La primera edición de los Ensayos (Essais) de Montaigne se publica en Burdeos en 1580. En 1582, después de un viaje que lleva al perigordino hasta Italia, y tras su nombramiento como alcalde de Burdeos, aparece una nueva edición, que no aporta cambios sustanciales, aunque sí cierto número de añadidos. En 1588 salen a la luz en París unos Ensayos muy ampliados. Nuestro gentilhombre agrega un tercer libro a los dos existentes e introduce numerosas adiciones en distintos puntos de la obra. A partir de 1588 Montaigne sigue trabajando en los Ensayos, hasta que la muerte, en septiembre de 1592, interrumpe su actividad. Ahora bien, han llegado hasta nosotros dos testimonios distintos que recogen el fruto de esta última fase de su escritura. En primer lugar, el llamado Ejemplar de Burdeos, esto es, un ejemplar de los Ensayos de 1588, conservado en la Biblioteca Municipal de Burdeos, que contiene un sinfín de anotaciones manuscritas del autor, con correcciones, cambios y sobre todo añadidos. En segundo lugar, basada en otro ejemplar que no se ha conservado, la edición postuma preparada por Marie de Gournay, «filie d‘aliance» de Montaigne, que aparece en París en 1595, titulada, con un sutil cambio, Los ensayos. El grado de coincidencia entre uno y otro documento es muy alto, pero no completo. Las diferencias son dignas de consideración.
Hasta finales del siglo XIX Montaigne fue leído casi siempre según el texto de la edición postuma de Gournay (que tuvo múltiples secuelas, las primeras llevadas a cabo por ella misma). Desde principios del siglo XX, a partir de la llamada Edición Municipal (1906-1933), cuyo principal responsable fue Fortunat Strowski, el Ejemplar de Burdeos, prestigiado por las anotaciones manuscritas del propio autor, se impone como texto base de las ediciones más exigentes. A lo largo del siglo XX su dominio ha sido casi incontestable. Hasta el punto de que más de una vez se han expresado dudas sobre el rigor y la honradez de Marie de Gournay. Sin embargo, hoy el debate en torno al último estado del texto de los Ensayos (o Los ensayos) ha dado otro giro, y la tendencia general, aunque no unánime, es volver a la edición postuma. Así lo hacen, por ejemplo, la reciente edición dirigida por Jean Céard y la que acaba de aparecer en la Bibliothèque de la Pléiade. Nosotros nos sumamos a esta tendencia. Aun reconociendo el valor eminente del Ejemplar de Burdeos, su condición de documento precioso y además útilisimo, estimamos que el texto de 1595, por regla general más completo y mejor acabado, corresponde a un estadio más avanzado de la escritura de Montaigne.
En nuestra edición, sin embargo, no nos limitamos a traducir la versión de Los ensayos que Marie de Gournay editó en 1595. Siguiendo en esto a la mayoría de las mejores ediciones del siglo XX, y con objeto de proporcionar al lector una información preciosa sobre la historia íntima de la obra, hemos querido indicar (pese al inevitable grado de artificialidad que comporta un empeño de este tipo) los diferentes estratos del texto. Lo hacemos mediante una adaptación del código de señales más habitual, y tomando como referencia la reciente y muy completa edición Tournon. Así, nos valemos de letras seguidas de barras, de acuerdo con las siguientes pautas:
No recogemos absolutamente todas las variantes de Los ensayos; hacerlo sería muy difícil y es innecesario en una edición de estas características. Tenga el lector en cuenta que con frecuencia Montaigne modifica en sus últimas versiones el texto original (además de prolongarlo). Sólo en algún caso, cuando lo hemos creído interesante, reproducimos en nota la variante perdida con los cambios posteriores. En este tipo de notas prescindimos de puntos finales cuando se trata de fragmentos integrados en pasajes más extensos.
Nuestra pretensión es ofrecer una edición de Los ensayos que permita ante todo una lectura clara y fácil; pero también, para quien lo desee, su estudio y profundización. En este sentido, hemos adoptado como modelo la conocida edición de Pierre Villey, tan completa como accesible. Pese a su proclamada nonchalance (‘descuido’, ‘despreocupación’), lo cierto es que Montaigne compone una obra culta, densa, compleja, rigurosa y a veces, como él mismo reconoce, oscura. El lector encontrará en esta edición un aparato de notas que, casi siempre, remiten a la ingente cantidad de referencias (en su mayoría de obras antiguas, pero también, en no pocas ocasiones, de su propia época) que se hallan detrás del texto. Las citas explícitas, en latín o griego, no son más que una mínima muestra de este intensísimo comercio con otros libros. Los ensayos son en buena medida (aunque, desde luego, no únicamente) reescritura de otros textos, diálogo o polémica con otros autores, alusiones más o menos irónicas dirigidas al lector culto y avisado. Anotamos sin otra indicación lo que parecen ser fuentes directas utilizadas por Montaigne; invitamos a ver (mediante la abreviatura cfr.) aquellos pasajes cuya relación con nuestro texto es cuando menos interesante por una u otra razón. A veces (aunque, por supuesto, no tan a menudo como sería posible) remitimos a otras páginas de Los ensayos, haciendo constar el libro (en números romanos) y el capítulo (en números arábigos).
Hemos intentado brindarle al lector todas las claves disponibles para penetrar en la obra de Montaigne. Muchísimas de ellas, por supuesto, proceden del trabajo anterior de editores y estudiosos (baste ahora citar a los responsables de las grandes ediciones de las que más nos hemos valido: además de Pierre Villey, ya clásico, André Tournon, Jean Céard y su equipo, y Jean Balsamo y sus colaboradores). Pero nuestra edición se honra en contribuir, con un considerable número de aportaciones inéditas, a la ampliación de este trabajo crítico. Confiamos en que las notas orientarán un poco más al lector en el mar inmenso de ideas, reflexiones, descripciones, anécdotas y ejemplos que constituyen Los ensayos.
Debe advertirse, por otra parte, que la división en párrafos, inexistente en el original, es responsabilidad nuestra, y también que hemos optado por mantener en el francés original algunas citas poéticas (por ejemplo, una larga tirada de Ronsard).
J.B.B.