a | La santa palabra declara miserables a aquellos de entre nosotros que se estiman: «Cieno y ceniza», les dice, «¿qué tienes para enorgullecerte?»[346] Y en otro sitio: «Dios ha hecho al hombre semejante a la sombra; ¿quién pensará en ella cuando, al retirarse la luz, se desvanezca?».[347] No somos nada. Tan lejos están nuestras fuerzas de concebir la elevación divina que, entre las obras de nuestro creador, llevan mejor su marca y son más suyas aquellas que menos entendemos. Para los cristianos encontrar una cosa increíble es un motivo para creer. Es tanto más conforme a la razón cuanto más contraria a la razón humana.[348] b | Si fuera conforme a la razón, no sería ya un milagro; y si fuera conforme a algún ejemplo, no sería ya una cosa singular. c | «Melius scitur Deus nesciendo» [Se conoce mejor a Dios no conociéndolo], dice san Agustín;[349] y Tácito afirma: «Sanctius est ac reuerentius de actis deorum credere quam scire»[350] [Acerca de las acciones de los dioses es más santo y más reverente creer que saber]. Y Platón considera que hay algún vicio de impiedad en preguntar con excesiva curiosidad acerca de Dios y del mundo, y acerca de las causas primeras de las cosas.[351] «Atque illum quidem parentem huius uniuersitatis inuenire difficile; et, quum iam inueneris, indicare in uulgus, nefas» [Descubrir al padre del universo es difícil; y, una vez descubierto, mostrarlo al vulgo es impío], dice Cicerón.[352]

a | Decimos bien «potencia, verdad, justicia». Son palabras que significan algo grande; pero ese algo no lo vemos ni concebimos de ninguna manera. b | Decimos que Dios teme, que Dios se enfurece, que Dios ama:

Immortalia mortali sermone notantes;[353]

[Designando cosas inmortales con palabras mortales];

Se trata de alteraciones y emociones que no pueden albergarse en Dios a nuestro modo; ni nosotros podemos imaginarlas en el suyo. a | Sólo a Dios le corresponde conocerse e interpretar sus obras. c | Y lo hace en nuestra lengua, impropiamente, para rebajarse y descender a nosotros, que estamos en el suelo, inclinados. La prudencia, que es la elección entre bien y mal, ¿cómo puede convenirle, si ningún mal le afecta? ¿Qué decir de la razón y la inteligencia, de las que nos servimos para llegar a las cosas visibles por medio de las oscuras, si nada oscuro hay en Dios?[354] La justicia, que distribuye a cada cual lo que le corresponde, producida para la sociedad y comunidad humana, ¿cómo es en Dios? ¿Cómo, la templanza, que es la moderación de los goces corporales, que no tienen sitio alguno en la divinidad? Tampoco le atañen la fortaleza para sobrellevar el dolor, el trabajo, los peligros, tres cosas que no tienen acceso alguno a Él.[355] Por eso, Aristóteles le considera igualmente exento de virtud y de vicio.[356] Neque gratia neque ira teneri potest, quod quae talia essent, imbecilla essent omnia[357] [No puede estar dominado ni por la benevolencia ni por la ira, pues todos los seres que son así son débiles].

a | Nuestra participación en el conocimiento de la verdad, sea la que fuere, no la hemos adquirido con nuestras propias fuerzas. Dios nos lo ha dado a conocer de sobra con los testigos que ha elegido del vulgo, simples e ignorantes, para instruirnos en sus admirables secretos.[358] Nuestra fe no es una adquisición nuestra, es un puro regalo de la generosidad ajena. No hemos recibido nuestra religión por medio de ninguna razón, ni de nuestro entendimiento, sino por una autoridad y un mandato externos. La flaqueza de nuestro juicio nos ayuda en esto más que la fuerza, y la ceguera más que la clarividencia. Somos doctos en este saber divino por mediación de nuestra ignorancia más que de nuestra ciencia. No es ninguna maravilla que nuestros medios naturales y terrestres sean incapaces de concebir este conocimiento sobrenatural y celeste; limitémonos, por nuestra parte, a aportar obediencia y sujeción. Porque tal como está escrito: «Destruiré la sabiduría de los sabios y abatiré la prudencia de los prudentes. ¿Dónde está el sabio?, ¿dónde está el escritor?, ¿dónde está el disputador de este siglo? ¿Acaso no ha hecho Dios necia la sabiduría de este mundo? En efecto, puesto que el mundo no ha conocido a Dios por obra de la sabiduría, ha tenido a bien salvar a los creyentes por la vanidad de la predicación».[359]

Con todo, debo ver en suma si el hombre tiene el poder de encontrar lo que busca, y si la indagación que ha llevado a cabo desde hace tantos siglos le ha enriquecido con alguna nueva fuerza y alguna verdad sólida. Creo que me confesará, si habla en conciencia, que toda la ganancia que ha obtenido de tan larga persecución es haber aprendido a reconocer su debilidad. La ignorancia que estaba por naturaleza en nosotros, la hemos confirmado y verificado por medio de un prolongado estudio. Les ha sucedido a los verdaderos doctos lo que les sucede a las espigas de trigo: se elevan y alzan con la cabeza recta y orgullosa mientras están vacías; pero, cuando están llenas y cargadas de grano en su madurez, empiezan a humillarse y a abatir los cuernos.[360] No de otra manera, los hombres que lo han comprobado y sondeado todo, y que no han descubierto, en este amasijo de ciencia y en esta provisión de tantas cosas distintas, nada sólido y firme, y nada más que vanidad, han renunciado a su presunción y reconocido su condición natural. c | Esto es lo que Veleyo reprocha a Cota y a Cicerón: haber aprendido de Filón que nada han aprendido.[361] Ferécides, uno de los siete sabios, escribiendo a Tales a punto de expirar, dice: «He ordenado a los míos que, cuando me hayan enterrado, te lleven mis escritos. Si te satisfacen, a ti y a los demás sabios, publícalos; si no, destruyelos; no contienen ninguna certeza que me satisfaga a mí mismo».[362] Tampoco yo me jacto de saber la verdad, ni de alcanzarla. Abro las cosas más que las descubro.

a | El hombre más sabio que jamás ha existido, cuando le preguntaron qué sabía, respondió que sabía que nada sabía.[363] Verificába lo que suele decirse: que la mayor parte de lo que sabemos es la menor de lo que ignoramos;[364] es decir, que eso mismo que pensamos saber es una porción, y bien pequeña, de nuestra ignorancia. c | Sabemos las cosas en sueños, dice Platón, y las ignoramos en verdad.[365] Omnes pene ueteres nihil cognosci, nihil percipi, nihil sciri posse dixerunt: angustos sensus, imbecillos animos, breuia curricula uitae[366] [Casi todos los antiguos han dicho que nada podemos conocer, nada percibir, nada saber; que nuestros sentidos son limitados, nuestras almas débiles, nuestras vidas breves].

a | El mismo Cicerón, que debía todo su mérito al saber, cuenta Valerio que en su vejez empezó a desestimar las letras.[367] c | Y, cuando se ocupaba de ellas, lo hacía sin adherirse a ningún partido, siguiendo aquello que le parecía probable, tan pronto en una escuela como en otra. Se mantenía siempre bajo la duda de la Academia. Dicendum est, sed ita ut nihil affirmem, quaeram omnia, dubitans plerumque et mihi diffidens[368] [Debo hablar, pero sin afirmar nada; lo indagaré todo, dudando las más de las veces y desconfiando de mí mismo].

a | Lo tendría demasiado fácil si quisiera examinar al hombre en su forma común y en conjunto, y podría hacerlo, sin embargo, de acuerdo con su propia regla, que juzga la verdad no por la importancia de las voces, sino por su número. Dejemos ahí al pueblo,

Qui uigilans stertit,

mortua cui uita est propre iam uiuo atque uidenti,[369]

[Que ronca despierto, cuya vida está

ya casi muerta aun cuando viva y vea],

que no repara en sí mismo, que no se juzga, que deja ociosas la mayor parte de sus facultades naturales. Quiero tomar al hombre en su posición más alta. Examinémosle en el pequeño número de hombres excelentes y selectos que, provistos de una hermosa y particular fuerza natural, la han endurecido y afinado además por afán, por estudio y por arte, y la han alzado al punto más alto de sabiduría que pueda alcanzar. Han movido su alma en toda dirección y todo aspecto, la han apoyado y apuntalado con todo el auxilio externo que le ha sido útil, y la han enriquecido y ornado con todo aquello que han podido tomar, para su conveniencia, del interior y exterior del mundo. En ellos reside la altura suprema de la naturaleza humana. Han ordenado el mundo con gobiernos y leyes; lo han instruido por medio de artes y ciencias, y también con el ejemplo de su admirable comportamiento. No tomaré en cuenta sino a esta gente, su testimonio y su experiencia. Veamos hasta dónde han llegado y a qué se han atenido. Las enfermedades y defectos que hallaremos en esta cofradía, el mundo podrá reconocerlos sin temor como suyos.

Cualquiera que busca alguna cosa, llega a este punto: o dice que la ha encontrado, o que no se puede encontrar, o que sigue buscándola. Toda la filosofía se distribuye en estos tres géneros.[370] Su propósito es buscar la verdad, la ciencia y la certeza. Los peripatéticos, epicúreos, estoicos y otros han pensado haberla encontrado. Han establecido las ciencias que poseemos, y las han tratado como conocimientos ciertos. Clitómaco, Carnéades y los académicos han desesperado de su búsqueda, y juzgado que la verdad no podía concebirse con nuestros medios. Su fin es la debilidad y la ignorancia humana; este partido ha tenido el mayor número de adeptos, y los más nobles.

Pirrón y otros escépticos o epejistas[371]c | cuyas opiniones muchos antiguos consideraron extraídas de Homero, los siete sabios, y de Arquíloco y Eurípides, y les añaden Zenón, Demócrito, Jenófanes—[372] a | dicen que continúan buscando la verdad. Consideran que quienes piensan haberla encontrado se equivocan infinitamente; y que es también una vanidad demasiado audaz ese segundo grado que asegura que las fuerzas humanas no son capaces de alcanzarla. Porque establecer la medida de nuestra potencia, conocer y juzgar la dificultad de las cosas, es una ciencia magna y suprema, de la cual dudan que el hombre sea capaz:

Nil sciri quisquis putat, id quoque nescit

an sciri possit quo se nil scire fatetur.[373]

[Quien piense que nada sabemos, ignora también si

puede saberse lo suficiente para afirmar que nada sabemos].

La ignorancia que se conoce, que se juzga y que se condena no es una ignorancia completa. Para serlo, debe ignorarse a sí misma. Así, la profesión de los pirrónicos consiste en oscilar, dudar y preguntar, no dar nada por cierto, no asegurar nada. De las tres acciones del alma, la imaginativa, la apetitiva y la asentidora, aceptan las dos primeras; la última, la retienen y mantienen ambigua, sin inclinación ni aprobación de una parte u otra, ni siquiera leve.[374] c | Zenón describía con un gesto su idea de esta división de las facultades del alma: la mano extendida y abierta, era la apariencia; la mano cerrada a medias y con los dedos un poco apretados, el asentimiento; el puño cerrado, la comprensión; cuando, con la mano izquierda, cerraba aún más estrechamente el puño, la ciencia.[375]

a | Ahora bien, tal posición de su juicio, recta e inflexible, receptora de todos los objetos sin aplicación ni asentimiento, los encamina a su ataraxia, que es una condición de vida apacible, reposada, exenta de las agitaciones que nos brinda la impresión de la opinión y la ciencia que creemos tener de las cosas.[376] Ése es el origen del temor, de la avaricia, la envidia, los deseos inmoderados, la ambición, el orgullo, la superstición, el amor a la novedad, la rebelión, la desobediencia, la obstinación y la mayoría de los males corporales. De esta manera se eximen incluso del celo por su propia doctrina. En efecto, discuten con gran blandura. No temen en absoluto la contestación en su disputa. Cuando dicen que lo pesado desciende, les aflige mucho ser creídos; e intentan ser contradichos para generar la duda y la suspensión del juicio, que es su fin. No presentan sus proposiciones sino para oponerse a las que piensan que creemos nosotros. Si adoptas la suya, ellos adoptarán también gustosamente la contraria para defenderla. Todo les da lo mismo; no establecen diferencia alguna. Si aseguras que la nieve es negra, argumentan por el contrario que es blanca. Si dices que no es ni una cosa ni la otra, les toca defender que es ambas cosas. Si sostienes, con juicio seguro, que nada sabes al respecto, te defenderán que lo sabes. E, incluso, si aseguras, con un axioma afirmativo, que dudas de ello, te contestarán que no lo dudas, o que no puedes juzgar y establecer que lo dudas. Y con tal duda extrema, que se zarandea a sí misma, se apartan y dividen de numerosas opiniones, también de aquellas que han defendido de muchas maneras la duda y la ignorancia.

b | ¿Por qué, dicen, si a los dogmáticos se les permite decir a uno verde y a otro amarillo, no se les ha de permitir a ellos también dudar?, ¿hay algo que se te pueda proponer, para que lo afirmes o lo niegues, que no sea lícito considerar ambiguo? Y si los demás son arrastrados por la costumbre de su país, por la educación de sus padres, o por la casualidad, como por una tormenta, sin juicio ni elección, incluso las más de las veces antes de la edad de razón, a tal o cual opinión, a la escuela estoica o epicúrea, a la cual se encuentran hipotecados, sujetos y pegados como a una trampa de la que no pueden desprenderse[377]c | ad quamcumque disciplinam uelut tempestate delati, ad eam tanquam ad saxum adhaerescunt[378] [cualquiera que sea la enseñanza hacia la que se vieron arrastrados como por una tempestad, se aferran a ella como a una roca]— b | ¿por qué no se les concederá a ellos, de la misma manera, mantener su libertad y considerar las cosas sin obligación ni servidumbre? —c | hoc liberiores et solutiores quod integra illis est iudicandi potestas[379] [más libres e independientes, pues su capacidad de juzgar está íntegra]—. ¿Acaso no constituye ventaja alguna verse libre de la necesidad que ata a los demás? b | ¿No es mejor permanecer en suspenso que enfrascarse en todos los errores que ha producido la fantasía humana? ¿No es mejor suspender la creencia que enredarse en divisiones sediciosas y pendencieras? c | ¿Qué elegiré? ¡Lo que te plazca, con tal que elijas! Es una respuesta necia, a la cual, sin embargo, parece que llega todo el dogmatismo; con ella no se nos permite ignorar aquello que ignoramos. b | Adoptemos el partido más famoso. Jamás será tan seguro que no necesites, para defenderlo, atacar y combatir cientos de partidos contrarios. ¿No es mejor quedarse fuera de la refriega? Se te permite abrazar, como si se tratara de tu honor y de tu vida, la creencia de Aristóteles sobre la eternidad del alma, y corregir y desmentir a Platón al respecto;[380] ¿y a ellos se les prohibirá dudar? c | Si es lícito que Panecio suspenda el juicio en torno a arúspices, sueños, oráculos y vaticinios, cosas sobre las cuales los estoicos no albergan dudas, ¿por qué el sabio no va a osar hacer en todo lo que éste osa hacer en aquello que aprendió de sus maestros, y que está fijado por acuerdo general de la escuela que sigue y profesa?[381] b | Si el que juzga es un niño, no sabe qué es; si es un docto, está comprometido de antemano.

