[1] Virgilio, Eneida, II, 774. <<
[2] Cfr., por ejemplo, Jean Fernel, Physiologia, VI, 12; pero véase ya Cicerón, Tusculanas, IV, 8, 19: «El pavor… un miedo que mueve a la mente de su lugar» (trad. J. Pimentel Alvarez, México, 1987). <<
[3] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 13, 8. <<
[4] Es decir, la enseña protestante en la católica. <<
[5] M. y G. du Bellay, Mémoires, III, ed. 1569, f. 75 (en referencia al saco de Roma de 1527). <<
[6] Ibidem, VIII, f. 225. <<
[7] (b) A veces un furor semejante se apodera de ejércitos enteros; (c1) A veces un miedo semejante se apodera de toda una multitud. <<
[8] Tácito, Anales, 11, 17, 3 (huyeron dos columnas germanas). <<
[9] Quinto Curcio, III, 11, 12. <<
[10] Juan Zonaras, Crónicas, XV, 28 (149). <<
[11] Tito Livio, XXI, 56. <<
[12] Cicerón, Tusculanas, III, 27, 66. «La horrible masacre» es el asesinato de Pompeyo; entre sus «amigos» estaban su mujer y su hijo (cfr. Plutarco, Pompeyo, 80, 1). <<
[13] Cita de Ennio, recogida en Cicerón, Tusculanas, IV, 8, 19. <<
[14] Cfr. Séneca, Cartas a Lucilio, 13, 9, para quien los terrores pánicos son no sólo sin razón sino «sin mente». <<
[15] Diodoro de Sicilia, XV, 24, 3. <<