Hablar para ser comprendido y escuchar para comprender
Uno de los hallazgos más sorprendentes cuando se estudia el mundo del estrés y de todo aquello que afecta a la interacción entre nuestros cerebros y nuestros corazones es que la comunicación interpersonal juega un papel de excepcional relevancia. Si reflexionamos sobre el número de horas que a diario pasamos conversando con los demás, nos daremos cuenta de la manera en la que dichas conversaciones nos afectan en nuestra manera de sentir y de actuar. Gran parte del estrés negativo o distrés que experimentamos en nuestro día a día se debe al modelo tan limitado de conversación que utilizamos en nuestras interacciones. Las palabras tienen el poder de activar por ellas mismas los centros del miedo y de la ira en los núcleos amigdalinos del cerebro, como se ha demostrado por medio de las técnicas modernas de neuroimagen. Las personas nos agredimos continuamente con las palabras y no somos conscientes de ello, ya que pocas se atreven a manifestar en alto lo que están sintiendo en los momentos en los que se han visto heridas. La forma en que nos comunicamos con frecuencia nos da lo contrario de lo que queremos y, por eso, resulta tan limitante. La torre de babel no es una historia del pasado, sino que sigue presente aquí y ahora. Nuestra forma de comunicar es obsoleta y precisa una revisión porque genera más conflictos que paz. A lo largo de esta segunda parte vamos a revisar algunas de las claves ocultas de la comunicación, los mensajes que se transmiten más allá de las palabras y el poder que estas tienen para alterar la manera en la que nos relacionamos con la realidad.
Si comprendemos que existe otra manera muy distinta de comunicarse y que esta favorece la salud y despliega la creatividad, entonces podemos empezar a adiestrarnos para ganar maestría en el arte de crear verdaderos lazos emocionales con otros seres humanos. Un nuevo nivel de conciencia pide otro tipo de lenguaje y por eso veremos como el nivel de conciencia y el lenguaje que usamos van siempre de la mano. La mayor parte de lo que voy a relatar son experiencias personales y las voy a contar como si estuvieran ocurriendo en el presente. En todas ellas descubrí algo que ha sido muy significativo para mejorar mi forma de comunicarme. En estas experiencias me di cuenta de algunas cosas que no se me habían pasado por la cabeza y empecé a comprender porque obtenía ciertos resultados en mi vida y dejaba de obtener otros.
Si las palabras salen de la boca solo llegarán a los oídos de la persona que escucha, pero si las palabras salen del corazón, también llegarán al corazón de quien las escucha. Si hablamos desde el corazón, desde las experiencias que para nosotros fueron transformadoras, estamos invitando a nuestro receptor a que haga su propia reflexión sobre aquello en lo que se sienta identificado. Fruto de esa reflexión tal vez salgan nuevas formas de ver las cosas y nuevos cursos de acción que llamen mucho más a la abundancia que a la escasez. Las relaciones con el otro son claves en nuestra vida, porque el ser humano es un ser en relación, por eso cualquier orientación que nos ayude a mejorar nuestra forma de interactuar con los demás va a tener un gran impacto en sus vidas y en las nuestras.