Ellos se han reservado una extraordinaria ventaja en el combate eximiéndose de la preocupación de protegerse. No les importa recibir golpes con tal de golpear; y de todo sacan provecho. Si vencen, tu proposición cojea; si vences tú, la suya. Si fallan ellos, confirman la ignorancia; si fallas, la confirmas tú. Si prueban que nada se sabe, está bien; si no lo saben probar, está bien igualmente.[382] c | Vt, quum in eadem re paria contrariis in partibus momenta inueniuntur, facilius ab utraque parte assertio sustineatur[383] [De modo que, cuando en un mismo asunto, se encuentra igual peso de razones en pro y en contra, más fácilmente se suspende la aserción en un sentido y en el otro]. Y consideran mucho más fácil descubrir por qué una cosa es falsa que el hecho de que sea verdadera; y lo que no es, que lo que es; y lo que no creen, que lo que creen.

a | Sus maneras de hablar son: «Nada establezco», «no es más así que asá, o lo uno que lo otro», «no lo comprendo», «las apariencias son iguales en todo», «la posibilidad de hablar a favor y en contra es la misma», c | «nada parece cierto que no pueda parecer falso». a | Su palabra sacramental es «ἐπέχω», es decir, ‘me contengo, no me muevo’.[384] Éstos son sus estribillos, y otros de la misma sustancia. Su efecto es una pura, completa y perfectísima abstención y suspensión del juicio. Se valen de su razón para preguntar y para debatir, pero no para decidir ni escoger. Quien imagine una perpetua confesión de ignorancia, un juicio sin propensión ni inclinación, sea cual fuere la ocasión, concibe el pirronismo. Expreso esta fantasía en la medida de mis fuerzas, porque a muchos les resulta difícil de entender; y los autores mismos la representan de manera un poco oscura y diversa.

En cuanto a las acciones de la vida, se atienen a la forma común. Ceden y se acomodan a las inclinaciones naturales, al impulso y la coacción de las pasiones, a las constituciones de las leyes y las costumbres y a la tradición de las artes.[385] c | Non enim nos Deus ista scire, sed tantummodo uti uoluit[386] [Dios no quiso que supiésemos estas cosas, sino tan sólo que las usáramos]. a | Dejan que tales cosas guíen sus acciones comunes, sin opinar ni juzgar. Por eso, no puedo acordar del todo con este razonamiento lo que se dice de Pirrón.[387] Lo describen insensible e inmóvil, adoptando una forma de vida salvaje e insociable, aguardando el choque de los carros, ofreciéndose a los precipicios, rehusando acomodarse a las leyes. Esto es ir más allá de su enseñanza. No pretendió convertirse en una piedra o en un tronco; quiso llegar a ser un hombre vivo, reflexivo y razonable, un hombre que goza de todos los placeres y bienes naturales, que emplea y utiliza todos sus elementos corporales y espirituales c | de manera ordenada y recta. a | Cedió y abandonó de buena fe los privilegios fantásticos, imaginarios y falsos que el hombre se ha arrogado, de enseñar, ordenar y establecer.[388]

c | Por lo demás, no hay ninguna escuela que no se vea forzada a permitir que su sabio secunde muchas cosas ni comprendidas ni percibidas ni aprobadas, si quiere vivir. Y, cuando se hace a la mar, sigue su propósito ignorando si le será favorable, y asume que el barco es bueno, el piloto experto, la estación benigna, circunstancias solamente probables. Está obligado a seguirlas, y a dejarse llevar por las apariencias, con tal de que no sean expresamente contrarias.[389] Tiene un cuerpo, tiene un alma; los sentidos le empujan, el espíritu le mueve. Aunque no encuentre en sí el signo propio y singular para emitir un juicio, y aunque advierta que no debe dar su aprobación, porque puede haber algo falso que se asemeje a la verdad, no deja de ejercer las tareas de su vida de forma plena y conveniente.[390] ¿Cuántas artes hay que hacen profesión de consistir más en conjetura que en ciencia, que no deciden acerca de lo verdadero y lo falso, y se limitan a seguir lo aparente?[391] Existe, dicen, lo verdadero y lo falso, y tenemos capacidad para buscarlo, pero no para determinarlo en una piedra de toque. Es mucho mejor para nosotros dejarnos llevar sin inquisición por el orden del mundo. El alma libre de prejuicios se ha acercado extraordinariamente a la tranquilidad. Quienes juzgan y examinan a sus jueces nunca se someten a ellos como es debido. ¡Hasta qué punto, tanto en las leyes religiosas como en las políticas, los espíritus simples y desprovistos de curiosidad resultan más dóciles y fáciles de manejar que esos espíritus vigilantes y pedagogos de las causas divinas y humanas!

a | No hay otra invención humana tan verosímil y tan útil.[392] Ésta presenta al hombre desnudo y vacío, consciente de su flaqueza natural, pronto a recibir alguna fuerza externa de lo alto, desprovisto de ciencia humana, y tanto más apto para alojar en sí mismo la divina,[393] c | aniquilando su juicio para ceder más sitio a la fe; ni incrédulo a | ni defensor de dogma alguno contra las leyes y las prácticas comunes, humilde, obediente, susceptible de enseñanza, estudioso, enemigo jurado de la herejía, y exento, por consiguiente, de las vanas e irreligiosas opiniones introducidas por las falsas sectas.[394] b | Es un papel en blanco listo para recibir del dedo de Dios las formas que a Él le plazca grabar.[395] Cuanto más nos remitimos y confiamos a Dios, y renunciamos a nosotros, más aumenta nuestra valía. a | Acepta las cosas de buen grado, dice el Eclesiastés, con el aspecto y el sabor con que se te ofrezcan, día a día; del resto nada puedes saber.[396] c | Dominus nouit cogitationes hominum, quoniam uanae sunt[397] [El Señor conoce los pensamientos de los hombres, pues son vanos].

a | Así pues, de las tres escuelas generales de filosofía, dos hacen expresa profesión de duda e ignorancia; y, en la de los dogmáticos, que es la tercera, no cuesta mucho descubrir que la mayoría han adoptado la apariencia de la seguridad sólo para mejorar su aspecto. No han pensado tanto en afirmarnos certeza alguna cuanto en mostrarnos hasta dónde habían llegado en la caza de la verdad, c | quam docti fingunt magis quam norunt[398] [que los doctos imaginan más que conocen]. Cuando Timeo ha de instruir a Sócrates de sus conocimientos acerca de los dioses, del mundo y de los hombres, propone hablar de estos asuntos como entre hombres; y que baste con que sus razones sean tan probables como las razones de otro, pues las razones exactas no están en su mano, ni en mano mortal alguna.[399] Uno de sus seguidores le ha imitado así: «Vt potero, explicabo: nec tamen, ut Pythius Apollo, certa ut sint et fixa, quae dixero; sed, ut homunculus, probabilia coniectura sequens»[400] [Lo explicaré como pueda; pero no, como Apolo Pitio, para decir cosas ciertas y firmes, sino como un hombrecillo que sigue lo probable por conjetura], y ello a propósito del tema del desprecio de la muerte, un asunto natural y popular. En otra parte lo ha traducido de las palabras mismas de Platón: «Si forte, de deorum natura ortuque mundi disserentes, minus id quod habemus animo consequimur, haud erit mirum. Aequum est enim meminisse et me, qui disseram, hominem esse, et uos qui iudicetis; ut, si probabilia dicentur, nihil ultra requiratis»[401] [Si al discurrir sobre la naturaleza de los dioses y la generación del mundo no llegamos tan lejos como nos proponemos, no será una sorpresa. Porque es justo recordar que tanto yo, que voy a hablar, como vosotros, que seréis los jueces, no somos más que hombres, de manera que si se dicen cosas probables, no reclaméis nada más].

a | Aristóteles tiene la costumbre de amontonar para nosotros un gran número de opiniones y de creencias distintas, para comparar la suya con ellas, y mostrarnos en qué medida las ha sobrepasado y se acerca más a la verosimilitud. La verdad, en efecto, no se juzga por la autoridad y el testimonio ajenos. c | Y por eso Epicuro evitó con todo escrúpulo alegar ninguno en sus escritos.[402] a | Es el príncipe de los dogmáticos, y, aun así, aprendemos de él que saber mucho procura la ocasión de dudar más.[403] Le vemos con frecuencia ampararse expresamente[404] en una oscuridad tan densa e inextricable que nada puede discernirse de su opinión.[405] Es en realidad un pirronismo bajo forma resolutiva.

c | Escuchad la protesta de Cicerón, que nos explica la fantasía de otros por medio de la suya: «Qui requirunt quid de quaque re ipsi sentiamus, curiosius id faciunt quam necesse est. Haec in philosophia ratio contra omnia disserendi nullamque rem aperte iudicandi, profecta a Socrate, repetita ab Arcesila, confirmata a Carneade, usque ad nostram uiget aetatem. Hi sumus qui omnibus ueris falsa quaedam adiuncta esse dicamus, tanta similitudine ut in iis nulla insit certe iudicandi et assentiendi nota»[406] [Quienes preguntan qué pensamos de cada cosa lo hacen con más curiosidad de la necesaria. Este método de la filosofía de discurrir contra todo y no juzgar de nada abiertamente, surgido de Sócrates, recuperado por Arcesilao, confirmado por Carnéades, continúa vigente en nuestro tiempo. Somos de los que decimos que a todo lo verdadero le está unido algo falso, con tanta semejanza que no existe ningún signo para juzgar o asentir con certeza].

b | ¿Por qué no sólo Aristóteles, sino la mayoría de filósofos, han buscado la dificultad?, ¿por qué sino para destacar la vanidad del asunto, y para ocupar la curiosidad de nuestro espíritu, dándole como alimento roer este hueso hueco y descarnado?[407] c | Clitómaco afirmaba no haber podido nunca entender qué opinión tenía Carnéades a través de sus escritos.[408] b | Por ese motivo, Epicuro evitó la facilidad en los suyos,[409] y Heráclito fue apodado σκοτεινός [oscuro].[410] La dificultad es una moneda c | que los doctos emplean, como los prestidigitadores, para no descubrir la vanidad de su arte, b | y merced a la cual la necedad humana se contenta fácilmente:

Clarus ob obscuram linguam, magis inter inanes,

omnia enim stolidi magis admirantur amantque

inuersis quae sub uerbis latitantia cernunt.[411]

[Célebre por su lenguaje oscuro, sobre todo entre los vanos, pues los necios admiran y aman más todo aquello que ven disimulado bajo palabras torcidas].

c | Cicerón riñe a algunos de sus amigos por haberse acostumbrado a entregar a la astronomía, al derecho, a la dialéctica y a la geometría más tiempo del que merecían tales artes; y les recrimina que esto los desviaba de los deberes de la vida, más útiles y honestos.[412] Los filósofos cirenaicos despreciaban por igual la física y la dialéctica.[413] Zenón, justo al inicio de los libros de su República, declaraba inútiles todas las enseñanzas liberales.[414] a | Decía Crisipo que cuanto Platón y Aristóteles habían escrito sobre la lógica, lo habían escrito por juego y por ejercicio; y no podía creer que hubiesen hablado en serio de una materia tan vana.[415] c | Plutarco lo dice de la metafísica.[416] a | Epicuro lo habría dicho también de la retórica, la gramática, c | la poesía, las matemáticas y, excepto de la física, de todas las ciencias.[417] a | Y Sócrates, de todas también, salvo solamente de aquella que versa sobre el comportamiento y la vida.[418] c | Ante cualquier cosa que le preguntaran, primero hacía siempre que quien le preguntaba diera cuenta de las condiciones de su vida presente y pasada que examinaba y juzgaba. Para él todo otro aprendizaje era derivado de éste y excedente. Parum mihi placeant eae literae quae ad. uirtutem doctoribus nihil profuerunt[419] [Poco me agradarán las letras que en nada aprovecharon a sus doctores para la virtud]. a | La mayoría de las artes fueron, pues, despreciadas por el saber mismo. Pero no pensaron que fuese importuno ejercitar[420] el espíritu hasta en cosas donde no había ninguna solidez provechosa.

Por lo demás, unos han considerado a Platón dogmático; otros, dubitativo; otros, en ciertas cosas lo primero, y en ciertas cosas lo segundo.[421] c | El guía de sus diálogos, Sócrates, no deja nunca de hacer preguntas y de promover la discusión; jamás la detiene, jamás responde, y dice no poseer otra ciencia que la de oponerse. Homero, su autor, fijó igualmente los fundamentos de todas las escuelas filosóficas, para mostrar hasta qué punto era indiferente qué vía siguiésemos.[422] De Platón, según se dice, surgieron diez escuelas distintas.[423] Además, en mi opinión, jamás hubo una enseñanza titubeante y ajena a aseveraciones, si la suya no lo es. Decía Sócrates que las comadronas, al asumir el oficio de hacer engendrar a otras mujeres, abandonan el de engendrar ellas mismas; que él, en virtud del título de partero que los dioses le confirieron, se deshizo también, en su amor viril y mental, de la facultad de dar a luz; y se contenta con asistir y favorecer con su auxilio a quienes engendran, con abrir sus órganos, engrasar sus conductos, facilitar la salida de su criatura, juzgarla, bautizarla, alimentarla, fortalecerla, envolverla y circuncidarla,[424] ejercitando y manejando su ingenio en los peligros y fortunas de otros.[425]

a | Sucede lo mismo con la mayoría de autores de este tercer género, b | tal como los antiguos señalaron de los escritos de Anaxágoras, Demócrito, Parménides, Jenófanes y otros.[426] a | Tienen una forma de escribir dudosa en conjunto, y un propósito indagador más que instructivo, aunque siembren su estilo de cadencias dogmáticas. ¿No se ve esto mismo, también, c | en Séneca y a | en Plutarco?[427] c | ¿Cuántas cosas dicen a veces en un sentido, a veces en otro, para quienes los miran de cerca? Y quienes reconcilian a los juristas, deberían en primer lugar conciliarlos consigo mismos. Me parece que Platón amó a sabiendas esta manera de filosofar por medio de diálogos, para poner en labios distintos, con más decoro, la diversidad y la variación de sus propias fantasías.

Tratar las materias de forma diversa es tratarlas tan bien como hacerlo de manera uniforme, y mejor, es decir, con más riqueza y provecho. Tomemos ejemplo de nosotros mismos. Las sentencias son la culminación del lenguaje dogmático y resolutivo. Aun así, aquellas que nuestros parlamentos presentan al pueblo como más ejemplares, apropiadas para alimentar en él la debida reverencia hacia tal dignidad, principalmente por la competencia de las personas que la ejercen, deben su belleza no tanto a la conclusión, que para ellos es corriente, y común para cualquier juez, cuanto al debate y a la controversia de las argumentaciones distintas y contrarias de que es susceptible la materia jurídica. Y el campo más amplio para las críticas de unos filósofos contra otros se obtiene de las contradicciones y variaciones en que todos ellos están enzarzados, ya sea adrede, para mostrar la vacilación del espíritu humano en cualquier materia, ya sea forzados inconscientemente por el carácter voluble e incomprensible de toda materia.

a | ¿Qué significa este estribillo?:[428] en un terreno resbaladizo y fluente suspendamos nuestra creencia, pues, como dice Eurípides,

Las obras de Dios de diversas

maneras nos ponen obstáculos,[429]

b | semejante a aquel que Empédocles esparcía con frecuencia por sus libros, como agitado por un furor divino y forzado por la verdad: «No, no, nada percibimos, nada vemos; todo se nos oculta, no hay cosa alguna de la que podamos establecer qué es»[430]c | coincidiendo con esta sentencia divina: «Cogitationes mortalium timidae, et incertae adinuentiones nostrae et prouidentiae»[431] [Tímidos son los pensamientos de los mortales, inciertas nuestras invenciones y previsiones].

a | No debe parecer extraño que gente desesperada de la captura no deje de experimentar placer en la caza.[432] Porque el estudio es de suyo un quehacer placentero, y tan placentero que, entre los placeres, los estoicos prohíben también aquel que procede del ejercicio del espíritu, quieren que tenga un freno, c | y encuentran intemperante saber en exceso.[433] a | En cierta ocasión Demócrito comió en su mesa unos higos que sabían a miel y empezó de inmediato a indagar en su espíritu de dónde provenía tal dulzura inusitada. A fin de esclarecerlo, iba a levantarse de la mesa para mirar la situación del lugar donde se habían cogido los higos, pero la camarera, que había comprendido la causa de tal agitación, le dijo riendo que no se esforzara más por eso, porque los había puesto en un recipiente que había contenido miel. Demócrito se irritó pues le había privado de una ocasión para investigar, y hurtado una materia para su curiosidad. «¡Vaya!», le dijo, «me has disgustado. Sin embargo, no renunciaré a buscar la causa como si fuese natural».[434] c | Y probablemente no habría dejado de encontrar alguna razón verdadera para un efecto falso y supuesto.[435] a | Esta historia de un famoso y magno filósofo nos representa con suma claridad la pasión estudiosa que nos empuja a perseguir cosas de cuya adquisición no tenemos esperanza. Plutarco refiere un ejemplo similar de alguien que no quería que le aclarasen aquello que le suscitaba dudas para no perder el placer de investigarlo.[436] Como aquel otro, que no quería que su médico le librara de la alteración de la fiebre para no perder el placer de calmarla bebiendo. c | Satius est superuacua discere quam nihil[437] [Es mejor aprender cosas superfluas que nada].

