1 - Preparación

Spud y Renton estaban sentados en un pub de la Milla Real. El pub intentaba lograr el efecto de uno de esos bares americanos monotemáticos, pero no lo hacía con mucha precisión; era un manicomio a base de desperdicios reunidos.

«Si es lo que yo te digo, tío, es raro que te cagas que a ti y a mí nos manden a por el mismo curro, ¿sabes?», dijo Spud, dando sorbetones a su Guinness.

«Un jodido desastre para mí, colega. Yo no quiero ese curro. Sería una pesadilla de mierda.» Renton sacudió la cabeza.

«Si es lo que digo yo, por ahora estoy contento quedándome con el rock n roll[26], tío, ¿sabes?»

«Pero el problema, Spud, es si no te esfuerzas, si cagas la entrevista aposta; los bordes de ellos se lo dicen al paro y esos cabrones te cortan la paga. Me pasó en Londres. Por ahí abajo ando por el aviso final.»

«Sí… yo también, tío. ¿Qué hay que hacer entonces?»

«Bueno, lo que tienes que hacer es aparentar entusiasmo, pero aun así cagar la entrevista. Mientras des la impresión de estar interesado, no pueden decir ni jota. Sólo con ser nosotros mismos, siendo sinceros, a ninguno de los dos nos darán nunca ese jodido trabajo. El problema es que si te limitas a sentarte y no decir esta boca es mía, esos mamones van de cabeza a los del paro. Dirán: A ese capullo se la trae floja.»

«Para mí es difícil, tío… ¿me entiendes? Me cuesta tanto ponerme las pilas, digamos… ¿me entiendes? Me quedo como totalmente cortado, ¿entiendes?»

«Tommy nos ha dado un poco de speed. ¿A qué hora decías que era tu entrevista?»

«No será hasta las dos y media.»

«Pues yo a la una. Nos vemos aquí a las dos. Te pasaré la corbata y algo de speed. Para darte valor y que puedas venderte, ¿entiendes? Así que venga, a trabajarnos esas solicitudes.»

Colocaron las solicitudes enfrente, sobre la mesa. La de Renton ya estaba a medio rellenar. Algunas de las respuestas hicieron que Spud arquease las cejas.

«Eh… ¿de qué va esto, tío? George Heriots… Tú estudiaste en Leith, tío…»

«Es un hecho sobradamente conocido que no tienes una puta oportunidad de conseguir nada decente en esta ciudad si no has ido a un colegio pijo. Por otra parte, ni de coña le van a ofrecer a un antiguo alumno de George Heriots un puesto de recepcionista en un hotel. Eso se queda sólo para plebeyos como nosotros; así que pon algo así. Si ven Augies o Craigy en tu formulario, los muy capullos te ofrecerán el trabajo… joder, más vale que me vaya ya. Hagas lo que hagas, no tardes. Te veo por aquí dentro de poco.»

2 - Proceso: Sr. Renton (1.00 p.m.)

El aprendiz de gerente que me ha dado la bienvenida era un elemento muy espinilloso metido en un traje de corte elegante, con suficiente caspa sobre los hombros como para parecer un puñado de cocaína. Me entraban ganas de arrimar un billete enrollado al traje de aquel capullo. Su careto de tonto del culo y sus cráteres faciales arruinan completamente la imagen que el sabihondo mierdecilla intenta lograr. Ni siquiera en mis peores épocas de jaco he tenido yo semejante aspecto; pobre cabrito. Este capullo no es más que el chico para todo, es evidente. El mandamás es el tipo gordo de aspecto desaliñado que está en medio; a su derecha hay una bollera con una gruesa capa de maquillaje y una sonrisa fría embutida en un traje de negocios femenino, que parece sacada de un catálogo de feas.

Se trata de una alineación de aúpa para un puto curro de portero.

La entrada era predecible. El capullo gordo me echa una cálida mirada y dice: «Veo por su solicitud que estudió usted en George Heriots.»

