CAPÍTULO XXVIII

VEINTINUEVE SONETOS
DE ÉTIENNE DE LA BOÉTIE

A la señora de Gramont, condesa de Guiche[1]

a | Señora, nada mío os brindo, sea porque ya es vuestro, sea porque nada en mí me parece digno de vos. Pero he querido que estos versos, allá donde se vean, estén encabezados por vuestro nombre, por el honor que será para ellos tener como guía a la gran Corisanda de Andoins. Este presente me ha parecido apropiado para vos porque hay pocas damas en Francia que juzguen mejor y se sirvan más a propósito que vos de la poesía; y porque no hay ninguna que pueda infundirle la viveza y animación que vos le infundís mediante los hermosos y ricos acordes con los que, entre un millón de otras cosas bellas, la naturaleza os ha provisto.[2] Señora, estos versos merecen vuestro aprecio, pues estaréis de acuerdo conmigo en que no hay otros, salidos de Gascuña, que posean más inventiva y elegancia ni que atestigüen haber surgido de mano más fértil. Y no sintáis celos por no poseer sino el resto de lo que tiempo atrás hice imprimir bajo el nombre del señor de Foix, vuestro buen pariente,[3] porque, ciertamente, éstos tienen un no sé qué de más vivo y más fervoroso, pues los compuso en su primera juventud, y encendido por un hermoso y noble ardor que un día os contaré, señora, al oído. Los otros fueron compuestos después, cuando se aprestaba a casarse, en honor de su esposa, y tienen ya trazas de cierta frialdad marital.[4] Y yo soy de los que sostienen que la poesía nunca sonríe tanto como lo hace en un asunto juguetón e informal.

c | Los ventinueve sonetos de Étienne de La Boétie que se incluían aquí han sido después impresos junto a sus obras.[5]