UN NIÑO MONSTRUOSO
a | Este relato se desvanecerá con toda simplicidad,[1] pues dejo a los médicos que discurran sobre él. Antes de ayer vi a un niño al que dos hombres y una nodriza —que decían ser el padre, el tío y la tía— llevaban para exhibirlo, a causa de su rareza, y sacar así algún dinero. Su forma era en casi todo la común, y se sostenía sobre sus pies, andaba y balbuceaba más o menos como los otros de su edad; no había querido aún tomar otro alimento que el del pezón de su nodriza y, cuando en mi presencia intentaron ponerle algo en la boca, lo masticó un poco y lo vomitó sin engullirlo; sus gritos sí parecían tener algo de particular; había cumplido apenas catorce meses. Por encima del pecho estaba sujeto y pegado a otro niño, sin cabeza y que tenía el canal de la espalda obturado, lo demás entero —uno de sus brazos era, en efecto, más corto, pero se le había roto accidentalmente al nacer—. Estaban unidos frente a frente y como si un niño más pequeño quisiera abrazar a otro más grandecito. El punto de unión y el espacio por donde estaban sujetos medía sólo unos cuatro dedos, de manera que si le quitabas la ropa al niño incompleto, veías por debajo el ombligo del otro. La costura se hacía por lo tanto entre el pecho y el ombligo. El ombligo del incompleto no podía verse, pero sí el resto del vientre. Así, lo que no estaba pegado, como los brazos, glúteos, muslos y piernas del incompleto, quedaba colgando y oscilando sobre el otro, y su longitud podía llegarle hasta media pierna. La nodriza nos añadió que orinaba por los dos sitios; además, los miembros del segundo estaban alimentados y vivos, y en el mismo estado que los suyos, salvo que eran más pequeños y menudos.
Este doble cuerpo y estos miembros diferentes conectados a una sola cabeza podrían muy bien brindarle un pronóstico favorable al rey sobre el mantenimiento, bajo la unión de sus leyes, de las distintas facciones y elementos de nuestro Estado.[2] Pero, no sea que el resultado lo desmienta, más vale dejar que éste se le adelante, pues sólo puede pronosticarse en las cosas sucedidas c | —Vt quum facta sunt, tum ad contecturam aliqua interpretatione reuocantur[3] [Cuando los hechos se han producido, entonces son referidos a una conjetura por alguna interpretación]—, b | como se dice de Epiménides que adivinaba a reculones.[4]
Acabo de ver en el Medoc a un pastor, de unos treinta años, sin rastro alguno de genitales. Tiene tres orificios por los que orina incesantemente; es barbudo, desea y busca el contacto de las mujeres. c | Lo que llamamos monstruos, no lo son para Dios, que ve en la inmensidad de su obra la infinidad de formas que ha comprendido en ella. Y debemos creer que aquella figura que nos aturde corresponde y se ajusta a alguna otra figura del mismo género, desconocido al hombre. De su plena sabiduría nada parte que no sea bueno y común y ordenado; pero nosotros no vemos el ensamblaje y la relación.[5] Quod erebo uidet, non miratur, etiam si cur fiat nescit. Quod ante non uidit, id, si euenerit, ostentum esse censet[6] [Lo que ve a menudo, no le admira, incluso si ignora por qué sucede. Si ocurre lo que no ha visto antes, considera que es un prodigio]. Llamamos contrario a la naturaleza a aquello que sucede contra la costumbre. Nada existe que no esté de acuerdo con ella, sea lo que fuere.[7] Que la razón universal y natural ahuyente de nosotros el error y el aturdimiento que nos ocasiona la novedad.[8]