«En efecto… ah, esos apacibles días de colegio. Ahora parece como si hubiera pasado tanto tiempo…»

Puede que mintiese en la solicitud, pero no en la entrevista. Una vez sí que fui a George Heriots: cuando era aprendiz de carpintero en Gillsland’s nos contrataron para currar allí.

«¿Aún merodea por allí el viejo Fotheringham?»

Joder. Escojamos una de dos posibilidades; una: que sí, dos: que esté jubilado. Naah. Demasiado arriesgado. Mantengámoslo nebuloso.

«Dios, ahora sí que tengo que hacer memoria…», digo riéndome. El gordo parece satisfecho con eso. Resulta inquietante. Presiento que la entrevista se acaba y que de hecho estos capullos van a ofrecerme el trabajo. Las preguntas siguientes se formulan todas amablemente y sin trampa. Mi hipótesis se va a tomar por culo. Preferirían ofrecerle un curro en ingeniería nuclear a un antiguo alumno de la escuela de comercio con lesiones cerebrales que un puesto de limpiador en el matadero a un arrabalero con un doctorado. Aquí hay que hacer algo. Esto es aterrador. Gordi me ve como un antiguo alumno de George Heriots que atraviesa una mala racha y quiere echarme una mano. Grosero error de cálculo, Renton, so desgraciao.

Loado sea Pollaboba-con-granos. Una suposición razonable, si tenemos en cuenta que todas sus demás partes parecen estar cubiertas de pústulas. Es su turno de hacer nerviosamente una pregunta: «Ehm… ehm… señor Renton… ehm… ¿puede usted, ehm… explicar… eh, los intervalos entre sus empleos, ehm…?»

¿Puedes explicar los intervalos entre tus palabras, torpe capullín?

«Sí. He tenido un largo problema de adicción a la heroína. He tratado de combatirla, pero sin embargo ha restringido mis actividades remuneradas. Creo importante el ser sincero y comentarle esto, como futuro empleador en potencia.»

Un asombroso golpe magistral. Se revuelven nerviosos en sus asientos.

«Bien, eh, gracias por ser tan franco con nosotros, señor Renton… eh, tenemos algunas otras personas a las que ver… así que muchas gracias y seguiremos en contacto.»

Magia pura. El atocinado gilipollas levanta entre nosotros un muro de frialdad y distancia. No podrán decir que no me esforcé…

3 - Proceso: Sr. Murphy (2.30 p.m.)

Este speed es el magnífico. Me siento como dinámico, digamos, de veras que me apetece lo de la entrevista. Rents me dice: Véndete, Spud, y diles la verdad. Venga, troncos, vamos a darnos marcha…

«Veo por su solicitud que estudió en George Heriots. Parece que esta tarde abundan los antiguos alumnos de Heriots.»

Así es, tronco gordo.

«De hecho, tío, voy a ir de legal a ese respecto. Yo fui a Augie’s, o sea St Augustine, después a Craigy, eh… Craigroyston, ¿me sigues? Sólo puse lo de Heriots porque pensé que me ayudaría a conseguir el empleo. Demasiada discriminación en esta ciudad, tío, ¿me sigues? En cuanto los tipos de traje y corbata ven Heriots o Daniel Stewarts o la Edinburgh Academy, es como si empezaran a trempar, ¿sabes? Quiero decir, ¿me habrías dicho, digamos, “¿veo que estudió usted en Craigroyston?”»

«Bien, sólo estaba haciendo conversación, puesto que se da la circunstancia de que yo sí estudié en Heriots. La idea era que se sintiera relajado. Pero puedo tranquilizarle en lo que a discriminación se refiere. Eso está todo previsto en nuestra nueva declaración sobre igualdad de oportunidades.»

