LAS POSTAS
b | No he sido de los más flojos en este ejercicio, que es apropiado para gente de mi talla, firme y corta; pero renuncio al oficio. Nos somete a una prueba excesiva para que duremos mucho tiempo en él. a | Estaba ahora mismo leyendo que el rey Ciro, para recibir con mayor facilidad noticias de todos los rincones de su imperio, que tenía una grandísima extensión, mandó observar cuánto camino podía hacer un caballo en un día de un tirón, y a esa distancia estableció unos hombres que se encargaban de tener caballos a punto para proveer a quienes se dirigieran hacia él.[1] c | Y dicen algunos que tal velocidad de marcha coincide con la medida del vuelo de las grullas.[2]
a | César asegura que Lucio Vibulio Rufo, apremiado por llevar un aviso a Pompeyo, viajó hacia él día y noche, cambiando de caballos para ir deprisa.[3] Y él mismo, según cuenta Suetonio, hacía cien millas al día en un carro de alquiler.[4] Pero era un correo furibundo, pues allí donde los ríos interrumpían su camino, los atravesaba nadando;[5] c | y jamás se desvió para buscar un puente o un vado. a | Cuando Tiberio Nerón fue a ver a su hermano Druso, que estaba enfermo en Alemania, hizo doscientas millas en veinticuatro horas, con tres carros.[6]
c | En la guerra de los romanos contra el rey Antíoco, T. Sempronio Graco, dice Tito Livio,[7] «per dispositos equos propre incredibili celeritate ab Amphissa tertio die Pellam peruenit» [llegó en tres días de Anfisa a Pella, a una velocidad casi increíble gracias a caballos colocados a intervalos]; y es evidente, si se mira el lugar, que se trataba de postas fijas, no dispuestas recientemente para esa carrera. b | La invención de Cecina para transmitir noticias a los de su casa era mucho más rápida. Se llevó consigo unas golondrinas, y las iba soltando hacia sus nidos cuando quería mandar noticias, tiñéndolas con una señal de color apropiada para expresar lo que quería, según había acordado con los suyos.[8] En el teatro, en Roma, los cabezas de familia tenían palomas en el regazo, a las que ataban cartas cuando querían comunicar algo a su gente en casa; y estaban amaestradas para devolver la respuesta.[9] D. Bruto las usó cuando estuvo cercado en Módena,[10] y otros en otras partes. En el Perú los correos iban sobre hombres, que los cargaban a sus espaldas con parihuelas, con tal agilidad que, aun corriendo, los primeros porteadores entregaban su carga a los segundos sin detenerse ni un paso.[11] c | Oigo decir que los valacos, correos del Gran Señor,[12] viajan con extraordinaria celeridad porque tienen permiso para desmontar al primer transeúnte que encuentran en su camino, dándole su caballo agotado. Para evitar cansarse, se ciñen el cuerpo muy estrechamente con una gran faja, como hacen otros muchos.[13] No he encontrado ningún descanso en este uso.