En todo alimento el placer se da con frecuencia solo; y no todo lo que tomamos que es placentero resulta siempre nutritivo o sano. De igual manera, lo que nuestro espíritu obtiene de la ciencia no deja de ser placentero aunque no sea ni alimenticio ni saludable. b | Así lo dicen: «La consideración de la naturaleza es un alimento idóneo para nuestros espíritus; nos eleva y ensancha, nos hace desdeñar las cosas bajas y terrenales cuando las comparamos con las superiores y celestes. La indagación misma de las cosas ocultas y grandes es gratísima incluso para quien no adquiere otra cosa que la reverencia y el temor al juzgarlas».[438] Son palabras propias de su profesión. La vana imagen de esta enfermiza curiosidad se ve todavía más clara en otro ejemplo que se llevan muy a menudo a la boca como un honor. Eudoxo quería y suplicaba a los dioses poder ver alguna vez el sol de cerca, comprender su forma, magnitud y belleza, aunque fuese a costa de arder al instante.[439] Pretende, al precio de su vida, adquirir una ciencia cuyo uso y posesión se le arrebatará al mismo tiempo, y, a cambio de ese conocimiento súbito y fugaz, perder todos los demás que posee y que puede adquirir en adelante.

a | Me cuesta persuadirme de que Epicuro, Platón y Pitágoras nos dieran como dinero contante sus átomos, sus ideas y sus números. Eran demasiado sabios para establecer sus artículos de fe con algo tan incierto y discutible. Pero, en medio de la oscuridad e ignorancia del mundo, estos grandes personajes intentaron aportar alguna suerte de imagen de luz, y pasearon su alma por invenciones que tenían cuando menos una apariencia grata y sutil c | —con tal de que, aun siendo completamente falsa, pudiera resistir a las objeciones contrarias: Vnicuique ista pro ingenio finguntur, non ex scientia ui[440] [Cada cual lo finge según su ingenio, no por la fuerza de su ciencia]—. a | Un antiguo al que reprochaban que profesara la filosofía aun cuando apenas la tenía en cuenta en su juicio, respondió que eso era en verdad filosofar.[441] Pretendieron examinarlo todo, sopesarlo todo, y hallaron esta ocupación acorde con la curiosidad natural que reside en nosotros. Ciertas cosas las escribieron por la necesidad de la sociedad pública, como sus religiones,[442] y fue razonable, en virtud de tal consideración, que no quisieran escudriñar hasta lo vivo las opiniones comunes,[443] para no generar trastornos en la obediencia de las leyes y de las costumbres de su país.

c | Platón trata este misterio con un juego bastante descubierto.[444] En efecto, allí donde escribe de acuerdo consigo mismo no prescribe nada con certeza. Cuando ejerce de legislador, adopta un estilo magistral y aseverativo, y, aun así, introduce audazmente las más fantásticas de sus invenciones, tan útiles para persuadir a la multitud como ridículas para persuadirse a sí mismo, pues sabía hasta qué punto somos proclives a aceptar todas las opiniones y, en especial, las más extravagantes y desmedidas. Y, por eso, en sus Leyes, se preocupa mucho por que sólo se canten en público aquellas poesías cuyas fabulosas ficciones tienden a algún objetivo útil. Puesto que es tan fácil imprimir cualquier fantasma en el espíritu humano, alega que es injusto no alimentarlo con mentiras provechosas antes que con mentiras inútiles o nocivas.[445] En su República dice sin ambages que, en beneficio de los hombres, a menudo es necesario engañarlos.[446] Es fácil distinguir que unas escuelas han seguido más la verdad otras la utilidad, razón por la cual éstas han adquirido crédito.[447] La miseria de nuestra condición comporta que con frecuencia aquello que se ofrece a nuestra imaginación como lo más verdadero no se le presente como lo más útil a nuestra vida. Aun las escuelas más audaces, la epicúrea, la pirrónica, la Nueva Academia, no tienen más remedio, a fin de cuentas, que plegarse a la ley civil.

a | Hay otros asuntos que pasaron por el cedazo, unos a diestro, otros a siniestro, cada cual esforzándose en darles alguna forma, con razón o sin ella. En efecto, al no encontrar nada tan oculto que no quieran hablar de ello, se ven a menudo obligados a forjar conjeturas débiles e insensatas, no porque las asuman ellos mismos como fundamento, ni para establecer verdad alguna, sino como ejercicio para su estudio. c | Non tam id sensisse quod dicerent, quam exercere ingenia materiae difficultate uidentur voluisse[448] [Más que creer lo que decían, parecen haber querido ejercitar su ingenio con una materia difícil]. a | Y si no lo interpretáramos así, ¿cómo defenderíamos la grandísima inconstancia, diferencia y vanidad de opiniones que, según vemos, han producido esas almas excelentes y admirables? Pues, por ejemplo, ¿qué cosa hay más vana que pretender adivinar a Dios por medio de nuestras analogías y conjeturas, regularlo, y regular el mundo,[449] según nuestra capacidad y nuestras leyes, y valernos a expensas de la divinidad de esa pequeña muestra de inteligencia que ha tenido a bien distribuirle a nuestra condición natural? ¿Y puesto que no podemos extender nuestra vista hasta su gloriosa sede, haberlo arrastrado aquí abajo a nuestra corrupción y a nuestras miserias?

Entre todas las opiniones humanas y antiguas acerca de la religión me parece que tuvo más verosimilitud y excusa aquella que reconocía a Dios como una potencia incomprensible, origen y conservadora de todas las cosas, absoluta bondad, absoluta perfección, que acogía y aceptaba favorablemente el honor y la veneración que los humanos le rendían bajo cualquier semblante, bajo cualquier nombre y de la manera que fuese:[450]

c | Iupiter omnipotens rerum, regumque deumque

progenitor genitrixque.[451]

[Omnipotente Júpiter, padre y madre

de las cosas, de los reyes y de los dioses].

Este celo ha sido visto universalmente con buenos ojos por el cielo. Todos los Estados han obtenido provecho de su devoción; los hombres, las acciones impías han cosechado siempre resultados en consonancia.[452] Las historias paganas reconocen dignidad, orden, justicia, y prodigios y oráculos empleados para su provecho e instrucción en sus religiones fabulosas. Tal vez Dios, por su misericordia, se ha dignado fomentar, mediante estos beneficios temporales, los tiernos principios de un conocimiento, aunque sea burdo, que la razón natural les ha otorgado acerca de Él, a través de las falsas imágenes de sus sueños.[453] No sólo falsas, sino también impías e injuriosas son aquellas que el hombre ha forjado por propia invención.

a | Y, entre todas las religiones que san Pablo encontró vigentes en Atenas, le pareció la más excusable aquella que habían dedicado a una divinidad oculta y desconocida.[454] c | Pitágoras remedó la verdad más de cerca al juzgar que el conocimiento de esta causa primera y este ser de los seres debía ser indefinido, sin prescripción, sin declaración; que no era otra cosa que el supremo esfuerzo de nuestra imaginación hacia la perfección, de suerte que cada uno amplificaba la idea según su capacidad.[455] Pero si Numa intentó conformar la devoción de su pueblo a este proyecto, adherirlo a una religión puramente mental, sin objeto prefijado ni mezcla material, intentó una cosa inútil.[456] El espíritu humano no podría mantenerse vagando en este infinito de pensamientos informes; hay que compilárselos en una determinada imagen que siga su modelo. Así, la majestad divina se ha dejado circunscribir en cierta medida para nosotros en los límites corporales. Sus sacramentos sobrenaturales y celestes tienen signos de nuestra condición terrestre; su adoración se expresa mediante oficios y palabras sensibles. Es, en efecto, el hombre quien cree y quien reza. Dejo aparte los demás argumentos que se emplean a este propósito. Pero difícilmente me harían creer que la visión de nuestros crucifijos y la pintura de ese lamentable suplicio, que los adornos y los movimientos ceremoniosos de nuestras iglesias, que las voces acomodadas a la devoción de nuestro pensamiento y la emoción de los sentidos no enardecen el alma de los pueblos con una pasión religiosa de utilísimo efecto.

a | De aquellas a las que se dio cuerpo, como la necesidad lo requería,[457] en medio de esta ceguera universal, me parece que yo habría preferido adherirme a quienes adoraban el Sol:

la lumière commune,

l’oeil du monde: et si Dieu au chef porte des yeux,

les rayons du Soleil sont ses yeux radieux,

qui donnent vie à tous, nous maintiennent et gardent,

et les faits des humains en ce monde regardent:

ce beau, ce grand soleil, qui nous fait les saisons,

selon qu’il entre ou sort de ses douze maisons:

qui remplit l’univers de ses vertus connues:

qui d’un trait de ses yeux nous dissipe les nues:

l’esprit, l’âme du monde, ardent et flamboyant,

en la course d’un jour tout le Ciel tournoyant,

plein d’immense grandeur, rond, vagabond et ferme:

lequel tient dessous lui tout le monde pour terme:

en repos sans repos, oisif, et sans séjour,

fils ainé de nature, et le père du jour.[458]

[la luz común, el ojo del mundo; y, si Dios tiene ojos en la cabeza, los rayos del sol son sus ojos radiantes, que nos dan vida a todos, nos conservan y protegen, y que observan los hechos del hombre en este mundo; este hermoso, este magno sol que nos establece las estaciones a medida que entra o sale de sus doce casas, que llena el universo con sus virtudes conocidas, que, con un dardo de sus ojos, disuelve las nubes; el espíritu, el alma del mundo, ardiente y flameante, que da la vuelta al cielo entero en el curso de un día, lleno de inmensa grandeza, redondo, errabundo y firme, que mantiene bajo su dominio al mundo entero como límite, en reposo sin reposo, ocioso y sin descanso, primogénito de la naturaleza y padre del día].[459]

Porque, aparte de su magnitud y belleza, es el elemento de esta máquina que descubrimos más alejado de nosotros, y, por tanto, es tan escasamente conocido, que aquellos merecían perdón por admirarlo y venerarlo.[460]

c | Tales, que fue el primero en preguntarse por esta materia, consideró que Dios era un espíritu que hizo todas las cosas de agua.[461] Anaximandro, que los dioses morían y nacían en distintos períodos, y que había un número infinito de mundos. Anaxímenes, que el aire era Dios, que era producido e inmenso, y estaba siempre en movimiento. Anaxágoras sostuvo por primera vez que la forma y la manera de todas las cosas eran dirigidos por la fuerza y la razón de un espíritu infinito. Alcmeón confirió la divinidad al sol, a la luna, a los astros y al alma. Pitágoras hizo Dios a un espíritu difuso por la naturaleza de todas las cosas del que se desprendieron nuestras almas. Parménides, a un círculo que envuelve el cielo y conserva el mundo mediante el ardor de la luz. Empédocles decía que las cuatro naturalezas de que están hechas todas las cosas eran dioses. Protágoras, que nada tenía que decir sobre si existen o no y cómo son. Demócrito, a veces que las imágenes y sus circuitos son dioses, a veces que lo es la naturaleza que proyecta tales imágenes, y, además, nuestra ciencia e inteligencia. Platón dispersa su creencia en distintos aspectos. En el Timeo dice que el padre del mundo no puede ser nombrado; en las Leyes, que no debe preguntarse por su ser; y en otros pasajes de estos mismos libros convierte en dioses al mundo, al cielo, a los astros, a la tierra y a nuestras almas, y admite además aquellos que hayan sido admitidos por antigua disposición en cada Estado.[462] Jenofonte refiere una confusión semejante en la enseñanza de Sócrates: a veces que no debe indagarse la forma de Dios, y luego le hace establecer que el sol es Dios, y el alma, Dios; que sólo existe uno, y después, que existen muchos. Espeusipo, sobrino de Platón, hace Dios a cierta fuerza que gobierna las cosas y está animada. Aristóteles a veces dice que es el espíritu, a veces que es el mundo; tan pronto atribuye otro amo al mundo como hace Dios al ardor del cielo. Jenócrates establece ocho: los cinco nombrados entre los planetas, el sexto, compuesto por todas las estrellas fijas como miembros, el séptimo y el octavo, el sol y la luna. Heráclides Póntico no hace sino errar entre sus opiniones, y al fin priva a Dios de sensibilidad y lo hace cambiante de una forma a otra, y después añade que es el cielo y la tierra. Teofrasto se pasea con una indecisión semejante entre todas sus fantasías, atribuyendo la dirección del mundo a veces al entendimiento, a veces al cielo, a veces a las estrellas. Estratón dice que es la naturaleza, que posee la fuerza de engendrar, aumentar y disminuir, sin forma ni sensibilidad. Zenón, la ley natural, que ordena el bien y prohíbe el mal, ley que está animada, y suprime los dioses habituales, Júpiter, Juno, Vesta. Diógenes de Apolonia, que es la edad.[463] Jenófanes hace a Dios redondo, con vista, con oído, sin respiración, sin nada en común con la naturaleza humana.[464] Aristón considera incomprensible la forma de Dios, lo priva de sensibilidad e ignora si es animado u otra cosa. Cleantes tan pronto afirma que es la razón como el mundo, el alma de la naturaleza, el calor supremo que lo rodea y envuelve todo. Perseo, discípulo de Zenón, sostuvo que se llamó dioses a quienes contribuyeron con algún servicio notable a la vida humana, y a las cosas mismas provechosas. Crisipo hacía un confuso amasijo con todas las opiniones precedentes, y cuenta también, entre las mil formas de dioses que establece, a los hombres que son inmortalizados. Diágoras y Teodoro negaban tajantemente que existieran dioses.[465] Epicuro hace a los dioses brillantes, transparentes y penetrables por el aire, alojados, como entre dos fortines, entre dos mundos, a cubierto de golpes, revestidos de figura humana y de nuestros miembros, miembros que no les sirven de nada.[466]

Ego deum genus esse semper duxi, et dicam caelitum;

sed eos non curare opinor, quid agat humanum genus.[467]

[Siempre he pensado y siempre diré que el género de los dioses celestes existe, pero opino que no se preocupan de lo que hace el género humano].

