculanas, I, 38, 91. <<
[69] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 102, 23-26, que habla del nacimiento a una «vida mejor y más duradera». <<
[70] Cicerón, Tusculanas, I, 39, 94. <<
[71] La prosopopeya de la naturaleza que comienza aquí parafrasea en parte la de Lucrecio en III, 931-977. <<
[72] Lucrecio, II, 76 y 79. <<
[73] Séneca, Hércules furioso, III, 874, y Manilio, Astronómicas, IV, 16. <<
[74] Lucrecio, III, 935 y ss. <<
[75] Ibidem, III, 938. <<
[76] Ibidem, 941-942. <<
[77] Séneca, Cartas a Lucilio, 99, 12. <<
[78] Manilio, Astronómicas, I, 522-523, citado por Juan Luis Vives, «Comentario» a san Agustín, Ciudad de Dios, XI, 4, 2. <<
[79] Cfr. Lucrecio III, 944-945. <<
[80] Ibidem, 1080. <<
[81] Virgilio, Geórgicas, II, 402. <<
[82] Lucrecio, III, 944-945. <<
[83] Cfr. ibidem, 962. <<
[84] Séneca, Cartas a Lucilio, 30, 11. <<
[85] Lucrecio, III, 1087-1094. <<
[86] Ibidem, 1090-1091. <<
[87] Ibidem, 885-887. <<
[88] Ibidem, 919 y 922. <<
[89] Ibidem, 927. <<
[90] Ibidem, 926-927. <<
[91] Cfr. Cicerón, Tusculanas, I, 38, 91. <<
[92] Lucrecio, III, 972-973. <<
[93] Séneca, Cartas a Lucilio, 77, 4. <<
[94] Ibidem, 49, 10. <<
[95] Ibidem, 61, 4. <<
[96] Ibidem, 77, 13. <<
[97] Ibidem. <<
[98] Lucrecio, III, 968. <<
[99] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 77, 13. <<
[100] Lucrecio, II, 578-580. <<
[101] Séneca, Cartas a Lucilio, 91, 21. <<
[102] Ibidem, 93, 2 y 7. <<
[103] Ibidem, 93, 7. <<
[104] Luciano, Diálogo de los muertos, 26; cfr. Erasmo, Elogio de la locura, 31. <<
[105] Diógenes Laercio, I, 35. <<
[106] Séneca, Cartas a Lucilio, 117, 23. <<
[107] Ibidem, 120, 18. <<
[108] Sobre el asedio de médicos y predicadores, cfr. la muerte de Jorge el Balear en el coloquio Los funerales de Erasmo. <<
[109] Séneca, Cartas a Lucilio, 24, 13-14. <<