CAPÍTULO XXVIII

TODAS LAS COSAS TIENEN SU HORA

a | Quienes comparan a Catón el Censor con Catón el Joven, que se quitó la vida,[1] c | comparan dos bellas naturalezas y de maneras de ser cercanas.[2] El primero sacó partido de la suya en más aspectos, y sobresale por sus gestas militares y por la utilidad de sus funciones públicas. Pero la virtud del joven, aparte de que es una blasfemia compararle otra cualquiera en vigor, fue mucho más clara. ¿Quién, en efecto, descargaría de envidia y de ambición la del Censor, que osó enfrentarse al honor de Escipión,[3] que era, en bondad y en todas las cualidades de la excelencia, mucho más grande que él y que cualquier hombre de su siglo?

a | Una de las cosas que se cuentan de él, que en su extrema vejez empezó a aprender la lengua griega con ardoroso afán, como para saciar una prolongada sed, no me parece que le reporte mucho honor.[4] Esto es, en propiedad, lo que llamamos recaer en niñerías. Todas las cosas tienen su hora, incluso las buenas. Y puedo decir mi padrenuestro de manera importuna, c | tal y como se le imputó a T. Quinto Flaminio, porque, siendo general del ejército, le habían visto aparte, en el momento de la lucha, entregado a rezar a Dios en una batalla que ganó:[5]

b | Imponit finem sapiens et rebus honestis.[6]

[El sabio se impone un límite incluso en lo honesto].

a | Eudámidas, viendo que Jenócrates, muy anciano, se afanaba en las lecciones de su escuela, dijo: «¿Cuándo sabrá éste, si todavía está aprendiendo?».[7] b | Y Filopemen, a quienes ensalzaban sobremanera al rey Ptolomeo porque todos los días endurecía su persona en el ejercicio de las armas, les dijo: «No es loable que un rey de su edad se ejercite en esto; ahora las debería emplear realmente».[8]

a | El joven debe hacer sus preparativos, el viejo disfrutarlos, dicen los sabios.[9] Y el mayor vicio que observan en nosotros es que nuestros deseos rejuvenecen incesantemente. Estamos siempre volviendo a empezar a vivir.[10] Nuestro estudio y nuestro afán deberían percibir alguna vez la vejez. Tenemos un pie en la tumba, y nuestras ansias y aspiraciones acaban de nacer:

b | Tu secanda marmora

locas sub ipsum funus, et sepulchri

immemor, struis domos.[11]

[Haces tallar mármoles a punto de morir, y,

sin acordarte del sepulcro, haces construir casas].

c | El más dilatado de mis planes no se extiende más allá de un año. Ahora no pienso sino en acabar. Me deshago de todas las nuevas esperanzas y empresas; me despido por última vez de todos los lugares que dejo; y renuncio todos los días a lo que tengo. Olim iam nec perit quicquam mihi nec acquiritur. Plus superest uiatici quam viae[12] [Ya hace tiempo que ni pierdo ni gano nada. Me quedan más provisiones que camino].

Vixi, et quem dederat cursum fortuna peregi.[13]

[He vivido, y he recorrido el curso que la fortuna me asignó].

En suma, el único alivio que encuentro en mi vejez es que me amortigua muchos deseos e inquietudes que agitan la vida. La inquietud por el curso del mundo, la preocupación por las riquezas, por la grandeza, por la ciencia, por la salud, por mí. a | Éste[14] aprende a hablar cuando debe aprender a callar para siempre. c | Uno puede continuar estudiando en cualquier momento, pero no yendo a la escuela. ¡Qué cosa más necia un viejo que aprende el abecé![15]

b | Diuersos diuersa iuuant, non omnibus annis

omnia conueniunt.[16]

[A los diferentes les gusta lo diferente,

no todo conviene a todas las edades].

a | Si debemos estudiar, estudiemos un estudio adecuado a nuestra condición, para que podamos responder como aquel que, preguntado por la utilidad de los estudios en su extrema vejez, dijo: «Para partir mejor y más contento».[17] Éste fue el estudio de Catón el Joven, al sentir su fin cercano, que se enfrentó al discurso de Platón sobre la eternidad del alma.[18] No, así debemos creerlo, porque no estuviese provisto, desde mucho antes, de toda clase de pertrechos para tal partida.[19] En cuanto a seguridad, firmeza de voluntad e instrucción, poseía más que Platón en sus escritos; su ciencia y su valor se hallaban, a este respecto, por encima de la filosofía. No se entregó a esta tarea para ayudar a su muerte; al contrario, sin interrumpir siquiera su sueño ante la importancia de una decisión tal, continuó también sus estudios, sin diferencia y sin cambio, como las demás acciones habituales de su vida.[20] c | La noche en que fue rechazado de la pretura, la pasó jugando; aquella en la cual había de morir, la dedicó a leer. No le importó la pérdida de la vida o del cargo.[21]