¡Fiaos de vuestra filosofía; jactaos de haber encontrado la sorpresa en el roscón viendo la algarabía de tantos cerebros filosóficos! La confusión de las formas mundanas ha conseguido de mí que los comportamientos y fantasías diferentes de los míos no me disgusten tanto como me instruyen, no me ensorbezcan tanto como me humillan cuando los comparo; y cualquier otra elección que aquella que procede de la mano expresa de Dios, me parece elección de poca preeminencia. Dejo de lado las formas de vida monstruosas y contranaturales. Las sociedades del mundo no son menos contrarias en este asunto que las escuelas. Podemos así aprender que la misma fortuna no es más diversa y variable que nuestra razón, ni más ciega e irreflexiva.

a | Las cosas más ignoradas son más aptas para ser deificadas.[468] c | Porque hacer dioses de nosotros, a | como lo hacía la Antigüedad, sobrepasa la extrema flaqueza de la razón. Yo habría incluso preferido seguir a quienes adoraban a la serpiente, el perro y el buey,[469] pues su naturaleza y su ser nos resultan menos conocidos; y nos es más lícito imaginar lo que nos plazca de esos animales, y atribuirles facultades extraordinarias. Pero haber hecho dioses de nuestra condición, cuya imperfección debemos conocer, haberles atribuido deseo, cólera, venganzas, matrimonios, generaciones y parentescos, amor y celos, nuestros miembros y nuestros huesos, nuestros fervores y nuestros placeres, c | nuestras muertes y sepulturas,[470] a | ha de haber partido de una extraordinaria embriaguez del entendimiento humano:

b | Quae procul usque adeo diuino ab numine distant,

inque Deum numero quae sint indigna uideri.[471]

[Tan lejos están del espíritu divino, tan indignos

son de aparecer entre el número de los dioses].

c | Formae, aetates, uestitus, ornatus noti sunt; genera, coniugia, cognationes, omniaque traducta ad similitudinem imbecillitatis humanae: nam et perturbatis animis inducuntur; accipimus enim deorum cupiditates, aegritudines, iracundias[472] [Nos son conocidas sus formas, edades, vestidos y ornatos; sus genealogías, matrimonios, parentescos; y todo ello trasladado a la semejanza de la debilidad humana: se les presenta con el alma turbulenta; hemos recibido, pues, los deseos, aflicciones e iracundias de los dioses]. a | Como haber atribuido la divinidad c | no sólo a la lealtad, virtud, honor, concordia, libertad, victoria y piedad,[473] sino también al placer, fraude, muerte, envidia, vejez y miseria,[474] a | al miedo, a la fiebre y a la mala fortuna,[475] y a otras desdichas de nuestra vida endeble y caduca:

b | Quid iunat hoc, templis nostros inducere mores?

o curuae in tenis animae et coelestium inanes.[476]

[¿De qué sirve introducir nuestras costumbres en los templos?, ¡oh

almas curvadas hasta el suelo y desprovistas de pensamientos celestes!].

c | Los egipcios, con una desvergonzada prudencia, prohibían, bajo pena de horca, que nadie pudiera decir que Serapis e Isis, sus dioses, habían sido en otros tiempos hombres; y nadie ignoraba que lo habían sido.[477] Y la efigie que los representaba con el dedo sobre la boca indicaba a sus sacerdotes, dice Varrón, la orden misteriosa de callar su origen mortal, dado que éste anulaba por razón necesaria toda su veneración.[478] a | Puesto que el hombre deseaba tanto igualarse a Dios, mejor habría hecho, sostiene Cicerón, rebajando las condiciones divinas a su altura y atrayéndolas aquí abajo, en vez de enviar allí arriba su corrupción y su miseria;[479] pero, si lo entendemos bien, ha hecho de muchas maneras tanto una cosa como la otra, con la misma vanidad de opinión.

Cuando los filósofos escrutan la jerarquía de sus dioses y se afanan por distinguir sus alianzas, sus funciones y su poder, no puedo creerme que hablen en serio.[480] Cuando Platón nos descubre el vergel de Plutón, y los placeres o sufrimientos corporales que nos esperan aun tras la ruina y aniquilación de nuestros cuerpos, y los acomoda al sentimiento que tenemos en esta vida,[481]

Secreti celant colles, et myrtea circum

sylua tegit; curae non ipsa in morte relinquunt;[482]

[Solitarias colinas les ocultan y un bosque de mirto les envuelve;

ni siquiera en la muerte abandonan sus preocupaciones];

cuando Mahoma promete a los suyos un paraíso tapizado, adornado de oro y piedras preciosas, poblado de muchachas de magnífica belleza, de vinos y manjares singulares,[483] me doy perfecta cuenta de que se trata de burlones que se pliegan a nuestra necedad para endulzarnos y atraernos con estas opiniones y esperanzas, acordes con nuestro deseo mortal.[484] c | También algunos de los nuestros han caído en un error semejante, y se prometen, tras la resurrección, una vida terrestre y temporal, acompañada de toda suerte de placeres y bienes mundanos.[485] a | ¿Creemos que Platón, cuyas concepciones fueron tan celestes, y cuya relación con la divinidad fue tan grande que le quedó el sobrenombre,[486] estimó que el hombre, esta pobre criatura, tenía en él nada aplicable a tal incomprensible potencia?, ¿y que pensó que nuestras languidecientes aprehensiones eran capaces, y la fuerza de nuestros sentidos suficientemente robusta, para participar en la beatitud o en el sufrimiento eterno? Habría que decirle, de parte de la razón humana: Si los placeres que nos prometes en la otra vida son como los que he sentido aquí abajo, esto no tiene nada en común con la infinitud. Aunque mis cinco sentidos naturales estuvieran colmados de júbilo, y el alma embargada de toda la satisfacción que pueda desear y esperar, sabemos de lo que es capaz. Esto nada sería aún. Si hay algo mío, nada hay que sea divino. Si no es otra cosa que lo que puede pertenecer a nuestra condición presente, no puede tenerse en cuenta. c | Toda satisfacción de los mortales es mortal. a | Si reconocer a nuestros padres, a nuestros hijos y a nuestros amigos nos puede afectar y halagar en el otro mundo,[487] si aún estamos sujetos a tal placer, permanecemos en los placeres terrenales y finitos. No podemos concebir dignamente la grandeza de estas altas y divinas promesas si podemos concebirlas de algún modo. Para imaginarlas dignamente, debemos imaginarlas inimaginables, indecibles e incomprensibles, c | y enteramente distintas de las de nuestra miserable experiencia. a | «Ningún ojo podría ver», dice san Pablo, «ni puede remontar a ningún corazón humano la dicha que Dios ha preparado a los suyos».[488] Y si, para volvernos capaces, reformamos y cambiamos nuestro ser —como tú dices, Platón, mediante tus purificaciones—,[489] debe ser con un cambio tan extremo y tan completo que, según la doctrina física, no seremos ya nosotros:

b | Hector erat tunc cum bello certabat; at ille,

tractus ab Aemonio, non erat Hector, equo.[490]

[Era Héctor quien peleaba entonces en la guerra; pero

aquél al que arrastró el caballo de Aquiles no era Héctor].

a | Será otra cosa la que recibirá esos premios:

b | quod mutatur, dissoluitur; interit ergo:

traiciuntur enim partes atque ordine migrant.[491]

[lo que cambia se disuelve; por tanto, perece; sus

partes, en efecto, se desplazan y abandonan el orden].

a | Porque en la metempsicosis de Pitágoras y en el cambio de habitáculo que imaginaba en las almas, ¿pensamos acaso que el león en el que se halla el alma de César abraza las pasiones que afectaban a César, c | ni que sea él? Si aun así fuera él, tendrían razón quienes, oponiéndose a este parecer en contra de Platón, le reprochan que el hijo podría encontrarse cabalgando a su madre, revestida de un cuerpo de mula, y absurdos semejantes.[492] Y ¿pensamos a | que en las mutaciones que se producen de unos cuerpos de animales a otros de la misma especie los recién llegados no son otros que sus predecesores? De las cenizas de un fénix se genera, dicen, un gusano, y después otro fénix. Este segundo fénix, ¿quién puede imaginar que no sea otro que el primero? Los gusanos que producen la seda, vemos como si se murieran y secaran, y que, a partir de ese mismo cuerpo, se genera una mariposa, y de ahí otro gusano, que sería ridículo pensar que todavía es el primero.[493] Una vez que algo ha cesado de ser, ya no es:

Nec si materiam nostram collegerit aetas

post obitum, rursumque redegerit, ut sita nunc est,

atque iterum nobis fuerint data lumina uitae,

pertineat quidquam tamen ad nos id quoque factum,

interrupta semel cum si repetentia nostra.[494]

[Ni siquiera si, tras la muerte, el tiempo recogiera nuestra materia y la restableciera en el estado en que ahora está dispuesta, y se nos concediera volver a ver la luz de la vida, nos afectaría tal hecho, una vez roto el hilo de nuestros recuerdos].

Y cuando en otro sitio dices, Platón, que le corresponderá a la parte espiritual del hombre gozar de las recompensas de la otra vida,[495] nos dices algo que tiene la misma escasa verosimilitud:

b | Scilicet, auolsis radicibus, ut nequit ullam

dispicere ipse oculus rem, seorsum corpore toto.[496]

[Como el ojo arrancado de sus raíces, separado

del conjunto del cuerpo, nada puede percibir].

a | Porque, en ese caso, tal goce no corresponderá ya al hombre, ni a nosotros, por consiguiente, pues estamos forjados de dos principales piezas esenciales, cuya separación constituye la muerte y destrucción de nuestro ser:

b | Inter enim iacta est uitai pausa, uageque

deerrarunt passim motus ab sensibus omnes.[497]

[Hubo una pausa en nuestra vida y todos los movimientos

se extraviaron en el vacío sin impresionar nuestros sentidos].

a | No decimos que el hombre sufra cuando los gusanos le roen los miembros por los que vivía y la tierra los consume:

Et nihil hoc ad nos, qui coitu coniugioque

corporis atque animae consistimus uniter apti.[498]

[Y esto nada es para nosotros, que consistimos en una unidad

formada por la conjunción y el maridaje de cuerpo y alma].

Además, ¿con qué fundamento de su justicia pueden los dioses reconocer y premiar en el hombre, tras su muerte, las acciones buenas y virtuosas si son ellos mismos quienes las han encaminado y producido en él? ¿Y por qué se ofenden y vengan en él las viciosas si ellos mismos lo han producido en esa condición falible y, con un solo guiño de su voluntad, pueden impedir que cometa cualquier falta?[499] ¿No objetaría esto Epicuro a Platón con gran plausibilidad de la razón humana[500]c | si éste no se amparara con frecuencia en la máxima de que es imposible establecer nada cierto sobre la naturaleza inmortal a partir de la mortal?[501]

a | La razón humana se extravía en todo, pero especialmente cuando se inmiscuye en las cosas divinas. ¿Quién lo percibe de modo más evidente que nosotros? En efecto, aunque le hayamos dado principios ciertos e infalibles, aunque iluminemos sus pasos con la santa antorcha de la verdad que Dios ha tenido a bien comunicarnos, sin embargo vemos diariamente, a poco que contradiga el sendero común y se desvíe o aparte de la vía trazada y trillada por la Iglesia, que enseguida se pierde, se enreda y se traba, y gira y flota en el vasto, turbio y fluctuante mar de las opiniones humanas, sin freno ni objetivo. En cuanto abandona el camino ancho y común, cae en la división y en la dispersión en mil rutas distintas.

El hombre no puede ser sino lo que es, ni imaginar sino según su alcance. b | Es mayor presunción, dice Plutarco, para quienes sólo son hombres, pretender hablar y razonar de los dioses y semidioses, que, para alguien que ignora la música, querer juzgar a los cantantes, o, para alguien que nunca ha estado en el campo de batalla, querer discutir sobre las armas y la guerra, presumiendo comprender por alguna ligera conjetura los hechos de un arte ajeno a su conocimiento.[502] a | La Antigüedad pensó, creo, hacer algo por la grandeza divina equiparándola al hombre, revistiéndola con sus facultades y dotándola de sus bellas inclinaciones c | y sus más vergonzosas necesidades, b | ofreciéndole nuestros manjares para comer, c | nuestras danzas, mojigangas y farsas para entretenerse, b | nuestros vestidos para cubrirse, y nuestras casas para alojarse, halagándola con el olor del incienso y los sones de la música, con festones y ramos.

c | Y, para acomodarla a nuestras viciosas pasiones, adulando su justicia con una venganza inhumana, solazándola mediante la destrucción y disipación de las cosas creadas y conservadas por ella —así, Tiberio Sempronio mandó quemar, como sacrificio a Vulcano, los ricos despojos y armas que había ganado a los enemigos en Cerdeña; y Paulo Emilio, los de Macedonia a Marte y a Minerva;[503] y Alejandro, al llegar al océano Índico, arrojó al mar, en honor de Tetis, un buen número de vasos de oro—;[504] poblando además sus altares con una carnicería no sólo de animales inocentes, sino también de hombres, a | tal como muchas naciones, y entre ellas la nuestra,[505] practicaban de manera habitual. Y creo que ninguna se exime de haberlo probado:

b | Sulmone creatos

quattuor hic iuuenes, totidem quos educat Vfens,

uiuentes rapit, inferias quos immolet umbris.[506]

[Atrapa vivos a cuatro jóvenes, hijos de Sulmón, y a otros tantos hijos de Ufente, para inmolarlos como sacrificio a las sombras].

c | Los getas se consideran inmortales, y su morir no es sino encaminarse hacia su dios Salmoxis. Cada cinco años le envían a uno de ellos para solicitarle lo necesario. El diputado es elegido por sorteo. Y la manera de enviarlo, una vez informado oralmente de su misión, es que, entre los que le asisten, hay tres que mantienen erguidas otras tantas jabalinas sobre las cuales los otros lo lanzan a pulso. Si le ensartan por un lugar mortal y perece enseguida, para ellos es prueba segura de favor divino; si se libra, lo consideran malvado y execrable, y envían de nuevo a otro del mismo modo.[507] Cuando Amestris, madre de Jerjes, envejeció, mandó enterrar vivos de una sola vez a catorce jovencitos de las mejores familias de Persia, con arreglo a la religión del país, para gratificar a cierto dios subterráneo.[508] Aún hoy en día, los ídolos de Themixtitan se fortalecen con la sangre de los niños pequeños, y no les place otro sacrificio que el de estas almas infantiles y puras —justicia ávida de sangre inocente—:[509]

Tantum religio potuit suadere malorum![510]

[¡A tantos crímenes ha podido incitar la religión!]

b | Los cartagineses inmolaban a sus propios hijos a Saturno, y quien carecía de ellos, los compraba, pero el padre y la madre estaban obligados a asistir al oficio con actitud alegre y satisfecha.[511]

a | Era una extraña fantasía querer satisfacer a la bondad divina con nuestra aflicción, como los lacedemonios que halagaban a su Diana con el suplicio de muchachos a los que hacían azotar en su honor, a menudo hasta la muerte.[512] Era un humor feroz pretender gratificar al arquitecto destruyendo su edificio, y pretender garantizar el justo castigo a los culpables castigando a los no culpables; y que la pobre Ifigenia, en el puerto de Aulida, descargase ante Dios, con su muerte e inmolación, al ejército de los griegos de las ofensas que habían cometido:

b | Et casta inceste, nubendi tempore in ipso,

hostia concideret mactatu maesta parentis;[513]

[Y esta víctima casta y triste, cayó

en plena edad núbil, inmolada por su padre];

c | y que las dos hermosas y nobles almas de los dos Decios, padre e hijo, para propiciar el favor de los dioses en los asuntos romanos, se arrojaran a cuerpo descubierto en medio de los enemigos.[514] Quae fuit tanta deorum iniquitas, ut placari populo Romano non possent, nisi tales uiri occidissent[515] [¡Qué gran iniquidad la de los dioses, que no pudieran aplacarse ante el pueblo romano sino con la muerte de tales hombres!]. a | Además, no atañe al criminal hacerse azotar a su medida y a su hora. Atañe al juez, b | que sólo cuenta como castigo la pena prescrita por él, c | y que no puede atribuir a castigo aquello que complace al que lo sufre. La venganza divina presupone nuestro completo desacuerdo, en cuanto a su justicia y en cuanto a nuestro castigo.

b | Y fue ridícula la actitud de Polícrates, tirano de Samos, que, para interrumpir y compensar el curso de una felicidad continua, echó al mar la joya más cara y preciosa que poseía, estimando que con tal infortunio buscado satisfacía la revolución y vicisitud de la fortuna. c | Y ésta, para reírse de su insensatez, hizo que la misma joya volviera de nuevo a sus manos, hallada en el vientre de un pez.[516] a | Y además c | ¿cuál es el objeto de los desgarramientos y las mutilaciones de los coribantes, de las ménades y, en nuestra época, de los mahometanos, que se acuchillan la cara, el tórax, los miembros, para gratificar a su profeta, siendo así que a | la ofensa reside en la voluntad, no en c | el pecho, los ojos, los genitales, el vientre, a | la espalda y la garganta? c | Tantus est perturbatae mentis et sedibus suis pulsae furor, ut sic Dii placentur, quemadmodum ne homines quidem saeuiunt[517] [Tan grande es la furia de su mente perturbada y fuera de sí que creen complacer a los dioses superando incluso las crueldades de los hombres].