«Tranqui, tío. Relajado estoy. Es sólo que de verdad quiero este empleo, digamos. Aunque anoche no pude dormir; me preocupaba cagarla, digamos, ¿sabes? Es sólo que cuando los troncos ven “Craigroyston” en la solicitud, piensan, digamos: Bueno, todos los que fueron a Craigie’s son unos balas, ¿a que sí? Pero eh, ¿conoces a Scott Nisbet, el jugador de fútbol y tal? Juega con los hunos[27] eh, con los Rangers en primera, aguantando el tipo frente a esos fichajes internacionales caros de Souness. Ese tronco iba un curso más abajo que servidor en Craigie, tío.»

«Bueno, puedo asegurarle, señor Murphy, que estamos mucho más interesados en las cualificaciones obtenidas por usted que en la escuela a la que asistió usted o cualquier otro candidato. Dice aquí que obtuvo cinco niveles O…»

«Bueenooo. Cómo te diría, tengo que interrumpirte en ese punto, socio. Lo de los niveles O era mierda pura, ¿sabes? Pensé que eso me serviría para meter el pie en la puerta. Para mostrar iniciativa, digamos. ¿Me sigues? De verdad que quiero este empleo, tío.»

«Mire, señor Murphy, la oficina de empleo del Ministerio de Trabajo nos dio su referencia. No tiene necesidad de mentir para meter el pie en la puerta, como usted dice.»

«Oye… lo que tú digas, tío. Tú eres el jefe, el que tiene la sartén por el mango, el tipo del sillón, por así decirlo y tal», digo yo.

«Sí, bien, no parece que estemos adelantando mucho. ¿Por qué no se limita usted a decirnos por qué desea este empleo tan desesperadamente como para estar dispuesto a mentir?»

«Me hace falta la guita, tío.»

«¿Perdón? ¿La qué?»

«La tela, digamos, eh… la pasta, la pela y todo eso. ¿Me entiendes?»

«Ya veo. Pero ¿qué es lo que específicamente le atrae de la industria del ocio?»

«Bueno, a todo el mundo le gusta pasarlo bien, disfrutar un poco, ¿sabes? Para mí el ocio es eso, tío, digamos. Me gusta ver al personal disfrutar, ¿sabes?»

«Muy bien, gracias», dice la muñeca con la máscara de maquillaje. Podríamos amarnos, esa nena y yo… «¿Cuáles diría usted que son sus principales puntos fuertes?», me pregunta.

«Esto… sentido del humor, digamos. Hace falta, es imprescindible, ¿sabes?» Voy a tener que dejar de decir «¿sabes?» tanto. Estos tipos van a pensar que soy un ordinario.

«¿Y debilidades?», maúlla el tronquito trajeado. Vaya un tío más granulado, Rents no bromeaba con lo de las estacas. Todo un cachorro de leopardo, éste.

«Supongo, tío, que soy demasiado perfeccionista, ¿sabes? Es como si cuando las cosas saliesen un poco chungas, entonces todo me la sudara, ¿sabes? Sin embargo, tío, tengo buenas vibraciones acerca de esta entrevista de hoy, ¿sabes?»

«Muchas gracias, señor Murphy. Ya le informaremos.»

«No hay de qué, tío, el placer ha sido mío. Es la mejor entrevista a la que he ido, ¿sabes?» Doy un bote y a cada gato le estrecho la pata.

4 - Reseña

Spud se encuentra con Renton en el pub.

«¿Cómo te ha ido, Spud?»

«Bien, socio, bien. Quizá demasiado bien, digamos. Creo que puede que estos tipos nos ofrezcan el trabajo. Malas vibraciones. Una cosa es cierta, tío, tenías razón acerca de este speed. Nunca sé venderme correctamente en las entrevistas. Tiempos guapos, compadre, tiempos guapos.»

«Vamos a celebrar tu éxito con unas copas. ¿Te apetece otro tirito de ese speed?»

«No te diría que no, tío, no diría que no, digamos.»