Desde las profundidades del núcleo del planeta, obedeciendo antiguas instrucciones, los mecanismos de la Santa cobraron vida. Unos tremendos amplificadores psíquicos se activaron y transmitieron su señal.

Fue apenas un instante.

Un instante bastó para impregnar de un terror absoluto las almas de los engendros del Caos que infestaban el planeta.

Un instante bastó para fulminar las mentes de las huestes ershul que subían con dificultad el promontorio.

Un instante bastó para que Tolin Dorden pudiera ver otra vez a su hijo sonreír, para que Colm Corbec tuviera una visión relámpago de su padre, para que Ban Daur volviera a ver a la anciana del pelo tan blanco entre la multitud de refugiados. Para que el soldado Niceg Vamberfeld se llevara a la otra vida la imagen de la mirada intensa y penetrante de las pastorcilla de los quelones.

* * *

Desde el exterior del Santuario, bajo un cielo frío y azul, Ibram Gaunt bajaba cojeando por el amasijo de nieve medio derretida y piedras que habían sido escalones. Iba ataviado con su uniforme de gala.

Lo que quedaba del convoy esperaba abajo.

Más allá, semienterrados en la nieve del promontorio, quedaban los esqueletos derretidos y chamuscados de nueve mil seres humanos contaminados por el Caos y los restos ennegrecidos de más de quinientas máquinas de guerra.

—¿Hark?

Hark dio un paso adelante y saludó al coronel-comisario.

—Unidades presentes y números correctos, señor.

—Muy bien. —Gaunt hizo un alto y se volvió a mirar, al otro lado del promontorio, la solitaria tumba palafítica erigida por los tempelum ayatani sobre la roca cubierta por la nieve junto al pilar de corindón de la llama votiva.

Gaunt montó en el Salamandra que le esperaba.

—Guardia de honor, ¡monten!

—Columna dispuesta para partir, señor —informó Hark.

Gaunt pensó por un momento en Slaydo y aquel antiguo pacto de sangre. Se tocó la cicatriz que tenía en la palma de la mano y luego echó una última mirada a la solitaria tumba palafítica de Vamberfeld.

Bajo un cielo totalmente limpio, de un color azul helado, las unidades iniciaron el descenso hacia la entrada del desfiladero.