Esta contextura natural, en cuanto a su uso, no sólo nos atañe a nosotros, sino también al servicio de Dios y de los demás hombres. Es injusto perturbarla a propósito, como lo es matarnos, sea cual fuere el pretexto. Parece una gran cobardía y traición maltratar y corromper las funciones del cuerpo, estúpidas y siervas, para ahorrarle al alma el desvelo de conducirlas en conformidad con la razón. Vbi iratos deos timent, qui sic propitios habere merentur? In regiae libidinis uoluptatem castrati sunt quidam; sed nemo sibi, ne uir esset, iubente domino, manus intulit[518] [¿Cómo temerán a los dioses airados quienes creen volverlos propicios así? Algunos se castraron en holocausto de regia voluptuosidad; pero nadie puso las manos sobre sí para dejar de ser hombre, ni siquiera por orden de su amo].

a | De este modo llenaban su religión[519] con un gran número de malas acciones:

saepius olim

religio peperit scelerosa atque impia facta.[520]

[muchas veces en el pasado la religión produjo crímenes e impiedades].

Ahora bien, nada nuestro puede equipararse o referirse de ninguna manera a la naturaleza divina sin mancharla ni marcarla con otra tanta imperfección. ¿Cómo puede esta infinita belleza, potencia y bondad sufrir correspondencia y similitud alguna con una cosa tan abyecta como nosotros sin extremo perjuicio y menoscabo de su divina grandeza? c | Infirmum Dei fortius est hominibus, et stultum Dei sapientius est hominibus[521] [Lo débil de Dios es más fuerte que los hombres, y lo necio de Dios, más sabio que los hombres]. Le preguntaron al filósofo Estilpón si los dioses se satisfacen con nuestros honores y sacrificios: «Eres indiscreto», respondió; «retirémonos aparte si quieres hablar del asunto».[522]

a | Sin embargo, le prescribimos límites, asediamos su potencia con nuestras razones —llamo razón a nuestros desvaríos y sueños con permiso de la filosofía, que asegura que hasta el loco y el malvado desbarran por medio de la razón, pero que se trata de una razón de tipo particular—;[523] pretendemos someterlo a las vanas y débiles apariencias de nuestro entendimiento, a Él que nos ha hecho y que ha hecho nuestro conocimiento. Puesto que nada se hace de nada, Dios no habrá podido forjar el mundo sin materia.[524] ¡Vaya! ¿Acaso Dios nos ha entregado las claves y los resortes últimos de su potencia?, ¿se ha obligado a no sobrepasar los límites de nuestra ciencia? Supón, oh hombre, que hayas podido observar aquí ciertas trazas de sus acciones: ¿piensas que ha empleado todo su poder y que ha infundido todas sus formas y todas sus ideas en esta obra?[525] No ves más que el orden y gobierno de la covacha donde te alojas, en caso de que lo veas. Su divinidad posee una jurisdicción infinita más allá; esta parte nada es en comparación con el todo:

omnia cum caelo terraque marique

nil sunt ad summam summai totius omnem.[526]

[todas las cosas, con el cielo, la tierra y el mar, nada

son en comparación con la inmensa suma del todo].

La ley que alegas es municipal, no sabes cuál es la universal. Sométete tú a aquello a lo que estás sujeto, pero no a Él; Él no es tu cofrade, conciudadano o compañero. Si se ha comunicado en cierta medida a ti, no es para rebajarse a tu pequeñez, ni para brindarte el control de su poder. El cuerpo humano no puede volar a las nubes, eso es para ti;[527] el sol se mueve sin descanso por su curso habitual;[528] los límites de los mares y la tierra no pueden confundirse;[529] el agua es inestable y sin firmeza;[530] un muro es, salvo que tenga brechas, impenetrable a un cuerpo sólido;[531] el hombre no puede sobrevivir en medio de las llamas;[532] no puede hallarse en el cielo y en la tierra y en mil lugares a la vez corporalmente.[533] Ha hecho estas reglas para ti; te sujetan a ti. Ha probado a los cristianos que las ha transgredido todas cuando lo ha tenido a bien. En verdad, ¿por qué, siendo todopoderoso como es, habría de restringir sus fuerzas a cierta medida?, ¿en favor de quién habría de renunciar a su privilegio?[534] En nada tiene tu razón más verosimilitud y fundamento que en persuadirte de la pluralidad de los mundos:

b | Terramque, et solem, lunam, mare, caetera quae sunt

non esse unica, sed numero magis innumerali.[535]

[Que la tierra y el sol, la luna, el mar y las restantes cosas

que existen no son únicas, sino más bien infinitas en número].

a | Los más célebres espíritus del pasado han creído en ella, y aun algunos de los nuestros, forzados por la apariencia de la razón humana.[536] En efecto, en este edificio que vemos, nada está solo ni es único,

b | cum in summa res nulla sit una,

unica quae gignatur, et unica solaque crescat,[537]

[ya que en el universo ningún ser es único,

ninguno nace único ni crece único y solo],

a | y todas las especies están multiplicadas en algún número, por ello, no parece verosímil que Dios haya hecho solamente esta obra sin compañero, ni que la materia de esta forma haya sido agotada toda en este único individuo:[538]

b | Quare etiam atque etiam tales fateare necesse est

esse alios alibi congressus materiai,

qualis hic est auido complexu quem tenet aether.[539]

[Por eso, lo repito, es preciso reconocer que en otras partes se producen otras combinaciones de materia semejantes a ésta que el éter mantiene ávidamente abrazada].

a | Sobre todo, si es un ser animado, como sus movimientos hacen tan creíble que c | Platón lo asegura, y muchos de los nuestros lo confirman o no se atreven a refutarlo,[540] como tampoco esa vieja opinión de que el cielo, las estrellas y otras partes del mundo son criaturas compuestas de cuerpo y alma, mortales en virtud de su composición, pero inmortales por decisión del creador.[541]

a | Ahora bien, si existen muchos mundos, como c | Democrito, a | Epicuro y casi toda la filosofía han pensado, ¿sabemos acaso si los principios y las reglas de éste afectan de la misma manera a los demás? Tal vez tienen otro aspecto y otro orden. c | Epicuro los imagina o semejantes o diferentes.[542] a | Vemos en este mundo una infinita diferencia y variedad por la mera distancia entre los lugares. En ese nuevo rincón de mundo[543] que nuestros padres descubrieron no se ve ni trigo ni vino, ni ninguno de nuestros animales; todo es diferente. c | Y en el pasado, ved en cuántas partes del mundo desconocían a Baco y a Ceres.[544] a | Si queremos creer a Plinio, c | y a Heródoto, a | en determinados sitios hay especies de hombres que se parecen muy poco a la nuestra.[545] b | Y existen formas mestizas y ambiguas entre la naturaleza humana y la brutal. Hay regiones donde los hombres nacen sin cabeza, y con los ojos y la boca en el pecho; donde son todos andróginos; donde andan a cuatro patas; donde no tienen más que un ojo en la frente, y la cabeza más parecida a la de un perro que a la nuestra; donde son medio peces por debajo y viven en el agua;[546] donde las mujeres dan a luz a los cinco años y sólo viven ocho; donde tienen la cabeza y la piel de la frente tan duras que la espada no puede penetrarlas y se embota contra ellas; donde los hombres carecen de barba;[547] c | y naciones que no usan ni conocen el fuego;[548] otras que arrojan un esperma de color negro.[549] b | ¿Qué decir de quienes se transforman de manera natural en lobos, c | en animales de carga b | y luego otra vez en hombres?[550] Y, si es el caso, a | como dice Plutarco, que en cierto lugar de las Indias existen unos hombres sin boca que se alimentan de la fragancia de ciertos olores,[551] ¿cuántas de nuestras descripciones son falsas? No es ya capaz de reír, ni tal vez capaz de razón y de sociedad.[552] La ordenación y la causa de nuestra construcción interna serían en su mayor parte inapropiadas.

Además, ¿cuántas cosas conocemos que se oponen a esas bonitas reglas que hemos adjudicado y prescrito a la naturaleza?[553] ¡Y pretendemos someter aun a Dios a tales reglas! ¿Cuántas cosas llamamos milagrosas y contranaturales? c | Así lo hace cada hombre y cada nación según la medida de su ignorancia.[554] a | ¿Cuántas propiedades ocultas y quintaesencias encontramos? Porque para nosotros ser conforme a la naturaleza no es sino ser conforme a nuestra inteligencia, hasta donde ésta puede seguir y hasta donde vemos. Lo que está más allá es monstruoso y desordenado. Ahora bien, en tal caso, para los más listos y más hábiles todo será por tanto monstruoso, pues la razón humana les ha persuadido de que no tenía ni base ni fundamento alguno para afirmar siquiera c | que la nieve sea blanca —y Anaxágoras decía que era negra—,[555] que exista algo o no exista nada, que haya ciencia o ignorancia —Metrodoro de Quíos negaba que el hombre pueda decirlo—,[556] a | o que vivamos. Eurípides pone en duda si la vida que vivimos es vida, o lo que llamamos muerte es la vida:

Τίς δ' οἶδεν εἰ ζῆν τοῦθ' δ κέκληται θανεῖν,

τὸ ζῆν δὲ θνήσκειν ἐστί.[557]

[¿Quién sabe si lo que llamamos morir es vivir, y si la vida no es muerte?]

b | Y no sin verosimilitud. En efecto, ¿por qué adoptamos el título de ser por un instante que no es más que un relámpago en el curso infinito de una noche eterna, y una brevísima interrupción de nuestra condición perpetua y natural? —c | la muerte ocupa todo lo que antecede y todo lo que sigue a este momento, y aun buena parte de él—.[558] b | Otros juran que el movimiento no existe, que nada se mueve, c | como los seguidores de Meliso[559] —pues si sólo existe lo uno, no puede valerle ni el movimiento circular ni el movimiento de un lugar a otro, como prueba Platón—,[560] b | que en la naturaleza no hay ni generación ni corrupción. c | Dice Protágoras que en la naturaleza todo es duda; que puede discutirse por igual de cualquier cosa, e incluso de esto, de si puede discutirse por igual de cualquier cosa. Dice Nausífanes que, de las cosas que aparecen, ninguna es más de lo que no es, que la única cosa cierta es la incertidumbre.[561] Parménides sostiene que, de lo que aparece, no existe cosa alguna en general, que sólo existe lo uno. Zenón dice que ni siquiera lo uno es, y que nada existe.[562] Si existiera lo uno, existiría o en otro o en sí mismo; si existe en otro, son dos; si existe en sí mismo, son también dos, el continente y el contenido.[563] Según tales opiniones, la naturaleza de las cosas es sólo una sombra, o falsa o vana.

a | Me ha parecido siempre[564] que para un cristiano este tipo de lenguaje está lleno de indiscreción e irreverencia: «Dios no puede morir», «Dios no puede desdecirse», «Dios no puede hacer esto o aquello».[565] No encuentro correcto clausurar de esta forma la potencia divina bajo las leyes de nuestra palabra. Y la plausibilidad que se nos ofrece en tales proposiciones habría que representarla de modo más reverente y religioso. Nuestro lenguaje tiene sus flaquezas y sus defectos, como todo lo demás. Los tumultos del mundo obedecen en su mayor parte a motivos gramaticales. Nuestras querellas no surgen sino del debate sobre la interpretación de las leyes; y la mayoría de guerras, de la impotencia de no haber sabido expresar claramente los convenios y tratados de acuerdo entre príncipes. ¡Cuántas querellas, y qué importantes, ha producido en el mundo la duda sobre el sentido de la sílaba «Hoc»![566] b | Tomemos la inferencia que la lógica misma nos presente como la más clara. Si dices «Hace buen tiempo» y dices la verdad, entonces hace buen tiempo. ¿No es ésta una forma segura de lenguaje? Con todo, nos engañará. Para ver que es así, sigamos el modelo. Si dices «Miento» y dices la verdad, entonces estás mintiendo. El arte, la razón, la fuerza de la inferencia son iguales en ambos casos;[567] sin embargo, estamos empantanados. a | Veo que los filósofos pirrónicos no pueden expresar su concepción general con ninguna clase de lenguaje; necesitarían, en efecto, uno nuevo. El nuestro está formado enteramente por proposiciones afirmativas, que les resultan del todo hostiles, de manera que, cuando dicen «dudo», les saltan al instante al cuello para hacerles confesar que por lo menos afirman y saben que dudan. De este modo, los han obligado a refugiarse en una comparación con la medicina, sin la cual su actitud sería inexplicable. Cuando declaran «ignoro» o «dudo», dicen que tal proposición se elimina a sí misma a la vez que al resto, ni más ni menos que el ruibarbo elimina los malos humores y a la vez se elimina a sí mismo.[568] b | Esta fantasía se entiende con mayor seguridad por medio de una interrogación: «¿Qué sé yo?», tal como la llevo en la divisa de una balanza.[569]

a | Ved cómo se saca partido de este tipo de lenguaje lleno de irreverencia. En las discusiones que se producen hoy en día en nuestra religión, si apremias en exceso a los adversarios, te dirán sin ambages que no está en el poder de Dios hacer que su cuerpo se halle en el paraíso y en la Tierra y en muchos lugares a la vez.[570] Y ese burlón antiguo, ¡cómo le saca provecho! Por lo menos, dice, no es ligero consuelo para el hombre ver que Dios no lo puede todo, porque no puede matarse aunque quiera, en lo cual radica la mayor ventaja de nuestra condición; no puede hacer inmortales a los mortales, ni revivir a los fallecidos, ni hacer que si alguien ha vivido no haya vivido, o que si alguien ha recibido honores no los haya recibido —no posee otro derecho sobre el pasado que el olvido—. Y, para que la asociación entre hombre y Dios se estreche más mediante graciosos ejemplos: no puede hacer que dos veces diez no sean veinte.[571] Eso dice, y un cristiano debería evitar llevárselo a los labios. En cambio, muy por el contrario, parece que los hombres busquen este lenguaje insensatamente orgulloso para reducir a Dios a su medida:

cras uel atra

nube polum pater occupato,

uel sole puro; non tamen irritum

quodcumque retro est, efficiet, neque

diffinget infectumque reddet

quod fugiens semel hora uexit.[572]

[y aunque el padre mañana cubra el cielo de negra nube o de sol puro, no podrá anular lo que ha quedado atrás, ni cambiar o deshacer lo que la hora fugitiva ha traído alguna vez].

Cuando decimos que la infinidad de los siglos, pasados y futuros, no es para Dios más que un instante, que su bondad, sabiduría y poder son lo mismo que su esencia,[573] nuestra palabra lo dice, pero nuestra inteligencia no lo entiende. Y, sin embargo, nuestra arrogancia pretende hacer pasar a la divinidad por nuestro cedazo. Y de ahí surgen todos los desvaríos y errores a los que el mundo se ve sometido, al reducir y pesar en su balanza cosa tan alejada de su peso. c | Mirum quo procedat improbitas cordis humani, paruulo aliquo inuitata successu[574] [Es asombroso hasta dónde llega la malicia del corazón humano, incitado por cualquier pequeño éxito]. ¡Con qué insolencia los estoicos regañan a Epicuro porque sostiene que el ser verdaderamente bueno y feliz sólo le pertenece a Dios, y que el sabio no posee sino una sombra y una imagen de ello![575] a | ¡Con qué temeridad han sometido[576] a Dios al destino —ojalá algunos que se llaman cristianos no siguieran haciéndolo—, y Tales, Platón y Pitágoras lo han sometido a la necesidad![577] El orgullo de querer descubrir a Dios con nuestros propios ojos hizo que un gran personaje de los nuestros atribuyese forma corporal a la divinidad.[578] a | Y es causa de que se atribuyan a Dios, así nos ocurre todos los días, los acontecimientos importantes, por una particular asignación.[579] Puesto que a nosotros nos pesan, parece que también a Él le pesan, y que los mira más entero y más atento que a los acontecimientos que nos resultan leves o que forman parte de una secuencia ordinaria. c | Magna dii curant, parua negligunt[580] [Los dioses se cuidan de las cosas grandes, descuidan las pequeñas]. Escuchad su ejemplo,[581] os aclarará su razón: «Nec in regnis quidem reges omnia minima curant»[582] [Tampoco en los reinos los reyes se cuidan de todas las cosas mínimas]. ¡Como si para este Rey fuese más o menos mover un imperio o la hoja de un árbol, y como si su providencia se ejerciera de otro modo para decantar el resultado de una batalla o el salto de una pulga! La mano de su gobierno se presta a todo con el mismo tenor, la misma fuerza y el mismo orden. Nuestro interés no aporta nada; nuestros movimientos y nuestras medidas no le afectan. Deus ita artifex magnus in magnis, ut minor non sit in paruis[583] [Así como Dios es un gran artífice en las cosas grandes, no lo es menor en las pequeñas].

Nuestra arrogancia nos presenta siempre este blasfemo emparejamiento. Puesto que nuestras ocupaciones nos pesan, Estratón dotó a los dioses de una completa exención de obligaciones, como la tienen sus sacerdotes. Hace producir y conservar todas las cosas a la naturaleza, y compone las partes del mundo con sus pesos y movimientos, de suerte que libera a la naturaleza humana del temor a los juicios divinos.[584] Quod beatum aeternumque sit, id nec habere negotii quicquam, nec exhibere alter[585] [Lo que es feliz y eterno no tiene actividad alguna ni se la procura a nadie]. La naturaleza quiere que en las cosas iguales se dé la misma relación. Por tanto, del número infinito de mortales se infiere idéntico número de inmortales. Las infinitas cosas que matan y dañan presuponen otras tantas que conservan y aprovechan.[586] Así como las almas de los dioses, sin lengua ni ojos ni orejas, sienten todas mutuamente lo que siente la otra y juzgan nuestros pensamientos, así las almas de los hombres, cuando están libres y separadas del cuerpo por el sueño o por algún rapto, adivinan, pronostican y ven cosas que no podrían ver mezcladas con los cuerpos.[587]

a | Los hombres, dice san Pablo, se han vuelto locos pensando ser sabios; y han mudado la gloria de Dios incorruptible en la imagen del hombre corruptible.[588] b | Mirad un poco el juego de manos de las deificaciones antiguas. Tras la magna y soberbia pompa del entierro, en el momento en que el fuego prendía en lo alto de la pirámide y alcanzaba el lecho del muerto, dejaban escapar un águila, la cual, al remontar el vuelo, señalaba que el alma se dirigía al paraíso. Poseemos mil medallas, y particularmente de la honorable Faustina,[589] en las cuales se representa este águila llevándose sobre la espalda hacia el cielo a las almas deificadas. Es lastimoso que nos engañemos con nuestras propias monerías e invenciones:

Quod finxere, timent,[590]

[Tienen miedo de aquello que han imaginado],

como los niños que se asustan de esa misma cara que le han pintarrajeado y tiznado a su compañero. c | Quasi quicquam infelicius sit homine cui sua figmenta dominantur[591] [Como si hubiera algo más desdichado que un hombre al que dominan sus propias ficciones]. Hay mucha diferencia entre honrar al que nos ha hecho y honrar al que hemos hecho nosotros. b | Augusto tuvo más templos que Júpiter, servidos con la misma religión y la misma creencia en milagros. Los tasios, a cambio de los beneficios que habían recibido de Agesilao, acudieron a decirle que lo habían canonizado:[592] «¿Vuestra nación tiene el poder de convertir en dios a quien le place?», les respondió: «Haced dios, para que yo lo vea, a uno entre vosotros, y después, c | cuando haya visto cómo le va, b | os agradeceré mucho vuestra oferta».[593]

El hombre es en verdad insensato. No sería capaz de hacer una pulga, y hace dioses a docenas. Escuchad a Trismegisto loando nuestra capacidad: «Entre todo lo que es admirable nada hay más admirable que el hecho de que el hombre haya podido descubrir la naturaleza divina y producirla».[594] b | Ved los argumentos de la escuela misma de la filosofía:

Nosse cui Diuos et coeli numina soli,

aut soli nescire, datum:[595]

[A ella sola le es dado conocer a los dioses y a

los númenes del cielo, o saber que es imposible]:

Si Dios existe, es un ser animado; si es un ser animado, posee sentidos; y si posee sentidos, está expuesto a corrupción. Si carece de cuerpo, carece de alma, y por consiguiente de acción; y si tiene cuerpo, es perecedero. ¿No es un triunfo?[596] c | Nosotros somos incapaces de haber hecho el mundo; así pues, ha intervenido alguna naturaleza más excelente. Sería insensata arrogancia que nos creyésemos la cosa más perfecta de este universo; existe, pues, alguna cosa mejor: se trata de Dios.[597] Cuando ves una casa rica y suntuosa, aunque no sepas quién es el dueño, no dirás que está hecha para las ratas. Y esta divina estructura que vemos que caracteriza al palacio celeste, ¿no debemos creer que es la morada de algún dueño más grande que nosotros? ¿Lo más alto no es siempre lo más digno?, y nosotros estamos situados en lo más bajo.[598] Nada que carezca de alma y de razón puede producir un ser animado capaz de razón. El mundo nos produce; por tanto, posee alma y razón.[599] Cada una de nuestras partes es menos que nosotros. Somos una parte del mundo. El mundo está, pues, provisto de sabiduría y de razón, y con mayor abundancia que nosotros.[600] Es hermoso ejercer un gran gobierno. El gobierno del mundo corresponde, pues, a alguna naturaleza feliz. Los astros no nos causan ningún perjuicio; por lo tanto, son plenamente bondadosos. b | Tenemos necesidad de alimento; así pues, también la tienen los dioses, y se nutren de los vapores de aquí abajo.[601] c | Los bienes mundanos no son bienes para Dios; luego no son bienes para nosotros. Infligir daño y sufrir daño son igualmente pruebas de debilidad; por tanto, es locura temer a Dios.[602] Dios es bueno por naturaleza, el hombre por su esfuerzo, lo cual es más.[603] La sabiduría divina y la sabiduría humana se distinguen tan sólo porque aquélla es eterna. Ahora bien, la duración nada añade a la sabiduría; por consiguiente, somos compañeros.[604] b | Poseemos vida, razón y libertad, apreciamos la bondad, la caridad y la justicia; tales cualidades están, pues, en Él.

En suma, la construcción y la destrucción, las condiciones de la divinidad, las forja el hombre en conformidad consigo mismo. ¡Qué patrón y qué modelo! Estiremos, elevemos y agrandemos las cualidades humanas a nuestro antojo; ínflate, pobre hombre, y más y más y más:

Non, si te ruperis, inquit.[605]

[Ni siquiera si revientas, dijo].

c | Profecto non Deum, quem cogitare non possunt, sed semet ipsos pro tilo cogitantes, non illum sed se ipsos non illi sed sibi comparant[606] [No representan a Dios, al que no pueden pensar, sino que, pensando en sí mismos en lugar de en Él, comparan no a Él sino a sí mismos, pero no con Él sino consigo mismos]. b | En las cosas naturales, los efectos sólo representan a medias las causas. ¿Qué diremos de ésta? Se halla por encima del orden natural; su condición es demasiado elevada, demasiado distante y demasiado dominadora para tolerar que nuestras inferencias la sujeten y atenacen. No se llega a ella por nuestro medio; esta ruta es demasiado baja. No estamos más cerca del cielo sobre el monte Cenis que en el fondo del mar;[607] examinadlo, para verlo, con un astrolabio.

Arrastran a Dios hasta la relación carnal con las mujeres: ¿cuántas veces, cuántas generaciones? Paulina, esposa de Saturnino, matrona de gran reputación en Roma, creyendo acostarse con el dios Serapis, se encontró en brazos de un enamorado suyo por la alcahuetería de los sacerdotes del templo.[608] c | Varrón, el más sutil y docto autor latino, escribe en sus libros de teología que el sacristán de Hércules, jugando a los dados con una mano a su favor y la otra a favor de Hércules, apostó contra él una cena y una muchacha: si ganaba, a costa de las ofrendas; si perdía, a costa suya. Perdió, pagó la cena y la muchacha. Ésta se llamaba Larencia, y por la noche se vio con el dios en sus brazos, el cual le dijo, además, que el primero que se encontrara al día siguiente le pagaría un salario celeste. Se tropezó con Taruncio, joven opulento que se la llevó a casa y, con el tiempo, la nombró heredera. Ella, a su vez, con la esperanza de hacer algo grato para el dios, nombró heredero al pueblo romano, por lo cual se le atribuyeron honores divinos.[609] Como si no bastara que, por doble estirpe, Platón descendiera originariamente de los dioses y tuviese como autor general de su linaje a Neptuno, en Atenas se daba por cierto que Aristón quiso gozar de la bella Perictione y no pudo; y el dios Apolo le advirtió en sueños que la dejara impoluta e intacta hasta que diese a luz: eran el padre y la madre de Platón.[610] ¿Cuántas puestas de cuernos similares se encuentran en las historias, procuradas por los dioses en contra de los pobres humanos?, ¿cuántos maridos injustamente desacreditados en favor de los hijos? En la religión de Mahoma, se hallan, según la creencia de este pueblo, bastantes merlines, a saber, niños sin padre, espirituales, nacidos divinamente en el vientre de doncellas, y llevan un nombre que significa esto en su lengua.[611]

b | Debemos observar que para cualquier cosa nada es más querido y estimable que el propio ser c | —el león, el águila, el delfín, nada aprecian por encima de su especie—;[612] b | y que cada una de ellas refiere las cualidades de todo lo demás a sus propias cualidades, que podemos extender y encoger, pero nada más. Porque nuestra imaginación no puede rebasar esta referencia y este principio, no puede adivinar nada distinto, y le es imposible salir de ahí y avanzar más lejos. c | Éste es el origen de estas antiguas inferencias: «De todas las formas, la más bella es la del hombre; así pues, Dios tiene esta forma. Nadie puede ser feliz sin virtud, ni la virtud puede existir sin razón, y ninguna razón puede residir en otro sitio que en la figura humana; por lo tanto, Dios está revestido de la figura humana».[613] Ita est informatum, anticipatum mentibus nostris ut homini, cum de deo cogitet, forma occurrat humana[614] [A tal punto se le ha informado y anticipado esto a nuestras mentes que al hombre, cuando piensa en Dios, se le ocurre la forma humana]. b | Por eso decía Jenófanes con gracia que si los animales se forjan dioses, como es verosímil que hagan, los forjan ciertamente iguales a ellos, y se ufanan como nosotros.[615] Pues ¿por qué un ganso no va a decir: «Todos los elementos del universo se refieren a mí: la tierra me sirve para andar, el sol para iluminarme, las estrellas para infundirme sus influjos; saco tal provecho de los vientos, tal otro de las aguas; a nada mira con tanto favor esta bóveda como a mí. Soy el favorito de la naturaleza. ¿Acaso el hombre no me cuida, no me aloja, no me sirve?; por mí hace sembrar y moler; si me come, también se come a otros hombres, compañeros suyos, y además yo me como a los gusanos que le matan y se lo comen».[616] Lo mismo diría una grulla, y aún más magníficamente, dada la libertad de su vuelo y su dominio de la hermosa y alta región c | —tam blanda conciliatrix et tam sui est lena ipsa natura![617] [tan blanda aduladora y tan alcahueta de lo suyo es la misma naturaleza].

b | Ahora bien, por ese mismo procedimiento, para nosotros son los destinos, para nosotros el mundo; hay luz y truena por nosotros; tanto el creador como las criaturas, todo es para nosotros. Éste es el objetivo y el punto adonde se dirige la totalidad de las cosas. Mirad el registro que la filosofía ha mantenido a lo largo de más de dos mil años sobre los asuntos celestes: los dioses no han actuado, no han hablado sino para el hombre; ella no les atribuye otra consideración ni otro cometido. Vedlos en guerra contra nosotros:

domitosque Herculea manu

telluris iuuenes, unde periculum

fulgens contremuit domus

Saturni ueteris.[618]

[y, domados por la mano de Hércules, los hijos de la Tierra, cuyo peligro estremece la fúlgida morada del viejo Saturno].

Vedlos tomando partido en nuestros tumultos, c | para pagarnos con la misma moneda que nosotros tomemos tantas veces partido en los suyos,

b | Neptunus muros magnoque emota tridenti

fundamenta quatit, totamque a sedibus urbem

eruit. Hic Iuno Scaeas saeuissima portas

prima tenet.[619]

[Neptuno, con su gran tridente, derriba los muros y los cimientos de Troya, y devasta por completo la ciudad desde la base. Entonces, la crudelísima Juno se adueña de las puertas esceas].

c | Los caunios, celosos del dominio de sus dioses propios, cargan las armas al hombro el día de su devoción y recorren los alrededores batiendo el aire a diestro y siniestro con sus espadas. De este modo persiguen a muerte y expulsan de su territorio a los dioses extranjeros.[620] b | Sus poderes están delimitados según nuestra necesidad: uno cura a los caballos, otro a los hombres, c | uno la peste, b | otro la tiña, otro la tos, c | uno una clase de sarna, otro otra clase —adeo minimis etiam rebus prava religio inserit deos[621] [hasta tal punto una mala religión introduce los dioses en las cosas menores]—; b | uno hace nacer las uvas, otro los ajos; uno se encarga de la lujuria, otro del comercio c | —para cada linaje de artesanos, un dios—, b | uno tiene su provincia y su autoridad en Oriente, otro en Occidente:

hic illius arma,

hic currus fuit.[622]

[aquí estuvieron sus armas, aquí su carro].

c | O sancte Apollo, qui umbilicum certum terrarum obtines![623]

[¡Oh santo Apolo, que habitas el verdadero ombligo de la tierra!]

Pallada Cecropidae. Minoia Creta Dianam,

Vulcanum tellus Hipsipilea colit,

Iunonem Sparte Pelopetadesque Mycenae;

Pinigerum Fauni Moenalis ora caput;

Mars Latio uenerandus.[624]

[Los hijos de Cecrops honran a Palas, la Creta de Minos a Diana, la tierra de Hipsipilo a Vulcano, Esparta y Micenas del Peloponeso a Juno; a Fauno coronado de pino Menala y a Marte el Lacio].

b | Hay uno que sólo ejerce dominio sobre un burgo o una familia; c | uno vive solo; otro en compañía, voluntaria o necesaria:

Iunctaque sunt magno templa nepotis auo.[625]

[Los templos del abuelo y el nieto están juntos].

b | Algunos son tan menudos y vulgares —su número, en efecto, asciende hasta treinta y seis mil— que hay que reunir a cinco o seis para producir una espiga de trigo, y toman de ahí sus distintos nombres;[626] c | tres para una puerta, el de la plancha, el del gozne, el del umbral;[627] cuatro para un niño, protectores de su abrigo, de su bebida, de su comida, de su crianza;[628] unos ciertos, otros inciertos y dudosos;[629] algunos que no entran aún en el paraíso:

Quos quoniam coeli nondum dignamur honore,

quas dedimus certe terras habitare sinamus;[630]

[Si bien aún no los juzgamos dignos del honor del cielo, les

permitimos que vivan seguros en las tierras que les concedimos];

Los hay naturales, poéticos, civiles;[631] algunos, intermedios entre la naturaleza divina y la humana, mediadores, intermediarios entre nosotros y Dios; adorados conforme a cierto orden segundo y diminutivo de adoración;[632] infinitos en títulos y servicios; unos buenos, otros malos. b | Los hay viejos y achacosos, y los hay mortales: Crisipo pensaba, en efecto, que en la última conflagración del mundo iban a perecer todos los dioses excepto Júpiter.[633] c | El hombre forja mil divertidas asociaciones entre Dios y él. ¿Acaso no es su compatriota?

Iouis incunabula Cretem.[634]

[Creta, cuna de Júpiter].

Ésta es la excusa que nos brindan, a propósito de tal asunto, el gran pontífice Escévola y el gran teólogo Varrón, en su época: que el pueblo ha de ignorar muchas cosas verdaderas y creer muchas falsas:[635] cum ueritatem qua liberetur, inquirat, credatur ei expedire, quod fallitur [cuando indaga la verdad que ha de liberarle, opina que le conviene ser engañado].[636]

b | Los ojos humanos no pueden percibir las cosas sino por medio de las formas de su conocimiento. c | Y olvidamos el salto que dio el infeliz Faetón por pretender manejar las riendas de los caballos de su padre con manos mortales.[637] Nuestro espíritu cae en un abismo semejante, se diluye y aplasta del mismo modo a causa de su temeridad. b | Si le preguntas a la filosofía de qué materia es el sol,[638] ¿qué te responderá sino que de hierro y de piedra,[639] o de otro material de los que usamos? c | ¿Le preguntan a Zenón qué es la naturaleza? Un fuego, dice, artífice, apto para engendrar, que procede con orden.[640] b | Arquímedes, maestro de aquella ciencia que se arroga la primacía sobre todas las demás en cuanto a verdad y certeza, asegura: «El sol es un dios de hierro candente».[641] ¿No es acaso una bonita idea, producto de la belleza y de la inexorable necesidad de las demostraciones geométricas? Aun así, no tan inexorable c | ni tan útil que no pensara que había de sobra con saber lo suficiente para poder medir la tierra que se daba y recibía,[642] y b | que Polieno, que había sido un célebre e ilustre doctor en ellas, no las despreciara, como llenas de falsedad y de manifiesta vacuidad, una vez hubo probado los dulces frutos de los delicados jardines de Epicuro.[643]

c | Dice Sócrates en Jenofonte, a propósito de Anaxágoras, al cual la Antigüedad consideraba el mayor entendido en las cosas celestes y divinas, que el cerebro se le trastornó, como les sucede a todos los hombres que escudriñan sin moderación conocimientos que no les atañen.[644] En cuanto a que hiciera del sol una piedra ardiente, no entendía que una piedra al fuego no resplandece y, lo que es peor, se consume. En cuanto a que hiciera del sol y el fuego una misma cosa, no veía que el fuego no oscurece a quienes mira, que miramos fijamente el fuego, que el fuego mata las plantas y las hierbas. Para Sócrates, y también para mí, lo más sabio que cabe juzgar sobre el cielo es no juzgar nada.[645] Cuando Platón tiene que hablar de los démones, en el Timeo, dice: «Es una tarea que rebasa nuestra capacidad. Debe creerse a los antiguos que se dijeron generados por ellos. Va contra la razón negar la confianza a los hijos de los dioses, aunque lo que digan no se funde en razones necesarias ni verosímiles, ya que nos garantizan que hablan de asuntos domésticos y familiares».[646]

a | Veamos si disponemos de un poco más de claridad en el conocimiento de las cosas humanas y naturales. ¿No es una empresa ridícula forjarles otro cuerpo y prestarles una forma falsa de nuestra invención a aquellas que, según nuestra propia confesión, la ciencia no puede alcanzar? Lo vemos así en el movimiento de los planetas, al que, dado que nuestro espíritu no puede llegar, ni imaginar su funcionamiento natural, le prestamos, de nuestra cosecha, resortes materiales, burdos y corpóreos:

temo aureus, aurea summae

curuatura rotae, radiorum argenteus ordo.[647]

[el timón era de oro, de oro el círculo de la rueda

suprema, de plata la serie de los rayos].

Se diría que hemos tenido cocheros, carpinteros c | y pintores, a | que han acudido allí arriba a forjar ingenios de variados movimientos, c | y a ordenar los engranajes y los entrelazamientos de los cuerpos celestes de colores abigarrados en torno al huso de la necesidad, de acuerdo con Platón:[648]

b | Mundus domus est maxima rerum,

quam quinque altitonae fragmine zonae

cingunt, perquam limbus pictus bis sex signis

stellimicantibus, altus in obliquo aethere, lunae

bigas acceptat.[649]

[El mundo es un inmenso palacio al que ciñen cinco zonas altisonantes y al que atraviesa una orla pintada con doce signos resplandecientes de estrellas, oblicuamente en lo profundo del éter, que acoge el carro de dos caballos de la luna].

Todas estas cosas son sueños y locuras exaltadas. ¡Ojalá la naturaleza rehúse abrirnos algún día su seno y mostrarnos claramente los medios y la conducción de sus movimientos, y preparar nuestros ojos para ello! ¡Oh, Dios, qué abusos, qué errores descubriríamos en nuestra pobre ciencia! c | Estoy en un error si entiende una sola cosa con verdadera exactitud; y partiré de aquí ignorándolo todo salvo mi ignorancia. ¿No he visto acaso en Platón una sentencia divina según la cual la naturaleza no es sino poesía enigmática?;[650] es decir, tal vez, a una pintura velada y oscura, que centellea con una infinita variedad de luces engañosas en las cuales ejercitar nuestras conjeturas. Latent ista omnia crassis occultata et circumfusa tenebris, ut nulla acies humani ingenii tanta sit, quae penetrare in caelum, terram intrare possit [Todo ello se esconde, oculto y envuelto por densas tinieblas, de suerte que no existe agudeza del ingenio humano tan grande que pueda penetrar en el cielo o entrar en la tierra].[651] Y, ciertamente, la filosofía no es más que una poesía sofisticada. ¿De dónde sacan los autores antiguos todas sus autoridades sino de los poetas? Y los primeros fueron poetas ellos mismos y la trataron en su arte. Platón no es más que un poeta deshilvanado. Todas las ciencias sobrehumanas se atavían con el estilo poético.[652]

a | Las mujeres usan dientes de marfil cuando les faltan los suyos naturales, y, en lugar de su verdadera tez, se forman una con alguna materia extraña; se hacen muslos de paño y de fieltro, y se añaden carnes con algodón, y, a la vista y a sabiendas de todos, se embellecen con una belleza falsa y prestada. Eso mismo hace la ciencia b | —y aun nuestro derecho tiene, según dicen, ficciones legítimas sobre las que funda la verdad de su justicia—.[653] a | Nos ofrece como respuesta y nos hace presuponer cosas que ella misma nos enseña que son inventadas. Porque los epiciclos, las excéntricas y las concéntricas de que se ayuda la astronomía para conducir el movimiento de sus estrellas, nos los presenta como lo mejor que ha sabido inventar en tal asunto.[654] Igualmente la filosofía nos presenta también en lo demás no lo que es o lo que cree, sino aquello que forja con mayor verosimilitud y elegancia. c | Platón dice sobre el asunto del estado de nuestro cuerpo y del de los animales: «Que lo que hemos dicho es verdad, lo certificaríamos si tuviéramos la confirmación de un oráculo; nos limitamos a asegurar que es lo más verosímil que hemos sido capaces de decir».[655]

a | No sólo envía sus cordajes, sus ingenios y sus ruedas al cielo. Examinemos un poco cuanto dice de nosotros mismos y de nuestra contextura. No hay más retrogradación, trepidación, acceso, retroceso, receso en los astros y cuerpos celestes de los que han forjado en este pobre cuerpecillo humano. En verdad, han hecho bien, desde este punto de vista, llamándolo el pequeño mundo, a tal extremo han empleado elementos y aspectos para fabricarlo y formarlo. Para acomodar los movimientos que ven en el hombre, las diversas funciones y facultades que experimentamos en nosotros, ¿en cuántas partes nos han dividido el alma?, ¿en cuántas sedes la han alojado?, ¿en cuántos órdenes y niveles han repartido al pobre hombre, más allá de los naturales y perceptibles?, ¿y en cuántas funciones y oficios? Hacen de él una república imaginaria. Es un objeto que aferran y manejan; se les deja todo el poder para desmembrarlo, ordenarlo, reunirlo y rellenarlo, cada uno a su antojo; y aun así no lo dominan todavía. No ya en verdad, sino ni siquiera en sueños pueden ajustarlo sin que haya alguna cadencia o algún son que escape a su arquitectura, por más enorme que sea, y por más compuesta de mil pedazos falsos y fantásticos que esté. c | Y no es razonable excusarlos. En efecto, a los pintores, cuando pintan el cielo, la tierra, los mares, las montañas, las islas lejanas, les perdonamos que nos representen tan sólo un leve signo; y, tratándose de cosas ignoradas, nos basta con una mera sombra y ficción. Pero, cuando nos reproducen a nosotros mismos del natural, o algún otro objeto familiar y conocido, les exigimos una perfecta y exacta representación de los trazos y de los colores, y los desdeñamos si no lo consiguen.[656]

a | Me parece muy bien aquella muchacha milesia que, al ver que el filósofo Tales empleaba todo su tiempo en la contemplación de la bóveda celeste, y tenía siempre los ojos dirigidos hacia arriba, le puso algo en el camino para que tropezara.[657] Quiso advertirle de que sería hora de dedicar su pensamiento a las cosas que estaban en las nubes cuando hubiera provisto a las que tenía a los pies. Le daba ciertamente un buen consejo: el de mirarse a sí mismo más bien que al cielo. c | Pues, como dice Demócrito por boca de Cicerón:

Quod est ante pedes nemo spectat; caeli scrutantur plagas.[658]

[Nadie mira lo que tiene a los pies; escrutan las regiones celestes]

a | Pero nuestra condición comporta que el conocimiento de lo que tenemos entre manos esté tan alejado de nosotros, y tan por encima de las nubes, como el de los astros. c | Así, dice Sócrates en Platón que a cualquiera que se dedique a la filosofía puede hacérsele el reproche que esta mujer le hace a Tales: que no ve nada de lo que tiene delante, pues todo filósofo ignora lo que hace su vecino, ciertamente, y lo que hace él mismo, e ignora qué son ambos, si animales u hombres.[659]

a | Esta gente que encuentra las razones de Sibiuda demasiado endebles, que nada ignora, que gobierna el mundo que todo lo sabe:

Quae mare compescant causae; quid temperet annum;

stellae sponte sua iussaeue uagentur et errent;

quid premat obscurum Lunae, quid proferat orbem;

quid uelit et possit rerum concordia discors;[660]

[Qué causas rigen el mar, qué gobierna el año, si las estrellas erran y vagan al azar o a la fuerza, qué empuja a la luna a la oscuridad, qué descubre su esfera, qué quiere y qué puede la discorde concordia de las cosas];

¿no ha reflexionado nunca, en medio de sus libros, sobre las dificultades que ofrece el conocimiento de su propio ser? Vemos perfectamente que el dedo se mueve, y que el pie se mueve; que algunas partes se mueven por sí mismas sin nuestra licencia, y otras las movemos por orden nuestra; que cierta impresión genera rubor, y otra palidez; tal fantasía actúa sólo en el bazo,[661] tal otra, en el cerebro; una nos produce risa, otra llanto; tal otra paraliza y aturde nuestros sentidos y detiene el movimiento de nuestros miembros; c | ante tal objeto, se altera el estómago; ante tal otro, una parte más baja. a | Pero de qué manera una impresión espiritual puede penetrar hasta tal punto en un objeto macizo y sólido, y cuál es la naturaleza de la unión y lazo de estos admirables elementos, jamás nadie lo ha sabido.[662] c | «Omnia incerta ratione et in naturae maiestate abdita» [Todo está oculto en alguna incierta razón y en la majestad de la naturaleza], dice plinio;[663] y san Agustín: «Modus quo corporibus adhaerent spiritus, omnino mirus est, nec comprehendi ab homine potest: et hoc ipse homo est» [La manera en que los espíritus se unen a los cuerpos es de todo punto admirable, y no puede ser comprendida por nadie; y esto es el propio hombre].[664] a | Y, sin embargo, no lo ponemos en duda, pues las opiniones humanas son aceptadas siguiendo las creencias antiguas por autoridad y crédito, como si de religión y ley se tratara. Aceptamos como una jerga todo aquello que por lo común se sostiene al respecto; aceptamos esta verdad con todo su edificio y su enganche de argumentos y pruebas, como un cuerpo firme y sólido que ya no se debate, que ya no se juzga. Al contrario, todo el mundo rivaliza por embellecer y reforzar la creencia aceptada con todo aquello de lo que es capaz su propia razón, que es un instrumento dúctil, maleable y acomodable a cualquier figura. Así se llena el mundo y se confita de sandez y de mentira. Lo que explica que apenas dudemos de nada, es que nunca ponemos a prueba las impresiones[665] comunes; no examinamos su base, que es el lugar donde residen el error y la flaqueza. Debatimos sólo sobre las ramas; no preguntamos si aquello es verdad, sino si se ha entendido de este o ese modo. No preguntamos si Galeno dijo algo valioso, sino si lo que dijo fue así o de otra manera. Verdaderamente, era muy razonable que este freno y constricción de la libertad de nuestros juicios, y esta tiranía de nuestras creencias, se extendiera hasta las escuelas y las artes.[666] El Dios de la ciencia escolástica es Aristóteles; debatir acerca de sus preceptos es sacrilegio, como de los de Licurgo en Esparta.[667] Su doctrina, que es acaso tan falsa como otra cualquiera, nos sirve como ley magistral. No sé por qué no habría de aceptar de tan buena gana las ideas de Platón, o los átomos de Epicuro, o el lleno y el vacío de Leucipo y Demócrito, o el agua de Tales, o la infinitud de la naturaleza de Anaximandro, o el aire de Diógenes, o los números y la simetría de Pitágoras, o el infinito de Parménides, o el uno de Museo, o el agua y el fuego de Apolodoro, o las partes similares de Anaxágoras, o la discordia y la amistad de Empédocles, o el fuego de Heráclito, o cualquier otra opinión —entre la infinita confusión de pareceres y concepciones que produce la bella razón humana con su certeza y clarividencia en todo aquello en que se inmiscuye—, como aceptaría la opinión de Aristóteles, sobre el asunto de los principios de las cosas naturales, principios que forja con tres elementos: materia, forma y privación.[668] Y ¿qué es más vano que hacer de la inanidad misma causa de la producción de las cosas? La privación es una negativa; ¿con qué humor pudo hacer de ella la causa y el origen de las cosas que son? Sin embargo, esto nadie osaría debatirlo sino como ejercicio lógico. No se debate nada para ponerlo en duda, sino para defender al autor de la escuela[669] de las objeciones ajenas. Su autoridad es el término más allá del cual no está permitido indagar.

Es muy fácil edificar todo lo que se quiere sobre unos fundamentos admitidos, pues, de acuerdo con la ley y el mandato de este comienzo, los demás elementos del edificio se despliegan fácilmente, sin desmentirse. Por esta vía hallamos nuestra razón bien fundada y razonamos sobre seguro. En efecto, nuestros maestros ocupan por anticipado, y ganan de antemano en nuestra creencia, todo el sitio que necesitan para concluir después cuanto se les antoja, al modo de los geómetras con sus demandas admitidas.[670] La adhesión y la aprobación que les damos les concede la capacidad de arrastrarnos a derecha y a izquierda, y de hacernos cambiar de opinión a su gusto. Cualquiera cuyas presuposiciones sean creídas, es nuestro maestro y nuestro Dios; implantará sus fundamentos de manera tan amplia y cómoda que si quiere podrá ascendernos con ellos hasta las nubes. En esta práctica y negociación de ciencia, hemos tomado como dinero contante y sonante la sentencia de Pitágoras: que cada experto debe ser creído en su arte.[671] El dialéctico se remite al gramático sobre el significado de las palabras; el retórico toma los asuntos de los argumentos del dialéctico; el poeta, las medidas del músico; el geómetra, las proporciones del aritmético; los metafísicos adoptan como fundamento las conjeturas de la física. Cada ciencia, en efecto, tiene sus principios presupuestos, con lo cual el juicio humano está atado por todas partes. Si te opones a esta barrera en la que radica el principal error, tienen de inmediato en la boca la sentencia de que no debe debatirse con quienes niegan los principios.[672]

Ahora bien, no pueden darse principios en los hombres si la divinidad no se los ha revelado; todo lo restante, comienzo, medio y fin, no es más que sueño y humo. Quienes se oponen por medio de una presuposición, han de presuponer, por el contrario, el mismo axioma del que se debate. Porque toda presuposición humana, y toda enunciación, tienen tanta autoridad como cualquier otra, si la razón no establece la diferencia. Por tanto, hay que ponerlas todas en la balanza; y, en primer lugar, las generales y aquellas que nos tiranizan. c | La persuasión de la certeza es una prueba cierta de locura y de incertidumbre extrema; y no existe gente más insensata y menos filosófica que los filodoxos de Platón.[673] a | Es preciso saber si el fuego es caliente, si la nieve es blanca, si conocemos algo que sea duro o blando. Y, en cuanto a esas respuestas con las que se forjan cuentos en la Antigüedad, como que si alguien dudaba del calor, le decían que se arrojara al fuego, y si alguien negaba la frialdad del hielo, que se pusiera un poco en el pecho, son muy indignas de la profesión filosófica.[674] Si nos hubiesen dejado en nuestro estado natural, aceptando las apariencias externas tal como se nos presentan a través de los sentidos, y nos hubiesen permitido seguir nuestros deseos simples y ordenados por la condición de nuestro nacimiento, tendrían razón al hablar así. Pero son ellos quienes nos han enseñado a erigirnos en jueces del mundo; de ellos sacamos la fantasía de que la razón humana es la controladora general de todo cuanto existe fuera y dentro de la bóveda celeste, de que lo abarca todo, lo puede todo, y de que, por medio de ella, todo se sabe y conoce. Esta respuesta sería buena entre los caníbales, que gozan de la ventura de una vida larga, tranquila y apacible sin los preceptos de Aristóteles y sin conocer el nombre de la física.[675] Acaso esta respuesta valdría más, y sería más firme que todas las que extraerán de su razón y de su invención. De ella serían capaces, junto a nosotros, todos los animales, y todo aquello que está aún bajo el mando puro y simple de la ley natural; pero ellos la han desechado. No deben decirme: «Es cierto puesto que lo veis y percibís así». Deben decirme si lo que creo percibir, lo percibo por consiguiente de hecho; y si lo percibo, que me digan después por qué lo percibo, y cómo, y qué; que me digan el nombre, el origen, los pormenores del calor, del frío, las características del que actúa y del que padece; o que renuncien a su profesión, que es no admitir ni aprobar nada sino por la vía de la razón. Ésta es su piedra de toque en todo tipo de pruebas; pero, ciertamente, es una piedra de toque llena de falsedad, de error, de debilidad y flaqueza.

¿Cómo podemos ponerla mejor a prueba que por su propio medio? Si no debemos creerla cuando habla de sí misma, a duras penas valdrá para juzgar las cosas externas; si conoce algo, será por lo menos su propio ser y domicilio. Está en el alma y es una parte o una acción suya. La razón verdadera y esencial, de la cual arrebatamos el nombre con falsos títulos, reside, en efecto, en el seno de Dios; ahí está su morada y su refugio, de ahí parte cuando le place a Dios mostrarnos algún rayo suyo, como Palas surge de la cabeza de su padre para comunicarse al mundo.[676]

Pues bien, veamos qué nos ha enseñado la razón humana acerca de sí misma y del alma; c | no del alma en general, de la que casi toda la filosofía hace partícipes a los cuerpos celestes y a los primeros cuerpos, ni de la que Tales atribuía aun a las cosas que se consideran inanimadas, incitado por la observación del imán,[677] sino de aquella que nos corresponde, que debemos conocer mejor:

b | Ignoratur enim quae sit natura animai,

nata sit, an contra nascentibus insinuetur,

et simul intereat nobiscum morte dirempta,

an tenebras Orci uisat uastasque lacunas,

an pecudes alias diuinitus insinuet se.[678]

[Se ignora, en efecto, cuál es la naturaleza del alma, si nace con el cuerpo o por el contrario se introduce en los que nacen, y si, disuelta por la muerte, muere a la vez que nosotros o visita las tinieblas del Orco y sus vastas cavernas, o si la divinidad la introduce en los demás animales].

a | A Crates y Dicearco, que en absoluto existía, sino que el cuerpo se agitaba así por movimiento natural;[679] a Platón, que era una sustancia que se movía por sí misma; a Tales, una naturaleza sin reposo; a Asclepiades, un ejercicio de los sentidos; a Hesíodo y Anaximandro, una cosa compuesta de tierra y agua; a Parménides, de tierra y de fuego; a Empédocles, de sangre,

Sanguineam uomit ille animam;[680]

[Vomita su alma de sangre];

a Posidonio, Cleantes y Galeno, un calor o una complexión calurosa,

Igneus est ollis uigor, et coelestis origo;[681]

[Tienen el vigor del fuego y un origen celeste];

a Hipócrates, un espíritu extendido por el cuerpo; a Varrón, un aire recibido por la boca, calentado en el pulmón, templado en el corazón y esparcido por todo el cuerpo; a Zenón, la quintaesencia de los cuatro elementos; a Heráclides Póntico, la luz; a Jenócrates y a los egipcios, un número móvil; a los caldeos, una fuerza sin forma determinada:

b | habitum quemdam uitalem corporis esse,

harmoniam Graeci quam dicunt.[682]

[hay una cierta disposición vital del

cuerpo que los griegos llaman armonía].

a | No olvidemos a Aristóteles: lo que por naturaleza hace mover el cuerpo, que llama «entelequia», con la más fría de las invenciones, pues no habla ni de la esencia ni del origen ni de la naturaleza del alma, sino que solamente repara en su acción.[683] Lactancio, Séneca y la mejor parte de los dogmáticos confesaron que era una cosa que no entendían. c | Y tras toda esta enumeración de opiniones: «Harum sententiarum quae uera sit, deus aliquis uiderit» [De todas estas opiniones cuál es la verdadera, que lo vea un dios], dice Cicerón.[684] a | Conozco por mí, dice san Bernardo, hasta qué punto Dios es incomprensible, puesto que no puedo comprender los elementos de mi propio ser.[685] c | Heráclito, que pensaba que todo está lleno de almas y demonios, sostenía sin embargo que no podía irse tan lejos en el conocimiento del alma que pudiese alcanzarse, habida cuenta la profundidad de su esencia.[686]

a | La disensión y el debate para alojarla no son menores.[687] Hipócrates e Hierófilo la ubican en el ventrículo del cerebro; Demócrito y Aristóteles, por todo el cuerpo,

b | Vt bona saepe ualetudo cum dicitur esse

corporis, et non est tamen haec pars ulla ualentis;[688]

[Como se dice a menudo que el cuerpo tiene salud, sin

que con todo ésta sea ninguna parte del que está sano];

a | Epicuro, en el pecho:

b | Hic exultat enim pauor ac metus, haec loca circum

laetitiae mulcent.[689]

[Pues aquí exultan el pavor y el miedo, en

torno a este lugar nos acarician las alegrías].

a | Los estoicos, alrededor y dentro del corazón; Erasistrato, uniendo la membrana del epicráneo; Empédocles, en la sangre; como también Moisés, lo cual fue causa de que prohibiera comer la sangre de los animales, a la que está unida su alma;[690] Galeno pensó que cada parte del cuerpo posee su alma; Estratón la situó entre las dos cejas. c | «Qua facie quidem sit animus, aut ubi habitet, ne quaerendum quidem est» [Sobre el aspecto que tiene el alma o el lugar donde reside, ni siquiera debe preguntarse], dice Cicerón.[691] Le dejo de buena gana a este hombre sus propias palabras. ¿Voy a alterar el habla de la elocuencia? Aparte de que el provecho de arrebatarle la materia de sus invenciones es escaso; son poco frecuentes, poco recias y poco ignoradas. a | Pero la razón por la que Crisipo argumenta que se aloja en torno al corazón, igual que los otros de su escuela, no merece ser olvidada: «Es por el hecho», dice, «de que, cuando queremos asegurar algo, ponemos la mano en el pecho; y cuando queremos pronunciar ἐγώ, que significa ‘yo’, bajamos hacia el pecho la mandíbula inferior».[692] Este pasaje no debe obviarse sin señalar la vanidad de tamaño personaje. Porque además de que estas consideraciones son de suyo infinitamente ligeras, la última sólo a los griegos les prueba que tengan el alma en ese sitio. No hay juicio humano tan atento que a veces no dormite.[693]

c | ¿Qué no osamos decir? Ahí tenemos a los estoicos, padres de la sabiduría humana, que consideran que el alma del hombre abrumado bajo una ruina languidece y pugna mucho tiempo por salir, porque no puede librarse de la carga, como un ratón atrapado en una trampa.[694] Algunos sostienen que el mundo fue hecho para dar cuerpo, como castigo, a los espíritus caídos por su culpa desde la pureza en la cual habían sido creados, pues la primera creación habría sido sólo incorpórea. Y que según se hayan alejado más o menos de su espiritualidad, se incorporan de manera más o menos leve o pesada. De ahí procede la variedad de tanta materia creada. Pero el espíritu que fue, para su castigo, investido del cuerpo del sol, debía tener una medida de alteración bien rara y particular.[695] Los extremos de nuestra indagación caen todos en la ceguera. Como dice Plutarco del inicio de las historias, que, a la manera de los mapas, los bordes de las tierras conocidas están dominados por ciénagas, densos bosques, desiertos y parajes inhabitables.[696] Por eso los desvaríos más burdos y pueriles son más frecuentes en quienes se ocupan de las cosas más elevadas y más lejanas, pues se abisman en su curiosidad y presunción. El final y el inicio de la ciencia se entrelazan en una estupidez similar. Ved cómo Platón remonta el vuelo en sus nubes poéticas; ved en él la jerigonza de los dioses. Pero ¿en qué pensaba cuando a | define al hombre como un animal bípedo sin plumas,[697] brindando así, a quienes tenían ganas de reírse de él, una graciosa ocasión? Desplumaron, en efecto, un capón vivo y lo llamaban el hombre de Platón.[698]

Y ¿qué hay de los epicúreos? ¡Con qué simplicidad se habían imaginado primero que sus átomos, que decían ser cuerpos dotados de cierta pesadez y de un movimiento natural de descenso, habían forjado el mundo! Hasta que sus rivales les advirtieron de que, con esta descripción, no era posible que se uniesen y aferraran unos a otros, pues su caída resultaba recta y perpendicular, y producía por todas partes líneas paralelas. Por este motivo, se vieron después en la obligación de agregar un movimiento lateral, fortuito, y de dotar además a sus átomos de colas curvas y ganchudas, para que así fueran capaces de unirse y ligarse.[699] c | Y aun entonces, ¿no les ponen en apuros quienes les persiguen con esta otra consideración?: si los átomos han formado por azar tantas clases de figuras, ¿por qué nunca se han unido para hacer una casa o un zapato?; ¿por qué no creer, de la misma manera, que un número infinito de letras griegas arrojadas en medio de la plaza bastarían para lograr la contextura de la Ilíada?[700] «Lo que es capaz de razón», dice Zenón, «es mejor que lo que no es capaz de ella. Nada hay mejor que el mundo; luego, éste es capaz de razón».[701] Cotta, con esta misma argumentación, hace al mundo matemático; y lo hace músico y organista con esta otra argumentación, también de Zenón: «El todo es más que la parte; nosotros somos capaces de sabiduría y somos partes del mundo; luego, éste es sabio».[702]

a | Se ven infinitos ejemplos semejantes, de argumentos no ya falsos sino insensatos, que no se sostienen y acusan a sus autores no tanto de ignorancia cuanto de imprudencia, en los reproches que los filósofos se lanzan entre sí a propósito de las disensiones de sus opiniones y escuelas.[703] c | Quien tuviese la habilidad de hacer acopio de las asnerías de la sabiduría humana, diría maravillas. Yo acumulo gustosamente algunas como muestra, en algún aspecto no menos útil que las enseñanzas más moderadas.[704] a | Juzguemos a partir de ahí qué debemos pensar del hombre, de su juicio y su razón, si en estos grandes personajes, que han llevado tan arriba la capacidad humana, se encuentran defectos tan evidentes y tan burdos. Yo, por mi parte, prefiero creer que han tratado la ciencia de manera fortuita, como si fuera un juguete para todas las manos, y que se han divertido con la razón como con un instrumento vano y frívolo, presentando toda suerte de invenciones y fantasías, a veces más rígidas, a veces más blandas.[705] El mismo Platón que define el hombre como una gallina dice en otro sitio, siguiendo a Sócrates, que no sabe en verdad qué es el hombre, y que es una de las piezas del mundo más difíciles de conocer.[706] Con esta variedad e inestabilidad de opiniones nos llevan como de la mano, tácitamente, a la resolución de su irresolución. Hacen profesión de no presentar siempre su parecer[707] con semblante abierto y manifiesto; lo han escondido ya sea bajo las sombras fabulosas de la poesía, ya sea bajo otra máscara. Nuestra imperfección, en efecto, comporta también que el alimento crudo no sea siempre apropiado para nuestro estómago; hay que secarlo, alterarlo y corromperlo. Hacen esto mismo: oscurecen a veces sus opiniones y juicios genuinos, c | y los falsifican, a | para acomodarse al uso público. No quieren hacer profesión expresa de ignorancia, y de la flaqueza de la razón humana, c | para no asustar a los niños. a | Pero nos las descubren suficientemente bajo el semblante de una ciencia confusa y variable.